Se llamaba José Antonio Guillermo Divito.
Pero él sólo usaba su tercer nombre: Guillermo. Y finalmente, todos sus amigos lo llamaban Willy.
Willy Divito, el dibujante. El de Rico Tipo. El de las chicas.
Su papá había sido un médico de renombre y quería que su hijo continuara la misma carrera. Pero Willy no cumplió el mandato paterno, porque a él le gustaba dibujar. Lo hizo desde chico y por eso cuando estaba en la escuela secundaria ya colaboraba en las revistas de la época.
En 1936 entró a la célebre “Patoruzú”, la revista de Dante Quinterno. Pero nunca se llevaron del todo bien, porque Willy dibujaba demasiado cortas las polleras de las chicas. Y Quinterno se las hacía redibujar más largas.
Pero Divito ya tenía su propio proyecto en la cabeza. Algo había anticipado en la “Revista Caricatura Universal”, con un tono más picaresco y burlón que el que había consagrado la revista del cacique tehuelche.
Y el 5 de noviembre de 1944 fundó la publicación que fue un sello del periodismo gráfico de humor en la Argentina: Rico Tipo.
Su éxito fue arrollador.
El mismo día de la aparición Divito salió a dar una vuelta por los kioscos para comprobar cómo iba la venta. Para su sorpresa, la revista no estaba por ninguna parte y él creyó que de tan mala que era los canillitas ni siquiera la habían aceptado.
Hasta que se dio cuenta: no quedaba ni una porque se había agotado en el acto.
La había pegado con el humor porteño, a diferencia del humor más tradicional de “Patoruzú”. Y Divito era no sólo dibujante, sino además el orientador de su equipo de periodistas y escritores: Eduardo Almira, que había sido secretario de redacción del diario El Mundo; el uruguayo Luis Alberto Reilly, que firmaba Billy Kerosene; Manuel A. Meaños, creador del “Ñato Desiderio; Miguel Ángel Savio, cuyo “Juan Mondiola” fue todo un símbolo; Luis Parks, que diseñó un personaje inolvidable: “el gordo Villanueva”. Y Calki, seudónimo de Raimundo Calcagno, que se encargaba de las crónicas cinematográficas.
Ya se perfilaba un joven Carlos Warnes, que con los años sería el máximo libretista de Tato Bores en la televisión. Pero casi 30 años antes, en Rico Tipo, Warnes se consagró como César Bruto, propiciando el lucimiento de un maestro del dibujo: Oski.
Porque Divito se rodeó de notables dibujantes, como Toño Gallo, Pedro Seguí, Mazzone, Andino, Revelli, Liotta. Y le dio la oportunidad a aquellos que encarnaban una línea más vanguardista, como por ejemplo Juan Ángel Cotta, hermano mayor de la querida Blanca Cotta.
Aunque al hablar de los dibujantes de Rico Tipo, hay que mencionar a dos fenómenos que eran la debilidad de Divito: Abel Ianiro y Calé. El zurdo Ianiro inventó un estilo de caricatura -combinando témpera, anilinas y pastel- que luego prolongó en las portadas de la revista Canal TV. Y Calé -su nombre verdadero era Alejandro del Prado- produjo la más asombrosa radiografía del alma porteña en su “Buenos Aires en camiseta”.
Muy pronto los personajes creados por el propio Divito se hicieron populares: El abuelo, Fúlmine, Pochita Morfoni, Falluteli y Bómbolo, todos nacidos de una aguda observación de la realidad. Aunque sin dudas, su máxima creación fue El otro yo del Doctor Merengue, considerada como una divertida alegoría psicoanalítica.
Era Rico Tipo, era Divito. Y si algo faltaba, allí estaban las chicas.
No se sabía si era la realidad retozando en las páginas de la revista o si las creaciones de tinta china saltaban a la calle. Pero esas muchachas de cintura fina y piernas torneadas, de pelo lacio y busto rotundo, se instalaron en el imaginario colectivo y fueron -¿son?…- casi un modelo de mujer.
Divito tenía alma de maestro. Creó su propia escuela de dibujo por correspondencia y en una nota que escribió para la revista “Dibujantes”, reveló cómo creaba sus chicas:
-Me limité a plasmar el tipo de chicas que me gustaba… ¡y esa mujer era la que le gustaba a mucha gente! Mi chica nació de mi imaginación y se fue concretando concretando con la unión de ojos de este color, cabellos de aquel otro, cintura de cierto tipo de mujer, boca de otras y piernas de otras más. Así logré por fin formar el conjunto que habría de satisfacerme desde el punto de vista estético.
Pero el verdadero secreto estaba en el planteo inicial. Quienes estudiábamos con sus lecciones aprendimos algo fundamental: en el trapecio sobre el que bocetaba la figura femenina, la línea de los hombros de las chicas tenían un inclinación opuesta a la de las caderas. Y las rodillas volvían a orientarse en el sentido de los hombros. Otro detalle: los brazos siempre separados del cuerpo, para resaltar la cintura y el busto. ¡Tomen una hoja blanco, un lápiz, practíquenlo y van a comprobar el resultado!
También se habló mucho de la moda Divito. La ropa de las criaturas dibujadas orientaba el gusto de muchas mujeres de aquel país nuestro de la década del 50. Incluso Willy llegó a lanzar una línea de muñecas, enjundioso antecedente de las Barbies.
Pero no sólo reflejó el modo de vestir de las chicas. También sus personajes masculinos fueron el paradigma de la elegancia de los muchachos de la época.
Divito es una página del periodismo gráfico argentino y al mismo tiempo sintetiza un momento de la historia de Buenos Aires.
Dueño de una asombrosa versatilidad creadora, fue un original cronista de viajes. La clásica fórmula “Textos y apuntes de Divito” aseguraba la riqueza de una narración en la que los dibujos superaban el valor de cualquier fotografía. Recorrió Europa y semanalmente publicó relatos deliciosos de los países que visitaba.
Aunque quizás sus mejores relatos fueron los que le inspiró Brasil.
Iba muy seguido. Por el sol, por la playa, por el aire libre. Y por las chicas.
Sus compañeros de trabajo Guerrero y Dol, con los que se asoció para fundar la revista “Lúpin”, me contaron que en ese aspecto era un fenómeno:
-Lo llamaban chicas todo el tiempo… Y muchas venían a verlo a la redacción… ¡¡¡Eran iguales a las que dibujaba!!!…
No se casó nunca, pero tuvo grandes amores. Sus colegas evocaron un detalle significativo:
-Yo recuerdo que la única foto que tenía en su oficina, sobre el tablero, era la de Susana Brunetti…
Una actriz argentina, que triunfó en España, le rompió el corazón. Fue Carlos Garaycochea quien me lo contó:
-Una noche llegó al bar de la avenida Santa Fe y Ayacucho… Y se puso a llorar… Ella estaba actuando en el Teatro Grand Splendid y acababa de decirle que lo dejaba y se iba a Madrid con Juan Carlos Thorry, su compañero de rubro…
Divito fue múltiple como empresario. Además de asociarse con Guillermo Guerrero y Héctor Sídoli para lanzar “Lúpin”, editó tres revistas de historietas serias (“Audaces”, “Delito” y “Crimen”), montó una empresa de dibujos animados para publicidad, tuvo un restaurante, fue dueño de una boite en Buenos Aires y otra en Mar del Plata. Y también fundó y dirigió una escuela de dibujo, donde se dictaban varios cursos a cargo de conocidos profesionales.
Fanático del jazz moderno, su ídolo era Stan Kenton. Le gustaban el whisky y fumar en pipa. También los autos.
Y manejaba rápido.
El 5 de julio de 1963, en Lages -en el sur de Brasil- estrelló su cupé roja Fiat 1500 contra un camión. Murió en el acto. Tenía 54 años.
Ignoramos los motivos por los que su cuerpo nunca fue traído a la Argentina.
En cualquier caso, tenemos otras deudas con Willy.
Deberíamos organizar una megaexposición con su obra. Quizás producir un documental sobre su vida. Escribirle un tango. Por qué no, montar una comedia musical en torno de su figura. Y aumentar la solitaria producción de Pablo De Santis, que en 1995 escribió un único libro sobre el maestro: “Rico Tipo y las chicas de Divito”.
Me consta que en un rincón del barrio de Villa Lugano hay una plazoleta con su nombre.
¿Será mucho pedir -además- que una calle de Buenos Aires tenga su nombre?
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