Encerrada entre cuatro paredes frente a un futuro incierto, ¿quién podría imaginar un crecimiento en ventas? Sobre todo si el negocio en cuestión es una marca de accesorios artesanales, en un contexto en el cual cayó el consumo de indumentaria, calzado y perfumería por el confinamiento. Stefanía Fatú (32), aún está sorprendida y agradecida, desde los primeros meses de la pandemia, los pedidos no se hicieron esperar, vendió anillos, pulseras, aros, amuletos y talismanes.
“No estaba preparada para seguir trabajando como artesana. Pensé que tendría que reinventarme porque me preguntaba quien va querer comprar una joya artesanal en este contexto”, admite Stefanía creadora de Fénix Fatú.
En los meses previos a marzo del 2020, Estefania había creado una cuenta de Instagram @fenixfatujoyeria para mostrar su trabajo. Allí tenía algunos seguidores, no muchos. El resto de sus ventas se hacían a través del showroom Hidra Tienda, que debió cerrar sus puertas por las restricciones.
“Los últimos días de abril, una vez que había asimilado el contexto, decidí volver a crear y noté que había mucha gente que estaba esperándome. En paralelo monté una tienda online. Fue algo nuevo, toda la vida había vendido en ferias a la calle…”, relata.
Fuego, metales y piedras semipreciosas
Estefania no siempre supo que su camino estaría ligado a la artesanía. Tampoco fue un legado familiar. Nacida en Avellaneda, antes de soldar, calar y poner las manos cerca del fuego hacía cuadernos como hobby. Para vivir trabajaba como camarera en bares, siempre que podía ahorraba algo de dinero y viajaba. Ese era su ritmo de vida.
En una escapada a Córdoba Capital, allá por 2014, tuvo el primer acercamiento a lo que hoy es su pasión, la joyería artesanal. “Estaba vendiendo mis cuadernos en una feria cuando me crucé con una artesana, quedé fascinada con sus creaciones. Le pedí que me enseñara algo... Tomé una alambre, un poco de chapa, y con la pinza le di forma, lo disfruté“, recuerda. Fueron apenas tres encuentros pero muy significativos en la vida de Estefanía.
La vida siguió en Buenos Aires, cada vez que podía, la joven viajaba por el país repitiendo la misma dinámica. Hasta que una crisis interna la hizo dar el salto que no se animaba “Me propuse dejar de atender mesas, pero para eso tenía que encontrar otro medio de vida”. Se anotó en el instituto Municipal De Folklore Y Artesanías Argentinas De Avellaneda. Me enamoré del oficio. Fueron varios años de perfeccionamiento: soldar, calar, pulir. Eso sí, cada vez que tenía algo de dinero me abastecía con piedras, metales, herramientas”. Todo pensando en un futuro que se materializó.
Con un poco de improvisación, en 2017 montó su propio taller, primero en su habitación y más tarde en un ambiente de su hogar. Como maestra y experta en el manejo de los fuegos, explica paso a paso como se hacen sus creaciones. Lo resume en una frase. “De tener un metal sin forma a alcanzar una obra pulida, brillante y hermosa entre las manos”.
Y sigue: “Quería encontrar una herramienta que me hiciera feliz, y a la vez me permitiera independencia económica...”. Lo logró.
Primero a la calle
Como otros artesanos comenzó vendiendo en las calles. Cada domingo montaba su stand en las ferias de San Telmo. “Con la presencia del turismo internacional vendía mucho, era gratificante ver el feedback inmediato. Si bien eran jornadas largas era un lindo momento para compartir con colegas, y nutrirse de otros”, destaca.
“La gente tiene un concepto del artesano como el hippie fumado, pero no es para nada así. Requiere concentración, precisión y una gran disposición horaria para poder cumplir con los pedidos, hay semanas que no tengo descanso”, admite.
Con cada vez más demanda, decidió formalizar su proyecto. Le dio nombre: Fénix Fatú, no fue una elección casual. Hace referencia a la leyenda del Ave Fénix, su inmortalidad se manifestaba en su eterna capacidad de volver a la vida resurgiendo de entre sus cenizas. “Fue un paso importante animarse a dejar de atender mesas para construir mi proyecto, una especie de renacer”, admite.
Por otra parte, el hermano del abuelo paterno, que no conoció, se llamaba Félix. “Quise homenajearlos.. Todo cobró sentido”.
Artesana todo terreno
Hace aros, pulseras, anillos y amuletos con piedras como amatistas, piedra de la luna...traídas de la india. Todo es hecho a mano, con amor por el trabajo manual.
Con el cese de las restricciones, pudo volver al showroom y mantener la tienda online. En un futuro sueña con volver a las ferias. “A pesar de todo, se extraña la venta callejera”.
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