El espectacular robo al Congreso: un millón de pesos, un empleado infiel y dos prófugos desde hace 21 años

El 10 de febrero del año 2000, cuatro hombres armados ingresaron al Tesoro del edificio del Palacio Legislativo, redujeron a 8 personas -incluidos dos diputados- y huyeron con el dinero. La trama de cómo lograron llegar a los culpables y el resultado incompleto de la investigación

El espectacular robo al Congreso

-Parece que fue un asalto común, aunque muy bien planificado y audaz, pero es imposible quitarle la repercusión política. Justo hoy se les ocurrió hacerlo – era, palabras más o menos, el comentario que se escuchaba en las redacciones de los medios de comunicación la tarde del 10 de febrero de 2000, uniendo los dos hechos más significativos del día.

Ese día el radical Fernando De la Rúa cumplía dos meses en la Casa Rosada, a la que había llegado encabezando la fórmula de la Alianza en un país que dejaba atrás los diez años y medio de gobierno del peronista Carlos Saúl Menem. El presidente había viajado a la ciudad de La Plata para reunirse con el peronista Carlos Ruckauf, que también celebraba sus primeros dos meses como gobernador de la Provincia de Buenos Aires.

Era todavía la Argentina donde un peso “valía” un dólar, aunque la recesión y la desocupación prefiguraban un horizonte de crisis económica que estallaría menos de dos años después. El tema dominante de esos días era otro: “la inseguridad” y la reunión cumbre entre el presidente radical y el gobernador peronista la tenía como punto excluyente del temario, que apuntaba a unificar esfuerzos y coordinar acciones para combatirla.

De la Rúa y Ruckauf se mostraron sonriendo a la salida de la reunión. Habían llegado a un acuerdo y lo celebraban.

Contra la inseguridad

La charla, se informaba, había sido amena. Al principio de sus gobiernos, el presidente y el gobernador de la provincia más poblada de la Argentina todavía tendían puentes entre sí y les interesaba mostrarse como aliados frente a un tema que ocupaba la tapa de los diarios.

Las negociaciones se habían resuelto positivamente para los dos. Ruckauf quería darle más poder a la Policía Bonaerense y De la Rúa lo había aceptado, aunque con algunas restricciones. El proyecto de ley consensuado por el PJ y la Alianza –que contaba con mayoría en las dos cámaras provinciales– permitía que los policías interrogaran a los sospechosos en el momento de la detención, si ocurría en el lugar donde se había cometido el delito, aunque los resultados de esos interrogatorios solo podían ser utilizados para la investigación policial y no en la causa judicial. La Alianza también había aceptado el endurecimiento de la política de excarcelaciones y de las requisas policiales.

Como contrapartida, Ruckauf le había dado su apoyo a la creación de una Comisión Permanente sobre Seguridad, propuesta por el presidente de la Cámara de Diputados Provincial, el radical Francisco Ferro.

De la Rúa y Ruckauf habían acordado también la coordinación entre las policías Federal y Bonaerense.

Carlos Ruckauf y Fernando De la Rúa cimentaban un acuerdo político sobre seguridad el mismo día en que robaron el Congreso de la Nación (Reuters)

El punto más alto del acuerdo era la incorporación de la Provincia de Buenos Aires al Consejo Federal de Seguridad Interior. Valorando ese gesto de Ruckauf, en la conferencia de prensa el presidente anunció que la primera reunión de ese organismo se realizaría en La Plata.

El combate coordinado de la Nación y la Provincia contra la inseguridad parecía marchar sobre ruedas cuando ese mismo día, casi al mismo tiempo que se hacían los anuncios, un grupo comando robó un millón de dólares de la Tesorería del Congreso de la Nación.

Un golpe audaz

A las 11 de la mañana, tres hombres armados entraron al edificio de la Cámara de Diputados y se dirigieron decididamente a la Tesorería. El personal de seguridad no pudo detectar las armas de fuego –ocultas debajo de los elegantes trajes que vestían; uno azul, otro gris y el restante verde- porque el detector de metales estaba desconectado.

“Como entra mucha gente y el detector no diferencia entre un arma, llaves o monedas, la chicharra sonaba por cualquier cosa y resultaba muy engorroso para el público sacarse todas sus pertenencias y ponerlas en una bandeja, por eso estaba desconectada”, explicaría después un empleado a la policía.

Los tres asaltantes caminaron tranquilamente hacia la Tesorería, pasando por un retén de la Policía Federal que no los molestó.

Una vez dentro de la oficina de la Tesorería, desenfundaron sus armas –pistolas calibre 9 mm. y .45– y redujeron a las ocho personas que estaban allí, entre ellas el diputado justicialista por Chubut José Manuel Corchuelo Blasco.

Actuaron con mucha calma, sin dar un solo grito. El único momento de violencia ocurrió cuando un policía que se encontraba en la oficina intentó desenfundar su arma y uno de los delincuentes lo redujo con un puntapié en el estómago y lo desarmó.

Hubo un solo momento de incertidumbre.

