“Hola familias: soy Diamela Paz y como todos saben mi papá Leonardo Exequiel Paz tiene un tumor en la cabeza. Queremos ayudarlo a que vuelva con nosotras. Por eso les pido su ayuda para recolectar 100 pesos de cada uno/a para llevarlo a Estados Unidos a que se recupere, porque tiene mucha vida por delante… ¡Gracias!”
Diamela tiene 9 años, y sabe que el tiempo de su papá se acaba. Tiene un glioblastoma grado 4 alojado en el cerebro, cerca del tálamo. En Argentina ya no hay nada más que hacer. La esperanza está en la clínica de un médico norteamericano llamado Stanislaw Burzynski, cuya clínica se encuentra en Houston, Texas. Un tratamiento que cuesta U$S 500.000. Así que ella escribió esa carta para toda la comunidad educativa de su colegio. En su profunda inocencia y ternura pide cien pesos, no más.
Como Diamela, su hermana de 12 años Lola y toda su familia están corriendo contra el reloj para que el 13 de diciembre los encuentre festejando el cumpleaños 36 de Leonardo. Un muchacho cordobés, hijo de Leonardo y Ana María (juntos desde el secundario), que ama el deporte, es instructor de kitesurf y circo, estudia para ser martillero y desde hace casi 6 años está en pareja con Trinidad.
Entre esos que hacen mucha, pero mucha fuerza, está su hermano gemelo, Mariano, que ese día espera el abrazo más feliz de su vida. Conmovido y acompañado por su mujer, Natalia y sus pequeños hijos Camila e Ismael -”que adoran a su tío y lo esperan para jugar con él- habló con Infobae. La pesadilla para Leonardo, cuenta, comenzó el 12 de abril de este año, cuando decidió comprarle un celular a su novia. “contactó a un vendedor por Market Place, pero era un ladrón. Lo emboscaron y le dispararon a la cabeza. El vidrio de la camioneta estaba entre el maleante y mi hermano, y logró detener un poco la bala. Los peritos dijeron que la bala era calibre 38. Ese mismo día lo internaron de urgencia. Le hicieron análisis y estudios y nos dijeron que no tenía nada. A las 48 horas le dieron el alta. Creímos que había sido un milagro y se había salvado”, relata Mariano.
En junio, sin haberse vacunado, Leonardo se contagió Covid-19. No tuvo mayores complicaciones mientras transcurrió la enfermedad. Pero cuando obtuvo el alta, su familia comenzó a notar cambios en su habla. “Tenía dificultades para decir algunas frases, las palabra se le perdían, no sabía conectar ni recordaba algunas cosas, o usaba una palabra que no correspondía a esa oración. Nos asustamos, pensamos que el Covd lo había afectado a nivel neuronal”.
Pero lo que sobrevino fue peor. Sacaron un turno para hacer estudios. El 8 de julio se sometió a una tomografía por contraste (TAC). El resultado lo esperaban para una semana después. Pero ese fin de semana largo, “Leonardo la pasó de terror”, recuerda Mariano. Tuvo vómitos y el martes se le dilataron las pupilas. Una vecina, que es médica, lo llevó al hospital Allende de esa ciudad. “Ahí descubrieron el monstruo que tenía en la cabeza”, cuenta el hermano: un glioblastoma grado 4. La traducción es un cáncer cerebral de nivel 4, el más nocivo. Cuando ingresó el 13 de julio al hospital, era del tamaño de un ojo y medio. No entendían cómo no lo habían detectado antes…”
En la clínica Allende le hicieron una operación de rescate, con un alto porcentaje de riesgo de vida. Por esas casualidades que tiene la vida, el cirujano fue un ex alumno de educación física del papá de Leonardo. “La intervención fue exitosa, otro milagro. Le extirparon el 80% del tumor, que había provocado daño. Pero ese 20% que quedó terminó complicando todo”.
Leonardo estuvo en coma durante 33 días. La familia lo podía ver una sola hora en terapia. “Hasta que movió un dedo y lo pasaron a una sala común, porque vieron que nuestra presencia le hace bien. Lo estimulamos las 24 horas hasta que pudo ir a un centro de rehabilitación. Era el máximo logro que esperábamos”, dice Mariano.
Fue un momento crucial. Los médicos le dieron 6 meses de vida como máximo, ya sin la posibilidad de una nueva operación. En nuestro país sólo podían ofrecerle el tratamiento de quimioterapia y rayos. “Pero nada se podía hacer por su estado delicado”, señala Mariano. “Nunca volvió a alimentarse solo, nunca más pudo hablar. Le hicieron traqueotomía, drenajes, le pusieron válvulas. El único medio que tiene para comunicarse son sus ojos”, completa.
