A los 22 años le diagnosticaron artritis reumatoidea, pasó por 13 cirugías y encontró en el stand up la manera de canalizar el dolor

Mariana Cambiasso decidió hacer del humor su mejor terapia y también el espacio para hablar de la enfermedad que padece y que, a diferencia de lo que se cree, afecta a personas jóvenes

Guardar
A los 22 años, a
A los 22 años, a Mariana Cambiasso le diagnosticaron artritis reumatoidea, pasó por 13 cirugías y encontró en el stand up la manera de canalizar el dolor. "La fuerza me da mi familia", dice

Hace tres años, Mariana Cambiasso (47) dijo basta. Lo hizo cuando la otra opción era dejar que la enfermedad que padece desde hace 25 años la consumiera. Fue su temperamento y el deseo de estar bien los lograron que, a fuerza de espíritu (físico casi no tenía), los dolores en sus articulaciones y las consecuencias del avance de la artritis reumatoida comenzaran a quedar en segundo lugar para dar paso al bienestar y las ganas de sentirse plena.

“Como toda enfermedad crónica, es muy un desgastante. Desgasta la cabeza si no estás bien mentalmente porque es muy agotadora, porque el dolor en las articulaciones pueden aliviarse hoy con medicación nueva (antes no había nada), pero si no estás bien emocional y mentalmente te venís abajo enseguida. Conozco a mucha gente que no tiene tantas articulaciones destruidas como yo y está tirada en una cama”, admite la arquitecta.

Así, hace 3 años comenzó a estudiar stand up. Sintió que la risa —se reirá de sus dolores durante toda la entrevista— era sanadora y la usa para correrse no solo del dolor sino para alentar a quienes padecen de la misma discapacidad física a darse cuenta de que hay otra salida.

“No puedo flexionar los codos,
“No puedo flexionar los codos, mi rodilla derecha no puede pasar los 90°, tengo la cadera reemplazada, las muñecas operadas... Muchas veces tuve que pasar por el quirófano... como siempre fui muy histriónica, hice un curso de stand up y le puse humor a la enfermedad"

“No puedo flexionar los codos, mi rodilla derecha no puede pasar los 90°, me cuesta subir a un colectivo, tengo la cadera reemplazada, las muñecas operadas... Muchas veces tuve que pasar por el quirófano y, justamente, por todo esto sentí que la terapia cumplió su ciclo en mi vida. Como siempre fui muy histriónica, hice un curso de stand up y empecé a escribir un material en base a la artritis, le puse humor a la enfermedad”, dice y sin evitar reírse detalla: “Lo más gracioso es subirme a un escenario y armar todo un personaje porque subo con una musculosa de animal print, con una mini de cuero y digo que estoy discapacitada... Nadie lo puede creer y yo me río. Y ahí arriba cuento que lo mejor de estar discapacitada es ir al banco y no hacer fila...”.

22 años y el inicio de la enfermedad

Mariana jugaba al hockey y no había partido en que no lo terminara con fuertes dolores en sus rodillas, la derecha sobre todo. Así comenzó el peregrinaje por centros médicos en busca de un traumatólogo que le dijera qué tenía.

El diagnóstico demoró.

Tardaron cerca de dos años en decirme qué tenía porque para los médicos eran solo dolores. Me trataron muy mal, me hacían infiltraciones muy dolorosas. Pasé por uno y otro, y otro hasta que llegué al que me mandó a hacer unos análisis y ahí me salió el diagnóstico. A los 22 años me dijeron que tenía artritis reumatoidea... Yo estaba terminando de estudiar Arquitectura... ¡Imaginate todo lo que tenía que dibujar!... Hasta perdí la hermosa caligrafía que tenía porque el dedo que sostiene la lapicera dejó de tener fuerza”.

Eso sucedió en 1996 cuando, además de estar a final de su carrera, trabajaba en la entonces Municipalidad de Buenos Aires y era encargada de un boliche under. “Me exigí mucho y el cuerpo me pasó factura”, admite y asume que en esa exigencia física y mental comenzó todo además de no haber seguido su pasión.