“De repente, apareció el ex diputado radical Dante Carbajal en la habitación. Al parecer, no encontró a nadie en el mostrador e ingresó en la tesorería. Los delincuentes lo redujeron y lo pusieron boca abajo, junto a nosotros”, contaría después Corchuelo Blasco.

Una vez que maniataron a todos, uno de los delincuentes rompió los candados de las cajas fuertes donde se guardaba el dinero. Lo encontraron ensobrado, listo para pagar las dietas de los diputados y salarios atrasados al día siguiente. Era poco más de un millón de pesos/dólares.

“Estaban muy controlados, no dudaban en absoluto, sabían moverse a la perfección”, relató después Silvina Carstens, secretaria de prensa del diputado José Corchuelo Blasco, a quien había acompañado a la Tesorería.

José Manuel Corchuelo Blasco era diputado y fue sorprendido por los ladrones junto a empleados del Tesoro del Congreso

Recogieron el dinero, que metieron en bolsos, dejaron a los rehenes maniatados y amordazados, salieron de la oficina, deshicieron el camino hacía la puerta del edificio y se retiraron con total tranquilidad.

Toda la operación duró apenas veinte minutos.

El impacto político y las sospechas

Al día siguiente, el audaz robo en el corazón mismo del Congreso estaba en la tapa de los diarios y algunos de ellos no dejaron de hacer una interpretación política.

“La delincuencia humilló al poder”, tituló La Nación. “Se metió en su casa, se erigió en autoridad y sancionó a punta de revólver la única ley que le interesaba”, agregó en la bajada de la nota.

El radical Rafael Pascual, presidente de la Cámara de Diputados y hombre de confianza del presidente De la Rúa, salió a responder:

-Es muy difícil controlar un edificio al que accede tanta gente. Ésta es la casa del pueblo y no se puede palpar en busca de armas a cada uno que entra -retrucó.

“Llamativo robo en el Congreso”, tituló en tapa otro importante matutino porteño, y en las bajadas señaló lo sospechoso del asunto: “Tres hombres que conocían muy bien el lugar asaltaron la tesorería” y “Fue un día después del cambio del jefe de Seguridad”.

Un anónimo y dos capturas

Desde el primer momento, la policía sospechó que el robo se había “armado” desde adentro o, por lo menos, contado con la colaboración de un conocedor profundo de los movimientos del Congreso: los delincuentes demostraron ser conocedores del lugar y que supieran de la existencia del dinero en la Tesorería aunque no fuera fecha de pago era un dato que no podía soslayarse. Pero las descripciones de los testigos eran confusas, no permitían identificar a nadie.

La investigación parecía estar en un callejón sin salida cuando uno de los policías asignados al caso recibió una carta anónima:

“Juan Antonio Zavala, empleado de limpieza de Diputados, fue quien entregó la Tesorería para que la roben”, decía.

Ángel Manzanelli, uno de los dos detenidos por el robo (captura de video, Telefé)

Comprobaron que Zavala realmente existía y pidieron una orden judicial para intervenirle el teléfono. Poco después lograron el primer resultado con una llamada:

-Pagame los 7.000 pesos que me debés – le reclamó un tal “Lito” a Zavala.

-Esperame un poco más – le pidió Zavala.

-Lo único que quiero es que me traigas plata. A mí no me importa el quilombo del Congreso, pero si no pagás voy a batir todo – lo amenazó “Lito”.

Pocos días después los investigadores ubicaron a “Lito” – cuya identidad mantuvieron en reserva – y éste les contó que Zavala era quién les había pasado la información a los asaltantes para que pudieran concretar el robo.

Mientras tanto, el teléfono intervenido de Zavala seguía dando frutos. Así llegaron a Ángel Manzanelli, alias “Manzanita”, un comerciante de 55 años que tenía un extenso prontuario. Le mostraron su foto a los testigos, quienes lo identificaron como uno de los ladrones, más precisamente como el que vestía un traje verde.

Lo detuvieron de inmediato y en el allanamiento de su casa encontraron un bolso negro similar al que llevaba el hombre de verde en el robo y una credencial falsa que lo acreditaba como empleado de limpieza del Congreso.

Una supuesta “mesa de dinero”

La detención de Zavala llevó a abrir una investigación relacionada con el caso: sobre la posible existencia de una mesa de dinero en el Congreso.

Los fiscales José Barbaccia y Eamon Mullen abrieron una investigación sobre la supuesta existencia de una mesa de préstamos en la Tesorería, donde se les otorgaba dinero a los empleados cobrando intereses muy altos.

La hipótesis apuntaba a que el robo podría haber servido también para encubrir faltantes de caja producto de esos supuestos préstamos ilegales, pero las pesquisas sobre la supuesta “mesa de dinero” no llevaron a ningún lado.

Juan Antonio Zavala y Ángel Manzanelli fueron los únicos detenidos por el robo a la Tesorería de la Cámara de Diputados.

Nunca identificaron a los otros dos asaltantes: el hombre de azul y el hombre de gris. Tampoco dijeron nunca dónde estaba el dinero robado.

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