La protección de la naturaleza, la prevención de nuevas pandemias y la crisis climática no pueden ser analizadas por separado. Y, para poder detener una nueva extinción masiva es fundamental revertir los daños que la humanidad le ha hecho al planeta en el último siglo. Así lo indica el reporte Una “red de seguridad mundial” para revertir la pérdida de biodiversidad y estabilizar el clima de la Tierra, publicado en la revista Science, un esfuerzo de investigación de dos años que se basó en múltiples conjuntos de datos a escala mundial, se identificaron áreas que requieren conservación más allá del 15,1% que actualmente ya está bajo protección.
Esta investigación identifica 50 ecorregiones y 30 países, entre los que está la Argentina y otros ocho de América latina, que contribuyen de manera clave a las metas propuestas para recuperar, al menos, el 50% de la biodiversidad del planeta. La investigación, que usa una plataforma digital interactiva y desarrollada por One Earth, en asociación con Google Earth Enginen, muestra un sistema preliminar de corredores climáticos y de vida silvestre que permite identificar 35,3% de tierra que se requeriría para conectar áreas protegidas y paisajes intactos.
Karl Burkart, director de One Earth, duna de las organizaciones que realizaron el estudio, sostuvo: “Si sobrepasamos 1.5°C en el aumento promedio de la temperatura global, será difícil, sino imposible, alcanzar los objetivos de la Convención de la Biodiversidad de la ONU. Y si fallamos a la hora de proteger terrenos para servicios ecosistémicos y secuestro de dióxido de carbono, no podremos lograr el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático. Las dos convenciones están entrelazadas”.
Según Burkart, existe una cantidad muy limitada de zonas naturales que podrían tener usos humanos antes de que dejemos pasar la ventana de los 1.5°C, el umbral máximo de la temperatura que ofrece seguridad climática a la humanidad. “Por lo tanto, necesitamos proteger todas las tierras naturales restantes antes de 2030, aproximadamente el 50% de la Tierra, para lograr salvar la biodiversidad y estabilizar nuestro sistema climático global”, continuó.
Establecer una lista de las más importantes regiones biodiversas del mundo requiere necesariamente de preguntarse bajo qué criterio una puede ser más importante que la otra. Este puede ser un juego un poco peligroso, porque elegir entre “15 las regiones más biodiversas del mundo” dejaría fuera muchas ecorregiones magníficas e irreemplazables que tienen características únicas y que contribuyen, en conjunto e interconexión con otras, a mantener la biodiversidad en todo el mundo.
“Establecer un porcentaje, como un 30% es un error. Hay regiones, como por ejemplo el Gran Chaco, que es el bosque seco subtropical más grande del mundo, que vertiginosamente tiende a desaparecer, convertido en pasturas para la ganadería y en campos de soja. Todavía hay oportunidades para revertir esta tendencia y equilibrar la producción agrícola con la protección del medio ambiente, pero lamentablemente las políticas no son coherentes con una solución sustentable”, dijo Matías Mastrángelo, biólogo investigador del Conicet.
Efectivamente, el Gran Chaco, es una de las 50 ecorregiones que el estudio internacional indica deberían ser protegidos. Suman el Cerrado, área que comparten Brasil y Bolivia; la sabana uruguaya y los glaciares tropicales de Colombia, Perú y Ecuador. El análisis incluye una estimación mediana del almacenamiento de carbono para cada capa, lo que hace que el mismo mapa sea relevante para los compromisos gubernamentales en virtud del Acuerdo Climático de París.
El análisis también subraya el papel vital de las tierras indígenas en la protección de la biodiversidad y revertir el cambio climático: estas tierras cubren el 37% del área identificada por la Red de Seguridad Global. “Es importante destacar el rol que juegan los pueblos indígenas en esos biomas, ya que la misma ciencia reconoce (IPBES, FAO) que las prácticas indígenas de conservación de las ecorregiones que habitan, han evitado una mayor pérdida de biodiversidad.”, indica el estudio.
Basado en este análisis espacial, el documento presentó por primera vez un enfoque común pero diferenciado, basado en la ciencia, para objetivos basados en áreas que podrían informar a las partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) sobre nuevos objetivos para el 2020- Período 2030 en las negociaciones actuales.
Cada una de las 846 ecorregiones del mundo estudiadas en esta investigación tienen una mezcla de capas, creando un objetivo combinado para un país determinado, que puede desglosarse a nivel estatal o provincial, lo que permite a los gobiernos subnacionales mejorar la ambición de sus metas locales.
“Brasil y Argentina hablan de la importancia de la acción y la ambición, pero usan situaciones de proceso técnico o legal para retrasar las negociaciones. Es una posición de táctica”, comentó Diego Casaes, de la organización Avaaz antes de que ocurriera la primera sesión de la CBD, la semana pasada.
“Lo que estuvieron haciendo fue sacar lenguaje diplomático y científico concreto acerca de la urgencia que tiene hoy la conservación de la biodiversidad y lo hacen con la intención de debilitar el proceso para que tengamos un marco menos ambicioso. Los cuestionamientos técnicos en el fondo tienen malas intenciones pero tienen nombre y apellido. Y es soja transgénica”, agregó.
Anup Joshi, de la Universidad de Minnesota, agregó que el bosque juega un papel importante en la captura de dióxido de carbono y es crucial para alcanzar los objetivos respecto al calentamiento global definidos en el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático. “La Red de Protección Global encuentra que un cuarto del área terrestre del planeta corresponde a regiones forestales (32,8 M km2), de las cuales solo el 28% está protegido. Resguardar los bosques restantes, que contienen más de 1.3 billones de toneladas de dióxido de carbono, son esenciales para mantener el balance de nuestro sistema climático global”, dijo.
Asimismo, Greg Asner, experto de la Universidad de Arizona, indicó que la Red es una poderosa hoja de ruta para mitigar el cambio climático y evitar el colapso de nuestra infraestructura biológica natural: “Esta herramienta genera información en todos los niveles, desde el local hasta el nacional, pero es imperativo que los gobiernos nacionales actúen rápidamente para desarrollar un plan de acción detallado para alcanzar estos objetivos”.
A pesar de todo este conocimiento científico y pedido de protección, es fundamental el complemento con las políticas públicas. Entre las recomendaciones se encuentran el redireccionamiento de flujos financieros que destruyen la biodiversidad, que se reduzcan en dos tercios el uso de pesticidas, eliminar basura plástica, reducir la pérdida de nutrientes del suelo, detener en un 50 por ciento las especies invasoras, el financiamiento anual desde los países centrales de, al menos, 200 mil millones de dólares; aunque varios economistas de primer nivel ahora creen que esa cifra es muy baja y debería rondar en al menos 800 mil millones de dólares anuales.
Sin ecosistemas robustos no podremos defendernos de los peores efectos del cambio climático ni del avance de nuevos virus. Se espera que la conservación de ambientes logre capturar unas 10 gigatoneladas de dióxido de carbono, que es el principal gas que retiene el calor del sol en la atmósfera y calienta el clima. Ambas crisis -la atmosférica y la de biodiversidad- tienen los mismos factores propulsores: la destrucción sistemática de ambientes.
SEGUIR LEYENDO: