“Me da mucha pena que pierda parte de su infancia, porque es como que se termina”, dice Cecilia, mamá de Mía, de ocho años. Habla de lo que los y las especialistas registraron en el último año: el aumento de las consultas por pubertades precoces y por la progresión rápida de la pubertad. Mía, y otras compañeras de su grado, recibieron el mismo diagnóstico médico: pubertad precoz. En todos los casos los signos se potenciaron durante el aislamiento que generó el coronavirus.
La pubertad precoz es la aparición de caracteres sexuales secundarios antes de los 8 años de edad en las niñas y de los 9 años en los niños. Suele presentarse el botón mamario en las nenas y aumento del volumen testicular en los varones, acompañado de olor sudoral, crecimiento rápido en altura (estirón) y vello en genitales. Sin explicaciones científicas claras todavía, se asocia esta condición a una alimentación basada en procesados, trastornos del sueño, sedentarismo y el uso prolongado de pantallas. La tendencia indica que los procesos de pubertad precoz son de 10 a 20 veces más frecuentes en nenas que en varones.
“Hoy ya veo que sus intereses son otros. Sus contestaciones y su humor también son otros. Ella podría haber seguido siendo una nena por lo menos dos años más, y vivir en ese mundo de los sueños, de pintar, de jugar, de crear. Si bien lo sigue haciendo, ya no es lo mismo. Ahora todo pasa por sus amigas, estar con la tablet y nosotros somos malos. Y esto tendría que haberse dado más adelante. Eso es lo que más me entristece”, lamenta Cecilia.
“Mía siempre fue una nena alta, pero en una de las visitas anuales al pediatra le llamó la atención que pasara del percentil 90 al 95, entonces mandó a una interconsulta con una endocrinóloga. Le hicieron una ecografía de manos, una ecografía de ovarios y un análisis de sangre. En ese momento, Mía tenía 7 años y nos dijeron que volviéramos en seis meses. Pero nos agarró la pandemia. Mientras estuvimos encerrados le noté olor a transpiración, desarrollo en los pechos, vello público y creció 10 centímetros. Además, empezó a contestar mal, a tener peleas continuas con nosotros. Lo aducíamos a que estaba sin sus pares, sin salir. En cuanto pudimos volver a la consulta le repitieron los estudios, y ahí la endocrinóloga confirmó que era una pubertad precoz tan avanzada que Mía ya estaba para desarrollar su ciclo menstrual”.
Cuando volvió la presencialidad de las aulas de la Ciudad de Buenos Aires, Cecilia se sorprendió: Mía ya no era la más alta de la clase. “Hablando con otras mamás de la escuela supe que a muchas las habían derivado con endocrinólogos o que iban viendo diferentes cambios en las chicas. Sumado a que la altura de Mía había dejado de ser una excepción, otras nenas estaban igual de altas. Se notaba que estaba pasando otra cosa”, recuerda.
¿Qué estaba pasando? Intenta explicarlo la pediatra endocrinóloga infantil Kelly Maury: “En el cerebro tenemos una glándula llamada hipófisis que segrega hormonas encargadas de estimular ovarios y testículos. Este eje se encuentra inhibido hasta que llegamos a la pubertad y se activa. ¿Qué lo activa? No lo sabemos. Hay un montón de hipótesis, pero falta claridad absoluta sobre cómo se activa el mecanismo. Lo que notamos en el último año es un aumento de las consultas tanto de pubertades precoces como una progresión rápida de la pubertad. No es un fenómeno ni una enfermedad, es una condición que existe desde hace tiempo pero que aumentó su frecuencia”.
A tientas
Lo cierto es que hay consenso en los resultados pero pocas certezas sobre cómo se llegó. En la mayoría de las historias se desconocen las causas, por eso se habla de pubertad precoz idiopática. Así lo explica Carla Barbagelata, pediatra endocrinóloga infantil: “Entre los factores que se asocian está el rol de las pantallas. O sea, el mayor uso de dispositivos electrónicos. También una disminución en los niveles de melatonina, que es una hormona asociada al sueño. Algunas niñas, por ejemplo, pueden desarrollar una pubertad precoz central como consecuencia de la exposición prolongada a estrógenos. Y habría una relación directa entre el sobrepeso, la obesidad y el desarrollo de una pubertad precoz, de ahí la importancia de la actividad física”.
