Pudo haber sido el día del alcohol. Fue, en cambio, el día de la distancia. Es que si bien el alcohol en gel se estableció como el gran escudo para el COVID desde que empezó la pandemia, los cuidados en el operativo votación no estuvieron tan apuntados al lavado de manos sino a evitar que hubiera demasiada gente en las escuelas.
Por supuesto, hubo un tarro de alcohol en cada mesa, hubo un termómetro a la entrada de cada escuela, y no hubo tanto mate como solía haber en cada elección. O mas bien, no hubo mate compartido: todos los que querían tomar tuvieron que tener el propio. Pero lo que sí hubo, y como nunca en los comicios, fueron largas filas en la calle. Y no porque la asistencia fuera mayor a otras oportunidades sino por el operativo montado.
Cualquiera que haya recorrido la Ciudad de Buenos Aires durante el domingo debió notarlo: las calles en zonas de escuelas se volvieron peatonales. Es que para hacer frente a los cuidados necesarios y buscar una manera segura de votar, el Gobierno de la Ciudad implementó un sistema que organizó las filas afuera de los establecimientos y no adentro.
El operativo fue bautizado como “Filas Seguras”. Cada centro de votación de la ciudad recibió un kit con los carteles de protocolo para identificar cada sector, carteles QR para que los votantes obtuvieran información (entre otras, en qué mesa votaban, para ahorrarse así tener que buscarse en los listados), carteles por mesa y pecheras para los organizadores. Se dispuso de 1250 orientadores fijos, personas encargadas en cada escuela de orientar a los ciudadanos y ordenar las filas.
Sin embargo, más allá del empeño por evitar conglomeraciones, el operativo recibió muchas críticas, sobre todo al comienzo del día, por el largo tiempo de espera que hubo en algunos casos. En todas las escuelas se puso un rol de orientador sanitario con el fin de ayudar a la gente. Las excepciones a las filas fueron establecidas para los mayores de 70 años, las personas con movilidad reducida y aquellos que se acercaban con niños, quienes debían entrar con prioridad.
El mismo sistema, establecido por la Dirección General de Atención Ciudadana, se aplicó en toda la Ciudad, pero no en todas funcionó con la misma eficacia. Por otro lado, muchos coinciden en que fue diferente la votación de la mañana que la de la tarde, cuando el operativo terminó de aceitarse.
“Cuando llegué al colegio a votar vi un montón de gente afuera y me quería matar, pero en mi caso tuve suerte porque en la fila de mi mesa no había nadie así que esperé cinco minutos nomás y pasé”, cuenta Julieta, que votó en el barrio de Belgrano. Dice que poco antes había visto una publicación de un amigo que votaba en el mismo lugar que ella y se asustó, porque se veía mucha gente, pero al final la realidad no fue como en las redes sociales.
“A diferencia de otros años la verdad que hubo muchos más quejas por el tema de la cola. La gente, sobre todo a la mañana, tuvo que esperar bastante tiempo en algunas mesas y eso hizo que algunas personas arranquen a los gritos. Pero eso depende mucho de la velocidad con que maneja las cosas cada presidente de mesa. Por eso algunas fueron rápidas y otras más lento”, explica un oficial de la policía de la ciudad que custodió la Escuela 15, en el barrio de Núñez.
Federico fue fiscal general por la lista de Ricardo López Murphy. Estuvo fiscalizando también la Escuela Número 15, en Núñez. Pasó todo el día recorriendo el colegio. Según él, el cuello de botella se dio al mediodía porque fue cuando más gente se acercó a votar y se armaron filas de hasta dos cuadras. “Las únicas quejas fueron por las demoras pero el protocolo funcionó”, dice. Algo que le llamó la atención es que se acercó mucha gente mayor a votar, contra lo esperado por el miedo que produce el covid.
Respecto de los sobres, dice que mucha gente preguntó si cerrarlo o no, si debían pasar la lengua o evitarlo, si convenía directamente dejar la solapa dentro y no pegarlo, o usar boligoma, o ponerse un poco de alcohol en el dedo y cerrarlo así. Hubo de todo en cuanto a técnicas de cerrado se refiere. Sin embargo, dice que más allá de las consultas no hubo ningún problema con eso y la gente procedió con naturalidad. A la hora del recuento, será clave el rol del alcohol en gel.
En relación a la lentitud y los cuidados tomados por los presidentes de mesa, Federico asegura que fueron medidas indispensables para que todos se sintieran seguros trabajando.
La teoría que asegura que todo depende de la velocidad de las autoridades de mesa se reprodujo en varias de las escuelas visitadas para esta nota: todas las personas afectadas al operativo consultadas dijeron que las demoras tenían que ver con eso. Bien mirado, tiene lógica: son justamente las autoridades de mesa las personas más expuestas por estar todo el día recibiendo gente sin descanso. La medida principal contra el COVID para ellos no era solamente el alcohol y el doble barbijo sino la circulación pausada y la distancia. Por eso la orden era no tomar el DNI de ningún votante hasta que el votante anterior se retirara.
En algunos lugares de la Provincia de Buenos Aires esa directiva era más estricta: las autoridades de mesa ni siquiera debían tocar el documento de los ciudadanos y a su vez se les pedía que se acercaran con sus propios elementos para firmar la planilla.
“Llegué y había carteles pegados en el piso en los que se indicaba la mesa. Fui a mi fila y al ratito me hicieron pasar, entré a la escuela, fui a un patio interno, esperé un poco más ahí y me llamaron para votar. Habré estado diez o quince minutos, no fue lento y me pareció bastante organizado”, dice Paula, que votó en una escuela en San Fernando, Provincia de Buenos Aires.
“Yo voté en un colegio de Manzanares, en la localidad de Pilar. El sistema fue sencillo: hice fila afuera, en el número de mi mesa. Cuando llegó mi turno me llamó una persona con un chaleco de facilitador. Me puso alcohol y me tomó la temperatura. Después recién me hizo pasar. Tenía que haber máximo dos personas en cada mesa. Y te pedían que llevaras tu propia birome para firmar. Después de votar, salí por un lugar distinto al que entré, entonces pasé como por un corredor donde la gente estaba siempre en movimiento. Había muchas más personas de lo habitual trabajando”, relata Bautista.
En esencia, Capital y Provincia no fueron tan distintos, aunque la ciudad cuenta con una densidad de población que complica la logística y fue lo que provocó problemas en el tránsito. En aquellas escuelas donde no alcanzaba la vereda para organizar a la gente, las autoridades policiales cortaban la calle y extendían las filas para mantener la distancia. Esto generó complicaciones para estacionar o transitar en auto, y fue una de las principales críticas en las redes.
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