
Leonor volvió a su casa con un bebé envuelto en una manta. Ese recién nacido tenía apenas seis días y lo llamaron Víctor. Esto ocurrió en 1968. Hoy, Victor Balseiro tiene 53.
Recién supo que no era hijo biológico de Leonor y su padre Juan Domingo cuando ellos murieron, a los 16. Al no tratarse de una adopción, sino una entrega directa de bebé a cambio de dinero, optaron por callar y ocultar la verdad.
Lejos de guardar rencor o hacerles reproches, Victor afirma que tiene dos mamás: “La que me tuvo en la panza, y la que me crió con educación y mucho amor”, le cuenta a Infobae.
Hace cuatro años que sigue las pocas pistas que tiene con la esperanza de encontrar a su madre biológica. Sabe que es una misión casi imposible. Por eso, cada vez que puede comparte su historia.

Lo poco que pudo reconstruir Víctor es que “Leonor había perdido su perrito y se acercó a una veterinaria del barrio en Ciudadela”. Allí, cuenta, se cruzó con un desconocido que la interpeló, y ese encuentro le cambió la vida a todos.
-Conozco una adolescente de 16 años que acaba de dar a luz. Es de un pueblo del interior, y está sola en la ciudad. Su familia no sabía que ella estaba embarazada. Lo quiere dar en adopción a cambio de un poco de dinero para poder pagar el pasaje para volver a su pueblo -le comentó el hombre.
-Lléveme con ella –le contestó sin pensarlo, Leonor.
En ese momento conoció a su hijo, lo tomó en brazos y se lo llevó a su casa. Allí, los esperaban su marido Juan Antonio y sus dos hijos, María Dolores (21) y Juan (20). “Por unos pesos, en vez de un perro, me trajo a mí. Se la jugó, era una señora de 40, al igual que mi padre que tenía 56. Me emociona haber sido tan bien recibido”.
Lo llamaron Víctor en homenaje al padre de Leonor. Lo anotaron en el Registro Civil, con fecha de cumpleaños del 1 de mayo. Ninguno de estos datos, que figuran en la partida de nacimiento, son ciertos.

Pese al desconocimiento de su identidad, Victor resalta que creció en una familia cariñosa, presente y que jamás lo hizo sentir como extraño, al contrario. “Jamás sospeché que no había salido de la panza de su mamá Leonor, salvo por algunas diferencias físicas”, cuenta.
Los golpes duros vinieron más tarde. Primero con la muerte de su padre de crianza por un cáncer terminal. “Yo tenía apenas cinco años, fue repentino y lo extraño muchísimo. Siempre rezo por él”. Más tarde, en 1977, partió su hermano Juan. “Murió ahogado en Mar del Plata. En ese entonces quedamos solos con mi madre del corazón”, resalta.
El último cachetazo que lo desestabilizó fue la partida de su madre adoptiva, Leonor. Con quince años se preguntó ‘¿Y ahora para dónde voy?’ Como familia directa solo quedaba su hermana mayor, que ya había formado su propia familia.
Victor tuvo que mudarse con una pareja, amigos de sus padres de crianza: Haydeé y Juan. Ellos ya había adoptado otra hija. “Viví seis años con ellos en Flores. Tuve que acostumbrarme a un nuevo hogar con sus reglas, costumbres y ritmos. Al poco tiempo, me sentí uno más..”..

La verdad siempre sale a la luz
Cerca de cumplir 16 años de vida, la misma edad con la que su madre biológica lo entregó, llegó la verdad. “Un familiar de Leonor y Juan me contactó, porque decía que tenía que contarme algo importante. Nunca imaginé que sería algo sobre mi identidad”, confiesa.
Lo citó en una plaza una tarde de primavera y le dijo lo que sabía. La noticia, poco esperada, no lo abatió. En ese instante, Victo, entendió la suerte que había tenido. “Mis viejos fueron excelentes padres. Puedo comprender que no se animaron a contarme la historia porque nuestro encuentro fue casual, ella quería un cachorrito, y terminó con un hijo recién nacido…”.
Siguiendo los pocos datos
Desde hace 28 años está en pareja con Roxana, y trabaja como productor de radio. Nunca había sentido la necesidad de buscar a su madre biológica hasta que se comenzó a debatir en argentina la Ley del Aborto. Víctor es un gran activista de Las Dos Vidas. “Sueño con encontrarla, pero no tengo casi pistas, sólo su edad. Es que no hubo un proceso de adopción, sino una apropiación, que actualmente en la Argentina es un delito gravísimo, contemplado en el Código Penal”, destaca.
Conserva la ilusión de algún día conocerla, y mirarla a los ojos. “Cuando veo en la calle a alguien de esa edad se me viene a la cabeza mi propia historia. Pienso mucho en la valentía de seguir adelante con ese embarazo, sola y lejos de su familia”.
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