“Es muy terrible todo. De tenerla el fin de semana de Pascua con nosotros, disfrutando de la familia, pasé a ver a mi hija muerta el domingo siguiente. Le voy a mandar una foto para que vea cómo fue”, dice Lidia Rosa Fiore, la mamá de María del Valle González López, la joven que murió el 11 de abril pasado en Mendoza, por las complicaciones de un aborto realizado con misoprostol.
Efectivamente, en la foto que Lidia envía a Infobae se ve a “la niña”, como llama ella a su hija menor, de 23 años, feliz, posando en la selfie con sus tres hermanos varones, en el campo, donde se crió, y donde aún vive su madre.
El caso había causado una fuerte conmoción en Mendoza porque María era presidente de la Juventud Radical del departamento de La Paz, de donde era oriunda. Hubo expresiones de condolencias de todas las figuras destacadas del radicalismo mendocino, en particular del gobernador, Rodolfo Suárez, y de Alfredo Cornejo, presidente de la UCR.
El lunes 5 de abril, María del Valle González López ingirió misoprostol para abortar y murió seis días después, el domingo 11. Estaba de novia desde hacía 3 años y el joven estuvo con ella durante todo el procedimiento. Tenía un embarazo de seis semanas.
El viernes 9 por la noche, a Lidia le avisan que su hija está internada. El novio le miente a la familia: habla de una apendicitis o de algo en la vesícula. “Marcos, mi hijo, me dice ‘mami, ¿vos sabías que Nico la ha llevado a la María muy enferma al hospital?’ A la una menos diez de la madrugada, me cae un mensaje del novio ‘mirá Lidia, a María la pasaron al quirófano, ahí van a ver si es la vesícula’. A la 1:40, me dice: ‘Ya salió del quirófano María’. Y yo digo qué alivio, qué rápido, le sacaron la vesícula o el apéndice. Y él me dice ‘no, vos sabés que han encontrado una infección muy grande en los intestinos y no la han podido tocar así que la están medicando para ver si pueden bajar la infección’”.
El novio luego dirá que María había comido muy pesado, “como se come en el campo”; se lo dice a los médicos, pero también al fiscal, cuando declara, el lunes siguiente a la muerte de la joven.
La madre llega al hospital el sábado 10. “¡Cómo no me van a avisar! ¿Por qué no me han avisado?”, les recrimina al novio y a la madre de éste, que también está allí.
“Tipo dos de la tarde sale la doctora a los pasillos de terapia y me dice ‘¿vos sos la mamá?’ Una doctora amorosa, que me atendió rebien. ‘Sí, desde las 9 de la mañana estoy, quiero ver a mi hija, ¿qué le pasó?’ ‘¿Vos sabés lo que está pasando?’, me pregunta. ‘Nico me dijo que era algo en la vesícula’. ‘No, parece ser que ha tomado una pastilla abortiva’”. La vida de María corre peligro, le dice.
Lidia se reprocha hasta hoy el haberse “tildado” -es la palabra que usa-. El shock le impidió reaccionar. “Yo llegué y ella estaba en terapia intensiva, no me dejaron verla -recuerda-. El novio todo el tiempo mintiéndome; él y su madre. ‘María va a estar bien, está medicada porque tiene una gran infección en los intestinos. Yo nunca pensé que mi hija estaba en ese estado… fue terrible. El novio en los pasillos, me abrazaba, conteniéndome, pero a todo esto yo estaba en la luna, no sabía nada, mis hijos tampoco, hasta que lo dijo esa médica”.
Después él admitió: “Ella tomó una pastilla abortiva, pero no sabemos si fue eso lo que le hizo mal”, le dijo. “Pero no fue una pastilla, fueron 12″, corrige Lidia.
“Le juro por todos los santos del cielo que yo me tildé -insiste-, no supe decir nada, no supe reaccionar contra él, no sabía lo que estaba pasando, me descompuse en los pasillos del hospital, me llevaron en silla de ruedas a la guardia para tomarme la presión”.
