Sonia Torres, abuela de Plaza de Mayo: “Tengo 92 años pero no me voy a ir antes de encontrar a mi nieto”

Cuando Bergoglio fue elegido Papa, ella le envió una carta abierta. Desde entonces, referentes de la Iglesia la acompañan en la búsqueda. En charla con Infobae, cuenta su via crucis y el de su hija y su yerno, secuestrados y asesinados, pero también comunica su fuerza de voluntad y su esperanza

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Sonia Torres, referente de Abuelas
Sonia Torres, referente de Abuelas de Plaza de Mayo Córdoba, busca a su nieto, que actualmente debe tener 46 años (NA)

Sonia Torres es la máxima referente de Abuelas de Plaza de Mayo de Córdoba. Habla pausado y con melodía cordobesa. A sus 92 años sigue buscando a su nieto, nacido durante el secuestro de su hija Silvina, ni bien sucedido el golpe de Estado de marzo de 1976. Hoy ese nieto tendría 46 años y su abuela asegura mirando hacia el cielo: “No me voy a ir a vivir a las estrellas hasta que no encuentre mi nieto. Esa es la promesa que le hice a mi hija”. La Iglesia argentina la acompaña en su búsqueda con el compromiso tanto de laicos como de algunos obispos y el mismo Papa Francisco.

En el living de su casa tiene una gran foto de su hija Silvina. Es su fuerza. Cuando entra y sale, le cuenta sus esperanzas de encontrar a Daniel Efraín o Efraín Daniel, su nieto entregado a quién sabe qué familia, y al que tanto espera. Sin embargo, hay varios eslabones humanos en aquella cadena de terror que saben a quién lo dieron y en qué trágicas circunstancias. De esto se trató la conversación por zoom que mantuvimos con Sonia junto con Eduardo García, obispo de San Justo, y el ex diputado nacional Horacio Viqueira, quien conoció mucho a Silvina y era muy amigo de su hermano Luis. Viqueira acompaña a Sonia —ya sea gestionando en instituciones o visibilizando el caso— en todo cuanto pueda acercarla a la verdad sobre el paradero actual de su nieto. Fueron puente seguro y comprometido para este encuentro Enrique Palmeyro (Scholas Occurrentes) y Emilio Inzaurraga (Acción Católica).

— ¿Cuál es la situación en la que se encuentra en este momento tu reclamo, tu pedido, tu búsqueda? Han pasado muchos años... ¿cuáles fueron los pasos que fuiste dando sin tener la respuesta que esperabas?

— El 26 de marzo de 1976, dos días después del golpe genocida, yo a la media hora ya estaba en la Plaza San Martín adonde queda la D2 -lugar siniestro de “inteligencia” que tenía el aparato represivo en la provincia de Córdoba- preguntando por Silvina y Daniel y nunca más paré. He pedido a miles de personas, autoridades, no autoridades, amigos, enemigos… Tengo 600 hojas de pedidos, estoy haciendo mi carpeta de Abuelas con 14 carpetas mías que tienen 100 páginas cada una. Le escribí al Papa también por intermedio de Enrique Palmeyro, que siempre fue tan generoso. He hecho lo posible y lo imposible por encontrar a mi nieto, por encontrar los huesitos de Silvina y Daniel. Hasta el día de hoy no he tenido nada positivo.

— ¿Ningún dato?

— Por supuesto que, cada tanto, viene alguien aquí a mi casa y a Abuelas diciendo que es mi nieto. Pero ninguno es mi nieto porque la prueba de sangre no autentica eso. No sé qué podré hacer. Horacio Viqueira fue siempre muy noble conmigo porque él no ceja en buscarme personas que puedan ayudarme. Yo tengo 92 años pero pienso que no me voy a ir hasta que no encuentre a mi nieto.

"Pienso que no me voy
"Pienso que no me voy a ir hasta que no encuentre a mi nieto", dice Sonia Torres (NA)

— ¿Cómo era tu vida antes de la desaparición de tu hija Silvina y tu yerno Daniel?

— Era una vida común. Yo soy licenciada en Farmacia, nací y viví en un pueblo de Córdoba, Villa Dolores. Si me preguntaran ahora dónde quisiera nacer, diría “en Villa Dolores y en la casa de mis padres”. Tuve una niñez y una adolescencia hermosas. Después me fui a Rosario a estudiar y después me casé [con Enrique Parodi, aviador] y tuve 3 hijos [Luis, Silvina y Giselle]. La del medio era Silvina, una personita muy inteligente, siempre la mejor alumna, fue campeona argentina de natación y representó a nuestro país en muchos países, también formó parte de “los niños cantores”, vivía para estudiar y para leer. Fue a un colegio dependiente de la universidad, el Manuel Belgrano, que tiene acá una trascendencia muy importante.

— ¿Cómo fue el secuestro de Silvina y Daniel?

