Marcel Proust decía que cuando uno extraña un lugar, lo que realmente extraña es la época que corresponde a ese lugar: “No se extrañan los sitios, sino los tiempos”. Colonia Lapin es un punto prácticamente anónimo en el sur de la provincia de Buenos Aires, un paraje rural ínfimo cuya tierra significó una segunda oportunidad para 50 familias del pueblo judío que corrían peligro en la Rusia de la pre Primera Guerra. Llegaron al país gracias a la generosidad de un filántropo, se instalaron en este paraje del partido Adolfo Alsina y desarrollaron rápidamente una vida en comunidad cooperativa. Todos vivían para todos.
Primero fue la carnicería, a la que cada vecino le aportaba sus vacas a cambio de bonos que valían kilos de carne. Después fue la sala de primeros auxilios. Luego llegó la escuela, donde los niños cursaban hasta cuarto grado, todos con la misma maestra, una mujer que llegaba en sulky cada una de las mañanas de un pueblo vecino. Y finalmente, el centro cultural, un espacio de reunión para el ocio y la gimnasia del intelecto de una población culta, acostumbrada a leer, a ver cine, a debatir ideas.
El pueblo se fundó en 1919 y dos décadas después, ya instalados y con sus familias, los colonos inauguraron el Centro Cultural Colona Lapin. Hacían obras de teatro, veladas literarias, tocaban grupos de música y tenían cine, donde se proyectaban películas que invitaban a la conversación. Los filmes llegaban desde Bahía Blanca. Las familias se turnaban una semana cada una para ir a buscar las latas a la estación del ferrocarril en Huergo, a 25 kilómetros por camino de tierra de allí.
Todo lo esplendoroso murió con la hiperinflación y el neoliberalismo de los 90. El tren se detuvo. Los 40 kilómetros hasta la ruta 65, que conectaba la colonia con el resto del mundo se alargaron infinitamente con la postergación económica. Quedaron cinco familias. El resto vendió los campos o los alquilaron. En el inicio de esa década muchos pobladores abandonaron la Colonia, especialmente los jóvenes. Los viejos se fueron muriendo y el centro cultural quedó tapado por el polvo del olvido. Se terminaron las actividades y se apagó el proyector. El silencio y la oscuridad duraron 30 años.
Pero la llegada de nuevos trabajadores a una empresa láctea y la idea de los bisnietos de aquellos colonos de principio de siglo pasado de hacer del lugar un espacio donde se desarrolle la agro ecología le devolvió la vida a Lapin. Sus 40 pobladores notaron que se acercaba el centenario del pueblo y esa fue la chispa para decidir reflotar el centro cultural, lo que finalmente ocurrió justo antes de la pandemia. En estos días, con la baja de casos de Covid y la población vacunada, retoma su esplendor con películas y los viejos debates.
“Armamos una comisión y nos propusimos la puesta en valor del centro cultural: cambiar techos, pintar. No estaba muy destruido pero faltaba mantenimiento, limpieza, corte de pasto, estaba en abandono. Se hicieron baños nuevos, se acomodó el escenario, los pisos. Y el día del Centenario hicimos una jornada cultural y recuperamos todas sus actividades”, cuenta a Infobae José Piro, uno de los más interesados en renovar la vida de Lapin.
Oriundo de Lanús pero casado con una mujer del pueblo vecino, Rivera, y empleado de la cooperativa de lácteos de Lapin, Piro descubrió al llegar a la colonia aquello de Proust, una nostalgia por algo que no había vivido, ni él ni sus antepasados, pero que sí flotaba en la memoria colectiva del lugar.
Piro no podía creer las historias que escuchaba y desde 2010 se propuso registrar con una cámara los testimonios de los hijos y nietos de los primeros pobladores -muchos de los cuales ya han muerto- y realizó una película para los 100 años del pueblo. A la par, se puso al hombro junto a otros vecinos la recuperación del centro cultural.
Consiguieron un subsidio del municipio de Alsina para hacer algunas reparaciones, especialmente las del techo y los baños. Y consiguió colaboración de personas que no viven dentro de la colonia con campañas de recaudación y actividades. “Hoy tenemos 80 butacas y, si ponemos sillas, la capacidad asciende a 120 personas”, se entusiasma Piro.
