En 1977 se estrenó Saturday night fever (Fiebre de sábado por la noche), la película de John Travolta, alrededor del mundo, menos acá: Jorge Rafael Videla y compañía disfrutaban perversamente prohibiendo cosas, especialmente eventos como este.
El mundo era una cosa y este país era otra cosa, como pasa habitualmente en el mundo y en este país.
Si hablamos del planeta Música, el rock sinfónico ya pasaba de moda igual que el acusticazo. En el hemisferio norte los chicos solo querían divertirse así que se abría paso la disco music y el punk rock.
Eso allá, obviamente, porque acá las cosas estaban más complicadas que de costumbre.
Digamos que nuestra vinculación con el resto del planeta no pasaba por el arte, sino más bien por el deporte. Guillermo Vilas se convertía en el mejor tenista del mundo ganándole en un épico match el título a Jimmy Connors; el boxeo nos daba campeones como Carlos Monzón, Víctor Emilio Galíndez y Miguel Ángel Cuello; la selección de fútbol de César Luis Menotti como no jugaba eliminatorias se paseaba por todos los estadios participando en amistosos que terminaban en goleadas servidas por Kempes, Houseman o Leopoldo Jacinto Luque antes de consagrarse campeona del mundo al año siguiente. Sumado todo a las excelentes performances de Carlos Reutemann que cada tanto se daba el gusto de dejar atrás a Niki Lauda o Emerson Fittipaldi colmándonos de admirado asombro.
En lo musical, Charly García tenía su Máquina de Hacer Pájaros, Pappo se iba un tiempo a Europa probando suerte en Londres, Spinetta, terminada su experiencia de Invisible, se instalaba en USA donde al año siguiente graba el hermoso Only love can sustain en inglés con sesionistas conseguidos por el productor del disco que era Guillermo Vilas, mientras por acá Crucis y algunos otros pocos intentaban poner nuestros sentidos al día.
Pero nada.
Lo del momento eran las discotecas.
Ramos Mejía se había convertido en la tierra prometida. Decenas de discotecas brillaban a lo largo de la Avenida Gaona, cada una con sus características que iban de parecer un barco crucero en el interior hasta tener un ascensor desde la vereda hasta el piso de arriba donde estaba la pista de baile.
Desde la noche del viernes a la madrugada del lunes miles, muchos miles de chicos y chicas (todavía no se habían inventado les chiques), desfilaban de una a otra.
Cada discoteca tenía contratados 3 ó 4 disc-jockeys, así que ahí nos hemos desarrollado muchos que aun hoy la batallamos entre dos bandejas giradiscos.
También había algunas bandas algo alejadas del rock, más cercanas al soul o la incipiente música disco dando vueltas en ese manicomio a puro neón.
En esas noches mas parecidas a la Berlín de preguerra que al Brooklyn contemporáneo nos conocimos con Oscar Mediavilla y Patricia Sosa.
Ellos tenían Nomady Soul justamente, que con Los Bárbaros, Santa Bárbara Superstar y algo así como Claro de Luna -donde tocaba Joaquín Galán antes de empezar a pelearse con su hermana en escena- eran los encargados del show en vivo discotequero.
Por lo general hacían covers de Donna Summer, Barry White, Santana y esas cosas. Algunos salían y otros era para mutearlos de entrada, no obstante los Nomady Soul eran realmente buenos, básicamente por el brillante manejo del escenario de Patricia y los ajustados arreglos musicales que hacía Oscar. Tenían sus seguidores. En lo personal los crucé en Barbazul o en Camelot varias veces, de manera que si estaban ellos tocando a los disc jockeys las cosas se nos aceitaban bastante.
Eran cuatro muchachotes que se quedaban un poco en la sombra liderados por Oscar en la guitarra, los hermanos Giles -Gustavo y Ricardo- en la base rítmica, con Juan Muscolo en los teclados secundando a una adolescente Patricia Sosa que ya nos dejaba vislumbrar la superestrella que mas tarde sería. Pasaban de Gloria Gaynor a Chic en una secuencia musical que todos coreaban y bailaban dejando la pista caliente cuando se iban como para que el disc jockey después se luciera más de lo acostumbrado.
