Ian Luque tiene 8 años y es hermano de Catriel, que tiene 13. Son amigos de Agustín Ortiz, que tiene 12. Son amigos y son inseparables. Cuando vuelven de la Escuela N° 76 en el municipio de Santa Elena, en Entre Ríos, solo quieren seguir juntos. Se reencuentran en la vereda para jugar a la pelota. Transcurren las tardes jugando. A veces imaginan que van a llegar a ponerse la camiseta de la selección. No piensan en las dificultades o en las limitaciones. Idolatran a Lionel Messi. Son niños y están llenos de ilusiones.
El vínculo trasciende la escuela y las tardes pateando una pelota. Son vecinos de la cuadra. Son incondicionales. Un día cualquiera, Ian y Catriel llamaron a Sergio, un fiambrero reconocido en el pueblo para contarles un plan: “Papá necesitamos ayudar a Agustín”, le plantearon. Desde el lunes pasado, la familia se puso una meta: organizar una venta de pollos para juntar dinero y así costear las valvas ortopédicas que necesita Agustin, su amigo.
Agustín nació en La Paz, Entre Ríos. Con su hermano mayor Juan Pablo, de 16 años, fueron adoptados con meses de vida por el matrimonio de Araceli Gaitán (56) y Eduardo Ortiz (60). “Llevamos 36 años juntos, siempre supimos que queríamos ser padres. No vinieron de forma biológica, entonces hicimos todos los trámites de la adopción”, le relata a Infobae. Primero fueron hogar de tránsito y al conocer a los hermanitos lucharon por sumarlos a la familia de manera legal. “Somos una familia tipo. Los chicos van a la escuela y nosotros trabajamos duro para darles lo mejor. Los veo crecer felices, son buenos alumnos, comprometidos y eso para una madre es muy importante”, reconoce.
Tiempo antes de la llegada de la pandemia, Araceli notó que su hijo menor tenía dificultades para caminar. “Se ponía en puntitas de pie todo el tiempo. Le pedía que lo dejara de hacer y me contestaba que no podía evitarlo. Igual, eso no le impidió jugar a la pelota”, destaca.
Preocupada por su salud, Araceli, que viaja una vez al mes a comprar mercadería para revender en Santa Elena, llevó a su hijo al Hospital Garrahan de Buenos Aires. Luego de una minuciosa serie de estudios, recibió el diagnóstico: paraparesia espástica. Las personas con esta condición tienen reflejos exagerados, calambres y espasmos musculares, lo que dificulta la marcha. Es progresivo y si no se trata a tiempo puede generar un deterioro irreversible.
Además de una intervención quirúrgica -ya programada para el año que viene- precisa de un tratamiento para mejorar su calidad de vida. Necesita dos valvas ortopédicas para inmovilizar sus rodillas. Cuestan alrededor de 45.000 pesos. “Si bien no es una urgencia, cuando se trata de la salud los tiempos apremian”, dice la mamá.
Agustin recibe una vez al mes inyecciones de toxina botulínica (botox) que permiten relajar los músculos de los miembros inferiores evitando molestías y daños permanentes. Mientras, espera juntar esa plata para comprar las valvas. “Es un gasto económico que no siempre podemos solventar porque mi marido está desocupado, pero de alguna manera lo afrontaremos”, cuenta.
Consciente de esta realidad, los hermanos Luque le propusieron a la familia hacer una colecta para comprar los instrumentos que su amigo necesita. “Cuando vinieron con la idea no pude contener las lágrimas. Lo cuento y se me eriza la piel”, admite Sergio. “Son unos gurises tan decididos y con los valores claros. Eso me emociona”, agrega.
Cuando tuvieron una propuesta más consolidada fueron a comentársela a los vecinos. Ellos también se entusiasmaron. La iniciativa se realizará el próximo sábado 9 de octubre en el club Martín García de la localidad de Santa Elena, con una población de menos de 18 mil personas según el último censo. El pollo, informaron, será a las brasas y estará acompañado por una ensalada rusa: el plato costará 800 pesos. “Aprovechamos la fecha turística porque el pueblo se llena de visitantes. Ojalá podamos llegar a la meta porque conozco todos los sacrificios que hacen para que Agustín pueda volver a caminar como antes”, confían sus familiares.
Ian y Catriel heredaron el gen solidario de sus padres, Sergio y Luciana, quienes llegaron a Santa Elena con pocos recursos y hoy tienen un negocio próspero que ayuda con donaciones a comedores de la zona. “El ejemplo sirvió de algo. Espero que el gesto de mis hijos también genere un efecto contagio”
Para colaborar con donaciones: el teléfono de Sergio es 3435317701
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