Mixers, tablets, celulares, bicicletas y hasta juguetes viejos recuperan la utilidad luego de pasar por las manos de algunos de los voluntarios del Club de los Reparadores. Personas que colaboran con quienes llegan a los distintos puntos de encuentro con sus objetos en desuso, que no quisieron tirar o que optaron por no reemplazarlo con uno nuevo.
Nacieron en 2015 en Buenos Aires, con el objetivo primario de evitar el impacto ambiental que provocan los objetos al convertirse en basura. El movimiento busca promover la reparación como estrategia de consumo responsable y práctica de la sustentabilidad; y de economía circular. El modelo fue inspirado en iniciativas similares de otros países como los Repair Cafés creados en Amsterdam en 2009 y las Restart Parties, en Gran Bretaña.
“Buscamos promover un cambió en la manera que pensamos sobre los objetos que consumimos y su vida útil”, le cuenta Marina Pla, una de las fundadoras del proyecto nacido como una serie de encuentros colaborativos que reúne a personas que saben reparar objetos con aquellos objetos rotos o que necesitan ser reparados: el que tiene el conocimiento explica y da las herramientas para efectuar el arreglo; y así lograr un espacio donde “poder alargar la vida útil de un montón de objetos que parecen imposible de recuperar en un service comercial”.
“Armamos una mesa por rubro donde se comparten herramientas y convocamos a los voluntarios que se inscribieron previamente. En cada uno habrá una persona que sabe, al menos un poco más; no son necesariamente profesionales sino personas con ese saber y que puede asistir a quien sabe menos”, le explica a Infobae Pla sobre la modalidad de trabajo. “No es un service gratuito sino una persona que sabe cómo resolver ese desafío”, remarca. Hasta el momento llevan más de 90 encuentros en todo el país y otros cientos de objetos reparados.
La historia del lugar donde todo vuelve a ser útil
Reparar es extender la vida útil de los objetos y evitar que se conviertan en residuos; una manera de combatir la cultura de lo descartable y la obsolescencia programada, poniendo en valor los saberes tradicionales y modernos de reparación. Esa es la meta del Club de Reparadores.
Marina Pla (diseñadora y comunicadora social) junto a Melina Scioli (artista) dieron vida al club cuando se sintieron interpeladas por el destino de los residuos cuando cada una desde su ámbito ya estaba trabajando, de alguna manera, en resolver la separación de residuos para reciclaje e investigaban qué era lo que se reciclaba, qué no, por qué y qué era lo más difícil de reciclar. Así descubrieron que había objetos electrónicos o cosas en desuso que no tienen vías de reciclaje fáciles y que son difíciles de reciclar.
Entre esos objetos hay electrodomésticos que están tan sellados que son difíciles de abrir y también artículos tecnológicos como tablets o celulares a los que se les desgasta la batería y parecen imposibles de cambiar. “Son objetos que los hacen más baratos y menos reparables; es una estrategia de ‘vida programada’ para fomentar el consumo: se los diseña para que su vida útil sea acotada. Los fabricantes no ponen manuales ni repuestos a disposición de los consumidores”, analiza Pla.
Promueven encuentros de reparación itinerantes, voluntarios y colaborativos donde personas de todas las edades y ocupaciones puedan intercambiar saberes y herramientas para alargar la vida útil de los objetos, fomentando así la colaboración entre pares
Con la idea clara, surgieron los primeros encuentros y sus resultados fueron asombrosos. “A través de las redes sociales, convocamos a personas que supieran de reparación más que nosotras y que además tuvieran ganas de compartir una tarde para reparar juntos. El proyecto fue creciendo gracias a los voluntarios que se sintieron atraídos con esta propuesta y que quisieron compartir su saber”, recuerda sobre esas primeras instancias cuando notaron que de verdad se podían reparar esos objetos, que fueron muchos.
Antes de los electrodomésticos, en las reuniones hubo muchas prendas textiles que necesitaron una segunda oportunidad. Y objetos que no tienen una categoría específica como los mangos de las sartenes, las tapas de las cacerolas, todos fueron reparadas en el club apto a todo público. “Necesitamos mayor responsabilidad con lo que consumimos pensando en cambiar nuestro rol como consumidores”, asegura Pla.
Esa idea se contrapone a la de “me sale más barato comprar uno nuevo que mandarlo a arreglar”, comenta Pla. “Decir que resulte más caro reparar que comprar algo nuevo no significa que sea imposible de reparar. Pero sucede que quizás a un service no le rinde hacerlo o a nosotros no nos conviene esperar el tiempo que le lleve reparalo. Por eso, la propuesta radica en esta instancia colaborativa y gratuita que permite poder alargar la vida de muchas cosas que de otra manera no podrían seguir usándose”.
Desde que iniciaron, se reúnen en parque y plazas de la Ciudad. Eso colabora para que quienes pasean por esos puntos de encuentro se enteren de la iniciativa que ya se extendió a las ciudades de Rosario, Comodoro Rivadavia, Bariloche y Córdoba, y llegó a Montevideo, Uruguay. Pre pandemia, las creadoras de la actual ONG llevaron la idea a Bogotá, en Colombia.
También, buscan generar un triple impacto: ambiental (alargar la vida útil de las cosas reduce los residuos); económico (promueve el trabajo de los reparadores barriales) y humano (refuerzan los lazos de la colaboración y se revaloriza a las personas y sus saberes)
Durante la cuarentena para evitar la propagación del coronavirus, las reuniones pasaron a Zoom y comprendieron la necesidad que la idea, que fue avanzando a otras ciudades se siga extendiendo a toda Argentina.
“Alentamos a que cualquier comunidad o institución con ganas de trabajar la temática de la reparación arme su propio evento. Puede realizarse siempre que haya alguien que sepa más de reparación que nosotros”, alienta y explica que muchas personas salieron felices de los encuentros luego de conseguir que alguien cambiara la batería de un celular que pensaban ya no servía más. “Podrá usarlo por unos años más”, aclara.
En ese tono, enfatiza: “La idea es que quien sabe lleve sus herramientas y muestre cómo se hace. Es interesante visibilizar esto en la calle, que vean que nos juntamos a reparar y brindar la posibilidad de aprender. Como ONG buscamos generar un triple impacto: ambiental, ya que alargar la vida útil de las cosas reduce los residuos que se generan; económico, por promover el trabajo de los reparadores barriales, lo que es clave para una economía circular; y humano, ya que se refuerzan los lazos de la colaboración y se revaloriza a las personas y sus saberes, construyendo resiliencia social”.
La iniciativa también tendrá lugar en las escuelas: “Trabajamos de muchas maneras para hacer el cambio cultura como consumidores. Tenemos el programa con colegios, ‘Las ligas menores del Club de Reparadores’, en el que trabajamos con adolescentes y otro proyecto que consta de un ‘Directorio de reparadores comerciales’ que buscan promover la reparación como actividad económica y comercial, lo que nos parece algo clave”, finaliza.
Los días y lugares de encuentros son difundidos por las redes sociales @clubdereparadores, en Instagram y Facebook.
SEGUIR LEYENDO: