“El caso de la muerte de Juan Duarte demuestra que hubo una renuncia consciente del poder judicial a buscar la verdad y que esa renuncia es una característica del sistema judicial y sus relaciones con el poder político que persiste aún hoy: la renuncia a investigar realmente lo que pasó y el uso político del expediente. A nadie le importó saber qué pasó con Juan Duarte, hermano de Evita y mano derecha de Perón, a todos les sirvió en cambio tratar de servir a los intereses del poder de turno con una supuesta ‘verdad judicial’”, dice Catalina de Elía.
Licenciada en Ciencia Política y Gobierno por la Universidad Torcuato Di Tella y periodista de vasta trayectoria, De Elía investigó durante seis años las circunstancias y las hipótesis que se manejaron sobre la muerte del hermano de Eva Perón ocurrida la madrugada del 9 de abril de 1953, poco después de que el presidente, su cuñado, le exigiera la renuncia al cargo de secretario privado en medio de rumores y acusaciones de corrupción.
Una muerte oscura que, según quien gobernara y quiénes se encargaran de investigarla a lo largo de los años, fue calificada tanto de “suicidio” como de “homicidio” sin que nadie pudiera presentar pruebas fehacientes en ningún sentido y que terminó archivada como “muerte dudosa”.
Durante la investigación periodística que emprendió, de Elía no sólo logró entrevistas a antiguos testigos del caso y múltiples fuentes políticas y judiciales sino que también descubrió el expediente de la causa, guardado y olvidado en una caja fuerte del Palacio de Tribunales, y 16 vinilos grabados con declaraciones de testigos cuya existencia nadie recordaba. El resultado es “Maten a Duarte – Historia secreta de la muerte del hermano de Evita”, un libro que revela hechos desconocidos, a la vez que pone en evidencia las tramas político-judiciales que, lejos de ayudar a esclarecer el caso, lo convirtieron en un verdadero misterio.
-El título de su libro es una afirmación fuerte, que potencia después en el texto cuando sostiene que “Duarte tenía que morir”. ¿Por qué tenía que morir el hermano de Eva Perón?
-Porque llego a una hipótesis bastante armada sobre su muerte en la que sostengo que Duarte no se suicidó. En el texto trato de desarrollar por qué no se suicidó, por qué lo mataron y quiénes pudieron haberlo matado. El “tenía que morir”, tiene que ver con que era un personaje que en un momento empieza a incomodar al poder, al propio Perón. Porque su muerte ocurre justo en el momento de un quiebre de su relación con Perón, de quien había sido hasta hacía unos días su mano derecha.
-¿Por qué se produce ese quiebre?
-Hacía casi un año que había muerto Evita y también para ese momento, hay un cambio en el contexto político y económico. Es entonces cuando no sólo la oposición sino también sectores internos del peronismo empiezan a denunciar la corrupción gubernamental y muchas de esas denuncias apuntan a Juan Duarte, acusado de tráfico de influencias y de maniobras con los permisos de importación y exportación. Cosas que Perón ya había escuchado en otros momentos, pero que ahora, cuando Evita ya no vivía y su gobierno empezaba a tener estos problemas económicos y diferencias con sectores internos les da otra magnitud.
-El hermano de Evita empieza a ser un personaje incómodo.
-Exacto, Perón empieza a pensar “Duarte está molestando, es un problema para mí”, porque las críticas no vienen solo de la oposición, también de su propio movimiento.
-¿Cuán incómodo podía ser?
-Hay que tener en cuenta que Duarte no era un “che pibe” de Perón. Había sido su mano derecha en muchas cosas durante los años más felices del peronismo. Eso no se sostiene solamente porque siempre aparecía muy cerca de él en las fotos, como parte de su entorno más íntimo, sino por otras razones. En la investigación pude acceder a distintos documentos firmados por Juan Duarte donde se toman decisiones importantes del gobierno, como por ejemplo mover jueces que le molestaban a Perón, entre otras cosas. Hay múltiples testimonios y documentos históricos que permiten comprobar que Duarte tenía un poder muy grande y que la mayoría de las cosas que hacía tenían la aprobación de Perón, no es que se las ocultara. Entonces cuando las denuncias empiezan a apuntar a Duarte también, de alguna manera, golpean a Perón.
-Para ubicarlo bien, Duarte tenía enemigos peligrosos y también guardaba secretos del poder.
-Exactamente. Sabía mucho, más allá de que después Perón, en las pocas veces que se refirió a su muerte, trato de minimizar tanto el poder que tenía Juan Duarte como al personaje. Como cuando dijo que se había suicidado porque tenía sífilis, lo que quedó desmentido en el expediente por el médico personal de Duarte, que testificó que no tenía una sífilis activa. Por lo cual esta excusa de Perón de que se mató porque tenía sífilis se cae.
-Volvamos al contexto de la muerte. Usted señala una serie de hechos…
-Todos los días previos a la muerte de Duarte son muy importantes para entender la escena del crimen, por qué Duarte muere. Por lo menos para poder entender en qué contexto, porque a raíz de todas estas denuncias, a principios de abril Perón les hace lugar a los militares que querían investigar a Duarte desde adentro del gobierno. Esa investigación interna se la encarga al general León Bengoa y al mismo tiempo le pide a Duarte que renuncie. En el expediente judicial consta que cuando el equipo de Bengoa revisa la oficina de la secretaría privada encuentra en un cajón títulos de propiedad, como una estancia y unos studs, que Duarte no podía justificar.
