En agosto de 2018, Sofía Gutierrez (28) dejó la Argentina. Recibida de enóloga, eligió seguir su carrera en Europa. Pasó por Francia, y finalmente se instaló en Barcelona, España.
Debido a la llegada de la pandemia tuvo que esperar más de dos años para volver a abrazar a su madre, padre, abuelos y hermanos. Para ser exactos, 30 meses o 900 días.
El momento del encuentro se dio cuando ya el cupo de vuelos para viajeros no sufría las restricciones. A más de 11.000 kilómetros de distancia, Sofía, junto a una amiga, planeó la sorpresa.
“Tenía pasaje para volar a Mendoza en abril del 2020, pero me lo cancelaron por el cierre de fronteras”, le cuenta a Infobae. Todo lo que ocurrió después es historia.
“Cuando uno emigra el desarraigo de los afectos es lo que más duele. Nosotros somos casi cincuenta entre tíos, primos, y abuelos. Somos muy unidos con mis tres hermanos. Se extraña mucho. Cuando el contexto es incierto, la distancia para más larga, y todo se sufre”, relata la joven.
Durante los primeros meses donde el coronavirus golpeó tan fuerte España, Sofía perdió el trabajo y vivió de sus ahorros. “A la vez solo pensaba en mi familia, temía que se enfermara o peor que tuviera que viajar de urgencia y no llegar a tiempo”, agrega.
Nada de eso ocurrió. Con varias postergaciones de vuelos, y otros imprevistos personales, finalmente Sofia viajó a Ezeiza, y luego a Luján de Cuyo. En el aeropuerto local la esperaba su mejor amiga.
El plan original era ir directamente a su casa a reencontrarse con todos, sin embargo su hermana mayor se había contagiado de Covid-19. “Tuve aguantar la ansiedad , los nervios otra semana hasta que tuviera el alta médica”, reconoce.
Durante los días que estuvo “escondida” en Mendoza, Sofía hizo malabares para que su madre, Sandra, no sospechara de nada. “Cada vez que quería hacer una video llamada le comentaba que estaba en el médico, el trabajo o haciendo actividad física. Compartía fotos de lugares del barrio donde vivo, Les Corts para distraerla... todo era válido”, admite.
Un sábado soleado, Sofía se presentó en el escalón de su casa, tocó el timbre y su madre le abrió la puerta. “Estábamos las dos en shock. Nos miramos fijo, por algunos instantes no supimos cómo reaccionar. Al segundo se me pasó, y la abracé fuerte... no quería soltarla”, admite. Luego vinieron las lágrimas.
Y sigue tratando de poner el palabras lo que se ve en imágenes : “Una conexión inigualable”, hace una pausa, y retoma “Sentí varias emociones por un lado mucha felicidad, y por el otro cierto alivio, porque no podía creer estar en mi casa después de ese año dolorosísimo que significó el 2020″.
Toda la secuencia fue registrada en video y compartida en la cuenta personal de Tik Tok. Al día de hoy acumula más de 56.000 reproducciones, y 13.000 de me gustas. Además de los comentarios positivos por parte de los usuarios, entre ellos testimonios de personas que se identificaron porque viven lejos de sus seres queridos.
Después llegó el momento de sentir el calor de su padre, el afecto de sus hermanos, y su abuela Soledad, de 80 años. “Era la charla que más anhelaba tener. Además de los domingos sagrados donde se juntan todos en la mesa a tomar mate”.
Sofía pudo permanecer un tiempo largo en Mendoza, se cargó de energías para retornar a su vida en Barcelona. Sabe que con el contexto sanitario bajo control no tendrá estar tanto tiempo sin sus afectos. “Sé que el video es muy hermoso, pero trato de no verlo porque me hace extrañar mi casa”.
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