“El abuelito del Finger”: el jubilado de La Matanza que se volvió referente del skate de dedos

Néstor Videla tiene 69 años y durante cuatro décadas trabajó en la industria metalúrgica. Para despejarse del encierro por la pandemia, empezó a practicar el fingerboard. Ahora, 150 mil personas lo siguen en las redes sociales. Los secretos de una disciplina que -dice- “no tiene género, fronteras ni edad”

La historia de Néstor Videla, más conocido como el "abuelito del Finger" - #Informe

El despertador suena a las seis de la mañana y al igual que todo el mundo, Néstor se queda unos minutos más en la cama, pero no muchos porque sabe que se le hace tarde. Respira profundo, cuenta hasta tres y arriba. Lo primero que hace una vez que pone los pies en el suelo es calentar el agua. Mientras se viste, aparece en escena Gladys, su esposa de toda la vida, para preparar el desayuno. No bien termina de atarse los cordones, le da dos sorbos al mate, manotea unos bizcochitos y abre la puerta. Ahí lo están esperando sus nietos listos para ir al colegio.

Hasta ahí podría ser la rutina de cualquier abuelo dispuesto a ayudar en las actividades diarias de la familia, pero todo se desvirtúa cuando saca del bolsillo un mini-skate, coloca un spot (elementos para realizar las pruebas) sobre la mesa, prende la cámara y se pone a practicar.

Néstor Videla tiene 69 años, vive en una casa en Villa Madero, partido de La Matanza, con su esposa y Coki, uno de sus tres hijos. Además de ser un metalúrgico jubilado, es influencer argentino. “Me escribe gente de todo el mundo, no puedo creer el impacto que tuvo. Esto trascendió fronteras. La mayoría de los mensajes que recibo son de países que ni sabía que existían”, afirmó con asombro.

Néstor Videla tiene 69 años, tres hijos y ocho nietos, y vive en Villa Madero, en la provincia de Buenos Aires

Néstor se hizo popular por su destreza con el fingerboard, una suerte de hacer trucos en skate con los dedos. Fakie Kickflip, Ollie y Five-O son algunas de las pruebas que realizan. “Es más difícil pronunciar los nombres que hacerlos”, soltó con gracia. Aunque a nivel mundial la disciplina sea más conocida, en Argentina se encuentra en pleno desarrollo. En el país ya se organizan competencias y de a poco van apareciendo los primeros negocios especializados en la venta de equipos, con pistas para practicar. Para tener una referencia de los precios, los fingerboard skates que usan cuestan alrededor de 15 mil pesos ya que la mayoría de sus partes son importadas.

Néstor halló su nuevo pasatiempo en pleno auge del coronavirus. “Arranqué hace dos años, con el comienzo de la pandemia, para despejarme un poco del encierro. Me ayudó para ocupar la mente en otra cosa”. Coki, su hijo, que junto a sus amigos organiza eventos de finger, fue quien lo introdujo en esa disciplina. “Al principio pensé que era una estupidez pero me di cuenta que es algo sano y que saca de un montón de vicios a los chicos”, comentó “el abuelito”.

Al margen del ocio y el desafío personal que representa, Néstor quiere “demostrar que el finger se puede disfrutar en familia”. Y agregó: “Otros papás no le dan importancia. Nosotros nos tenemos mucho amor y esto nos unió más aún”.

"Yo voy a vivir más de 100 años porque cada mensaje que me mandan a mi me da vida", aseguró el jubilado

Castigado por los dolores de la profesión, aclara que tiene “las manos destruidas” y algunos problemas crónicos producto de la edad. También confiesa que está lejos de ser uno de los mejores o incluso de participar de una competencia. Claramente, él es consciente que los 150 mil seguidores que cosechó en las redes fueron resultado de la alegría que transmite y la fascinación de verlo realizando trucos.

Generalmente practica cuando su hijo regresa de trabajar, porque durante la semana se le pasa volando entre el cuidado de sus nietos y su trabajo. “Soy jubilado pero sigo trabajando porque las condiciones no dan”, afirmó. A poco de cumplir 70 años, todavía hace changas. Toda su vida se la pasó en La Matanza, trabajó más de 40 años como metalúrgico para fábricas y recorrió el país y Chile en una oportunidad junto a una banda de rock en los setentas.

Con un mate siempre en la mano y el noticiero de la televisión sonando de fondo, Néstor escucha el ruido de un auto estacionar en la puerta de su casa. Son las seis de la tarde y es Coki que volvió de la fábrica. Sale a la puerta a mirar que todo esté tranquilo porque a pesar de vivir hace varios años en el barrio sabe que “la cosa está picante”. Entran juntos, comparten una charla hasta que uno de los dos dice: “¿Grabamos?”.

Néstor, el "abuelito del finger" 3

Ya sea en la mesa de la cocina o en el taller del fondo, no necesitan mucho para practicar. Con el skate, unos obstáculos o spots y la cámara cargada, les alcanza. En cada video realiza uno o varios trucos. Pueden durar como máximo un minuto pero les lleva bastante tiempo encontrar la toma perfecta.

Su entrada al mundo de las redes sociales bajo el nombre del “Abuelito del Finger”, que sumó miles de seguidores en poco tiempo, atrapó la atención de profesionales de la disciplina, skaters y curiosos de todas partes. “En los mensajes, la gente me dice que transmito diversión, felicidad y alegría. Son increíbles, me escriben desde chicos de 6 años hasta personas de 50 contando que los inspiré a retomar el skate. También gente en silla de ruedas que hoy en día practican finger gracias a mis videos”.

Al borde del llanto dice: “Yo voy a vivir más de 100 años porque cada mensaje que me mandan a mí me da vida”.

Gladys, su mujer, afirmó: "Es un pibe, siempre fue igual. Lo tenemos que frenar porque quiere hacer skate pero se puede lastimar"

En cuanto su cuenta de Instagram empezó a tomar vuelos, los sponsors se abalanzaron sobre él pero todavía siente que está “muy verde para entrar en el mundo de los negocios”. A pesar de tener la ayuda de su hijo, quien le maneja su cuenta y graba los videos, Néstor mira con desconfianza el universo de las redes: “Me da miedo porque está lleno de sinvergüenza, es muy jodido y yo soy muy inocente”.

Sobre sus inicios recuerda que la primera vez que Coki lo llevó a un evento quedó sorprendido por la dedicación y destreza que tenían los otros chicos. “Me sigue dando vergüenza, cuando voy a una pista tardo en arrancar, le esquivo al bulto, pero después me voy enganchando. Cuando me sale un truquito todos me lo festejan y ahí empiezo a soltarme”.

En las fotos de las exhibiciones hay chicos de primaria, secundaria, universitarios, bebidas energizantes, remeras holgadas y Néstor. “Al principio tenía miedo por lo que pensarán los padres, pero después me di cuenta de que ellos eran igual de seguidores míos que sus hijos”, recordó sobre sus primeros eventos.

Néstor junto a otros fanáticos de una disciplina que mide la destreza de los dedos sobre un miniskate (Fotos Alejandro Beltrame)

— ¿Te ves compitiendo el día de mañana?

— Los más chiquitos la tienen atada, yo soy limitado en las cosas que puedo hacer. Más no me pueden pedir, pero lo que hago me sale con ganas y alegría. Para mi son todos mis nietos”.

— ¿Por qué hay que seguir al “Abuelito del Finger” en redes sociales?

— Sinceramente no lo sé, pero sepan que esta disciplina no tiene género, fronteras ni edad.

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