El día del Centenario finalmente organizaron una jornada cultural y volvieron todas las actividades originales. Ese fin de semana de 2019 al pueblo llegaron 300 personas de todo el país, e incluso del exterior. Parientes de los primeros pobladores. Piro y sus amigos incluso lograron juntar a los integrantes del conjunto musical que animaba las noches de fiesta, después de 30 años de no verse: “Fue muy divertido y muy emocionante”.
Además, un grupo de teatro de Rivera puso en escena la obra “Madre tierra”, que se había hecho para el 50 aniversario de Colonia Lapin en el mismo centro cultural. “Medio siglo después eran los nietos de aquellos actores”, se conmueve Piro.
Todo estaba guardado en los cajones de la gente que alguna vez habitó el lugar. Estaban los libretos guardados de las obras teatrales, como Madre tierra otras. Había vecinos que guardaron viejos videos y películas. “Hubo cooperación de todos, por el arraigo y el sentido de pertenencia”, comenta José. Además se conservaban afiches y otros objetos que ahora hacen pensar a estos vecinos en armar un museo histórico que se incorpore al circuito turístico de esa zona de la provincia de Buenos Aires.
El día del 100 aniversario se inauguró el nuevo cine y la primera película en proyectarse fue la que hizo Piro con los testimonios de los vecinos sobre la vida en la colonia. “Soy de Lanús, me fui a vivir a Colonia Lapin y me instalé y me empezaron a contar un montón de historias. Y pensaba que tenía que quedar reflejado. Estuve 10 años recopilando información, guardando videos, testimonios. Y para el centenario armamos la película”, comenta.
Junto a otras 10 personas, Piro trabajó para devolverle al pequeño páramo el esplendor de otro tiempo y también para mantenerlo. “Formamos una comisión, mantenemos, pintamos, ponemos luces, hacemos actividades, tratamos de mantener la actividad viva. Habíamos empezado con actividades una vez por mes antes de la pandemia, estuvimos parados un montón de tiempo. Ahora retomamos”, comenta el hombre.
El próximo sábado 30 proyectarán “La familia Belier”, una película que narra la vida de una familia en el campo en Francia. “La idea es mantener la temática original los debates, aunque no son como los de antes”, ríe Piro. Es que según su reconstrucción había veces que las películas que se daban los sábados generaban tantos debates y controversia que se volvía a proyectar el domingo “para afinar los argumentos de quienes discutían”.
Actualmente en la Colonia Lapin viven unas 40 personas; un cuarto trabaja en la fábrica de lácteos Cooperativa Tamberos Unidos Barón Hirsch, cuyo nombre rinde homenaje al Barón Moritz von Hirsch, filántropo que dirigía la Jewish Colonization Association (JCA) que compró y repartió las 10.000 hectáreas del lugar para los migrantes judíos. Al jardín de infantes asisten nueve chicos y a la primaria, 11. “Que haya 20 chicos en una población de menos de 50 es esperanzador”, comenta Piro, quien recuerda la vida de los primeros colonos que llegaron de Rusia: “Hacían un pozo y vivían con una lona encima. Y decían: ‘o nos cagábamos de hambre en Rusia o veíamos cómo podíamos subsistir acá'”.
La vida de los colonos mejoró en 1945 cuando Perón les dio los títulos de las tierras por aquello de que “quien trabaja la tierra es el dueño de la tierra”. Perón también inauguró una escuela con aulas y baños y amplió la formación de los habitantes.
“El 80% de los inmigrantes venían con un pensamiento socialista, cooperativo, con la ideología de la transformación de los países de Europa del Este, era una impronta de izquierda. También había conservadores, liberales, sionistas. Pero predominaba la ideología de izquierda”, comenta Piro.
En Colonia Lapin quedan muy pocos ancianos. La mayoría se fue a vivir a Rivera. Son los más viejos, los de 90 años, los hijos de los primeras inmigrantes, los que pisaron esta tierra con la esperanza de una nueva vida. Piro no pierde la capacidad de asombro: “Es impresionante porque están grandes pero desde que inauguramos, cada vez que hacemos actividades ellos están”.
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