El Nocturno es un subgénero dentro de la música clásica impulsado por la inmensa pluma del pianista y compositor polaco Frederic Chopin.
Se trataba de músicas melancólicas y románticas repletas de melodías pausadas, suaves, con armonías que dotan a la composición de una belleza casi nostálgica.
Ese verano del 98 nos encontraba a muchos porteños trabajando en Punta del Este, Uruguay, que a su vez estaba plagado de argentinos de vacaciones. Corrían alocados esos años lisérgicos del 1 a 1, cuando 1 dólar en Argentina equivalía a 1 peso. O sea, cualquier pelandrún ganaba 15.000 pesos por mes que podía cambiar en cualquier banco, agencia o kioscazo por 15.000 dólares, así que a veces resultaba más barato vacacionar en Punta del este, Miami o Acapulco que en Mar de Ajo.
Así nos quedó la cabeza a muchos por mucho tiempo, cuando el sueño delirante terminó.
“Dream is over” dijo John Lennon en 1969 cuando el crimen de un afroamericano a manos de los Hell´s Angels en un show de los Rolling Stones realizado inconscientemente dentro de un autódromo en Altamont, al norte de California. Todo eso documentado en “Gimme Shelter”, ese gran film sobre la banda. Y, sobre todo, por el asesinato de Sharon Tate, que estaba embarazada de su marido Roman Polanski, hecho cometido por un grupo de hippies diabólicos que vivían en una comunidad liderada por el perverso Charles Mason. Dos hechos que dieron por terminada la aventura hippie.
Ahí cayeron en la cuenta todos que ese mundo propalado por los pelilargos repleto de paz, música y libre amor era una utopía. Una fantasía también algo lisérgica mirándola desde hoy, pero que no dejaba de ostentar una esperanzadora belleza entonces.
En fin.
Ese verano de 1998, decía, me ubica trabajando en una radio que se llamaba FunkySoul, que obviamente de dedicaba a la música, dónde habíamos recalado un grupo de disc jockeys argentinos como Carlos Alfonsín, Javier Zucker, Buey, Cattaneo, Jean Pierre Noher- el gran actor que también es un gran musicalizador de radio-, mi hermano Nillo y yo, entre otros que no llego a recordar, brindándonos a todos la hermosa posibilidad de vivir una temporada relajada y bien pagada.
La radio estaba en manos de un par de empresarios argentinos muy amables y divertidos, que un día durante la primer semana de febrero -como suele suceder con este tipo de sujetos-, desaparecieron con lo recaudado dejándonos a todos con la radio y el hotel pago, pero sin sueldos ni premios ni eventos ni adyacentes ni nada. No es casual ninguno de nuestros males endémicos, como argentino hablo.
Pero bueno, ese enero del 98 fue genial.
Apareció una tarde de ese mes en la radio mi querido amigo Antonio Birabent, que andaba por ahí también haciendo de las suyas, que siempre eran más gratificantes que las nuestras. Teníamos por costumbre cabalística presentar sus discos en mis programas y Azar no iba a ser la excepción.
Había estado gran parte del año 1987 grabando el disco entre actuaciones y conducciones televisivas, que si algo tiene el bueno de Antonio es versatilidad y talento, virtudes a las que sumando buena voluntad le otorgan innumerables posibilidades de conseguir buenos contratos.
Venía de “Morir y matar”, un álbum que lo había consagrado como cantautor, partía en busca de “Anatomia” ese gran disco que incluye su tema “Aminoácido”.
Siempre pensé que los grandes autores se hacen inconfundibles cuando hay palabras o juegos de palabras que logran diferenciarlos del resto.
Por ejemplo.
El único tipo que podía hacer una canción donde la palabra limousine no sonara forzada era Gustavo Cerati, de la misma manera que el único músico que puede cantar una letra que en el estribillo dice " No obstante lo cual me sigue gustando el cabaret” es Pappo. Así pienso que el único cantautor que puede hacer un tema que contenga en su estribillo la palabra AMINOACIDO es Antonio.
Ok, estos 3 discos “Morir y matar” “Azar” y “Anatomía” habían puesto a Birabent Jr. en el menú de opciones para cualquier musicalizador de radio, con lo que la expectativa por lo que mantenía ocupado musicalmente a Antonio era cada vez mayor.
Nunca está demás recordar que Antonio Birabent lleva adelante su carrera musical mechándola con sus brillantes actuaciones o su trabajo de conductor de programas musicales televisivos mas allá de esos brillantes programas de radio por los que se llevó un Martín Fierro en 2016.
Volvemos al verano del 98.
Enterado de la radio una tarde veo llegar a Antonio con algunos amigos y un disco en la mano, después del abrazo me da la nueva criatura aclarándome algo que casi me emocionó.
“Hay una versión del “Nocturno de Princesa” de Moris”, sabiendo que me iba a tocar una fibra muy íntima y personal. Siempre fui medio fan de Moris Birabent especialmente de ese nocturno plagado de mensajes y una policromía melanco que superaba por lejos todas sus demás canciones. Para mi.
Nunca fue un hit, ni siquiera está en sus discos de Grandes Éxitos, pero en esa canción encontrás un Moris que no está en ningún otro surco de cualquiera de sus composiciones.
Y es un auténtico Nocturno, digno de Chopin.
También esto es para mi, sin otro argumento que la piel de pollo que me produce cada vez que alguien sin avisar la pone.
Será el tono en general del tema, será por el silbido del comienzo, puede ser también porque carece de estribillo lo cual siempre me seduce, algo hay en “Nocturno de Princesa” que me doblega.
”Aquí estoy ahora esperando nada, esperando a nadie
Una coca cola tan roja y helada.
Y en el aire suenan miles de palabras
Pero destruiría todas las palabras
Te sumergiría y te ahogaría
Y en una mirada me comprenderías.
¿Me comprenderías?
¿O son tonterías?”
Me consta que Antonio escribe canciones todo el tiempo, quiero decir que es un músico que no necesita andar buscando hacer covers para trascender, así que me causó una adorable sorpresa que justamente él eligiera incluir su lectura de este Nocturno firmado por su padre en su nueva obra.
Hablábamos la otra noche justamente de estas elecciones entonces me cuenta
”Mi padre andaba siempre por esa calle, Princesa, que está en el centro de Madrid. Corría el año 1976, el franquismo estaba muerto pero tibio y Moris se iba al Vips a escribir todas las noches. Lo que dice la canción estaba todo ahí a la vista de cualquiera. La fotos de los Beatles estaban viejas porque estaban en una de esas repisas andá a saber desde cuándo, el muñeco de King Kong, las flores artificiales y hasta el retrato del Che Guevara que estaba impreso en una de esas lámparas que tanto se usaban. La letra tiene una especie de realismo urbano muy frecuente en las letras de mi viejo. La elegí por eso además de recordarme mucho a esos años en Madrid con mi familia.”-
Azar es un disco que pinta muy bien su época, un coqueteo Antoniobirabentiano con la electrónica muy de moda ese año que realizó con el músico y productor Luis Volcoff. El resultado es un disco que aún hoy suena nuevo. Sin embargo los temas más difundidos son “Madrid” y “Linterna”, el nocturno no figura entre sus éxitos tampoco.
Y aquí estoy ahora en el Vips de Princesa
Y en aquella mesa hay varias duquesas.
Una rubia inglesa come su hamburguesa
Y en la barra un tío toma su cerveza.
La música negra por los altavoces
Y los camareros que tu ya conoces.
Y escribo y describo lo que voy mirando
Los Beatles ya viejos mirando a la gente
Mil flores de plástico, un disco fantástico
Drácula que mira a King Kong con ira
Y el che Guevara gira que te gira.
Cuenta Antonio porqué eligió ese:
“Mas allá de remitirme a la temporada en Madrid ya en el disco original “Nocturno de Princesa” linkea armónicamente con cosas de Massive Attack digamos. Quise mantener el espíritu de la canción original así que decidimos samplear el silbido del inicio, entonces es el mismo silbido pero suena distinto. La he tocado en vivo con la banda de Azar que eran Volcoff, Leah de que venía de Avant Press, Luis Burgio y Pablo Silva, a veces ahora la toco en trío con piano y armónica. En España la hice con máquinas. Siempre suena bien.“
”Y por la ventana casi ningún niño
Solo una escultura de duraluminio
Árabes, franceses, tíos que parecen
Hippies o burgueses.
Y un mundo borracho que va haciendo eses
Va haciendo eses”.
Terminamos la noche hablando con mi amigo Antonio de lo esencial que es la armónica en su versión y la debilidad compartida por ese gran disco de Bob Dylan que se llama “Time out of mind”.
Y agradeciendo ambos al hacedor del universo por las músicas y por habernos dotado de oído para disfrutarlas.
SEGUIR LEYENDO: