Ailén Rodríguez nació y se crió en Castelar, provincia de Buenos Aires. “Tati”, como la llaman cariñosamente, es la del medio de tres hermanas y, hasta los seis años, hizo vida “normal”. Un día, poco después de haber ingresado al primer grado, se descompuso en el colegio. El diagnóstico fue demoledor: un tumor en la cabeza y un pronóstico de doce años de vida.
Luego de dos operaciones, una en el Hospital Italiano y otra en el Hospital Garrahan, Tati logró recuperarse y recibió el alta. A pesar de la rehabilitación y de los distintos tratamientos que realizó, las secuelas del tumor redujeron su movilidad y su sistema cognitivo. Durante la pandemia, Tati -que contra todos los pronósticos ya celebró sus 31 años- se mantuvo escolarizada de manera virtual, haciendo las actividades que le proponía el hospital de día al que asistía en ese momento.
Sin embargo, a principios de este año la joven “empezó a decaer”. “Estaba muy mal emocionalmente y no quería conectarse a las clases virtuales. Además comenzó a involucionar en otros aspectos: dejó de usar el andador y se pasó a una silla de ruedas. También dejó de controlar esfínteres. Conversamos con el psiquiatra y nos sugirió que la lleváramos a una institución para que estuviera acompañada más allá de nosotros, sus hermanas y su acompañante terapéutico”, explican a Infobae sus papás, Jorge (57) y Mariana (54). Él comerciante, ella psicóloga son, además, los padres de Sabina (33) y Malena (25).
En agosto pasado, siguiendo la recomendación del médico, los Rodríguez decidieron trasladar a Tati a un hogar para personas con discapacidad. Desde entonces, solo pudieron ir a visitar a su hija cuatro veces.
“La llevamos el lunes 2 de agosto, después que le dieron la segunda dosis de AstraZeneca y, durante un mes no pudimos ir a visitarla de manera presencial”, explica el matrimonio a este medio. Los motivos guardaban coherencia: dentro del hogar había once personas que no habían completado su esquema de inmunización. Incluso, ellos dos todavía esperaban el segundo componente de Sputnik V.
En septiembre, finalmente, Jorge y Mariana pudieron reencontrarse con Tati. El hogar donde está tiene un predio muy grande y eso les permitió ver a su hija al aire libre, aunque no tan seguido como quisieran. Es que, el protocolo vigente habilita a las personas que están internadas en dichas instituciones a recibir visitas cada 15 días.
De acuerdo con las últimas declaraciones de la Ministra de Salud de la Nación, Carla Vizzotti, el 50% de la población argentina cuenta con su esquema de vacunación completo. Además, desde el 1 de octubre, se flexibilizaron las restricciones impuestas por la pandemia en todo el país. El protocolo para la prevención y control de COVID-19 en los hogares para personas con discapacidad, sin embargo, no se modifica desde julio pasado.
“Habilitaron clases presenciales, boliches, público en eventos deportivos, transporte público... Pero los hogares para personas con discapacidad y los geriátricos mantienen el mismo protocolo desde el 26 de julio. Tenemos que esperar quince días para ir a ver a Tati. Es desesperante. Nuestra hija cree que nos olvidamos de ella. No entiende por qué ni nosotros ni sus hermanas la vamos a ver más seguido”, dicen a dúo Jorge y Mariana.
Lo peor: por las restricciones, tampoco pueden sacar a pasear a la joven o llevarla a comer a su casa porque, de ser así, Tati se debería aislar 10 días en un cuarto al regresar a la Institución.
Gabriel Carrozzino y Jorge se conocen desde la adolescencia. Hace unos días conversaron por teléfono y, luego de escuchar llorar a su amigo, a Gabriel se le ocurrió hacer una petición en Change.org.
“Le pedimos a Nicolás Kreplak, ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires que cambie los protocolos para que los familiares de personas que viven en geriátricos o en hogares para personas con discapacidad puedan visitar a las personas que aman”, concluye el pedido que, al cierre de esta nota, ya suma más de 1.500 firmas.
Consultados por Infobae, desde la cartera sanitaria bonaerense explicaron que, la última actualización del protocolo en los hogares para discapacitados fue el 26 de julio. “Las visitas no están restringidas. Se pueden hacer, preferentemente al aire libre”, dijeron. Acerca de la periodicidad de las mismas, justificaron que siga siendo quincenal: “Son protocolos un poco más exigentes que en otros ambientes porque se trata de personas de extremo riesgo”.
Tati es fanática de Boca. El domingo pasado, la joven soñaba con ir a ver el Superclásico junto a sus padres y sus hermanas al living de su casa en Castelar. “Le tuve que decir que ‘no’ con todo el dolor del mundo”, dice Jorge.
“No somos los únicos. Sé que hay muchas más familias como la nuestra que están atravesando esta situación tan dura. Ojalá alguien tome nota de nuestro pedido”, dice el papá de Tati y aprovecha para agradecer a todos los que apoyaron la solicitud con su firma.
En la Argentina, son más de 11 millones de personas las que en algún momento crearon o firmaron peticiones a través de la plataforma Change.org. Desde dicha ONG explican a e este medio que cualquier persona puede crear por sí misma una petición para reunir firmas y así alzar su voz para alcanzar un objetivo. En 2020, 370 ciudadanos lograron el objetivo de su petición, lo que equivale una victoria cada 24 horas. Desde su creación en el país, fueron 2.000 las peticiones que alcanzaron su meta.
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