La última vez que estuvo en su casa de La Plata, en la calle 48 entre 11 y 12, Ricardo Barreda fumó un cigarrillo mientras veía los cadáveres de su esposa Gladys Mc Donald, su suegra Elena Arreche, y sus hijas Adriana y Cecilia.
Luego fue el cementerio a ver a sus padres, al zoológico porque lo relajaban las jirafas y los elefantes y a la noche invitó a su amante a comer pizza y a un hotel alojamiento. Cuando volvió, llamó a la Policía y dijo que habían asaltado en su casa. Confesó a las pocas horas, en esa mismo lugar, con un cigarrillo en la boca, ante un comisario. Dos años antes de su muerte, ocurrida el 25 de mayo de 2020 a los 84 años, el cuádruple femicida tenía un sueño que lo obsesionaba.
Lo decía con estas palabras:
-Quiero volver a mi casa platense. A salir en mi Ford Falcon. A arreglar mi consultorio y volver a ejercer. Hay gente que me llama para que le arregle los dientes. Quiero ver en el living los partidos de Estudiantes y las películas de Chaplin. Y, quien te dice, ponerme de novio con una linda piba y llevarla a vivir conmigo.
Eso le dijo al autor de esta nota hace ocho años. Por entonces vivía en un departamento de dos ambientes con su novia Berta André, a quien llamaba Chochán. Quería recuperar la casa donde desencadenó la matanza. Cada tanto viajaba en tren o micro a La Plata y “camuflado” (lentes aparatosos negros y boina) pasaba por enfrente de la casona y la miraba con nostalgia.
Quizá recordaba cuando salía bien vestido de ahí para ir al teatro a ver ópera con su amante. O salía a la cancha o al cine donde lo conmovían las películas de Fellini y Bergman.
Pero Barreda nunca pudo cumplir su deseo.
Después de diez años de gestiones, este mes la ministra de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la Provincia de Buenos Aires, Estela Díaz, confirmó que transferirán a la Municipalidad de La Plata la casa de Barreda para que comience a funcionar un lugar de atención de la violencia de género.
La iniciativa es inédita, al menos en la Argentina. Nunca la propiedad de un asesino o femicida fue expropiada para un fin que será un aporte contra la violencia machista.
El tema se terminó de definir a partir de un fallo del Juzgado Contencioso Administrativo N° 3 de La Plata, en sintonía con la ley provincial N° 14.431, promulgada el 27 de diciembre de 2012. La norma establece el procedimiento por el cual el lugar será entregado al municipio de La Plata para que luego de una serie de adecuaciones, se ponga en funcionamiento un lugar de atención de la violencia de género.
El impulsor del proyecto fue Darío Witt, fundador de Casa Abierta María Pueblo para Mujeres Niñas y Niños Víctimas de Violencia. Además es miembro del Instituto Nacional de Hombres contra el Machismo (Inahcom) y embajador de Amnistía Internacional.
“La casa de Barreda se ha convertido en una especie de pizarrón de la sociedad. Algunos escriben ídolo, aguante Ricky y otros lo llaman asesino. Es inédito. Nunca se le sacó la casa a un asesino múltiple para destinarla a un fin noble. Podemos decir que en México a casas de narcos las derriban o destinan el lugar a la lucha contra la adicción a la droga. O que la ex SIDE de la provincia de Buenos Aires se transformó en Comisión por la Memoria, el ex Regimiento 7 en Centro Cultural ‘Malvinas Argentinas’ y la ex ESMA en Museo de la Memoria. Siguiendo esos casos se puede construir en esta casa el primer centro de referencia en el mundo realizado en una ex casa de un reconocido múltiple asesino de mujeres para profundizar desde un lugar emblemático la lucha contra el Machismo Cultural y la Violencia de Género”, argumentó Witt.
Pero aún falta para que se cristalice el proyecto. En los próximos días una comisión especial entrará en la casa donde ocurrió la masacre y analizarán qué falta para ponerla en condiciones y cómo se hará efectiva la ayuda a las mujeres que sufren violencia de género.
“Espero volver a mi casa porque me corresponde. Ya pagué en la Justicia y estoy arrepentido por lo que hice. No es justo que a alguien que cometió un delito le quiten la casa. Lo hacen por mi mala fama. (Carlos) Robledo Puch tenía varias propiedades y no le sacaron ninguna. Y mató a once. Y hay tantos asesinos que salen en libertad y viven en sus casas”, llegó a decirle Barreda a Infobae.
También contó que cuando viajaba a La Plata para ver viejos amigos la gente lo saludaba, le pedía autógrafos o se sacaba fotos con él.
Por esa época, 2012, aparecieron pintadas en su departamento de Belgrano. “Asesino cobarde”, es una de ellas. “Es su propio abogado, viaja a La Plata todas las semanas porque quiere recuperar el caserón. Sueña con volver a ejercer como dentista”, contó alguien de su entorno.
“Es una casa que está destruida. Lo haremos con gente especializada en preservación. Va a haber que hacer un diagnostico de como está y luego un presupuesto para restaurarla y ponerla en funcionamiento. La sociedad ha cambiado mucho en los últimos 30 años en torno a su construcción de las violencias por razones de géneros y es muy importante que lugares como este, que fue un lugar del horror femicida, se transforme en un lugar para la prevención, para la atención de la violencia, pero también para la memoria. Incluimos en la ordenanza un artículo que obliga al municipio a usar esos lugares para asesoramiento, atención de la violencia y que tenga equipos interdisciplinarios especializados, dijo la ministra Estela Díaz a la periodista Ana Cabral.
Hace un tiempo, el abogado constitucionalista Andrés Gil Domínguez, manifestó que toda expropiación debía justificarse por un fin utilitario, no por la trascendencia del caso. “Si la expropiación es por la fama del asesino, no estoy de acuerdo. Sería estigmatizarlo e imponerle otra condena, una condena simbólica. Distinto sería si se tratase de un delito de lesa humanidad. Pero acá se trata de otro tipo de delito, más allá de la gravedad del hecho y de la problemática de la violencia de género, Barreda ya fue condenado. Además, con ese criterio cabría preguntarse qué ocurrirá con las casas de otros condenados por matar a sus mujeres”.
Hasta sus últimos años de lucidez, el femicida se lamentaba de no poder volver a esa casa del horror. Como si quisiera estar ahpi, pero sin ellas: las mujeres que mató a sangre fría, según él porque lo humillaban y le decían “Conchita”. El arma que usó, una escopeta española Víctor Sarrasqueta, se la había regalado su suegra.
Barreda pasó los dos últimos años de su vida con una demencia senil que lo hizo deambular por distintos hospitales. En uno de ellos se hizo pasar por otro hombre. “Me arrepiento de todos los crímenes”, dijo cerca del final. Antes se arrepentía sólo de haber matado a sus hijas. Terminó sus días solo, en un geriátrico de José C. Paz. La única persona que lo iba a ver era el escritor y a actor Pablo Marti. Ante él bromeó la posibilidad de que sus cenizas fueran desparramadas en su casa o en la cancha de Estudiantes de La Plata, club del que era hincha.
La casona de Barreda es tristemente icónica. En los últimos años, varias personas intentaron usurparla. Uno de los casos más conocidos fue protagonizado por un grupo que intentó entrar después de hacer un boquete. Las paredes están pintadas con leyendas de todo tipo. “La casa está valuada en 350 mil dólares, pero con todo lo que ha ocurrido y el estado de abandono que presenta, su valor bajó, por lo menos, un 20 por ciento”, dijo una fuente judicial. Hace un año un grupo de personas logró entrar para usurparla, pero se fueron ante la presencia policial.
La estrategia de Barreda era clara. Como la sucesión de la casa estaba en pleno trámite, tenía posibilidades de recuperarla. Si quedaba probado que a la última que mató era a una de su hijas, iba a ser el heredero. En cambio, si la última víctima fue su suegra, los beneficiados iban a ser los hermanos de la mujer. Pero ninguno de ellos, ni asesino ni familiares de víctimas, se quedaron con la casa.
“Fue tan canalla que cambió el orden de las víctimas para quedarse con su casa”, recuerda Witt.
“No hay día de mi vida que no recuerde lo que hice. Casi todos los días, un tipo pasa por la puerta y me grita asesino. Convivo con eso, no lo puedo remediar”, dijo Barreda en 2011 a Infobae. Ahora quienes tomarán posesión de la casona tendrán la difícil misión de transformar el horror en luminosidad.
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