El reestreno en Netflix de la serie de culto Okupas revivió una época particular de la historia argentina. Y también a sus personajes. En apenas días resultó ser una de las propuestas más vistas de la plataforma. Con esta segunda vuelta, la serie logró tener una llegada más amplia, tanto para una nueva generación como para un público nostálgico que la vuelve a ver años después. Una viñeta por momentos bastante cruda de un pasado no tan lejano al borde de un estallido económico que ha dejado sus huellas hasta el día de hoy.
Una escena en particular se destaca como la más emblemática de los 11 episodios. Es una secuencia inquietante en la que Ricardo, el personaje de Rodrigo De La Serna se encuentra vulnerable en un territorio ajeno (en el complejo habitacional de Dock Sud) con códigos tumberos que desconoce. En la escena aparece una extraña figura conocida como ‘La Vieja del Docke’.
A pesar de no decir una sola palabra, este personaje es clave por lo que aporta al clima siniestro de la escena, con su gestualidad y risa maléfica que erizan la piel. Nadie entiende bien qué hace ahí, apartada como espectadora, sentada en un pupitre, fumando y tomando cerveza a carcajadas como una desquiciada, como presintiendo lo que está por venir. Efectivamente cuando se levanta para irse y fija la mirada en Ricardo, es la señal de que se está por pudrir todo.
Este personaje lyncheano traumó a una generación que vio la escena en su momento. Viendo los dibujos y memes que estuvieron circulando por las redes en las últimas semanas, pareciera que la escena no ha perdido nada de su impacto en el transcurso de estos 21 años.
Yo no vivía en Argentina en el 2001 y nunca había visto la serie. Unos días antes del reestreno un amigo me pasó el video en YouTube de la famosa escena y me quedé helada. “La vieja es mi tía abuela Carmen”, le dije. Esa risa era inconfundible. Me fui enterando de que su participación había dejado un impacto profundo, con algunos comentarios en redes comparándola con el payaso de IT y que la escena era definitivamente una de las más escalofriantes de la televisión Argentina de los últimos tiempos. Otros especularon que era una vieja excéntrica del Docke que habían convocado como extra. Pero la realidad no podría haber sido más distinta.
Carmen Renard nació el 6 de diciembre de 1915, la quinta de diez hermanos dentro de una familia muy tradicional. Sus padres fueron dos personas importantes de la historia argentina, en disciplinas contrastantes. Su madre, Josefina Ethel Moyano Loudet, fue una educadora de vanguardia: una de las pioneras en establecer los jardines de infantes en Buenos Aires, y fundadora del reconocido Instituto Renard, una escuela primaria que experimentó metodologías transgresoras para la época. En Ezeiza y Resistencia sigue habiendo dos jardínes de infantes que llevan su nombre. Su esposo, Abel Jules Adolfo Renard Bureau, ejerció el cargo de Almirante de la Armada Argentina en la fragata ARA Presidente Sarmiento y como Comandante del ARA Rivadavia y ARA Moreno. También fue designado Ministro de Marina por Jose Felix Uriburu, aunque renunció al cargo a los 6 meses.
Para investigar más sobre la vida de Carmen me reconecté con varios miembros de mi familia, con su sobrina Alejandra Renard y su sobrina nieta Victoria Botazzi y también dialogué con el director Bruno Stagnaro sobre cómo había sido la experiencia de trabajar con ella en Okupas y la realización de su personaje.
‘El personaje estaba planteado ya desde el guión pero creo que nos costó bastante encontrarlo. No estuve en el casting pero me dieron un VHS de su trabajo y lo que más me llamó la atención fue la risa de Carmen que después termina siendo uno de los distintivos de la escena’. Me explica Bruno.
-¿Vos te acordás algo de la filmación? A pesar de que ella no tiene un rol hablado es muy gestual su personaje. ¿Cuánto de eso era guionado?
-Estaba bastante descripto lo que sucedía. Una presencia ominosa en la escena pero que no tenía diálogo. También por eso se da esta dinámica en que ella tiene una presencia muy fuerte en la escena pero con la única persona con quien interactúa es Ricardo, los demás parece que no la están viendo. Eso fue deliberado para jugar con esta ambigüedad de si era una proyección del inconsciente del personaje que se veía venir lo peor. Un detalle que me llamó la atención en el guión es que está planteada su presencia y risa pero ella no se iba de la escena. Eso apareció en el rodaje y es lo que marca el quiebre del momento más ‘normal’ y el más denso de la escena, cuando cae la noche y ella decide irse, como de alguna manera dando pie a lo que viene. Más allá de que ella tenía esta presencia inquietante para Ricardo, de algún modo era como una garantía de que él está amparado. Cuando ella se va es como que se terminó de cerrar la última puerta para él. El personaje de Carmen, como el de la prostituta en Quilmes y después el de la Turca, son roles femeninos que tienen algo esotérico, son como una especie de oráculo. La prostituta le dice a Ricardo lo que le va a pasar a lo largo de la serie, pero él no tiene registro. Tres roles que están anclados en un contexto muy realista pero al mismo tiempo hay una construcción que apela al drama griego.’
Ver la escena de Okupas me transportó a memorias de mi infancia. Carmen por momentos me daba bastante miedo. Una vez recuerdo que salí llorando de una reunión familiar cuando me retó por haberle tocado sus cigarrillos. Podía ser muy tajante cuando quería.
Si bien vivíamos en Europa, sostuvimos una relación estrecha con Carmen y la veíamos todos los años en Argentina o ella nos venía a visitar. Aprendí a hablar en castellano también gracias a los cassettes que grababa Carmen actuando personajes de cuentos infantiles con su voz memorable y teatral.
Carmen fue una de dos hermanas que nunca se casaron ni tuvieron hijos. Siempre tuvo en claro que su prioridad era formarse profesionalmente. Estudió arquitectura en la Universidad de Buenos Aires donde ingresó en 1934. Cuando se anotó la confundieron por hombre (el nombre José del Carmen era común entre varones) y al enterarse de su género, no la quisieron aceptar. Sin embargo fue tanta su insistencia y firmeza que le dieron una oportunidad. Ya en la facultad demostró un talento sobresaliente y los proyectos que realizó durante ese tiempo fueron publicados en la Revista de Arquitectura. Fue un indicio temprano de la carrera exitosa que construiría durante varias décadas.
Según una nota extensa escrita por Ines Moisset (Un día, una arquitecta), en 1941 fue becada para hacer un posgrado en la Universidad de Columbia donde se formó con el pionero de la preservación urbana Carl Feiss. Desde EE.UU. colaboró con la Revista de Arquitectura con varios artículos importantes sobre urbanismo y a su regreso, en 1942, ganó un concurso de proyectos para el Mausoleo del Círculo de la Prensa en el cementerio de Chacarita de Buenos Aires. Entre los participantes estaban Jorge Sabate y Mario Roberto Alvarez. Fue la primera arquitecta Argentina en ganar un concurso de proyectos y posiblemente la primera que haya ganado en solitario en el país. El proyecto fue desarrollado con muchas modificaciones con respecto al original pero esto no la detuvo ni la desalentó.
En 1944, tras el terremoto que destruyó a San Juan, Carmen se fue a la provincia para colaborar con la reconstrucción de la ciudad. La propuesta fue avanzada y moderna, con un urbanismo que ponderaba una nueva planificación desde cero: calles más anchas y viviendas separadas en lotes amplios para crear una ciudad más vivible, con árboles y abundantes espacios verdes. Carmen pudo plasmar ideas a raíz de lo que había estudiado en Columbia. Lamentablemente la propuesta no llegó a realizarse dado que requería la expropiación de muchas tierras.
Carmen tuvo en San Juan una seguidilla de proyectos, entre ellos edificios de rentas y un total de nueve escuelas primarias proyectadas por ella y Daniel Ramos Correa. Formó un estudio de arquitectura para seguir con la reconstrucción de la ciudad a pesar de que su proyecto original no se pudo llevar a cabo. Entre sus colegas estaban los arquitectos Enevaro Rossi y Felix Pineda, precursores del movimiento moderno en San Juan.
Es en esa ciudad que Carmen desarrolló su obra más importante, el Auditorio Ingeniero Juan Victoria. Fue proyectado por Carmen, Mario Pra Baldi, Eduardo Mario Caputo Videla y el Ing. Federico Malvarez, que estaba a cargo de la acústica. Ella era la única mujer del equipo. El auditorio fue inaugurado en 1970 y reconocido como una de las mejores salas de conciertos del mundo, con una capacidad de 1000 espectadores. El edificio también cuenta con salas de ensayo y una escuela de música.
Carmen siempre fue apasionada de la actuación y del teatro pero durante su tiempo ejerciendo como arquitecta fue solo un hobby y algo que encaraba como amateur. A pesar de esto, se hizo un nombre en San Juan por armar una sala de teatro en el living de su casa conocido como ‘El Planario’ que fue la primera propuesta de teatro independiente local. Al retirarse de la arquitectura volcó su energía en la actuación pero a mayor escala y empezó a trabajar profesionalmente en televisión y cine a partir de 1981. Tuvo papeles en ‘El Lado Oscuro del Corazón’ de Eliseo Subiela y ‘El Sueño de los Héroes’ de Sergio Renan. A nivel internacional actuó en ‘De Amor y de Sombra’, junto a Antonio Banderas y Jennifer Connelly. Según su sobrina, Alejandra Renard, entabló una amistad con Robert Duvall con quien se veía cada vez que el actor visitaba Buenos Aires.
Hablaba inglés y francés de corrido y era una gran lectora. También era fanática de los autos deportivos. Tuvo una coupe Ford, un Siam Di Tella, un Taunus y un Peugeot 504 que una vez le chocaron pero por orgullo lo dejó en Buenos Aires para que la gente no hablara en San Juan.
El auditorio fue declarado ‘Monumento Histórico Nacional’ en el 2004, entre otras obras argentinas reconocidas del movimiento moderno y hoy hay una iniciativa local para promover que la sala principal lleve su nombre.
Pero resulta que había algo más que unía a Bruno Stagnaro y a Carmen que la escena del Docke.
“Mis dos hijos (Renzo y Camila) son bisnietos del Ingeniero Juan Victoria, con quien Carmen había construido el auditorio. Era muy directa la conexión. Había un cruce de destinos absolutamente inesperado para mi. El contexto era totalmente exótico. Estábamos muy circunstancialmente haciendo esa escena en ese ámbito y en nuestro pasado había una ligazón mucho más profunda de lo que pensamos en ese momento. Además ella jamás hizo ninguna referencia a nada de su pasado”.
‘Ella estaba donde quería estar, y siempre hizo lo que quiso’ comentó su sobrina nieta Victoria Botazzi. Si bien Carmen nunca se casó, fue más por elección que por otra cosa. ‘Si ella hubiera querido un marido, lo hubiera tenido’, agrega Victoria. Y candidatos no le faltaban, porque amores tuvo. Le encantaba viajar, era libre de sus padres y de una pareja que seguramente sintió que le hubiera limitado con condiciones y ataduras. ‘Era una persona llena de anécdotas, tenía mucho mundo, pero a la vez mucho mundo interior’.
No había momento en que no tuviera un cigarrillo encendido y siempre usaba una boquilla negra. Lamentablemente su debilidad por el tabaco resultó en que desarrollará EPOC. La fui a visitar a su casa en Palermo unos meses antes de que falleciera, en 2002 a los 86 años. Estaba lúcida como siempre y a pesar de estar con oxígeno, seguía fumando igual. Carmen siempre vivió e hizo todo a la manera que quiso hasta el final.
Si bien tenía un físico diminuto, compensaba con su personalidad imponente e intransigente. Ahora de adulta la entiendo mejor. Difícil lidiar con un mundo hostil siendo una mujer autónoma y libre. Sus elecciones de vida deben haber sido chocantes para la época y seguramente se sintió obligada a defenderlas, frente a su propia familia y el mundo que la rodeaba. Hoy le preguntaría mil cosas.
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