Pero en este país siempre pasan cosas raras.
Por una cuestión de mi destino chambón de siempre, en febrero de 1978 me voy a cumplir con el servicio militar obligatorio, actividad que me ocupa tiempo completo hasta noviembre de 1979.
Cuando vuelvo a la vida en 1980, sacudiéndome el polvo de la miserable violencia que había transitado los últimos dos años, me entero que la música disco, los boliches de Ramos Mejía y Nomady Soul no existían más.
Ahora se llamaban La Torre y se habían animado al rock.
Creo que lo tomé como un mensaje de Oscar que siempre tenía los oleajes sociales claros.
Se acabó la disco music, ser punk acá era ser candidato al balazo, empieza el rock and roll.
En otras palabras, terminó la joda, no hay lugar para locos, hay que tener polenta ahora.
Estamos en 1980.
Grabaron un disco en el comienzo de la carrera pero salió un año después, al tiempo grabaron el segundo y ahí sí, ahí cambió todo. No sé si para ellos, pero para todos los que escuchábamos rock ese disco de 1984, Solo quiero Rock and Roll, fue consagratorio. Ahí todos caímos en que Patricia Sosa era única y La Torre era una banda sensacional en vivo, quizás mas en vivo que en los discos. Pero esta es una apreciación personal.
Lo llamo a Oscar Mediavilla para ver cómo anda y terminamos hablando de esas cosas que vivimos.
“Que esté una mujer al frente de esa banda era algo absolutamente nuevo. Había otras, estaba Leonor Marchesi con Púrpura, por ejemplo, pero La Torre era una cosa seria, éramos todos buenos. Nosotros tocábamos muy bien, sonábamos muy bien. Grabamos el primer disco con lo que era Nomady Soul, ahí ya estaba el Negro García López. Al negro lo encontré en Promúsica, vendía las guitarras. Me quería vender una que era una cagada pero él la hacía sonar bastante bien, así que le pregunté si tocaba, me dijo que sí, que vivía en Flores. Se hacía el Hendrix, pero tocaba bárbaro y le cabía pararse como Hendrix ¿viste? La pinta, el aspecto lo ayudaba. Era genial tocando”.
“Para el segundo disco entran Fernando Lupano y Jota Morelli porque los hermanos Giles se van. Nos fuimos a grabar a Ibiza. Estaba el Mariscal Romero allá que nos conseguía algunas fechas en boliches, nos hacía de stage manager, me decía por Muscolo, el tecladista, que no tenía mucha pinta de rocker: “Oye, al teclado ponlo ahí de costado como un lavarropas ¿vale?”. Era un delirio toda esa movida que organizaba Daniel Grinbank desde acá, pero estaba genial. Nos producía en el estudio un inglés que se llamaba Dennis Herman que hacía sonar la batería increíble. Solo quiero Rock & Roll sale entre Patricia y yo, ella trajo algo de la letra y la zapamos hasta que quedó”.
”Cuando tengo frío, cuando tengo calor,
Cuando un desengaño sufro por un amor
Cuando más me cuesta, necesito rock’n roll
Cuando hay tantas cosas que no puedo alcanzar
Cuando no me escuchan y no puedo gritar.
Cuando estoy muy sola
Necesito un rock’n roll”
Lo mas cierto de todo es que La Torre sonaba muy bien de verdad, Oscar Mediavilla además de productor y compositor es un impresionante guitarrista rítmico, la 2da guitarra digamos, único. Le recuerdo una noche que estaba en Halley pinchando discos con mi querido King Alfano, guitarrista olímpico original de Memphis La Blusera. Nos unía nuestra devoción a Steve Crooper, dios de la rítmica que se puede escuchar en cualquier disco de Booker T & The MG´s o en la banda de los Blues Brothers de Belushi/Aykroid. Y llega el momento del show de La Torre, ya con Gady Pampillon en la 1ra viola tirando patadas al aire en el solo, revoleando la peluca y haciendo gritar a la platea femenina... en esas King me codea y levantando el mentón me dice: “Dejá de mirar a ése, mirá al rítmico que es el que está aguantando todo el barullo”.
