Siempre supo que había sido adoptado. De chico, antes de que aprendiera a leer, sus padres de crianza -Alberto y Cristina- le leían cuentos didácticos sobre las familias diversas. Eran ilustraciones, historias que abordaban la elección de formar una familia. “Nunca me ocultaron mi identidad. Siempre me dijeron la verdad de mi origen”, le confiesa Matías Mauricio Calzolari, de 36 años, a Infobae. Recuerda bien esas noches antes de dormir y la lectura sistemática de ese cuento. “El tema siempre fue abordado desde el amor y de forma muy natural”, agradece.
Vivió desde entonces en Santos Lugares, al noroeste del conurbano bonaerense, junto a sus padres y su hermana Florencia, que hoy tiene 33 años, y a la que le cuenta con detalles cómo fue el día en que fueron a buscarla. Ella, como él, también es adoptada. Y no hay misterios.
Pero algo atormentó a Matías durante su vida, a pesar de vivir consciente de su origen. “De los tres a los veinte años sufrí ataques de pánico -revela-. Tenía pesadillas por las noches donde me surgía la misma pregunta que me angustiaba: ¿quién soy?”.
“La puerta para conocer a mi familia de origen siempre estuvo abierta en mi casa. Pero no me sentía listo para hacerlo”, cuenta. Encontró una manera de canalizar sus temores: la filmación. Después de clase, volvía a su casa y transformaba su habitación en un set de grabación. Las horas filmando, armando cuadros, inventando escenas lo entretenían y le serenaban la ansiedad. ”Empecé a los catorce años. Primero como un juego, después más en serio”.
La búsqueda
Eso que había relegado con ratos de ocio, un día se volvió asfixiante. Matías ya tenía 25 años cuando tomó la decisión de rastrear a Viviana, su madre biológica. No fue un camino sencillo, por más que en su casa lo apoyaran. Tampoco fue fluido ni corto. Le demandó varios años.
Una mañana se dirigió al juzgado de Morón. Él sabía que había nacido en el Hospital de Merlo. Allí encontró su partida de nacimiento. Los datos coinciden. Anotó la información que precisaba y volvió a su casa. Estar más cerca de su objetivo lo paralizó. El próximo paso le costó cinco años. Era la búsqueda de su mamá biológica por las redes sociales, algo tan accesible como brutal. “Busqué por las redes sociales a Viviana. Con mucha expectativa le escribí una carta”, relata. “Tenía mucho miedo que no me respondiera, por suerte lo hizo a la semana siguiente”.
La respuesta
Después de varios intercambios de mensajes y llamados, pactaron un encuentro presencial. “No fue nada lindo. Me encontré con una persona llena de culpa y dolor por lo que había hecho. No solo eso, también un poco enojada por tener que revelar un secreto”, expresa.
Como en un rompecabezas, pudo reconstruir parte de su historia de origen. “Ella estaba en shock: había cosas que no recordaba. Supe que se quedó embarazada con apenas 20 años y que no le contó a mi progenitor que me esperaba. Por una presión de su propia madre, decidió entregarme. En el hospital le habían ofrecido dinero por venderme, por eso hay radicada una denuncia policial”. Ese día también entendió que Mauricio no es su segundo nombre, sino el de su progenitor: “Mis padres adoptivos nunca me lo cambiaron, simplemente me agregaron Matías”.
Ese cúmulo de información significó un impacto. Apeló a la sensibilidad y empatía, para procesar el relato y entender a su progenitora. “En los 80 estaba mal visto ser madre soltera, tampoco había educación sexual ni se hablaba de aborto. La sociedad, y el contexto, eran otros. Jamás le reproché nada”, advierte. Todo lo que ocurrió después, Matías lo conoce en detalle.
La película
Comprendió que la forma más fácil de contar su historia era a través de una película: el lenguaje audiovisual es el lugar donde más cómodo y pleno se siente. Comenzó a soñar “El Perfume de la Tierra”. Si bien es ficción aborda la búsqueda del origen. No hay diálogos y todo es contado a través de la danza contemporánea, en palabras del creador, un lenguaje universal.
Le contó de su proyecto a Natalia Pelayo (Primera Bailarina del Colón), Eva Prediger (Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín), Damián Sabán (coreógrafo del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín) y Leo Genovese (destacado músico y compositor). “Todos se sintieron movilizados y se sumaron desinteresadamente al sueño: contar en primera persona la búsqueda de la identidad. Incluso, Cristina, mi mamá, es la encargada del catering”.
Ya filmó la mitad. Ahora está en proceso de ensayo. La otra parte se rodará en la explanada de la Biblioteca Nacional, donde se da encuentro con la madre biológica. Todo lo financia Matías con mucho esfuerzo, buscando ese sueño que lo obsesiona.
Para colaborar con el proyecto contactar a matiascalzolari@gmail.com
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