La del Gran Hotel Viena parece una de esas historias de pueblo que nunca se dan por terminadas. Mientras la temporada de primavera-verano se prepara con gran expectativa en Miramar, localidad cordobesa emplazada a la vera de la laguna de Mar Chiquita y en la que se está por crear el Parque Nacional más grande del país, una polémica de vieja data continúa reactualizándose a partir de un conflicto que sigue vivo en la región: las ruinas de un hotel que vive entre el mito del nazismo, fantasmas, un heredero que reclama la propiedad y un patrimonio arquitectónico en disputa.
Según investigadores, guías del lugar y habitantes, este gigante erigido en la punta del mapa geográfico está íntimamente ligado al nazismo: desde la construcción del mismo hasta la sospecha que allí no sólo fueron a rehabilitarse criminales de guerra; las hipótesis más osadas ubican al mismísimo Adolf Hitler en un supuesto hospedaje en un balcón con vista a la laguna.
Sin embargo -como quedó asentado en una nota publicada por este medio- no hay fotos ni filmaciones como tampoco registro en las actas del hotel ni otro documento histórico que respalden el mito. Sobre esa base, el nieto de Máximo Emilio Germán Pahlke, empresario que construyó el hotel en los ‘40, desmiente de plano la vinculación de su familia con el régimen nacionalsocialista. Otro ingrediente para la polémica es que la Municipalidad de Miramar y la firma Wandorf Company SA, creada por Máximo Pahlke (hijo) en 1965, discuten actualmente en la Justicia la posesión de ese antiguo complejo turístico. De hecho, existe un juicio de desalojo en curso iniciado por la familia Pahlke del que todavía no hay noticias.
“Se usa lo de Hitler para atraer a los turistas. Es una farsa. Mi familia repudiaba al nazismo. Quiero recuperar la propiedad para volver a abrir el edificio y generar fuentes de trabajo”, había dicho a Infobae Max Pahlke, nieto de Max Emilio Germán Pahlke y quien reclama ser heredero en vida de la familia.
Pero no todo terminó allí. En una carta recientemente enviada a este medio, el ex intendente Daniel Cerutti, que estuvo al mando de Miramar entre 1987 y 1993, refutó duramente los argumentos del heredero.
“Me recuerda en algunos pasajes al Mono Gatica y su frase para la Historia: ´Yo nunca me metí en política, siempre he sido peronista´. Decir que su abuelo era contrario a esa ideología (nacionalsocialista) y paralelo a ello ser director sudamericano de la Mannesmann, multinacional pionera en el mundo y a la vanguardia en fabricación de caños sin costura”, comienza el escrito.
“¿Qué hizo la Mannesmann durante la guerra”, se pregunta el ex intendente, que hoy vive en Italia. Y responde: “Con un mínimo de honestidad retroactiva se puede analizar que la inmensa mayoría de los alemanes eran nacionalsocialistas y al inicio de la Segunda Guerra Mundial nada hacía presagiar que Alemania sería derrotada. El hotel se construyó cuando Alemania parecía la dueña del mundo y se cerró cuando fue derrotada y los vencedores instauraron un nuevo Orden Mundial”.
En charla con este medio, Max Pahlke, que se jacta de ser el único sucesor de la propiedad, denunció que sus hijos habían tenido problemas en el colegio porque los discriminaron al tildarlos de nazis. Dijo, además, que todavía se hace cargo de los impuestos del hotel y que tiene la escritura del mismo a nombre de Wandorf Inversora. “El hotel me pertenece, no está en mi poder porque hay una usurpación municipal. Tenemos una acción de desalojo hace muchos años contra la municipalidad. Ellos dicen que el hotel se abandonó pero nosotros contamos con un documento, que es un comodato firmado por el intendente municipal. Ese documento dice que yo les prestaba el hotel por un tiempo y después me lo tenían que devolver. Están las firmas”, había expresado en su momento.
Sobre la construcción del mobiliario, lo desligó de toda ideología y había sido categórico. “Mis abuelos no simpatizaron nunca con el nacionalsocialismo -enfatizó-. De hecho, mi abuelo vino a la Argentina en 1904, o sea, bastante distante con la fecha en la que comenzó el partido alemán. Cuando empieza la Segunda Guerra Mundial ellos deciden quedarse en Argentina, porque hasta ese momento habían estado yendo y viniendo entre nuestro país y Alemania. Los viajes no eran tan fáciles como hoy, que en 15 horas estás en Alemania. De hecho, en el barco llevaban una vaca, la ordeñaban para tener leche fresca, y cuando llegaban, se la comían. Ese era el proceso de un viaje para venir a la Argentina. El hotel no fue construido por alemanes que simpatizaban con el nazismo, es algo falso. Toda esa leyenda se construyó porque le conviene al pueblo. Si no, no tendrían las visitas guiadas al hotel y todas esas cosas”.
Su familia parece ser la única en defender ese argumento. Para el ex intendente Daniel Cerutti, en una opinión coincidente con el municipio actual, el bien es patrimonio de la comunidad y no un asunto de propiedad privada. “El único argumento de Pahlke es que es el heredero en vida que queda en Argentina. ¿Pero por qué durante años el hotel estuvo abandonado y no se presentó en la justicia?”, se interroga. En ese sentido, abogó para que el expediente pueda reactivarse en sede judicial y echar luz sobre la disputa.
