Si algún lector anda con la autoestima baja, le sugiero no mirar las fotos de la boda de Dimitri Rassam con Carlota Casiraghi. Los novios se ven tan pero tan bellos que dan ganas de reescribir los diccionarios y junto a la definición de belleza agregar “véase esta imagen”. Compruebe el lector lo que escribo. Si como dicen “la belleza es la escritura de Dios” no caben dudas de que esta pareja saca diez en caligrafía.
Al contemplar a Dimitri más de uno debe preguntarse “por qué algunos tantos y otros tan poco”. El yerno de la princesa Carolina parece un ser bendecido por la vida. Hombre de pinta evidente, productor de cine respetado y desde el 1ro de junio de 2019 esposo de una de las mujeres más lindas de la realeza: Carlota Casiraghi. Su mujer es legítima heredera de la hermosura de su abuela, la mítica Grace Kelly, más la de Carolina, su madre. A semejante bagaje genético, la muchacha le sumó su aporte para seguir con la evolución de la especie: una nariz y unos pómulos que parecen tallados por el mismo Miguel Ángel. Lo que pocos saben es que detrás de esa imagen de hombre bendecido, Dimitri atravesó diversas tragedias, de esas de las que se habla poco pero se sienten mucho.
El yerno de Carolina es el varón primogénito de una de sus grandes amigas, Carole Bouquet, la actriz francesa a quien en los últimos tiempos vimos brillar en la serie La Mantis. Ambas se conocieron cuando eran jóvenes y los diseñadores se peleaban para que lucieran sus colecciones. Parecían hermanadas por una elegancia única y su pasión por la moda, pero además estaban unidas por un vínculo más profundo: la ausencia de sus madres.
Carolina fue criada en un palacio pero donde se le permitía ver a su madre apenas un momento y luego de cenar. La madre de Carole, desde los tres años la dejó al cuidado de su padre y solo la visitaba en vacaciones. La francesa fue expulsada de cuatro colegios por rebelde; a Carolina la apodaban la princesa rebelde sobre todo luego de su matrimonio con Phillippe Junot y su escandaloso divorcio con anulación eclesiástica incluida.
Además de sus padres ausentes y la rebeldía, Carolina y Carole tenían un dolor trágico que las laceraba: perdieron a los hombres de su vida: Stefano Casiraghi, el gran amor de la royal y Jean-Pierre Rassam, el de la francesa.
Jean Pierre era un famoso productor de cine que había trabajado con directores como Jean Luc Godard y Roman Polanski. Cuando se conocieron ella tenía 21 años y él, 16 más. Rassam era inteligente, talentoso, “me hacía reír tanto que yo sólo quería que siguiera hablando”, confesaba la actriz. Pero poseía un lado oscuro: era heroinómano. Enamorados tuvieron un hijo, Dimitri que nació el 16 de noviembre de 1981 en París.
La droga provocaba una gran inestabilidad emocional en Jean Pierre y Carole comenzó un idilio con el fotógrafo Francis Giacobetti con quien en 1987 tuvo a su segundo hijo, Louis. Mientras, Jean Pierre se hundía cada vez en su mundo de adicciones; desde 1972 arrendaba en el hotel Plaza Athénée de París una habitación, la suite 321, donde alternaba prostitutas, drogas y botellas.
En esa habitación, el 28 de enero de 1985 lo encontraron muerto. Había tomado una sobredosis de barbitúricos, lo que se consideró un suicidio. Dimitri tenía solo cuatro años. Su madre asegura aún hoy que la muerte fue un “accidente”. “Tomó Gardenal (un fármaco antiepiléptico) para protegerse del daño de la heroína. Pero tras años de excesos, el organismo reclamó su deuda. Yo pensaba que Rassam era invencible. Realmente creía que teníamos la vida por delante. No vi que estuviera en peligro”, sostiene la actriz.
Mientras Carole se convertía en una de las estrellas más famosas del cine francés, su hijo rehuía cada vez más a los flashes. Cursó la secundaria en una escuela privada de elite y luego se anotó para seguir una licenciatura en negocios. Abandonó la carrera para obtener un título en Historia en la Sorbona.
Una madre famosa, una trayectoria académica sin problemas, sin embargo la muerte seguía rondándolo. Volvió a alcanzarlo en 1997 cuando su tía Anne Marie Rassam, pese a contar con todos los recursos económicos y la ayuda de profesionales, no logró superar sus graves problemas psicológicos. En 1997 se encontraba de visita en el departamento de la madre de Isabelle Adjani cuando se arrojó por una de las ventanas. No sobrevivió.
Un padre y una tía suicidas, la muerte podía brindar una tregua pero no lo hizo. Julien era el hijo de Anne. Buen mozo, actor a fines de los 90 estaba de novio con la actriz Marion Cotillard. En el año 2000 se encontraba en un hotel de París cuando víctima de una gran depresión se lanzó desde el tercer piso. La caída no lo mató pero lo dejó tetrapléjico. Dos años después se suicidó ingiriendo un cóctel de drogas. Había cumplido 33 años.
A pesar de los pesares, la vida siguió para Dimitri. Hijo de su padre fundó su productora y con solo 23 años produjo su primer largo Los niños de Timpelbach. A nivel internacional fue productor de Escobar, el paraíso perdido (2014), interpretado por Benicio Del Toro. Su gran éxito fue en el año 2015 cuando produjo El principito, que ganó el César a la Mejor Película de Animación.
Además de trabajar tuvo tiempo para enamorarse. En 2010 se casó en San Petersburgo con la modelo rusa Masha Novoselova, un año después nació su hija, Daria. Al tiempo se separaron.
Nunca se supo exactamente cuándo Dimitri se divorció. Algunos dicen que fue por su habitual hermetismo sobre su vida privada, otros en cambio aseguran que fue porque la fecha de divorcio se superpone con las de su romance con Carlota.
No se sabe cuándo comenzaron a noviar. Sí que ella se acababa de separar del cineasta Lamberto Sanfelice. Dicen que a Dimitri, Carlota nunca le resultó indiferente, pero que lo paralizaba pensar el revuelo que causaría estar con ella y el rol de figura pública que debería asumir. Sabía lo que era vivir en estado de “guardia periodística constante”. Su madre, luego de separarse de Giacobetti había tenido una larga y turbulenta relación con otro ícono del cine francés: Gérard Depardieu. La exposición pública de su madre y las trágicas muertes de su padre, tía y primo llevaron a Dimitri a ocultarse de los flashes y eso con Carlota sería imposible.
Los resquemores de Dimitri no eran ilógicos. Aunque a la hija de Carolina le gusta la vida tranquila y ama la filosofía cada uno de sus movimientos era seguido como un imán por fotógrafos y curiosos. No era para menos. Con una figura de modelo, pero a su vez bien formada para ser una experta amazona, con su porte único y un rostro que como decíamos al principio parece tallado por el mismísimo Miguel Ángel resulta imposible no seguirla.
Además de su indiscutible belleza, Carlota rompió todos los moldes. Su primer noviazgo público fue con el aristócrata Hubertus Arenque Frankensdorf y años más tarde se la relacionó con Felix Winckler, hijo de un abogado belga. Sonaron campanas de boda con el multimillonario británico Alex Dellal, pero su relación se rompió en 2012, fecha en la que apareció en escena el actor marroquí Gad Elmaleh, quince años mayor que ella y padre de su primer hijo, Raphaël. Luego tuvo una relación con Lamberto Sanfelice, director de cine y perteneciente a una familia de nobles italianos, hasta que llegó Dimitri.
El productor y la princesa tenían muchos puntos en común. Sus madres eran amigas, amaban el cine tanto como odiaban a los paparazzi y sobre todo compartían el dolor de haber perdido a sus padres de modo trágico y siendo muy chicos: a los cuatro años.
Para narrar la relación de Dimitri con Carlota, como canta el Indio Solari, “Empiezo por el final. Terminaré en el principio”. La pareja antes de anunciar su noviazgo confirmó que esperaba un hijo y recién meses después contaron que se habían comprometido.
El 23 de octubre de 2018, nació Balthazar el hijo de ambos pero el embarazo, más el trámite de divorcio de él y una supuesta crisis que vivieron pospuso la boda. Finalmente se casaron con una boda civil en Mónaco y un mes después se celebró la boda religiosa en la abadía de Sainte-Marie de Pierredon, situada en Saint-Rémy-de-Provence. Pese a la expectativa que había por esta unión tan glamorosa, todo se mantuvo en secreto tanto que no se supo que se habían casado hasta que el Palacio de Mónaco hizo públicas dos fotografías oficiales. Algo que resultó maravilloso para los recién casados pero fue un verdadero chasco para periodistas, paparazzi, seguidores de la realeza y curiosos que queríamos ver “qué se puso la novia”.
Hoy Carlota y Dimitri funcionan como una perfecta familia ensamblada. Pocas veces se los ve en público. Este año aparecieron en el Festival de Cannes, él con un saco sin corbata y ella con un vestido de esos que le quedan “pintados” y a los otros mortales, bueno a los otros mortales nos quedan como nos quedan. También se vio a la pareja en el estreno una obra en el Teatro Antoine en París y se supo que Dimitri estuvo trabajando en Sidney, en la adaptación al cine de la ópera Carmen. El matrimonio vive en París con sus hijos, Carlota retomó sus estudios universitarios y publicó junto a Robert Maggiore, su profesor de filosofía, “Archipiélago de pasiones”, un tratado sobre la crueldad y el amor.
Cada tanto vuelven a arreciar rumores de crisis entre Carlota y Dimitri. Que él no está mucho tiempo en su casa por su apretada agenda laboral, que ella no lo apoyó cuando quebró su productora por la crisis sanitaria, que él esquiva el tema cuando le hablan de ella y ella tampoco habla de él. Viendo cómo se relacionan con la prensa, el día que se divorcien -si se divorcian- nos enteraremos cuando los papeles ya estén firmados. Mientras ellos siguen con su vida. Al fin de cuentas, Dimitri sabe -y lo sabe porque lo atravesó y no porque se lo contaron- que vivir e incluso sobrevivir sigue siendo una maravilla.
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