— En ese tiempo yo también era celadora del colegio Manuel Belgrano donde Silvina había terminado de cursar. El director del colegio, Tránsito Rigatuso, me dijo: “Váyase a su casa porque a sus hijos los van a matar a todos”. Yo me volví a casa, estábamos en marzo del 76. Le transmití eso a Silvina que ya estaba casada desde diciembre de 1975. Silvina, que ya tenía 6 meses y medio de embarazo, tomó medidas de seguridad: se fue a casa de unos amigos. Ella tenía su casa propia. Pero no sé por qué se volvió a su casa y ahí la estaban esperando. La secuestraron y la desaparecieron junto con su marido.

— ¿Qué pudo averiguar del paradero de su hija?

— Después de muchos años he podido reconstruir lo que fue el martirio de Silvina. La llevaron primero a la Cárcel de Encausados (El Buen Pastor), a La Perla, el campo más grande de la República Argentina… Tuve la suerte de conocer que Silvina tuvo un hijo varón porque una persona que estaba en ese momento en la sala de parto me avisó y me dijo que no lo quería tener porque gritaba que se lo iban a quitar. Los médicos le decían “pujá, pujá” y ella les decía “no, me lo van a quitar, me lo van a quitar”. A ella la llevan de vuelta al Buen Pastor que era la Cárcel de Encausados, ahí le permiten estar dos días con su bebé y después la llevan a ella a La Perla y al bebé lo entregan en Casa Cuna. La monja Monserrat Tribo entregó a mi nieto a una familia pero nunca me quiso decir a qué familia. He hecho lo posible y lo imposible, he hablado a todo el mundo porque nosotros tenemos muchos nietos fuera del país. Adonde me decían, ahí escribía.

El yerno y la hija
El yerno y la hija de Sonia Torres. Silvina tuvo a su hijo en cautiverio, el niño fue apropiada y a ella y a su esposo los asesinaron

— En el 2015, en el megajuicio de La Perla, declaró la monja que vos nombrás: Monserrat Tribo. ¿Por qué pensás que no habla?

— Cuando yo hice el juicio, el fiscal le pidió al tribunal que la hiciera comparecer. Mandaron una oficial adonde ella estaba y a los cuatro días la monja estaba en Barcelona para que no se presentara. A mí me dijeron que había ido a visitar a su hermana. Y nunca más volvió. Tampoco sé si está viva.

— En la misma megacausa, aparece una testigo que se llama Silvia Esther Acosta que dice haber estado presente del parto de Silvina.

— Sí, ella compartió la sala de partos. Vino a mi casa y me contó todo. Silvina no quería pujar porque le iban a quitar el bebé. Dice que en un momento se abrió la bata que tenía y estaba toda morada de la cantidad de torturas que había recibido en la panza.

— ¿Ella pudo aportar algún dato de alguien más que estuviera ahí?

— No estaban las enfermeras de esa maternidad, eran todos militares vestidos con guardapolvos blancos. Me dijo que Silvina en ningún momento le preguntó nada. Solo me dijo que tenía ojos grandes que los abría grandes pero no le preguntó nada. Seguramente pensó que de esa forma la iban a liberar. Quedó muy impresionada esta chica porteña. Y fue testigo en el juicio mío.

— ¿Algún médico, algún obstetra?

— No. Eran todos militares. Yo he ido muchas veces a la maternidad a hablar con los médicos.

Una testigo vio a la
Una testigo vio a la hija de Sonia parir en la Maternidad de Córdoba y se conoce la identidad de la persona que entregó el bebé (NA)

Aquí interviene Horacio Viqueira que ayuda haciendo memoria: “Hay un médico, el doctor Agrelo que fue el que la vio a Silvina con el bebé.” A lo que Sonia sumó: “Él testimonió en el juicio pero lo único que sabe es que la fue a ver al Buen Pastor y estaban ella y el bebé, ella muy torturada y el bebé estaba perfectamente, se prendió a la teta, y él le enseñó a amamantar. Él no era médico del Buen Pastor. Tenía conocimiento de algunas monjas y le permitieron entrar al Buen Pastor y conversar con Silvina. Eso es lo que él aportó”.

Horacio aclara con precisión que “El Buen Pastor es la cárcel de mujeres, la Casa Cuna atiende fundamentalmente niños y bebés, y la maternidad provincial es un hospital público provincial. El parto de Silvina ocurre en el hospital público pero, como dice Sonia, con la asistencia de personal militar exclusivamente”.

— En un momento dijiste de que tu hija fue fusilada, ¿esos datos también te los dieron testigos?

— Esos datos me los dio la abogada que llevó el juicio.

El 26 de marzo del 2013, Sonia publicó su “Carta abierta al Papa de una Abuela de Plaza de Mayo”. A partir de allí se inició esta relación de acompañamiento en su búsqueda por parte de la Iglesia argentina: en un primer momento fue monseñor Jorge Lozano y en este tiempo es monseñor Eduardo García, ambos muy cercanos en la confianza del Papa Francisco.

— ¿Cómo fue tu intercambio con el Papa Francisco?

— Él respetó toda la esperanza que yo tenía puesta en él, también mi angustia. Me hizo saber por intermedio de Enrique Palmeyro que él había mandado a dos emisarios a la monja [Monserrat Tribo] diciéndole que la liberaba del secreto. Pero la monja no quiso contestar. Se negó a contestar sobre dónde estaba mi nieto, a qué familia había entregado a mi nieto.

— ¿Qué le dirías a la monja Monserrat si la tuvieras delante, si pudieras hablar con ella cada a cara?

— Que ellas hicieron la promesa de vivir para ayudar a la gente. Yo me crié en un colegio de monjas. La monja hizo oídos sordos. No tiene corazón. Yo lo único que hice en mi vida, y lo heredé de mis padres, es ayudar a la gente y esta monja me rechazó completamente.

Sonia perdió a dos hijos:
Sonia perdió a dos hijos: "Es una sobrevida. Soy una sobreviviente de lo que me pasó", dice (NA)

— ¿Cómo estás vos, Sonia, cómo está tu corazón?

— Siempre angustiado. Yo tenía también un hijo varón de 38 años que murió por un ataque de asma. Siempre me levanto con ellos y me acuesto con ellos. No he podido superar la falta de dos hijos. Tenía tres y me quedé con una sola. Es una sobrevida. Soy una sobreviviente de lo que me pasó. El marido de Silvina también era un chico ejemplar, estaba en 4º año de Ciencias Económicas, era ayudante de un profesor. Los dos eran muy inteligentes y muy estudiosos.

— ¿Seguís con tu trabajo en Abuelas, tenés reuniones con tus compañeras?

— Sí. En esta pandemia hemos suspendido las entrevistas personales. Nos comunicamos todas las semanas por zoom. A comienzos de octubre vamos a analizar a 40 chicos. A pesar de la pandemia y de que no podemos vernos trabajamos lo mismo. No hemos descansado y hemos analizado menos chicos (más o menos ciento y pico) pero seguimos trabajando.

— Con angustia y todo se te escucha muy esperanzada. ¿En qué fundamentás tu esperanza?

— Yo digo que yo voy a resistir, no me voy a ir a vivir a las estrellas hasta que no encuentre mi nieto. Esa es la promesa que le hice a mi hija. Me cuido, estoy bastante bien de salud, y tengo acá en el living de mi casa una foto grande de Silvina. Cada vez que entro o salgo, le digo “ya falta menos, falta menos”. Hicimos el juicio, condenaron a los secuestradores ahora falta encontrar a tu bebé que tiene 46 años y nació el 14 de junio de 1976. Sé qué día nació porque un médico amigo lo revisó y el chiquito estaba en perfectas condiciones. Y le enseñó a ella a amamantarlo. Le dieron dos días para estar con su bebé, después se lo quitaron y a ella la fusilaron.

Ante hechos tan oscuros nos queda la esperanza. Qué bueno sería que quienes pudieran aportar datos lo hagan. Aun los más mínimos retazos deshilachados de la memoria servirían. Unidos podrían formar el tejido que haga posible el puente vital entre Sonia y su nieto, antes de partir hacia las estrellas.

El obispo Eduardo García, que ya venía conversando con Sonia durante las últimas semanas para interiorizarse de su historia y ampliar zonas de búsqueda, intervino en el diálogo:

— ¿Qué creés que necesitamos hacer para poder ayudarte?

— Encontrar a alguna persona que tenga ese secreto. Al chiquito lo entregaron desde Casa Cuna por la monja Monserrat Tribo. No sé si ella está viva. Hay un geriátrico en las sierras al que fue una amiga mía y una monja que está allí se acordaba de Silvina pero decía: “No me la nombren porque esa es una guerrillera”. No sé qué hacer ya.

— Nos queda poder reconstruir, al menos públicamente, los lugares donde estuvo Silvina, y quizás alguien tenga la caridad de brindar datos, alguien que sepa algo más para poder llegar hasta tu nieto.

— Silvina no parió en un campo de concentración. Silvina parió en una Maternidad provincial. Y ahí mi nieto no estaba inscripto. Con Horacio [Viqueira] fuimos a la parroquia (que estaba a dos cuadras de la Casa Cuna) adonde los bautizaban (antes de entregarlos siempre los bautizaban) pedimos y fotocopiamos todas las páginas donde estaban anotados los bebés que habían pasado por ahí pero no estaba mi nieto, o estaría con otro nombre. No sé. Pero ninguno que hubiera nacido el 14 de junio. No sé más que hacer. He hecho todo lo posible y lo imposible por encontrar a mi nieto. Dan testimonio todos los escritos porque yo por suerte fui escribiendo lo que pasaba. Seguí lo que fue el martirio de Silvina y Daniel. A él lo mataron primero y la hicieron presenciar a ella la tortura y la muerte de su marido. Quizás si la monja Monserrat estuviera viva, le volvería a insistir para que hable de alguna manera.

Al concluir, y pese a todo el sufrimiento, Sonia Torres tiene palabras de agradecimiento:

— Siempre me trataron con mucho respeto. Yo tuve nada más que dos ataques en estos 46 años. Nada más que eso. Todas las personas acá en Córdoba nos respetaron mucho. Nunca me recibieron mal, los pedidos fueron aceptados, siempre trataron de ayudarme pero mi nieto no aparece.

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