La señal es muy mala en el campo donde vive la mamá de María. Entonces ella graba audios de whatsapp con retazos del relato de lo que vivió. Se le quiebra la voz por primera vez cuando dice: “Me parecía mentira lo que yo estaba viviendo, en serio le digo, por Dios, yo no creía esto, realmente no creía, y hasta el momento en que la trajimos de vuelta ‘no es verdad esto’, me decía para mí, y mis hijos se volvieron locos: ¿qué le pasó a la María? ¿qué le pasó?”
El novio insistía con la versión de una infección, tal vez porque “de chiquita ha sido enferma”, dice Lidia, “cuando la niña hacía deporte, estudiaba, salía a correr, andaba en bicicleta, era completamente sana”.
La doctora le dice a Lidia: “Ella ya sabe que vos estás acá y está muy emocionada, ha hablado con nosotros mucho, le ha pedido perdón a la familia, se ha arrepentido de lo que ha hecho”.
En ese momento, la llevaban a tomografía, pero tampoco entonces la pudo ver Lidia porque inmediatamente después la pasaron a quirófano. Fue luego de esa segunda intervención, que le dijeron a Lidia que no había esperanza: “Cuando la traen de vuelta, de la segunda cirugía, la jefa de terapia me dice ‘Tu hija se va a morir, no podemos hacer nada con ella, tiene totalmente infectados los intestinos. Tiene 3, 5 días de vida, no más. Eso fue el sábado a la tarde, tipo 7, 8. Y el domingo a las 6 de la mañana murió”.
En un momento de esa horrible espera, la madre de Nico le entrega el celular de María. Lidia lo guardó. Estaba apagado. El domingo estuvieron todo el día haciendo trámites para que les entregaran el cuerpo. Luego pasaron por La Paz donde “la gente la quería despedir, los radicales”, recuerda María. “Y el lunes a la mañana vinimos para el campo, y está sepultada acá al lado de su papá”.
Cuando se quedó sola con sus hijos, después de que se fue “el mundo de gente” que acercó sus condolencias, Marcos le dice: ‘Mamá, dame el teléfono de María, lo voy a poner a cargar, a ver qué tiene’. Horribles cosas tiene en el teléfono, hasta el aborto tiene en el teléfono”, dice Lidia.
Se refiere a que, en el aparato, quedó registrado el intercambio de María con la médica. “Marcos lo tiene guardado, también su madrina que es abogada”, agrega ella.
“Fue con pastillas -dice por su parte a Infobae en diálogo telefónico Marcos González López, hermano de María- Yo sé cómo fue todo porque tengo el celular de mi hermana. Allí está todo el chat con la doctora que la guiaba. Hizo todo el procedimiento en el departamento del novio, por teléfono”.
Le dieron 12 pastillas de misoprostol para tomar en 3 veces. “Empezó a las 10 de la mañana -sigue contando Marcos-. En la segunda toma ya le dice a la médica que se siente mal. En un momento, el novio toma el teléfono y dice ‘Mari se ha desvanecido…’” Tenía diarrea y sangrado.
Finalmente, las pastillas hicieron su efecto: “A las 20 horas le avisan a la doctora que había soltado el feto -dice Marcos-. Está hasta el aborto en el teléfono…”
Durante los dos días siguientes, María se siente mal, tiene dolores y mareos. La doctora le dice que se haga una ecografía. “Ella le avisa que no consiguió turno hasta la semana siguiente. Pero la médica no parece preocupada -asegura Marcos-. El jueves temprano le dice que no durmió en toda la noche por los dolores abdominales. Como no tenía fiebre, no pasaba nada. ‘El viernes al mediodía venime a ver al hospital’, le dijo. Mi hermana se presenta a la mañana temprano porque ya no daba más. A la tarde de ese viernes la trasladan a otro hospital [el Perrupato de San Martín] y el mensaje de la médica fue ‘cualquier cosa me avisás’”.
“Desde el momento en que empieza hasta que ella se desmaya, él le preguntaba a la doctora ¿es normal que pase esto? ¿que le duela? Sí, es normal, le decía ella; todo por teléfono, ¿por qué no la llevó al hospital? se podía haber evitado todo esto”, se lamenta la madre.