Sigue Oscar Mediavilla:
”La Torre siempre tuvo buenos guitarristas. Una tarde leyendo una revista me entero que el negro García López se iba a tocar con Zas. Cuando llega al ensayo le pregunto por el asunto y me dice que están locos, ‘es mentira eso, es una infamia, de no creer lo que hacen para llenar una página, te juro que no Oscar, olvidate, nada que ver’. Bueno, al final el negro se fue a Zas y me agarró un ataque de nervios, no sabía qué hacer, no tenía a nadie para llamar, teníamos shows, la gira por Rusia, una andanada de trabajo impresionante y nos quedábamos sin guitarrista... Qué sé yo, una noche de ésas íbamos con Patricia por Valentín Alsina en un Fiat 600 que teníamos y en un semáforo vemos arriba de una moto a un tipo con una melena impresionante y botas y campera de cuero. Me acerco con el auto preguntándole si tocaba la viola y me contesta que sí, que toca muy bien pero no tiene guitarra porque la vendió para comprarse la moto. De no creer, vamos a la sala de ensayo, le doy una guitarra y nos convence a todos: era justo lo que necesitábamos. Problema solucionado”.
”Y cuando me baño
Cuando me duermo también
Y si estoy nerviosa, no quiero tu amor
¿Sabés que quiero?
Solo quiero Rock’n Roll
Solo quiero Rock’n Roll”
Mediavilla dixit:
”Mirá Bobby, vos lo ves con tus hijos que andan escuchando música todo el tiempo, pero escuchan a los pedos ¿viste? Meten el click y escuchan un poco y dicen ‘¡Dale al otro!’ y van al próximo. Lo escuchan asíi y está bien, son los tiempos que corren, no corren ellos, el tiempo es el que corre para ellos. ¿Para qué se van a preocupar en grabar en un estudio como el mío? No sueñan con grabar en Electric Ladyland o en Abbey Road, si escuchan así, los hacen así”.
“A vos te gusta el tango, hiciste Radio Malena 5 años, te gusta Rubén Juárez porque ése tipo tiene más rock que nosotros juntos. Yo produje tango y esos tipos eran buenísimos. Una vuelta estaba haciendo en Mar del Plata el show de los Mosqueteros creo que se llamaba. Eran Raul Lavié, Guillermo Fernández y el Negro Rubén Juárez. Una noche termina del show, el Negro era increíble, la gente lo adoraba, me dice: ‘Vení vos que te hacés el productor, yo te voy a mostrar lo que conmueve del tango’. Me lleva a un restorán, terminamos de comer, saca el bandoneón -ese blanco que tenía- y se pone a tocar en medio del local. Me dice ‘mirá' y se pone a tocar con los ojos cerrados hasta que empieza a cantar... ‘lástima bandoneón mi corazón tu ronca maldición maleva...’. Mete un fuellazo y me mira, y ¿sabés qué? estaba con los ojos llenos de lágrimas. Así siguió hasta que terminó. La gente que estaba ahí no podía creer lo que estaba viendo, quedamos todos inmóviles. El Negro me abraza y me dice: ‘¿Ves? Esto es lo que conmueve del tango...’. Cada vez que estoy produciendo un pibe nuevo pienso en eso, quiero que conmueva con lo que está haciendo”.
Antes de despedirse Oscar me pregunta: “Che, ¿no somos dos viejos chotos hablando así?”
Le contesto: “No, para nada. Los viejos chotos no hablan así de estas cosas, de sus cosas...”.
“Ah bueno, me pareció, pero tenés razón”, me contesta Mediavilla.
Ahora sí, nos vamos cada uno para su baticueva, pero cada vez que lo dejo a Oscar Mediavilla siento que dejo un poco de más charla sabia para cuando dé.
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