Soledad Barruti, autora de los libros Malcomidos y Mala leche, pone el foco en su metié: “Las pubertades precoces son multicausales y difíciles de determinar con precisión. En lo que respecta al consumo alimentario, diferentes estudios comprobaron en el mundo de los lácteos, por ejemplo, una alta utilización de hormonas para regular los ciclos de los animales, para forzar preñaciones muy seguidas. Conclusión: la leche de esas vacas tiene más hormonas que antes. Igualmente grave es la disrupción hormonal que provocan los agroquímicos. Es decir, nuestros sistemas endócrinos están alteradísimos por el sistema alimentario”. Recetas a base de procesados, sedentarismo, uso prolongado de pantallas, trastornos del sueño, casi una descripción exacta de las rutinas que llevamos durante el eterno día de la marmota en cuarentena.
Lorena es la mamá de Trinidad, otra historia de pubertad precoz: “A los cinco años, Trini tenía la estructura ósea de por lo menos un año más. Y no paró de crecer, nunca se pasó del percentil pero la curva fue ascendente. Es una nena muy activa que siempre hizo deportes y actividades al aire libre, pero con la pandemia estuvo mucho con la tablet, muchos meses encerrada. Recién en agosto de 2020 pudimos concurrir a una consulta y la endocrinóloga verificó que Trini tenía ciertos indicios de pubertad precoz. En marzo de este año la llevé de nuevo y la doctora se sorprendió de todo lo que se había desarrollado. Ya tenía botón mamario, vello púbico, una gran altura, entonces me dijo que quedaban dos caminos: iniciar un tratamiento con inyecciones o acompañar este proceso”.
La virtualidad obligatoria fue la vía de conexión de madres y padres de todo el país con mucha angustia que en plena pandemia se desayunaron con un diagnóstico del que no habían oído hablar. Paola Mendoza es una de las integrantes del grupo de Facebook “Transitando la Pubertad Precoz”: “El grupo surge de la inquietud e incertidumbre de padres y madres que decidimos unirnos para compartir nuestras experiencias y entender un poco lo que estábamos viviendo. Porque nos encontramos con médicos desinformados que no diagnostican a tiempo, con docentes que desconocen el tema, y otras tantas situaciones cuando nuestros hijos volvieron a insertarse en el medio social. Es necesaria una urgente campaña de concientización y difusión. Nuestros niños, en algunos casos, sufren la discriminación y el bullying de sus pares y de adultos sin información por sus caracteres sexuales de adolescentes. Se suma a la lista de angustias una enorme burocracia para conseguir la cobertura de la medicación. En el grupo encontramos contención y la motivación para defender los derechos de nuestros hijos”.
Movimientos
Si la pubertad moviliza -¡y cómo!- en las edades en que se la espera, ¿qué pasa cuando esas nuevas formas y deseos y sensaciones aparecen de pronto y sin previo aviso?
La psicóloga Lorena Ruda, especialista en crianza y familia, comparte con Infobae el peso de ese andar antes de tiempo: “Como mujeres sabemos que nuestro estado de ánimo, nuestro humor y sensibilidad se ven afectados por nuestro ciclo hormonal. Hay mujeres que son especialmente sensibles a los cambios hormonales, pero no hay dudas de cómo nos afectan en nuestra psiquis. Esto mismo ocurre en niñas que, antes de los 9 años, no entienden qué les pasa. Están irascibles y con humores fluctuantes, se notan cambios en el cuerpo, y como al resto de sus compañeritas no les sucede se pueden sentir raras. En muchos casos se vive con vergüenza. Quizás necesiten usar corpiños o ropa de talles grandes cuando las amigas todavía juegan con muñecas. Sus intereses empiezan a ser diferentes. Muchas veces lo viven tristes, como haciendo el duelo por la niña que están dejando atrás”.
