En Operación Masacre, con la pluma de Rodolfo Walsh, se lee:
“De un lado la calle tiene una hilera de eucaliptus, que se recortan altos y tristes contra el cielo estrellado. Del otro, a la izquierda, se extiende un amplio baldío, un depósito de escorias, el siniestro basural de José León Suárez, cortado de zanjas anegadas en invierno, pestilente de mosquitos y bichos insepultos en verano, corroído de latas y chatarra.” ”Por el borde del baldío hacen caminar a los detenidos. Los vigilantes los empujan con los cañones de los fusiles. La camioneta entra en la calle y les alumbra las espaldas con los faros.“” Ha llegado el momento...”
“–¿Qué nos van a hacer? –pregunta uno.””–¡Camine para adelante! –le responden.“”–¡Nosotros somos inocentes! –gritan varios. “–No tengan miedo –les contestan–. No les vamos a hacer nada.”
“Los vigilantes los arrean hacia el basural como a un rebaño aterrorizado. La camioneta se detiene, alumbrándolos con los faros. Los prisioneros parecen flotar en un lago vivísimo de luz. Rodríguez Moreno baja, pistola en mano.”
“–¡Alto! –ordena una voz.” ”Algunos se paran. Otros avanzan todavía unos pasos. Los vigilantes, en cambio, empiezan a retroceder, tomando distancia, y llevan la mano al cerrojo de los máuseres.“ ”–¡De frente y codo con codo! –grita Rodríguez Moreno.” “Carranza se da vuelta, con el rostro desencajado. Se pone de rodillas frente al pelotón.” ”–Por mis hijos... –solloza–. Por mis hi... Un vómito violento le corta la súplica.”
“Abajo, los policías oyen el tiro a retaguardia y por una fracción de segundo titubean.” ”Algunos se dan vuelta. Giunta no espera más. ¡Corre! Gavino hace lo mismo. El rebaño empieza a desgranarse.” “–¡Tírenles! –vocifera Rodríguez Moreno.” “La descarga atruena la noche.”
“A Carranza, que sigue de rodillas, le apoyan el fusil en la nuca y disparan. Más tarde le acribillan todo el cuerpo. Brión tiene pocas posibilidades de huir con esa tricota blanca que brilla en la noche. Ni siquiera sabemos si lo intenta.”
“Sobre los cuerpos tendidos en el basural, a la luz de los faros donde hierve el humo acre de la pólvora, flotan algunos gemidos. Un nuevo crepitar de balazos parece concluir con ellos.
Por fin, silencio. Luego el rugido de un motor. La camioneta se pone en marcha. Se para. Un tiro. Silencio otra vez. Torna a zumbar el motor en una minuciosa pesadilla de marchas y contramarchas.”(...) El tiro de gracia. Están recorriendo cuerpo por cuerpo y ultimando a los que dan señales de vida.”
“El fúnebre carro de asalto y la camioneta de Rodríguez Moreno se alejan por donde vinieron. La “Operación Masacre” ha concluido.”
El 10 de junio de 1956, en el basural de José León Suárez, los muertos fueron cinco: Carlos Lizaso, Nicolas Carranza, Francisco Garibotti, Vicente Rodriguez y Mario Brion. En la confusión, otros siete prisioneros lograron escapar, entre ellos Julio Troxler. Habían sido detenidos en la noche del 9 de junio en una modesta casa de Florida provincia de Buenos Aires, mientras esperaban la señal para sumarse a la sublevación del general Juan José Valle. La orden de fusilarlos llegó del jefe de la policía provincial Desiderio Fernández Suárez y el ejecutor fue el jefe de la Unidad San Martín, Rodolfo Rodriguez Moreno.
Esa misma noche en la Comisaría del Lanús fueron fusilados: Dante Hipólito Lugo, Clemente Braulio Ross, Norberto Ross, Osvaldo Alberto Alvedro, el Tte Coronel José Albino Yrigoyen, y el Capitán Jorge Miguel Costales. Entre esa noche y los días subsiguientes los fusilados por orden de Aramburu y Rojas serán 32 personas entre civiles y militares.
El relato de Walsh, y otros que podemos recoger, no difieren en mucho de los espeluznantes hechos que conocimos de la última dictadura militar. Lo que marca diferencia es el amplio apoyo civil que tuvieron estos fusilamientos. Nunca vimos una manifestación aplaudiendo a Videla y Massera. Pero ese 10 de junio, con la sangre caliente todavía de los asesinados, una enorme manifestación en Plaza de Mayo aplaudía y vivaba a Rojas y Aramburu. Manifestación convocada por los distintos medios de prensa y los partidos políticos auto-llamados democráticos nucleados en la Junta Consultiva.
El domingo 10 de junio por la tarde, una multitud colmó la Plaza de Mayo para apoyar a Rojas y Aramburu, quienes saludaron desde los balcones de la Casa Rosada. Los registros fotográficos permiten ver una plaza completamente colmada. Las movilizaciones del antiperonismo no eran novedad, los festejos del golpe de septiembre también fueron multitudinarios. Lo particular de esta manifestación es que ya se conocían los fusilamientos de la noche anterior, y gran parte de la sociedad porteña, los estaba festejando. El odio entre argentinos alcanzaba un nivel pocas veces visto.
Clarín describía la manifestación : “Con espontaneidad impresionante, la muchedumbre que ayer colmo de nuevo la Plaza de Mayo, reafirmo su fe en la libertad y en la democracia, y expreso su fervor republicano en forma por demás auspiciosa y ejemplar. La gente entusiasmada por la unión de las fuerzas revolucionarias y el aplastamiento del intento regresivo de sus enemigos, se entregó a indescriptibles demostraciones de regocijo, cantando el himno patrio, y expresando su júbilo en plazas y avenidas, y en locales públicos que fueron una vez más escenarios de fraternal comunidad cívica.”
La actuación sangrienta de la dictadura recibía el apoyo entusiasta de la Junta Consultiva. Estaba presidida por el Almirante Rojas e integrada por siguientes dirigentes: de la Unión Cívica Radical, Oscar Alende, Juan Gauna, Oscar López Serrot y Miguel Ángel Zavala Ortiz; del Partido Socialista, Américo Ghioldi, Alicia Moreau de Justo, Ramón Muñiz y Nicolás Repetto; del Partido Demócrata Nacional José Aguirre Cámara, Rodolfo Coromina Segura, Adolfo Mugica Reinaldo Pastor; del Partido Demócrata Progresista Juan José Díaz Arana, Luciano Molinas, Julio Argentino Noble y Horacio Thedy; del Partido Demócrata Cristiano Rodolfo Martínez y Manuel Ordóñez; y de la Unión Federal Enrique Arrioti y Horacio Storni.
“Se acabo la leche de la clemencia”
En materia de discursos de odio el premio mayor se lo llevo La Vanguardia, órgano oficial del Partido Socialista, que en su portada de nacimiento decía ser: “Periódico socialista científico” “Defensor de la clase trabajadora” . Es llamativo, que la adhesión mas feroz a la dictadura de Aramburu proviniese de quienes eran la mayor expresión de la izquierda argentina en 1955.
En su edición del 14 de Junio de 1956, Américo Ghioldi, el director de La Vanguardia, escribió este editorial:
“Los hechos de la noche del sábado 9 y domingo 10, dentro de su inmensa tragedia, definen circunstancias y posiciones sobre las cuáles parece necesario detenerse a pensar hondamente. En primer lugar, es dato fundamental de los hechos acaecidos, la absoluta y total determinación del gobierno de reprimir con energía todo intento de volver al pasado. Se acabó la leche de la clemencia. Ahora todos saben que nadie intentará sin riesgo de vida alterar el orden porque es impedir la vuelta a la democracia. Parece que en materia política los argentinos necesitan aprender que la letra con sangre entra” (...) “La Revolución Libertadora se inició con un malentendido creado por equivocados consejeros que en una hora en que era necesaria cierta energía, lanzaron la bella frase: “Ni vencedores ni vencidos”. Urquiza la había dicho antes: aunque es necesario recordar con las bellas palabras los rudos hechos de aquellos días. (…) La frase poco puede significar cuando los presuntos vencidos taconean fuerte y se lanzan al asalto. Las jornadas del sábado y el domingo pusieron fin al equívoco. No hay vencidos ni hay vencedores en el sentido personal. Pero la Revolución y la Libertad han triunfado y exigen que los amigos de la dictadura, como agentes de la dictadura, se dobleguen. (…) Ningún argentino puede estar satisfecho después del derramamiento de sangre provocado por el alegre dictador en Panamá. (...) . ¡Que la sangre no se haya derramado en vano y que la revolución cumpla y realice sus ideales!”
Nadie se animó a festejar con tanto desparpajo los fusilamientos; por supuesto que muchos otros aplaudieron la represión de la dictadura, pero con un lenguaje bastante mas mesurado de los socialistas.
La cúpula del Partido Socialista en ese momento la integraban Alicia Moreau de Justo, Américo Ghioldi, Nicolás Repetto, Juan A. Solari, Teodoro Bronzini, Jacinto Oddone, Alfredo Palacios, Carlos Sánchez Viamonte, el historiador José L. Romero, Ramón Muñiz y David Tiffenberg.
