Algunos señalaron que fue una jugada astuta para eludir prohibiciones contemporáneas. Otros creyeron la confesión y la consideraron desde entonces una persona transexual. Se habló también de un caso de hermafroditismo. Lo concreto es que María Salomé Rodríguez, una figura sobresaliente del mundo de la tauromaquia, sembró la duda que perdura hasta hoy, tras revelar públicamente que era un hombre y que había fingido ser mujer durante décadas para así poder seguir ejerciendo su profesión.
El caso, que rememora el diario ABC, se remonta a fines del siglo XIX. No hay muchas precisiones sobre su historia previa a desplegar su talento en los ruedos. Se afirma que nació el 28 de agosto de 1878 en el pueblo de Senés, en Almería, aunque el dato es difícilmente verificable: los archivos municipales y parroquiales fueron destruidos durante la Guerra Civil. Las crónicas de la época cuentan que con el tiempo emigró con su familia a las localidades de La Carolina y Arquillos, en la provincia de Jaén, donde trabajó en la minería.
Su inspiración para iniciar la carrera novilleril fue la torera Dolores Sánchez “La Farragosa”. La vio actuar en la plaza de su pueblo e inmediatamente comenzó el aprendizaje a las órdenes de un banderillero cordobés.
En sus primeros pasos se la conoció bajo un apelativo, que hoy sería políticamente incorrecto: la llamaban “marimacho”, a raíz de que se destacaba por su gran fuerza y poca delicadeza. Con el correr de los años, alcanzaría la fama con el apodo de “La Reverte”, que lo tomó del matador de toros Antonio Reverte, de gran popularidad en aquel entonces.
El debut llegó en 1988. Acompañando a novilleros de renombre, como Machaquito y Lagartijo chico, toreó en Zaragoza, Madrid, Granada, Valencia, Murcia, Sevilla y varias ciudades de Portugal. Así, su nombre comenzaría a destacar entre expertos: el crítico taurino del El Enano resaltó “su valentía” en enero de 1899. Una reseña de la Correspondencia de España, en noviembre de 1900, se expresaba en mismo sentido: “Es muy valiente y muy morena, capea, banderillea, mata y salta la barrera como un hombre. Tiene mucha decisión, pero nada más”.
Era una época próspera para las mujeres toreras, que gozaban de una enorme popularidad en España a finales del siglo XIX. Pero todo cambió en 1908. El éxito del toreo femenino empezó a molestar a parte de los aficionados, críticos y colegas masculinos. La oposición escaló tanto que el 2 de junio de aquel año el Gobierno prohibió torear a la mujeres, a través de una Real Orden emitida por el ministro Juan de la Cierva.
“La opinión pública ha protestado en varias ocasiones contra la práctica que va introduciéndose en las plazas de toros de que algunas mujeres tomen parte en la lidia de reses bravas. Esto constituye un espectáculo impropio, opuesto a la cultura y a todo sentimiento delicado. Por eso dispongo que, en lo sucesivo, no se autorice función alguna de toros en que éstos hayan de ser lidiados por mujeres”, decía la resolución.
La Reverte, que hasta entonces llevaba más de doce temporadas y había lidiado exitosamente con más de quinientos toros bravos, no iba a rendirse y abandonar su profesión mansamente. Decidió entonces dar pelea en los tribunales. “Que el señor De la Cierva me dé una credencial de hombre y yo seguiré toreando como puedan hacerlo los hombres, pues soy tan capaz como el que más”, desafió.
Presentó un recurso contencioso-administrativo, que fue desestimado. Ante la negativa, subió al apuesta y planteó otra estrategia: aseguró que en realidad no era mujer y se declaró varón. Dijo que había sido bautizada con el nombre de Agustín Rodríguez.
Aquella revelación desató la controversia en relación al verdadero sexo de La Reverte. Algunos la trataron de ursurpadora, entendiendo que cambió de sexo para esquivar la prohibición. Otras creyeron que se trataba de un caso de transexualidad, e incluso de intersexualidad. Al cabo, es otro misterio en su vida que nunca pudo salir a la luz, pese a rumores y comentarios que no pudieron verificar ni desmentir su historia.
El enigma acaparó la atención pública en el país ibérico a tal punto que ABC, que la recuerda como “el más singular y extraordinario personaje que ha pisado los ruedos españoles”, llegara a preguntarse en aquel entonces: “¿Qué es La Reverte? ¿Un hombre o una mujer?”
La Reverte consiguió volver al ruedo pero en los años siguientes su fama comenzó a desvanecerse. Volvió a torear como mujer una vez que se levantó la prohibición en la década del 30. Nunca tuvo el mismo éxito que antes de su “cambio de sexo”. Murió en 1945, trabajando en tareas de vigilancia en una mina en Jaén.
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