Ruda ahonda en el impacto “psi” en estas niñas: “Al ocurrir antes de tiempo y no estar atravesándolo con sus compañeras, este proceso se está viviendo en soledad y puede ser difícil de sobrellevar. Porque cuando les ocurre a todas suele ser ‘el’ tema que las convoca: charlan, se cuentan y comparten información generando complicidad a veces entre `las que ya menstruaron´. Por eso es fundamental la información, el acompañamiento y la contención de les adultes para ayudar a transitar. Asimismo, les damos herramientas para enfrentar burlas en espacios compartidos con otres, que lamentablemente siguen siendo habituales en la infancia”.
Derecho a la salud
La campaña de concientización “Pubertad Precoz” declara que existe un tratamiento transitorio y reversible que suprime la producción de las hormonas que generaron los cambios y evita, así, la progresión de la maduración ósea, postergando el cierre de los cartílagos de crecimiento para preservar el potencial genético de talla. En las niñas, se demorará la aparición de la menarca -primera menstruación- hasta la edad adecuada para la población. Los cambios de la pubertad vuelven a aparecer gradualmente y evolucionan como en una pubertad normal.
“Lo importante es que el tratamiento se debe individualizar. Al evaluar a cada paciente, tenemos en cuenta su radiografía de mano, su talla final, sus aspectos psicológicos, etc. Y el riesgo de no tratarlo es una menstruación temprana y talla baja. Pero cada paciente es un mundo, y hay quienes no nos parece que tengan que ponerse medicación y otros que sí”, señala la doctora Moury.
Cuando Cecilia tuvo el diagnóstico de su hija Mía averiguó en su prepaga los costos de tratarse: “Nos dijeron que solo cubrían el 40%. Salía 52 mil pesos en la farmacia por mes y sobre eso se aplicaba el descuento. Esa cantidad de dinero influyó un montón en la decisión de no seguir un tratamiento que podía durar años. Y sin contar la inflación. Además, escuchamos la opinión de Mía que no quiso pasar por las inyecciones. Tuvimos en cuenta que en este caso los beneficios no iban a ser tantos, básicamente porque no se agarró rápido. Sin pandemia hubiésemos ido a la endocrinóloga y quizás se revertía de otra forma, ahora el tratamiento servía solo para retrasar la menstruación”.
Mismo recorrido hizo Lorena, la mamá de Trinidad: “Nuestra obra social cubre un 40% y cada inyección que necesitábamos cuesta alrededor de 80 mil pesos. Trini participó mucho de las decisiones y no quiso someterse a inyecciones tampoco. Hoy estamos haciendo un control cada tres meses con la endocrinóloga y acompañando mucho desde la palabra. Contención emocional, porque a veces llora por cualquier cosa, y con todo que tiene que ver con la higiene, porque son hábitos nuevos y tengo que estar atenta para acompañarla”.
Las familias agrupadas en “Transitando la Pubertad Precoz” crearon en estos días una petición en la plataforma Change para solicitar al Ministerio de Salud de la Nación la incorporación de la pubertad precoz en el Plan Médico Obligatorio (PMO), y así contar con la cobertura total de los tratamientos por parte de obras sociales y prepagas. Ya juntaron más de ocho mil firmas. El mismo reclamo fue enviado por carta a diputados y diputadas nacionales para que presenten un proyecto de resolución que presione a su vez desde la Cámara Baja.
Paola Mendoza da cuenta de una batalla que se tiene que acabar: “La mayoría de las obras sociales y prepagas se niegan a cubrir la pubertad precoz. Solo pagan el 40%, 50% o hasta el 70% de los tratamientos. Únicamente a partir de instancias judiciales se puede lograr la cobertura del 100 por ciento. Pero muchos de nosotros no tenemos los medios para afrontar los costos de un abogado, que a veces se asemejan al costo de una o dos dosis de la medicación. Por eso pedimos igualdad para nuestros hijos, que padecen una condición que requiere de medicación. Estamos movilizados para que nuestro reclamo llegue al Congreso cuanto antes. Detrás de cada niño con pubertad precoz, somos numerosas familias sufriendo a diario”.
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