Pablo Echarri, que llegó a interpretar a un asaltante en los films Plata quemada y Al final del Túnel, nunca imaginó que viviría una especie de película en su vida privada. En la dura realidad y no en un set de filmación.
Una película con más acción, peligro, desesperación, llantos, dolor y liberación final, que las que lleva protagonizadas en su carrera. Sin guionistas ni director. Los que decidieron el curso de la historia, desde decidir quienes eran los protagonistas y quienes los villanos, fueron los delincuentes que secuestraron a su padre Antonio Echarri, de 66 años, el 24 de octubre de 2002.
El hombre fue capturado mientras estaba en su puesto de diarios y revistas del barrio Crucecita, en el partido de Avellaneda. Había llegado en colectivo porque meses antes le habían robado el auto.
El primer llamado que recibió el popular actor fue lapidario: “Si vemos merodear un solo cana por tu casa, le pegamos un tiro en la cabeza a tu viejo”. Y reclamaron un rescate de 100.000 dólares.
El infierno duró una semana. Echarri se encargó de negociar con los secuestradores -una banda pesada integrada por policías y ladrones- que había cometido otros secuestros.
Durante esas horas angustiantes, los móviles de tevé y decenas de periodistas hacían guardia en la puerta de su casa. El actor pasaba horas sin dormir junto a su hermana. Hasta que un día, entre lágrimas, salió junto a ella les rogó a los periodistas:
-Por favor, por la vida de mi padre. Quiten a la prensa de la puerta de casa. Les pido un manto de silencio y de piedad.
Echarri contaría después que vio por televisión cómo uno de sus vecinos salió con un hacha y les dijo a los cronistas:
-El muchacho se los pidió de corazón. Tengan respeto. Si no se van, voy a cortarles los cables.
Echarri se subió a la terraza y vio a los medios desfilar de a uno por una calle. El camino había quedado despejado y podía salir a la calle a pagar el rescate.
Cuando había reunido el dinero, Echarri recibió un llamado de los secuestradores.
-¿Juntaste la guita?
-Si.
A Echarri le sorprendió que la voz del negociador era diferente y que lo citó en una zona de Capital Federal, cuando venían hablando de encontrarse en algún territorio bonaerense.
Lo cierto es que fue a donde le indicaron y pagó el rescate.
Al otro día, su padre no aparecía. Desesperado, tomó una botella de vino casi en fondo blanco. Volvió a sonar el teléfono:
-Flaco, ¿juntaste la guita? -le preguntó una voz diferente a la del día anterior.
-¡Ya les pagué! Quiero que me devuelvan a mi padre.
-A nosotros no nos pagaron nada.
Así, como si la idea se le hubiera ocurrido a un guionista amante de las tramas policiales, comprobó que el anterior llamado era de una banda que quería mexicanear a los verdaderos secuestradores.
A 21 años del secuestro, el actor casi nunca quiso referirse al tema. Lo hizo en 2019 en el programa Podemos Hablar, de Andy Kusnetzoff
“Lo más grave que me pasó fue el secuestro de mi viejo. El miedo que te causa la situación es terrorífico. Los secuestradores imaginaban que yo tenía mucho más dinero del que verdaderamente tenía. Fueron momentos tremendos. Llorabas, te reías, no sabías que hacer. Mi hermana durmió tres días seguidos, uno de ellos era el de su cumpleaños. Le tomamos el pulso a ver si estaba bien. Por suerte mi viejo fue liberado sano y salvo. Lo peor había pasado”, se desahogó.
También dijo que los hechos negativos generan cambios en la personalidad. Algunos son malos, dijo, como la fobia o el estrés postraumático. “A mí ese episodio me transformó. Vi el mundo como era. Hasta ese momento estaba en una nube de pedos. Pero la realidad es que los medios hicieron peligrar la vida de mi padre”, confesó.
Sin hacer nombres, se refirió al boom mediático que se generó por el caso. Hubo periodistas que dieron por muerto a su padre o que informaron sin tener en cuenta que estaba en juego una vida.
Echarri y su familia estaban preocupados porque Antonio, por entonces de 66 años, tenía problemas cardíacos y diabetes.
El martes 29 de octubre, el actor pagó 200 mil dólares de rescate. Doce horas después, la policía detuvo a cinco personas que habían recibido el dinero y traicionado al resto de los captores. Al día siguiente, dos grupos de la Bonaerense rescataron a Echarri de una casa del partido de Burzaco.
Cuando volvió a su casa, los dos Echarri se abrazaron, lloraron y saludaron desde la terraza. Fue una imagen icónica. El fin de una pesadilla. Un final feliz.
El 1 de noviembre fue detenido José Luis Di Cugno, un sargento retirado de la Policía Federal de 51 años. Había alquilado a su nombre la casa donde estuvo cautivo Echarri. Claudio Godoy, vendedor de celulares de 38 años, cayó una semana después mientras caminaba por Avellaneda. Se lo acusó de entregar el teléfono de Echarri a los captores.
El juez federal de La Plata, Arnaldo Corazza, procesó a Germán Ferrand Luna, Juan Carlos Cajigal y Esteban Dionisio Furtado, como coautores del secuestro. El resto de los detenidos quedó en libertad, aunque vinculados a la causa.
Unos 20 días después del secuestro, apareció asesinado Ezequiel Di Cugno, el hijo de 22 años de José Luis, con dos balazos en la cabeza y tres puñaladas en el pecho, en un arroyo que se comunica con el Riachuelo. Cinco meses después fue detenido Fabián Mónaco, un mecánico de 35 años acusado de participar en el secuestro y asesinar al joven. El último detenido, en 2004, fue el uruguayo Juan Esteban Torres Maciel, que estuvo 18 meses escondido en una casa en Avellaneda. Tiempo después, el 18 de octubre de 2009, apareció asesinado de un tiro, con un balazo en la cabeza y en el baúl de su Mercedes Benz, Pablo Martín Mettica, otro de los involucrados en el secuestro, que estaba prófugo. Lo mataron narcos colombianos en un ajuste de cuentas.
Pero para la Justicia, Ferrand Luna, Furtado y Cagijal no estuvieron implicados en el secuestro del padre de Echarri, sino que quisieron aprovechar el hecho para extorsionar al actor y quedarse con el dinero que los delincuentes solicitaban como rescate.
La conclusión es que los secuestradores fueron Ezequiel Di Cugno, Juan Maciel, Pablo Mettica, Fabian Mónaco y Juan Torres. Las condenas fueron de los 8 a los 18 años, ya que se les sumaron otros casos de secuestro.
Siete años después del secuestro, Pablo Echarri recibió dos noticias. La primera: su padre tenía cáncer y le quedaba poco tiempo de vida. La segunda: Nancy Dupláa le mostró un test de embarazo positivo. El actor corrió a decírselo a su padre. Lloraron emocionados.
Antonio Echarri murió el 3 de noviembre de 2009. Julián Echarri, su nieto, nació en abril de 2010. Pablo Echarri lo definió con una frase que aún resuena en sus emociones: “Para poder recibir lo que viene hay que dejar ir a lo que se tiene que ir”.
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