Finalmente, con rehabilitación, en el centro Allende Castillo lograron que Leonardo permaneciera sentado unas horas. Y permitieron que lo visiten sus pequeñas hijas. “Son su vida para él. Las dos madres de las chicas, aunque ya no están con él, dan fe de lo buen padre que es. Ese fue un domingo mágico, en el que mi hermano pudo verlas y tocarlas. La cercanía y el amor que pudimos presenciar fue lo más maravilloso que nos pasó como familia”, se emociona.
Pero pronto el panorama se volvió a nublar. Comenzó a levantar fiebre y debió regresar a la clínica. “Le hicieron una nueva tomografía donde se vio que los dos restos que habían quedado del tumor eran ahora dos monstruos. Le generaron inmovilidad. Sus ojos siguen siendo lo que demuestran sus emociones, cuando llora, cuando nos mira…”.
En el medio llegó la esperanza de la clínica Burzynski. Y el alud que significa reunir, hoy en la Argentina, U$S 500.000. “Ese lugar es el único que acepta casos como el de mi hermano. Sabemos de gente que logró salir adelante allí. Es nuestra única esperanza. Lo difícil son los montos. Empezamos a vender todo lo que tenemos. Creíamos poder solos, sin ayuda económica. Sabemos de la situación del país. Vendimos camionetas, terrenos, pero los procesos de vender algo son largos. La burocracia es difícil de manejar, y calculamos que ya juntamos la mitad. Pero necesitamos el resto del dinero ahora. Por eso nos pusimos en campaña”.
Uno de los objetivos que tiene la familia Paz es llegar al presidente de la Nación, Alberto Fernández, con un pedido muy claro: “Averigüé que el avión sanitario que tiene la provincia de Córdoba solo hace vuelos nacionales. Pero en presidencia hay uno que hace vuelos internacionales. Solamente el vuelo de ida cuesta 80 mil dólares. Sólo pedimos eso, el vuelo de ida… El doctor Burzynski dijo que tenía que estar el 3 de octubre allá, y que la rehabilitación va a ser posible”.
Es inevitable el llanto de Mariano cuando suplica la solidaridad de los argentinos para Leonardo: “La esperanza de mi hermano la pongo ahora en manos de la humanidad y de mi país. Sí, hay gente solidaria, se de los rezos de muchas madres que me han llamado, porque las madres y los padres (llora)… Las madres y los padres son los que más entienden la situación de mi hermano. A veces me cuesta hablar con ellos y trato de decirles ‘gracias’, pero no tengo las palabras suficientes para agradecerles los besos y las buenas intenciones… Jubilados que me ofrecen plata… Y quisiera decirles que no… (se quiebra)”.
Mariano y Leonardo son gemelos, y eso hace que la relación entre ambos sea muy especial. Leandro se llama así por su abuelo. Nació 10 minutos antes, por eso recibió ese nombre que es una tradición familiar. “De bebés éramos tan idénticos que nos ponían una cinta verde y roja. Leonardo siempre la roja. Y tuvimos aventuras interminables, grupos de amigos enormes. He recibido cachetazos por él, y él por mí… O confundir a mi mamá y tomar un remedio por el otro… Pero nunca fuimos problemáticos. Fuimos al colegio católico Domingo Savio. Mi hermano quería que su hija más grande empiece el secundario ahí. Y estamos gestionando para que se cumpla ese sueño…”
Cuenta Mariano que, desde chicos, “el parecido es tal que para los que nos conocen somos ‘Los Melli’. Cuando éramos chicos nos preguntaban qué se sentía ser gemelos. Siempre fue un orgullo. Mi hermano es mi complemento, mi otra mitad. Ser gemelo es tenerte a vos enfrente tuyo, entendiéndote todo. Y no quiero saber que es no ser gemelo. Dios me dió esa bendición y quiero seguir teniéndola”.
A Leonardo, asegura, le apasionan tres cosas: “Sus hijas, su pareja y el deporte. Daba clases de kitesurf, de circo. Gracias a esa fortaleza física, a su tonicidad, nos dicen los médicos que se mantienen. Ya van tres meses así y no tiene escaras, por ejemplo…”. El único deseo de Mariano es que llegue el 13 de diciembre y festejar los 36 años con él. “Le pido eso a Dios, volver a verlo sonreír. Yo siempre voy a estar con mi hermano”.
Para colaborar con Leo llamar al +5493515514979 (Mariano) o depositar en la Caja de Ahorro 1534476208 del Banco Nación a nombre de Leonardo Exequiel Paz. El CBU es 0110153530015344762083
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