“Después querían tapar todo, todo política -dice Lidia-; recién ayer entregaron la necropsia y a mí me dijeron que iba a demorar más o menos 15 días. Esto está tapado, hay mucha política de por medio. Y yo ya no aguanto más, voy a ir a dónde sea por ella, total no tengo nada que perder, yo vivo sola, tengo tres hijos más, varones, cada uno tiene su familia, hijos hermosos, bellas familias tienen mis hijos, yo estaba solita con María, ella iba y venía, trabajaba, estudiaba, venía los fines de semana. Me decía: mamá, cuando tengamos vacaciones nos vamos a ir las dos a conocer el norte argentino. Ese era su sueño”.
El abogado de la familia estaba esperando la autopsia antes de decidir qué hacer. “La está analizando. A simple vista, había restos embrionarios, infección en los intestinos y en útero. Murió de un paro cardíaco causado por la septicemia”, dice Marcos.
“Mi hermana confió en esa doctora -agrega-. Estuvo como 20 días hablando con ella previamente. Todos le dieron el ok para el aborto, salvo la psiquiatra que dijo que no la encontraba bien, que la veía un poco indecisa, mal anímicamente. De todos modos la doctora autorizó el procedimiento. Las pastillas se las entregaron al novio el 28 de marzo. Pero mi hermana no quiso hacerlo entonces era Semana Santa. Y lo hizo recién el 5 de abril. Nosotros somos antiabortistas, somos pro vida y mi hermana también lo era hasta hace unos años. Ella iba a la parroquia, al grupo de jóvenes de la iglesia. La Facultad lamentablemente la cambió”.
“Nosotros no sabíamos que estaba embarazada. En la historia clínica, cuando ella se internó pidió que no nos dijeran el motivo. El novio nos dice que era ella la que quería abortar -dice Marcos, nada convencido-. En los chats ella dice que es por la facultad, por el trabajo. Por momentos dice que no, que le da sentimiento. Tenían una relación de más de cinco años. El era muy posesivo, controlador. Yo tengo el teléfono y vi mensajes muy malos de él. Cuando ella vino al campo aquel jueves, él le dice: ya hablé con la doctora, comé sano, comé livianito, y así, manipulándola todo el tiempo”.
A Nico la familia no lo volvió a ver: “Nunca vino a decirnos: nos equivocamos”, dice Marcos. “La militancia también fue por influencia del novio -asegura-. Él la convenció de que se presentara como presidente de la juventud radical de La Paz.
A la demora en la entrega de la autopsia, se suma otro detalle extraño que consigna Marcos: “El fiscal no nos quiso recibir el teléfono como prueba porque dijo que era algo personal. Notamos que quieren tapar lo que pasó. Quieren instalar que no murió por eso”.
“Lamentablemente mi hermana es una víctima más de estas leyes que votan sin pensar. Mi hermana se pudrió por dentro -agrega, crudamente-; creyó que era algo seguro y normal”.
Desde algunos sectores de la UCR salieron a hacer control de daños. “El día que ella muere -cuenta Marcos- nos llamaban varios de sus compañeros. Querían hacerle juicio a los diarios porque decían mentiras. Y querían nuestro permiso. ‘Es por todo lo malo que dicen de ella, me explican’. Y yo les digo, ‘no, ustedes quieren tapar la ley, ¿qué mentira dicen los diarios?, si es verdad que se hizo un aborto y murió por eso. Tengo la historia clínica”.
“Lo que pasa es que todos ellos son abortistas, en la Facultad, todos”, concluye.
No hubo juicio a los medios, pero sí un comunicado de la UCR Mendoza: “Difundir y elaborar juicios de valor sobre la salud y la vida privada de María del Valle es una forma de violencia contra las mujeres, ya que a través de este tipo de actos y/o conductas se contribuye a mantener patrones de valoración que legitiman y perpetúan las desigualdad de género”.
A continuación afirman lo obvio: que será la Justicia la que determine las causas del fallecimiento.
¿Qué dicen los especialistas? ¿Es posible que el misoprostol genere complicaciones tales que la persona pueda morir, como sucedió en este caso?
“Hace unos años, antes de la legalización del aborto en Argentina, la FDA [la agencia que autoriza los medicamentos en los Estados Unidos] informó de casos de sepsis [infección generalizada del organismo] por misoprostol”, djo a Infobae la ginecóloga y obstetra María de Urraza (m.p. 116182). La explicación es que “esa droga produce tantas contracciones que genera áreas de isquemia, es decir, sin oxígeno, que favorecen el desarrollo de una bacteria altamente infecciosa, la clostridium sordelli”.
En efecto, esta bacteria, presente normalmente en el organismo, puede, en ciertas circunstancias, y por mecanismos no del todo establecidos, multiplicarse y provocar una infección general del organismo, una sepsis. Entre los casos en los cuales se han verificado estas infecciones, están algunos por aborto inducido.
“Otra hipótesis -sigue diciendo María de Urraza- es que haya habido una ruptura uterina. Hipótesis desde ya, porque no conocemos la historia clínica ni la autopsia”.
“Por protocolo no es obligatorio hacer estudios previos, como ecografía. Tampoco un hemograma -señala, apuntando a la ligereza con la cual se promueve esta práctica- Eso es grave porque en los barrios humildes, por ejemplo, muchas mujeres tienen anemia crónica y sin embargo se les da misoprostol sin ningún chequeo previo, sólo un cuestionario rápido para descartar algunas incompatibilidades. Que no se pida un hemograma o un coagulograma antes de suministrar un medicamento que está diseñado para hacer sangrar, es preocupante”.
¿Es cierto que no se exige una ecografía previa?, preguntó Infobae al doctor Rafael Pineda (mp 4104), que por muchos años fue jefe del Servicio de Ginecología del Hospital Clemente Álvarez de Rosario. “¡Se prohíbe la ecografía!, a ver si ven el latido y se arrepienten de querer abortar”, ironiza.
Apunta así al clima que se vive en el país desde la legalización del aborto -y antes también-: toda la política apunta a que la practica se realice sí o sí, ya que la norma no contempla ningún tipo de período de reflexión o de asesoramiento que no sea exclusivamente sobre los diferentes procedimientos y sobre éstos no se dan muchos detalles: nunca nada disuasorio, como si un nacimiento fuese la peor de las calamidades.
La legalizacion del aborto lo ha banalizado, convirtiéndolo en un método anticonceptivo más, contrariamente a lo que sostenían sus promotores. Todo en la norma y en su implementación está orientado a no disuadir a las mujeres de abortar, sino a facilitar al máximo el procedimiento y garantizar el resultado.
“Estas cuestiones se manejan habitualmente por correspondencia -dice el doctor Pineda, aludiendo al whatsapp y al correo electrónico-. Un Evatest y listo; no hay diagnóstico directo del embarazo, ni ecografía. No se sabe si el embarazo es intra o extra uterino”. La importancia de esto es que “muchas de las complicaciones se deben a una ruptura de un embarazo extrauterino”, agrega. “En el caso de un embarazo ectópico, el misoprostol puede causar hemorragia y ruptura de las trompas”, agrega, y si la paciente “no consulta inmediatamente o no es controlada como se debe”, puede sobrevenir la muerte.
“El misoprostol tiene una absorción errática -explica María de Urraza-. Hay casos en los que con medio comprimido ya se dan grandes contracciones. En otros, 4 pastillas pueden no hacer efecto. Ahora bien, las contracciones son tetánicas [N. de la R: fuertes y sostenidas], demasiado potentes y pueden desgarrar el tejido. Aunque esto por lo general pasa en mujeres que tuvieron varios partos o cesárea”.
“Las contracciones que genera el misoprostol son fuertes porque el cuerpo naturalmente tiende a preservar el embrión”, por lo que, “para desprenderlo, hace falta mucha violencia”, explica la ginecóloga. Es el tipo de detalles que no se les brinda a las mujeres que van a abortar y el motivo es que son fuertemente disuasorias. Como la ecografía.
María de Urraza también destaca el hecho de que “se está dejando estas prácticas en manos de gente que no es especialista, no son ginecólogos y, como no exigen ecografía, muchas veces calculan mal la edad gestacional y están sacando fetos viables”.
Es lo que pasó en agosto pasado en el Hospital de Tartagal, Salta, donde se practicó un aborto de un feto de 22 semanas (más de 5 meses de gestación), muy posiblemente viable, por el que está investigada una médica que no es ginecóloga.
“Ponen a gente que no es especialista a aplicar un protocolo. En este caso, parecería evidente que hubo abandono de persona por parte de la médica, pero previamente algo salió mal con la droga abortiva”, dice.
Una droga abortiva suministrada con ligereza. “No es gratis el uso de misoprostol, dice por su parte Pineda. Hoy se trata la eliminación de un ser humano como si fuera sacarse una uña encarnada o curarse un resfrío. Una situación sumamente antiética: médicos que fueron formados para cuidar la vida se encuentran haciendo lo contrario”.
“Hay una epidemia antivida, se está difundiendo a todo el país y a la vez es contagio de lo que pasa en el mundo. Y Rosario es la capital del aborto”, sostiene.
“La dosis que se da de misoprostol es inversamente proporcional a la edad de gestación. En las primeras semanas tiene que ser mayor -dice de Urraza, lo que explica las 12 pastillas que tuvo que ingerir María-. El Misoprostol es prostaglandina, su efecto es reblandecer el cuello y producir contracciones”.
El doctor Rafael Pineda explica que los obstetras usan el misoprostol para inducir el parto y a veces una sola pastilla en la vagina de la mujer ya causa el nacimiento. En cambio, en el comienzo de la gestación, la dosis es más fuerte.
“Yo fui el primer objetor de conciencia -agrega Pineda, con orgullo-. Yo dirigía el servicio de Ginecología del Clemente Álvarez, hospital municipal, donde nunca se hizo un aborto. Ya me jubilé pero sigue siendo un bastión pro vida. Sí recibíamos muchas pacientes con abortos iniciados en otro lado a las que se les daba todos los cuidados y en 35 años, si mueriron 6 ó 7 pacientes es mucho”.
También aclara que no hay estadísticas conocidas de las complicaciones del misoprostol: “No las brindan, se cuidan muy bien de hacerlo”.
“La tasa de mortalidad por aborto provocado en la Argentina era bajísima antes de la legalizacion -aclara-. La última estadística era de 13 ó 14 muertes en todo un año en todo el país”.
Pese a ello, los promotores de la legalización no se cansaron de repetir cifras totalmente infladas durante el debate de la ley. Del mismo modo que ahora, a la inversa, quieren acotar el caso de María del Valle González a la mala praxis para poder sostener, como ya hacen circular, que desde la legalizacion no hubo muertes maternas por aborto.
María del Valle González López había terminado de cursar la licenciatura en Asistencia Social y estaba rindiendo sus últimas materias. El último año lo había pasado entre el departamento del novio y la casa del hermano en La Paz, porque necesitaba la conexión de internet para cursar a distancia.
Los González López son gente de campo. Crían vacas y cabras. Dos de los hermanos son además docentes, al igual que una de sus cuñadas. El hermano del medio es camionero, transportista. La madre es pensionada, porque el papá de María falleció hace cinco años. En la familia ya hay siete nietos.
Marcos y su esposa tuvieron a su primer hijo hace un año y tres meses. “Mi hermana era la madrina. El 18 de junio mi hijo cumplió un año. Íbamos a festejar juntos porque era el cumpleaños de ella también. Si no hubiera hecho eso, hoy estaría con nosotros, feliz”.
“Ella pasó la Semana Santa acá, con nosotros, en casa, en el campo -recuerda la madre-. Se lo pasó con sus sobrinos, jugando, trajo huevos de Pascua que había hecho ella con todo amor, porque es una niña súper, súper amorosa”, dice, hablando todavía en presente, pero luego se corrige: “No sabe lo que era esa niña, hermosa por fuera y por dentro, un amor, un amor de niña, todo el mundo la quiso… es algo increíble lo que pasó”.
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