En un reportaje del diario Noticias Graficas del 10 de octubre de 1955, Alicia Moreau de Justo explicitó sus criticas al peronismo. Allí decía: “La base del proceso que se inicia es la reeducación de la masa popular. La consideramos una gran víctima; porque se la ha captado (a la masa popular) apelando a los instintos primarios que existen en el hombre. (…) Y esas tendencias instintivas han sido vilmente explotadas. Por ejemplo, la necesidad de la protección social, de la ayuda al niño, al desposeído, al anciano (…) Se ha utilizado como medio de captación la sugestión colectiva (…) que convierte a los hombres en elementos de una masa más o menos amorfa. Cuando nosotros veíamos las masas populares atraídas por los grandes espectáculos, por el deporte de masa, comprendíamos que se iba hacia una inferiorización del pueblo argentino. Ahora hay que ir contra todo eso (…) es imprescindible realizar una profunda obra de educación popular”.
Su conclusión era la misma que la misma que los seguidores de Aramburu: había que desperonizar y reeducar a las masas. Soñaban tal vez que en lugar de las 20 Verdades Justicialistas, las masas aprendiesen socialismo científico.
El Partido Socialista fue el entusiasta impulsor de las peores medidas de la Revolución Libertadora, por ejemplo la derogación de la Constitución de 1949. Al respecto, sentenciaba La Vanguardia:
“La Constitución del 49 incluyó unas declaraciones que se refieren a los decálogos del trabajador y de la ancianidad, dos enunciados de zonceras, sin valor jurídico y que no comprometen nada (…). El segundo grupo de declaraciones confusionistas se refiere a la propiedad y a la explotación nacional de los yacimientos minerales, al valor social de la propiedad y a la prestación de los servicios públicos. Por ello, “no puede haber dudas. La Constitución de 1949 es hija putativa de una constituyente servil, atenta a la voz del amo. Aquella constitución bastarda debe ser derogada y el país retomar el rumbo siempre creado, de Mayo y Caseros” .
El 1º de mayo de 1956 Aramburu decretó “declarar vigente la Constitución Nacional sancionada en 1853, con las reformas de 1860, 1866, 1898 y exclusión de la de 1949”.
También La Vanguardia exigía: “Faltaría ahora un decreto que sancione la apología del peronismo, tal como se hizo en Italia respecto del mussolinismo”. Al efecto Aramburu sancionó el decreto Nº 4161 prohibiendo ”la utilización de la fotografía retrato o escultura de los funcionarios peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto el de sus parientes, etc etc..” Violar estas prohibiciones tenían penas de un mes a seis años de prisión.
En mi nota anterior reproduje una carta de John William Cooke a Perón, donde decía: “El Partido Socialista, ahora bajo el comando de la ninfa Moreau de Justo, critica la política social económica y gremial de la tiranía. Como no aclara que es lo que apoya de la Revolución Libertadora, supongo que es la política administrativa, la que enciende los fervores de la Casa del Pueblo, con su consiguiente adjudicación de cátedras, puestos e intervenciones rentadas para los afiliados”
La carta de Cooke es de marzo de 1957 y se estaba refiriendo a la gestión de Risieri Frondizi como rector de la UBA, que inicia lo que se llamó la década de oro universitaria de 1955 a 1966. Una universidad abierta al pensamiento progresista de izquierda pero profundamente antiperonista.
Los universitarios, y la intelectualidad de izquierda en sus distintas vertientes habían sido la punta de lanza en la lucha contra lo que ellos llamaban “el régimen” peronista. La Revolución Libertadora cuyos lideres militares poco tenían que ver con las ideas de izquierda, no desconoció a sus aliados antiperonistas, sino que los premió con embajadas, espacios culturales y les entregó como feudo la universidad publica.
No es casualidad que, el 15 de Junio, pocos días después de la terrible orgía de sangre desatada con los fusilamientos en los basurales de José León Suárez, Lanús y la Penintenciaría Nacional, el dictador Aramburu anunciara el retorno de la autonomía universitaria.
El Dr Carlos Adrogué, Ministro de Educación y Justicia anunciaba: “Al cumplirse hoy un nuevo aniversario de los trascendentes acontecimientos de Córdoba, dónde surgieron los preceptos de la Reforma Universitaria, el gobierno da a conocer el decreto ley 10775, por el que se da un paso firme hacia la consecución de esos ideales. La autonomía está en marcha con esta medida gubernamental, y así todos sus actos irán en busca del gobierno definitivo en cada casa de estudios”.
El veterano dirigente comunista Isidoro Gilbert en su libro “La Fede” (Federación Juvenil Comunista) dice : “Con la elección de Risieri Frondizi como rector de la UBA se puso en movimiento uno de los grandes acontecimientos culturales del siglo 20 (…) En este proceso, los comunistas comenzaron a alcanzar, como no había ocurrido nunca en la UBA, cargos institucionales. Entre los integrantes del Consejo Superior que acompaño Risieri estaba el estudiante de derecho de la “Fede”, Jorge Gadano que representó los estudiantes, y por medicina Julio Diez. En noviembre del 58 en la facultad de Derecho fueron elegidos consejeros Carlos Strasser, Eduardo Jozami de la “Fede” y Ricardo Monner Sans del socialismo.”
En su libro Gilbert devela numerosos nombres de miembros de la Fede que con los años van a tener activa participación política en otros ámbitos. Entre ellos: Manuel Mora y Araujo, Ezequiel Gallo, Santiago Bullrich (cuñado de Martinez de Hoz), Gustavo Soler (yerno de Illia), Antonio Caparroz, Arturo O’Connel, Roberto Cortez Conde, Carlos Musikansky, Jorge Asis, Norma Kennedy, Alejandro Alvarez, Demetrio Tarasi, Enrique Rodriguez (ministro de Menem) y Rodolfo Daer (ex-secretario de la CGT) .
Las diferentes escisiones de la Fede y el PC van a dar origen a otros importantes grupos de izquierda como el maoista PCR y los grupos originarios de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) que en 1973 se van a fusionar con Montoneros (cuyo origen era nacionalismo católico). Entre los cuadros mas conocidos de las FAR Gisbert menciona a : Carlos Olmedo, Roberto Quieto, Pilar Calveiro, Maria Angelica Sabelli, Mercedes Carazo, Roberto Carri, Enrique Grimberg, y Marcelo Kurlat.
Mientras la intelectualidad festejaba el retorno a la autonomia universitaria, que le permitiría ocupar las cátedras y formar las nuevas generaciones de profesionales e intelectuales, la masa obrera peronista sufría la persecución del decreto 4161 y del plan Conintes, que llevaría a la cárcel cerca de cinco mil resistentes peronistas. Recién después de la “noche de los bastones largos” -el golpe a la universidad del dictador Ongania en 1966- comenzará un lento proceso de nacionalización y posterior peronizacion de sectores universitarios.
Desde aquella consigna “alpargatas si, libros no”, que para los gorilas significaba el “embrutecimiento” de las masas (como afirma Moreau de Justo) y para los peronistas significaba su bronca contra los estudiantes cajetillas que conspiraban contra Perón; la relación entre peronismo de extracción trabajadora y el progresismo intelectual de izquierda, nunca fue buena.
Con justa razón el peronismo de la resistencia reclamaba: “mientras a nosotros nos perseguían, ¿Uds. donde estaban?”. Cacho el Kadri en un reportaje de 1984, casi contestando a Moreau decía: “Creían que todos los peronistas éramos víctimas de la demagogia de Perón, que había dado el pan dulce y la sidra en abundancia y que por obra y gracia de esa demagogia había logrado tantos millones de votos... Y entonces, ellos se consideraron investidos del sacrosanto deber de restaurar la “verdadera” democracia…” (…) “Yo estuve preso de 1960 hasta el ‘63. Pero es imprescindible señalar una característica de esa resistencia. El 99 por ciento de los detenidos, juzgados y condenados por esos tribunales militares, eran trabajadores... Los estudiantes universitarios, yo en esa época estudiaba Derecho, éramos solamente seis o siete, si mi memoria no es muy mala. A diferencia de lo que ocurrió después: en el período que va del ‘68 al 73, en que también estuve preso, el grueso de los detenidos eran jóvenes universitarios. Esto también marca una diferencia con lo que fue la resistencia…”
En los años setenta, muchos jóvenes no entendíamos expresiones del sindicalismo peronista, contra los socialistas y comunistas, que asociábamos a cierto macartismo ideológico. Pero en la memoria del pueblo peronista, las palabras socialistas y comunistas, no estaban asociadas al pueblo vietnamita o al pueblo cubano que luchaban contra el imperio. Estaban asociadas a una historia de agravios durante los gobiernos de Perón y la posterior etapa de proscripción y persecución en la cual estos sectores de izquierda, habían sido cómplices por acción u omisión.
Aldo Duzdevich es autor de Salvados por Francisco y La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón
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