El heredero Max Pahlke, al tomar conocimiento de la carta de Cerutti, reafirmó sus anteriores dichos y ahora se limitó a decir: “Relacionar a mi abuelo con el nazismo por ser director de Mannesmann, cuando él ya ejercía el cargo mucho tiempo antes de eso, es como afirmar que Cerutti, por tener la ciudadanía italiana, sea un fascista”.
Pahlke adelantó nuevas medidas judiciales para acelerar su trámite como responsable familiar del Viena. “He sido el intendente que tomó posesión del bien -prosigue Cerutti, en su carta-. El Concejo Deliberante votó por unanimidad para dar paso a una ordenanza municipal, no es que existió una usurpación. Ahora bien, si quien se dice el heredero lo quiere recuperar, supongo no será gratuito. El municipio invirtió millones durante décadas para preservarlo”.
En la actualidad, el Gran Hotel Viena se conserva como museo y es un punto turístico de Miramar, que no es la costa bonaerense sino la segunda laguna más grande de agua salada de Sudamérica y una alternativa de paseo en la provincia a la clásica visita a las sierras. Apenas se entra al hall del edificio, una guía reparte un folleto que reza: “Gran Hotel Viena. Un misterio frente al mar. Museo de Sitio. Quizás mucho se ha hablado o escrito sobre la historia de este Gran Hotel. Y lo cierto es que, en medio del esplendor y el ocaso que protagonizó, en la actualidad sobreviven entre sus ruinas misterios, belleza, lujos. Y, por sobre todo, asombro”.
Las paredes descaradas, la humedad que forma mil figuras distintas a la luz de una linterna en las visitas nocturnas: el Viena también es el escenario perfecto para la imaginación espectral y reúne las herramientas narrativas para un relato típicamente gótico. Decenas de videos circulan en Internet sobre los fantasmas del hotel.
Entre la ficción y la realidad, sin embargo, el Viena tiene su propia historia. Todo comenzó en los albores de la Segunda Guerra Mundial. El hotel fue construido entre 1940 y 1945 con una tecnología de avanzada por la familia alemana Palkhe, accionistas de la compañía de acero Mannesmann -que durante la guerra fabricó los cañones de los tanques Panzer-, una de las más beneficiadas por el Tercer Reich.
Miramar, en ese entonces, tenía 1.600 habitantes y era furor por sus aguas curativas: los turistas la buscaban por sus propiedades de la sal y el barro de su espejo de agua salada de 6 mil kilómetros cuadrados: la quinta del mundo en extensión.
Ochenta y cuatro habitaciones, un ascensor, calefacción, aire acondicionado: elementos poco comunes para la época. Pero no sólo eso. El Viena era, verdaderamente, un pueblo dentro del pueblo. Se autoabastecía y prescindía del afuera: tenía banco, correo, central telefónica, lavandería, taller mecánico, una piscina, frigorífico, panadería y hasta servicios médicos.
En marzo de 1946, sin embargo, los dueños sellaron las persianas y se retiraron del lugar. El Hotel Viena cerró oficialmente en 1947, luego reabrió en 1962 y a partir de allí tuvo aperturas parciales. Desde entonces sufrió daños por robos, saqueos y por falta de mantenimiento. Pero lo que terminó de destruirlo fue la inundación de 1977, que tapó el 60 por ciento del pueblo y arruinó uno de los focos más importantes turísticos de la región. El Viena quedó en pie, en el mismo borde de la laguna. No fue devastado pero la fachada, por la erosión del agua, se derrumbó.
El intendente actual de Miramar, Adrián Walker, dio una breve opinión sobre el asunto. Prefirió omitir la cuestión judicial y confirmó que cuando empezó su gestión, en 2007, el hotel ya estaba en posesión de la comuna. “Se sigue trabajando para preservar el recurso edilicio, ya que es un patrimonio de bien municipal. Y un atractivo para muchos de los visitantes”, dijo en diálogo con Infobae.
Uno de los deseos del ex intendente Daniel Cerruti, que aún conserva los registros de huéspedes en el libro de oro del Gran Viena, es que los jóvenes abran el debate sobre la historia del hotel. Lo considera no sólo de interés local sino un capítulo de la historia patrimonial del país.
“Me preocupa que el tema de los nazis y los fantasmas tapen lo central del asunto, que es la enorme riqueza de un hotel con la propiedad del barro y una laguna como no hay en el mundo -termina en su carta-. Si el capital privado quiere recuperarlo, no creo que el municipio sea un obstáculo. Aún en el hipotético caso que Max Pahlke pudiese comprobar titularidad y recuperar el hotel, es un elefante blanco que terminará de aplastarlo. Pero debe entenderse que en su preservación fueron las cuadrillas municipales quienes limpiaron, desinfectaron, demolieron las partes irrecuperables y peligrosas. No se registró ningún contacto de supuestos propietarios en todo el periodo mencionado, ni hubo jamás un motivo de lucro de parte de la comuna. El Hotel Viena es, lisa y llanamente, patrimonio de Miramar”.
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