-¿Cómo reacciona Perón?
-Cuando le muestran esos papeles, Perón pide que lo citen a declarar ante los investigadores y se fija la fecha: 9 de abril de 1953. La tarde del 8 de abril, Perón cita a una conferencia de prensa en la Casa de Gobierno para hablar del alza de los precios, que era uno de los problemas más graves que enfrentaba su gobierno, pero apenas si habla de ese tema. En cambio, focaliza casi todo su discurso en las denuncias de corrupción y dice: “Yo tengo la obligación de pensar que la gente es honrada hasta que deja de serlo y deja de serlo cuando yo lo puedo comprobar, y cuando yo lo puedo comprobar, estén seguros de que van a la cárcel, así sea mi propio padre”.
-O su propio cuñado y ex secretario privado.
-Queda clarísimo. Cuando Juan Duarte escucha en su casa lo que dice Perón se da cuenta de que está dirigido a él. Y no sólo él se da cuenta, se da cuenta todo el mundo.
-Como se dice comúnmente, “le soltó la mano”. ¿Cómo reaccionó Duarte?
-Según consta en el expediente, que es lo que yo trato de reconstruir en el libro, Héctor J. Cámpora, que era muy amigo de Duarte, lo fue a visitar a su casa poco después dela conferencia de Perón y le dijo que se vistiera y que fueran a ver a Perón para “arreglar esto”, que él lo iba a acompañar. Siempre según el expediente, Cámpora dice que lo acompaña hasta la residencia y después se va al cumpleaños de su madre en la provincia. Hay varias versiones sobre eso, pero de acuerdo con la declaración del chofer de Duarte. Perón no lo recibe y él lo lleva, muy deprimido, a la casa, algo que confirma el personal de servicio.
-A partir de ahí, todo parece entrar en una nebulosa.
-La opacidad de la historia. Aparece muerto al otro día y hay muchas contradicciones entre quienes estuvieron en la escena. Y ocurren cosas que hacen pensar que a Duarte lo mataron. El juez llega mucho después que la policía y se encuentra con gente que ya está ahí, entre ellos varios funcionarios, por orden del propio Perón, que además le ha ordenado al jefe de la Policía Federal que se ocupe personalmente y apure el caso para que no se genere mucha “alharaca”.
-Desde ese momento y con el correr de los años se hicieron tres investigaciones sobre la muerte de Duarte, una en ese momento, otra en 1955 y 1956y la última en 1958, con resultados contradictorios. Usted las investigó a fondo, ¿a qué conclusiones llegó?
-El caso de Juan Duarte demuestra que hubo una renuncia consciente del poder judicial a buscar la verdad y que esa renuncia consciente es una característica del sistema judicial y sus relaciones con el poder político. Y eso se puede ver porque es una constante en la historia. En el caso de Juan Duarte, lo que sabemos es que durante el gobierno de Perón hubo un juez que, sin ordenar una autopsia, sin tomar declaración a los testigos de la muerte y sin hacer pericias balísticas ni pericias caligráficas a la supuesta carta de despedida que dejó, cerró la causa en el momento y entregó el cuerpo a la familia. Eso en el gobierno de Perón, cuando consta en el expediente que Perón ordenó cerrarla rápido.
-La segunda fue la de la famosa “Comisión 58”, a cargo del capitán Molinari y de Próspero Fernández Alvariño, alias el “Capitán Gandhi”, durante la dictadura de Aramburu, que dictaminó en otro sentido.
-Esa comisión investigadora actúa en el contexto de una llamada “Revolución Libertadora” que se propone desperonizar a la Argentina y para eso es funcional culpar a Perón por la muerte de Duarte. Trabajan con la hipótesis del homicidio y trabajan para llegar a eso. Pero no hay ninguna prueba fehaciente que sostenga esa conclusión.
-¿Y la tercera?
-Durante el gobierno de Frondizi la causa se reabre porque el juez de la primera investigación, Pizarro Miguens, se autodenuncia para limpiar su nombre, porque se lo señalaba como encubridor de la muerte de Duarte. Investiga el juez Franklin Kent, amigo de Miguens, que empieza un trabajo minucioso, pero pronto cierra la causa dictaminando que fue suicido. Lo que hace, en realidad, es servir a un colega de la familia judicial.
-En las tres investigaciones primaron los intereses políticos y/o judiciales, no la búsqueda de la verdad.
-Es decir, sirviendo, más allá de lo que hubiera pasado, a un colega de la familia judicial. A nadie le importó saber qué pasó con Juan Duarte, hermano de Evita y mano derecha de Perón, a todos les sirvió en cambio tratar con “la verdad judicial” de servir a los intereses del poder de turno.
-¿El muerto, Juan Duarte, no le importó a nadie?
-A nadie y después volvieron a matarlo con el olvido, que es otra manera de matar.