“Por favor, amigo, contame ¿cómo puedes estar tan bien luego de pasar 20 años en la cárcel? ¿cómo sobreviviste a este infierno?” Esta pregunta se la hice a mi amigo Tayna Pora en Nueva Zelanda. Trabajamos juntos como albañiles en la construcción de un hotel en la isla Waiheke. Fue acusado de abuso sexual cuando tenía tan sólo 17 años. 20 años más tarde fue declarado inocente y absuelto por la mismísima Reina de Inglaterra. Su respuesta fue “aprendí a perdonar. Aprendí que todo lo que me pasó, me tenía que pasar para ser la persona que soy hoy. Nunca perdí la fé en disfrutar de mi libertad junto a mi familia. Me pueden quitar otras libertades, pero nunca la libertad de tener fe. Nunca me pudieron quitar la libertad de elegir quién quiero ser o en qué pensar aún en la cárcel. Encontrar sentido a lo que estaba viviendo me aliviaba el sufrimiento. Me sacaba de la zona más tenebrosa, la de víctima. Nunca entres ahí Gonzo. Yo sabía que era inocente y pelear por mi inocencia, aunque me cueste la vida, me impulsaba a seguir y no dejarme caer nunca.”
Caminando por las calles de Sydney, Australia, alcancé a ver un libro que tenía como título “Christina Noble, la mujer que salvó a más de 100.000 niños durante la guerra Vietnam”. Leí el libro y sin pensarlo demasiado, apliqué para ser voluntario en su fundación en Ho Chi Minh, capital de Vietnam.
Christina es una mujer irlandesa de más de 60 años que pasó por el infierno en vida. Vivió desde muy niña en las calles de Irlanda y durmió por más de dos años en túneles de plazas para resguardarse del frío. Fue abusada sexualmente más de 4 veces. En uno de esos abusos quedó embarazada y su hijo fue secuestrado en el mismo hospital en el que dio a luz. Nunca más lo volvió a ver. Sabe de sufrimiento, desesperación y lo que es el abandono total.
Años más tarde mirando la televisión desde su casa en Irlanda junto a sus dos hijos, vio las imágenes que cambiaron su vida para siempre. Imágenes de la guerra de Vietnam y de niños caminando solos por las calles y a merced del peligro. Se vio reflejada en sus caras de desesperación, de tristeza. Le recordaron los peores momentos de su vida. Solo quienes pasaron por tal infierno saben ver y no solo mirar lo que estaba pasando. A los siete días vendió su casa, se mudó a Vietnam y con ese dinero compró otra gran casa en la que fue alojando niños huérfanos y desamparados. Hoy esa casa sigue en pie y por ella han pasado más de 100.000 niños que encontraron luz en sus vidas.
En mis días como voluntario logré hablar con la hermana de Christina, la directora de la Fundación. Me contó todo acerca de ella. Nuestra conversación más larga duró más de 4 cigarrillos. Fue una charla emocionante. “Mi hermana tomó todo su sufrimiento, todos los abusos, los dolores, los golpes que recibió, las heridas de su vida y convirtió todo eso en un poder de acero para tomar una decisión: Salvar la mayor cantidad de niños del sufrimiento que a ella le tocó vivir. No para, no frena. Vive para salvar vidas” Si esto no es sentido, el sentido dónde está. “Ella sabe y tiene muy presente que jamás hubiese hecho semejante obra, sino hubiese pasado por todo lo que pasó”
“Mi infierno Gonzalo, lo elegí yo. Un día fui a conocer la cárcel de niños ubicada en la ciudad de Bacolod. Nadie puede entrar, pero gracias a un contacto pude acceder. Quería ver con mis propios ojos cómo vivían niños tras las rejas. Y desde ese día mi vida cambió para siempre. Todavía recuerdo las imágenes de aquel día. Niños durmiendo en el piso de cemento porque no hay siquiera colchones. Haciendo sus necesidades en botellas de plástico porque dentro de la celda no hay baños. El infierno en vida. Y por las noches los gritos que se escuchan son de niños que están siendo abusados” Estas fueron las palabras de Kate, una joven francesa que conocí en Filipinas cuando estaba trabajando de voluntario en una Fundación que rescata niños de la trata de personas. Kate desde ese día se prometió que haría todo lo posible para trabajar dentro de aquella cárcel y que los niños logren sonreír al menos en esas condiciones. Recuerdo que me contó que ir todos los días, era ir al infierno mismo en la tierra, pero que tenía sentido. Ver las sonrisas de los niños y que puedan jugar y divertirse por unas horas, hacía que todo tenga propósito”.
No encontrar sentido a lo que nos ocurre, nos vuelve locos. No encontrar respuestas nos hace pensar que la vida nos juega en contra y se nos ríe en la cara. Todos pasamos por algún infierno en nuestras vidas o lo estamos pasando. Pero todo tiene un sentido. Entenderlo de esta manera, nos impulsa, la otra, nos destruye. Victor Frankl en su libro “El hombre en busca del sentido”, escribe que un hombre incluso en condiciones trágicas puede decidir quién quiere ser espiritual y mentalmente. Precisamente esa libertad interior, que nadie puede arrebatar, confiere a la vida intensión y sentido.
Tayna, Christina y Kate se enfrentaron a la pregunta ¿Qué hago con todo lo que me pasa? ¿Qué hago con todo este sufrimiento? Y eligieron el camino de encontrar sentido al infierno que pasaron. Podrían haber dedicado su vida a buscar venganza, a buscar culpables (y lo pensaron créanme) a vivir pensando que la vida es una mierda y ellos son victimas de las circunstancias. Pero, por lo contrario, eligieron, por si mismos, usar todo su infierno y convertirlo en el impulsor de sus vidas.
Las preguntas ¿Por qué me pasa lo que me pasa? ¿Por qué a mí? Tienen dos respuestas, dos salidas, una que puede llevar a la libertad y la otra a la destrucción total. Que hacer y que pensar frente a lo que nos sucede, es una decisión interior. Podemos pensar que algo nos pasa para peor, o pensar que algo trágico o malo está sucediendo para hacernos más fuertes, resilientes y al final del camino conocer de que estás realmente hecho.
Todos pasamos por un infierno. TODOS. Eso no lo podemos controlar, tan sólo ocurre. Y la vida esta esperando a ver que haces, a ver que piensas. Esa decisión es tuya. Eso si lo puedes controlar. Que hacer, que pensar acerca de lo que ocurre está en tus manos.
Encuentra sentido a lo que te está ocurriendo. Recuerda que quien tiene un porque para vivir, puede soportar lo que sea. Entenderás que el sufrimiento es parte de la hazaña. Piensa en la persona en la que te estás convirtiendo, en que lo que sucede, sucede por algo mayor a ti, que quizás no lo puedes ver ahora, pero que de seguro llegará el día en que todo haya tenido o tenga sentido.
*Gonzalo Erize creó una organización llamada Saun, que se dedica a atender casos de niños que viven en extrema vulnerabilidad, sufren de graves problemas de salud o la falta de techo
SEGUIR LEYENDO: