La Fundación Sí, una ONG que tiene como principal objetivo promover la inclusión social de los sectores más vulnerables del país, inició el proyecto de Residencias Universitarias en 2013. El mismo está destinado a jóvenes egresados de secundarios rurales o alejados de los centros urbanos donde se concentra la oferta educativa terciaria y universitaria que no cuentan con los recursos materiales para poder progresar estudiando. A ellos les brindan alojamiento, alimentos, ayuda económica para la adquisición de material de estudio y viáticos.
Actualmente, hay 17 residencias funcionando en 15 provincias y otras cuatro próximas a abrirse. Son más de 500 los jóvenes cursando y, desde el comienzo de la iniciativa, 25 estudiantes lograron recibirse y conseguir un título universitario. A cada uno de ellos se les realizó un curso de preparación previo al inicio de la carrera. Esta evaluación viene arrojando resultados preocupantes, dijo el director de la Fundación Sí, Manuel Lozano, quien subrayó que “el nivel con el que los chicos salen del secundario es cada vez peor”, a tal punto que deben enseñarles “cosas de tercer y cuarto grado como conjugar un verbo o explicarles cuáles son las reglas ortográficas”.
Las palabras de Lozano se dieron en el marco de una charla con Radio Mitre sobre la vinculación de los niveles de pobreza y educación en el país. Al respecto, manifestó que le “duele” que el sistema educativo “no está en condiciones de preparar a nuestros jóvenes a que puedan romper con esa pobreza”.
“La verdad es que el nivel con el que los chicos salen del secundario es cada vez peor. Entrar a la universidad les resulta sumamente dificultoso. Lo vemos hace diez años y sentimos que cada vez se encrudece más. En cada provincia en la que abrimos casas el panorama es bastante similar”, resaltó.
Lozano señaló que la problemática se evidencia sobre todo “en esta época del año, donde entrevistamos a todos los chicos que se postulan para estudiar en las residencias”. En esa línea, recordó una conversación que tuvo con la psicopedagoga que se ocupa de confeccionar el curso de preparación para los estudiantes que se suman a dichas casas de estudio. “Me dijo que primero se propuso darles a los chicos un taller de escritura universitaria. Pero cuando empezó a hablar con ellos y a ver dónde estaban parados, se dio cuenta de que lo de escritura académica era una situación completamente ambiciosa y que no podía arrancar por ahí”, comenzó a relatar.
“Tachó eso y dijo ‘entonces hago un taller de escritura’. Intentó ver si era por ahí, pero se dio cuenta de que tampoco: primero tenía que lograr que redacten una oración”, continuó. “Y hoy ese curso que estamos armando implica explicarles qué es un verbo, qué es un sustantivo, cuáles son las reglas ortográficas, cómo poder plasmar una oración y que se entienda, cómo conjugar un verbo, todas cosas que son de tercer y cuarto grado”, agregó.
“Es dolorosísimo porque no podemos estar trabajando cosas de tercer y cuarto grado con chicos de 18 y 19 años”, lamentó Lozano, que aclaró que la situación “no tiene que ver con la capacidad de los pibes porque ellos la tienen, les sobra. El tema son las herramientas que no les estamos dando”.
“No hay muchas herramientas para salir de la pobreza y la educación es la gran herramienta en ese sentido. Si no generamos oportunidades, estamos en el horno. No enseñarle a un chico a que comprenda un texto es casi lo mismo que armar una fábrica que genera más y más pobreza”, concluyó.
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