Tiene parálisis cerebral y en plena pandemia decidió cambiar su destino: “La realidad me pegó una paliza”

Carolina Giorgi fue diagnosticada a los dos años con diplejía espástica. Se sometió a dolorosos tratamientos médicos para mejorar su capacidad motriz. Soñaba con ganar autonomía y experimentarla en el exterior. Contra todos los pronósticos, lo hizo. “Ojalá existiera ese lugar donde la inclusión no sea un problema, pero todavía no lo conozco”, acreditó

Carolina Giorgio por las calles de Sevilla, en Plaza España, en marzo de 2021

A los 21 años, a miles de kilómetros de distancia de su casa, Carolina Giorgi, dice que se volvió adulta de pronto. Dejó de ser la niña que miraba cómo jugaban a la soga en el patio del colegio para aventurarse en otro continente con una discapacidad motriz. “Cuando sos chica querés correr, saltar y tener libertades pero no podía hacerlo. Por eso siempre elegía dar la soga”, le cuenta a Infobae.

A poco de cumplir dos años, fue diagnosticada de diplejía espástica, una condición congénita a raíz de su parálisis cerebral. Lo que siguió fue complicado. Tuvo que someterse a dos dolorosas cirugías para poder desplazarse con bastones -antes lo hacía en andador-. Además toleró turnos sistemáticos de estimulaciones tempranas, sesiones de kinesiología diarias y otros tratamientos innovadores en el exterior. Siempre luchó contra todos los pronósticos médicos.

Consciente de su condición y de sus limitaciones, mantuvo un objetivo ambicioso y conciso: quería ganar autonomía. Esa era su meta, para eso se preparó toda su vida. Decidió un momento controversial para demostrarle al mundo sus logros: la pandemia.

Una foto de cuando tenía cinco años y debía desplazarse en andador

Volar

Había escuchado las aventuras de su prima por las calles de París y no pudo evitar tentarse: se imaginó en el mismo lugar. “Me propuse entonces hacer un intercambio cultural en la Facultad”, recuerda. Se anotó, pero un virus empezaba a propagarse desde China por todo el mundo. La idea quedó en pausa por algunos meses.

Planificar un viaje con algún tipo de movilidad reducida presenta un desafío mayor del habitual. Hay que pensar en todo. “Desde el principio elegí el destino barajando mis dificultades, qué tan accesible sea y qué desafíos específicos presenta. La localización del alojamiento, los servicios y el transporte público son factores a tener en cuenta”, explica la joven. Otro detalle no menor era el armado de la valija: “Toda la ropa elegida tiene que ser cómoda y fácil de poner, ya que debería hacerlo por su cuenta. En el caso de esto puede implicar sólo un artículo conmigo ya que mis manos están ocupadas con los bastones”.

Aún con todos estos obstáculos, decidió salir de su zona de confort y animarse a la primera gran aventura de su vida. Después de varias idas y vueltas, a causa de las restricciones de la pandemia, fue aceptada por la Universidad de Salamanca para realizar un cuatrimestre de carrera: gestión de Medios y Comunicación. Hasta ese momento en la familia Giorgio, nadie creía que ese día llegaría tan rápido. “Con el pasaje en mano empezaron los miedos lógicos de todos. ‘¿Cómo vas hacer sola con todo, qué te vas a cocinar, quien te va asistir?’”. Todas preguntas que ni ella tenía respuesta.

En febrero de 2021, salió de Ezeiza con una valija, una mochila, sus bastones y su silla de ruedas. “Una silla en la que yo no me podía desplazar sola -asegura- pero tenía la fe de que me iba a servir igual. Para mi mamá no parecía coherente pero después de insistir no le quedó otra que confiar en mi criterio”.

El primer viaje sola fue a Salamanca

Después de doce horas de vuelo, un viaje en tren y subte llegó a la residencia universitaria. La primera sensación fue de libertad total. Se fue de compras al supermercado, limpió su monoambiente, ordenó, salió a pasear y estudiar. “Me creí invencible, poderosa”, rememora.

Pero, pronto empezaron las complicaciones. Sentía una fuerte descoordinación entre la mente y el cuerpo. La primera alarma no tardó en llegar: “Me sentía agotada. Tenía los tobillos hinchados, dolor en el cuerpo. Nunca me sentí con tanta discapacidad en mi vida”.

Para Carolina, vivir sola está sobrevalorado. Su experiencia, basada en su propia condición, impone críticas: “Todo el mundo espera con ansias el poder salir de la casa de sus padres, poner sus propias reglas y horarios, pero nadie te cuenta lo difícil que es. La realidad me pegó una paliza. Aún así no me arrepiento de nada y lo haría de vuelta”.

En Sevilla precisó de un scooter para desplazarse

Poco a poco los desafíos se hicieron rutina. Caro aprendió a escuchar y a pedir ayuda. “A comprar solo lo que podía llevar, a tomar el transporte correcto para no caminar demás. Con un poco de paciencia e ingenio lo logré”, resalta.

En sus seis meses de experiencia en el exterior no solo se formó académicamente, sino que se nutrió de mundo. Viajó por ciudades cercanas como Lisboa, Sevilla y París. En algunos destinos tuvo más autonomía, en otros precisó más asistencia. “Ojalá existiera ese lugar donde la inclusión no sea un problema, pero yo todavía no lo conozco”.

Volver

De vuelta en Buenos Aires, se prepara para obtener su título como licenciada en gestión de Medios y Entretenimiento. Quiere meterse de lleno en el mundo audiovisual para fomentar la inclusión. “Al final del día uno es uno en Argentina o en España, en Buenos Aires o en Salamanca. Uno tiene la misma personalidad, las mismas inseguridades, virtudes y defectos. Cambiar de aire modifica algunas cosas, nos ayuda a crecer pero no cambia quienes somos. Entender esto me trajo muchas frustraciones, sobre todo cuando quería mostrar mi mejor versión”.

Nuestro Pie Izquierdo organiza una campaña para tomar conciencia. Cada 6 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Parálisis Cerebral con el fin de reivindicar los derechos de las personas con parálisis cerebral y dar a conocer las vulneraciones de derechos

Inspirar

Comparte su mirada en las redes sociales de Nuestro Pie Izquierdo, organización creada por Agustina Menéndez Behety que permite conectar a personas afectadas por esta discapacidad. No solo brindan sus testimonios los protagonistas, sino también los médicos, terapistas, padres, amigos o cualquiera que quiera nutrirse de experiencias.

Kiki, como la conocen todos, decidió abrir su corazón y contar a sus amigos de Facebook su experiencia con este trastorno: “Hace 32 años que la parálisis y yo convivimos en esta vida. Tuvimos momentos de llevarnos bien y otros de haber preferido no conocernos nunca. Hoy pienso que no sería lo mismo sin ella. Me hizo fuerte, valiente y perseverante, me enseñó que no es necesario ser igual a los demás para ser feliz”.

Hoy madre de su primera hija que tuvo por parto natural, promueve esta red de contención. Para este 6 de octubre impulsó la campaña “Suma tu pie izquierdo” en las redes.

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