Marina luego de la operación
Marina luego de la operación de cadera

“Me gustaba la arquitectura, de hecho me gusta, y siempre me gustó lo artístico, pero creo que empezar la carrera tuvo que ver con que vengo de una familia tradicional con un padre abogado, hermanos ingenieros y no había posibilidades de que yo dijera: ‘Quiero ser actriz’... Siempre me gustó, pero no lo pude hacer, no me animé”, reconoce a la vez que asegura que “no me arrepiento de haber estudiado lo que estudié, aunque pienso que también podría haber hecho cualquier otra cosa. Hoy mi pasión es hacer reír a la gente”.

Mariana asume que no haberle dado lugar antes a ese deseo significó “alejarme de mi ser y de la artista que había adentro mío para convertirme en alguien más estructural, por miedo quizás, pensando que no iba a poder trabajar ni mantenerme sola”.

Luego de 13 operaciones en sus manos, rodillas, con las articulaciones de los codos afectadas, con una cadera reemplazada, la arquitecta decidió salir de la cama y comenzar a darle lugar a esa parte que le pedía a gritos expresarse.

“Hace 3 años empecé con stand up. No tenía mucha idea de qué se trataba, pero me parecía una disciplina súper interesante porque, a diferencia de cuando se estudia comedia, hay que ser autorreferencial. Tenés que hablar de algo que te pasa para que sea más creíble y me dije: ‘Bueno, lo único creíble que tengo es la enfermedad y nadie más va hablar de esto’. Así arranqué”, revela y habla sobre “Los Discas”, un circuito de comediantes con discapacidades con los que “tenemos la idea de hacer algo después de la pandemia, muchas bromas y humor negro con relación a nuestras enfermedad y de las posibilidades que tenemos”.

Mariana durante su tratamiento endovenoso
Mariana durante su tratamiento endovenoso con tocilizumab

Entre risas, Mariana cuenta que parte de su monólogo se refiere a las limitaciones: “Yo no puedo subir una alacena porque no llegó a la parte de atrás para agarrar una lata de lentejas, por ejemplo, pero le encontré la vuelta y me ayudo con una cuchara larga de madera. Mis problemas en la vida pasan por ahí, pero le encuentro la vuelta”.

Cambiando el tono en su voz, lamenta la relación con el mundo externo que por verla bien (ya no renguea, por ejemplo), no cree que tenga esa enfermedad.

“Tiene que ser muy obvia la enfermedad para que la gente la respete. Si te ven bien no te creen que tenés una discapacidad, me pasó en el trabajo donde me hacían la vida imposible por no creerme que tengo una discapacidad y sin entender que una pone mucho de una física y mentalmente para estar bien: hago yoga y gimnasia para poder estar lo mejor posible. Todo eso exige un esfuerzo mental y mucho desgaste, pero el de afuera no lo ve. El que está cerca lo entiende hasta por ahí nomás, la familia y el círculo más íntimo lo puede llegar a entender o quién pasó por la misma cirugía o está en un posoperatorio... Creo que la gente que me escucha en un stand up es quien más puede entenderme. A veces dicen: ‘Mirá esta piba todo lo que hace y está acá parada’...”.

Mariana estudió con Natalia de
Mariana estudió con Natalia de los Santos y Tato Broda (@mariana_cambiasso)

También, reconoce que la fuerza se la da su familia y se queja porque las prepagas no facilitan los trámites a los pacientes. “Si fuera millonaria, contrataría a una persona para que solo se ocupe de los trámites en la prepagas que hasta hace dos años, dos años -repite-, me pedían que enviara la orden de la medicación por fax para autorizarla”.

Desde hace unos meses, Mariana hace un tratamiento mensual que consta de la aplicación de la medicación como si fuera suero. “Ya no me duele nada, con este tratamiento me están dando la nueva generación de medicación biológica. Antes me daban corticoides, es endovenosa y te dan una cantidad en relación al peso, pero la rigidez articular es muy limitante, eso no se quita, solo se frena el avance”.

Mientras espera la hora de poder volver al escenario y contar todo lo que vivió durante la cuarentena y estos meses de pandemia por COVID-19, Mariana sigue escribiendo, ensaya sus líneas y realiza videos en vivo desde su cuenta de Instagram @mariana_cambiasso donde habla con colegas del stand up. Desde su casa en la Ciudad de Buenos Aires también participa de un programa de radio junto a sus amigas y reflexiona: “La risa es sanadora. A mi me salvó”.

SEGUIR LEYENDO:

Guardar