En 2016, Mateo Kawaguchi (26) comenzó a estudiar en la Escuela de la Asociación de Propietarios de Pizzerías y Casas de Empanadas de la República Argentina y obtuvo el título de Maestro panadero. Ya había pasado por otros talleres donde le daban clases de cocina y sus profesores le vieron en él una chispa distinta cuando se concentraba en los platos que preparaba.
En marzo de ese año inició sus estudios donde luego sumó los títulos de maestro pizzero, maestro en pastas y salsas, maestro pastelero y maestro cocinero. En 2017 viajó con Javier Labaké, director de la Escuela de APPYCE, y el equipo que representó a la Argentina en el Mundial de la Pizza que se realiza anualmente en Parma, Italia, y obtuvo el 4° puesto en “Pizza al Molde”.
“Fue la primera persona con síndrome de Down en concursar, el primer argentino en obtener un puesto alto y abrió la puerta para que en ediciones posteriores se sumaran otros participantes con discapacidades”, cuenta Labaké a Infobae y resalta que Mateo debió enfrentarse a otros 200 concursantes bajo la atenta mirada y el exigente paladar del jurado.
Este miércoles, el legislador Matías López le entregó la distinción que declara al proyecto “Amasando Prejuicios” (con el que visitan distintas instituciones para dar charlas gratuitas y cuenta su experiencia, mientras amasa pizzas) como de interés para la promoción de los derechos e integración social de las personas con discapacidad y consideró que está enfocado en derribar y deconstruir prejuicios y preconceptos sobre las personas con Síndrome de Down y que contribuye a la remoción de barreras que obstaculizan el pleno goce de sus derechos humanos y libertades.
“Mateo es un ejemplo de superación que nos muestra un camino donde todas las personas pueden alcanzar una vida con inclusión social y laboral si tienen acceso a las herramientas necesarias para su formación y desarrollo”, afirmó López.
Aún emocionada, Gabriela, madre del joven, asegura en diálogo con Infobae: “Estoy encantada por esta mención. Tengo la expectativa de que sirva para impulsar el trabajo de él, una futura independencia y que se conozca la realidad que viven las personas con discapacidades intelectuales, no sólo la de Mateo”.
Amasando Prejuicios “es un claro ejemplo de que, con aliento, apoyo, acceso a la educación y formación profesional, dedicación y esfuerzo, las personas con discapacidad intelectual pueden alcanzar una vida con mayor autonomía individual y con mayor participación en la vida social y laboral, contribuyendo a la remoción de barreras que obstaculizan el pleno goce de sus derechos y libertades fundamentales”, dice el texto de la declaración de López al que una veintena de diputados de diversos sectores de la Legislatura porteña se sumaron.
El camino a la inclusión y el trabajo de “Amasando Prejuicios”
Mateo nació con una cardiopatía muy severa, tuvo que ser operado dos veces del corazón. Su infancia fue muy complicada en cuanto a su salud y pese a todos los pronósticos, salió adelante y pudo asistir al jardín de infantes y la escuela primaria. Al terminar, fue anotado en el Instituto Infancias para comenzar su formación laboral.
“En esos talleres tenía cocina y como los profesores le vieron actitudes, nos dijeron que posiblemente lo ubicarían en una escuela de pizzeros o panaderos, no estaba muy claro, pero no tuvimos novedades. Al poco tiempo, APPYCE hace un evento en beneficio de la Asociación de Síndrome de Down, Mateo fue y lo pasó bárbaro. Y allí conocí a Javier y le comenté que mi hijo estaba por estudiar en su escuela, que nunca hubo confirmación, y me pidió que lo llevara. Ya pasaron 5 años. Nunca hubo un deseo de Mateo de ser cocinero, fue lo que se dio y le gusta mucho. Hoy, ese es su lugar”, resume la mujer, de profesión docente.
A la vez, reflexiona: “Cuando tenés un hijo con discapacidad tenés que subirte al bondi que pasa, no podés quedarte a esperar. Mi marido es ingeniero y trabaja en una empresa en la que siempre pensé que Mateo sería el cadete interno, que haría las fotocopias, por ejemplo; pero surgió esa posibilidad en un ámbito que lo favorece mucho, que disfruta, donde lo quieren y gracias a esto vive un montón de situaciones más allá del aprendizaje y de las materias: encontró un espacio que lo contiene, tiene un trabajo, gana su dinero y a raíz de ello han ido surgiendo otras situaciones como el proyecto Amasando Prejuicios, que también se desprende de los cursos que hizo y su historia gastronómica”.
Con sus aprendizajes afianzados, el joven que además ama la actuación, comenzó una pasantía educativa en una cadena de pizzerías que lo contrató junto a otros jóvenes con Síndrome de Down. Además, hace 4 años junto a unos amigos creó un emprendimiento de Catering de Pizzas, Los Perejiles.
“Trabajar con Mateo es hermoso además de divertido, porque es un chico muy ocurrente”, lo define Labaké y amplía la experiencia del proyecto que comparten: “El objetivo es difundir la experiencia de Mateo para promover el apoyo, la educación y la inserción laboral de las personas con discapacidad intelectual. Es una gran posibilidad para generar un espacio, llevar conciencia a la gente y acercarla al Síndrome de Down, ayudarla a derribar mitos que tienen porque hay quienes piensan que es una enfermedad y contagiosa, que son personas agresivas, nada que ver. Y se genera una empatía excepcional. Ya recorrimos varias ciudades del país con las charlas en las que compartimos nuestras vivencias mientras amasamos pizzas y nos divertimos porque con Mateo nunca falta el humor. Después compartimos lo que cocinamos”.
Labaké explica que desde que Mateo ingresó a la escuela que dirige lo siguieron otros 40 alumnos con discapacidades y que debieron adaptar los libros de estudios para que les fuera más simple entender el contenido debido a que la mayoría de personas con discapacidad intelectual tienen problemas de lectoescritura.
“Todos vienen con su tutor o tutora y nosotros readaptamos el material de estudio para que en vez de tanta letra sea más gráfico, les damos más tiempo y tenemos más paciencia. Todos aprobaron hasta ahora con muy buenos puntajes porque son personas muy meticulosas y dedicadas cuando estudian”, concluye.
El deseo de independencia
“Mateo está loco por mudarse y vivir con un amigo, o solo. Cada vez que ve un departamento en alquiler cerca de casa, le saca una foto me la muestra pidiendo que se lo compre”, revela Gabriela y se ríe. Ese deseo de su hijo por avanzar la llena de emoción, pero choca con la realidad cuando comprende que aunque ella pueda o no alquilar uno de esos inmuebles piensa en qué pasaría con Mateo cuando sus padres ya no esté para ayudarlo con los gastos o con algo tan simple como poner su ropa en la lavadora.
“Deseo darle fuerza al proyecto de independencia para personas con discapacidades porque el Estado invierte un montón de dinero poniéndoles acompañantes, con los tratamientos, porque está cubierto por ley, pero cuando llegan a una determinada, 25 años, por ejemplo, o cuando terminar la escuela se les acaba el mundo y no tienen posibilidades; no solo laborales sino de vivir solo. Sería ideal que se arme una vivienda donde varios chicos con discapacidad puedan vivir juntos para que cuando llegue el momento en que nosotros no los podamos asistir tengan contención”.
“Imagino viviendas donde vivan tres o cinco amigos con una discapacidad y con una vida independiente, sí que tengan un cuidador al lado para, por ejemplo, controlar que vuelvan de sus actividades, que tomen los remedios cuando los tienen que tomar. Lamentablemente, no son chicos que puedan vivir absolutamente solos y de manera independiente, pero comenzar con esto ese sería un gran paso. No lo pido por Mateo sino pensando también en las futuras generaciones”, finaliza.
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