“La Ruta de las Bobes”: el proyecto cultural que honra a los abuelos que emigraron de Europa del este y nunca volvieron a sus pueblos

Dan Lande rompió un plato de su abuela y, por la angustia, quiso reparar la historia que sus abuelos se encargaron de ocultar. Conocer parte de su árbol genealógico, lo impulsó a promover otros encuentros de familiares de migrantes de mediados del siglo XX. En dos años ya hizo más de 40 homenajes

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La Ruta de las Bobes por @Rulodeviaje

“El 21 de febrero del 2019 rompí por accidente cinco platos que pertenecían a mi abuela paterna, Janna, y que habían estado por más de 70 años en mi familia”, recuerda Dan Lande, de 38 años, o como se lo conoce en las redes sociales @Rulodeviaje. Esa noche no pudo dormir: sintió que había deshonrado la memoria de su abuela. Para revertir la angustia, hizo lo que mejor sabe hacer: usar su creatividad. Este licenciado administrador de empresas, dejó la oficina en 2011 para especializarse en el universo de la innovación y viajes. Transformó ese accidente en un proyecto que une el pasado con el presente: lo llamó “La ruta de las bobes”.

“Se me ocurrió visitar el pueblo de mis cuatro abuelos con los pedazos de platos rotos (en vez de la copa como indica la tradición judía que recuerda la destrucción del Templo de Jerusalem) junto a un mensaje para luego dejarlo en algún destino especial”, detalla el creador. La iniciativa que comenzó en 2019 tuvo tal repercusión que no se limitó en su historia personal ni al judaísmo. Los curiosos que quieren viajar a sus orígenes llegan de todas partes del mundo y lo contactan para ser protagonistas o apoyar a otros en sus reconstrucciones.

Dan Lande viajó al pueblo
Dan Lande viajó al pueblo de sus abuelos paternos en mayo de 2019

Pedacitos de platos que toman forma

Janna y Joell, sus abuelos paternos, sobrevivieron al nazismo. Nacieron en un pueblo de dos mil habitantes llamado Stoczek. “Se escaparon cuando llegaron los alemanes, pero los encontraron y quedaron como prisioneros en un campo de concentración en Siberia -relata-. Al final de la guerra volvieron a Polonia y se encontraron con un único sobreviviente que se había ido a Buenos Aires, mi tío abuelo. Es por eso que en 1946 emigraron a la Argentina. Nunca quisieron hablar de su vida en Europa y tampoco volver a su ciudad natal”.

Por vergüenza, dolor o pudor, nunca recordaron el horror de esos años. Los datos que había sobre sus antepasados eran insignificantes. Había que acercar la lupa para hurgar en esas raíces familiares. Con la ayuda de su hermana y su tío, volaron hasta Polonia. Allí pudieron visitar la escuela primaria a la que acudieron sus abuelos e incluso almorzaron con el alcalde. En el viaje dieron con la familia Postek.

“Mi abuelo escribió un libro en ídish donde menciona a los Postek. Solo seguí las pistas”, dice. Dio con una mujer de 90 años, que los invitó a tomar el té en su casa. Ella, dispuesta a ayudarles en su tarea de reconstrucción emotiva, les completó los capítulos de la tragedia: “Mis padres refugiaron a tus bisabuelos bajo este techo -les contó la mujer-, los nazis se enteraron los encontraron y los fusilaron a todos. Me salvé porque estaba en la escuela”.

Frente al hallazgo, y como propósito de su proyecto, Dan juntó los pedazos de plato que había roto en Buenos Aires y en un acto simbólico decidió posarlos los restos en el memorial del pueblo. “Esa fue mi manera de honrarlos casi 80 años más tarde”.

En la casa de la
En la casa de la señora Postek completando parte de su historia familiar y personal. Los bisabuelos de Rulo estuvieron escondidos bajo este techo hasta que fueron encontrados y fusilados por el nazismo

Pueblos de emigrantes llenos de historias

Viajar desde Sudamérica a Europa del Este no es sencillo ni económico: también existe la incertidumbre por no hallar indicios del legado. “Muchos creen que sus pueblos de origen ya no existen, que fueron borrados del mapa”. Rulo insiste que no es así. “Mi objetivo es mostrar que, en la mayoría de los casos, esos lugares aún tienen vida, y colaborar con estos nietos y nietas para llegar al origen de todo”.

Rulo ya pasó por Bielorrusia, Ucrania, Rumania, Moldavia, Bulgaria, Lituania y Polonia. Consigue un plato, lo pinta, lo rompe y lo deja. Así es la dinámica en general. “En 2019 hice 25 homenajes, en 2020 vino la pandemia, y retomé el proyecto en 2021 con unos 19 platos rotos”.

Pedazo de platos que forman
Pedazo de platos que forman la historia. Este homenaje fue hecho una organización de Moldavia que buscan su identidad

No todas las historias son tan duras. “Hay reencuentros muy felices y alegres”, precisa. En julio logró un reencuentro único. María Magdalena Montero Pinczak, la nieta uruguaya de Nikita y María, pudo dar con gran parte de su familia, que aún reside en el pueblo de Komancza, al sudeste de Polonia, de donde eran sus abuelos. “Me recibieron para almorzar y sumaron más miembros. Brindamos y terminamos en el memorial”, describe Rulo, como parte de las anécdotas que recolecta. Como sucede en los viajes, lo invitan a experiencias que trascienden el propósito. “Tratando de recolectar información di con una pareja que me invitó a su boda, y claro que fui”. De esas anécdotas tiene varias que lo conectan con nuevos protagonistas.

En 2021 el proyecto fue declarado de interés cultural por el Ministerio de Cultura del gobierno porteño. Pretende reunir todos los relatos en un libro. Para que la iniciativa llegue a más personas, es posible colaborar a través de un Crowfunding en www.rulodeviaje.com/bobes.

Rulo junto a la familia
Rulo junto a la familia Pinczak, que reside en el pueblo de Komancza, al sudeste de Polonia, de donde eran sus abuelos de María de Uruguay

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