Los primeros meses de Perón en el exilio fueron muy duros. Era un hombre golpeado, solo, sin recursos, empujado a moverse sin encontrar destino fijo. A esto se agregaba el dolor de las defecciones, las traiciones, y los arrepentidos que nunca faltan.
Primero, pasó 12 días de amenazante incertidumbre, asilado en la cañonera paraguaya, donde hubo intentos de terminar con su vida. El 3 de octubre pudo llegar a Paraguay y anunció “me quedaré en Paraguay por dos razones, primera porque no tengo un centavo y porque carezco de espíritu para hacer turismo”. Pero la presión del gobierno argentino, lo obligó a mudarse a Villarica, una pequeña localidad del interior. Un mes después, el gobierno paraguayo le pidió que se fuera. Y el 2 de noviembre, partió en avión rumbo a Nicaragua, sin un destino claro. Finalmente logró asilo en Panamá y se instaló en la ciudad de Colón, donde fue acogido por el alcalde local, que era un panameño simpatizante del peronismo.
Allí vivió primero en el Hotel Washington y luego en un modesto chalecito cedido por la municipalidad. En ese lugar conocerá a Isabel; escribirá el libro “La fuerza es el derecho de las bestias” y la Guardia Nacional desbaratará un par de intentos de atentados contra su vida. El entonces joven oficial Omar Torrijos, asignado a su custodia, conoce allí a su mejor maestro político. Contrariamente a la publicidad oficial de los de los lingotes de oro que se había robado, Peron estaba como dijo, sin un centavo. Le hizo vender el auto al ex embajador en Panamá Carlos Pascali. Para comer Perón se las rebuscaba en un restaurante del pueblo haciendo “presencia” -lo que hacen los famosos hoy- sentarse con sus acompañantes en una mesa visible, sonreír y sacarse fotos con los clientes, a cambio de no pagar la cuenta. Obviamente en este lejano rincón del mundo las comunicaciones con nuestro país eran muy dificultosas. Los teléfonos de larga distancia se grababan. La correspondencia era abierta. Se trasladaban cartas en mano. Y se usaba la vía Santiago de Chile para triangular las cartas; allí contaba con la fidelidad de la Senadora María de la Cruz Toledo y la poetisa Blanca Luz Brun.
Un arrepentido en los cines
El Contraalmirante Alberto Teisaire, en el momento del golpe de 1955, era vicepresidente de la Nación y Presidente del Partido Justicialista. El 5 de octubre de 1955, Clarín tituló en tapa: “Teisaire describió la descomposición del régimen peronista.”
Para que el acto de constricción y traición tuviera mas espectacularidad, filmó un corto de 12 minutos en el cual leyó un documento acusador de siete páginas. La filmación fue dada a conocer por el Secretario de Difusión, Juan Carlos Goyeneche, quien dispuso exhibirla en todos los cines.
La revista De Frente, dirigida por John William Cooke (todavía no clausurada), publicó un comentario titulado: “El asco ya tiene nombre y apellido” (…) Vamos a asistir en el cine Trocadero a uno de los ejemplos más cabales de indignidad a que puede llegar un hombre cuando carece de moral y de carácter. El infeliz, como el personaje de Florencio Sánchez, es un muerto que camina y va apestando la tierra con su podredumbre moral”.
Semejante arrepentimiento no impidió que el ex vicepresidente Teisaire fuera juzgado y enviado a la Isla Martín García, donde permaneció hasta el año 1958.
Decreto de disolución del Partido Peronista
El 30 de noviembre de 1955, la dictadura dispuso por decreto la disolución del Partido Peronista femenino y masculino. Perón, desde Colón, envió una de las primeras instrucciones para todos los peronistas: “La disolución del Partido Peronista por decreto de la dictadura no debe dar lugar a la dispersión de nuestras fuerzas. Es necesario seguir con nuestras organizaciones, tanto la mujeres como los hombres peronistas deben seguir reuniéndose para mantener el partido. Cada casa de un peronista será, en adelante, una unidad básica del partido…. La Confederación General del Trabajo y sus sindicatos; atropellados por la dictadura; deben proceder en forma similar…. Yo sigo siendo el jefe de las fuerzas peronistas y nadie puede invocar mi representación… Si hay elecciones sin el peronismo; todo buen peronista, debe abstenerse de votar.... Esta es mi orden desde el exilio.” Firmado: “Juan Perón. En el exilio 1 de diciembre de 1955. ¡Viva el Peronismo! ¡Viva la CGT”
En carta manuscrita firmada de puño y letra, daba instrucciones muy simples y reafirmaba su conducción.
En esos años no existía la fotocopiadora (mucho menos el escáner) así que para “viralizar” el original había que hacer un “clisé” (plancha tipográfica) y conseguir una imprenta que lo imprima.
Es muy probable que solo unos pocos dirigentes pudiesen ver y reproducir clandestinamente esas cartas. El resistente Jorge Rulli, refiriéndose a estas directivas, dice: “Nunca vi una orden, los correos los conocí en la cárcel en los años sesenta, los conocí después del Conintes”.
Pancho Gaitán cuenta lo mismo: “las comunicaciones eran muy difíciles, los teléfonos eran objetos casi de lujo, todo se transmitía boca a boca. Y llegaba lo que llegaba. Pero la ausencia de directivas se suplantó con la iniciativa individual de los militantes”.
Tampoco había una organización que pudiera hacerlas circular. El último interventor del PJ Capital, John William Cooke, había armado un triunvirato asumiéndose como el Comando Nacional, que integraba él junto a César Marcos y Raúl Lagormarsino. Pero Cooke había sido detenido en octubre y desde la cárcel podía hacer muy poco. Luego se armaron los comandos de fronteras en los países vecinos que hacían entrar las cartas y directivas.
Estas dificultades generaban todo tipo de situaciones confusas. Imaginemos que si hoy, con la velocidad del whatsapp y otras aplicaciones de internet es difícil distinguir una fake news de una noticia real, lo que sería en aquellos años cuando alguien aparecía con un texto que supuestamente era de Perón.
Y obvio, hay que contabilizar la acción de inteligencia de la dictadura. Mencioné en otra nota un supuesto complot dirigido por Perón, con instrucciones de matar a los habitantes de Barrio Norte, pero cuidando no destruir los edificios, documento obviamente fabricado por los servicios de inteligencia. Incluso existen algunos documentos de comandos de resistencia, recogidos por algunos historiadores, cuyo origen es imposible verificar.
Directivas para la Resistencia
En enero de 1956, Perón envía un primer documento dando instrucciones a la Resistencia Peronista. Comienza con una definición: “El justicialismo es una Revolución Social (…) Hemos cometido el error de creer que una revolución social podría realizarse incruentamente. La reacción nos ha demostrado que estábamos equivocados y hemos pagado un caro precio por nuestro humanitarismo.”
Luego señala: “Es menester aprovechar la situación de fuerza para salir de ella mediante la fuerza o, en su defecto, por la acción política, e instaurar el Estado Justicialista integral. Ello impone luchar con la dictadura mediante la resistencia pasiva hasta que se debilite y nuestras fuerzas puedan tomar el poder.”
También se refiere a la defección de muchos dirigentes: “Siendo esta hora de decisiones, los dirigentes deben surgir espontáneamente de las masas y su autoridad se afirmará en los hechos.(…) Es menester que los dirigentes interpreten a la masa y se dediquen a servirla y no a servirse de ella para fines personales”
Hay que recordar que la dirigencia peronista política y gremial que actuaba en 1955 no se había formado en la lucha, sino en los diez años de bonanza de gobierno. Este es un mal muy común, que se repite en la lucha política. Quienes se incorporan y ascienden durante la etapa de gobierno, se acostumbran a los buenos sueldos, las secretarias, los autos con chófer y otras prebendas. Y, cuando se pierde el gobierno, la mayoría de esos dirigentes no está preparado para la resistencia, e inevitablemente defeccionan. Y, allí surgen las nuevas camadas fogueadas en la lucha, que, no siempre van a ser reconocidos o premiados cuando vuelva la etapa del gobierno.
Ya al final del documento Perón explicitaba cómo se debía desarrollar la lucha: “Es menester no dar tregua a la tiranía. El trabajo a desgano, el bajo rendimiento, el sabotaje, la huelga, el paro, el desorden, la lucha activa por todos los medios y en todo lugar debe ser la regla. Sin esta preparación la revolución social no será posible a corto plazo, porque la tiranía sólo caerá por este medio; luego, es necesario incrementarlo diez veces más cada día. Siendo la finalidad básica la revolución social, todos los demás objetivos deben subordinarse a esa finalidad. La conducta de cada obrero estará fijada cada día en lo que pueda hacer para derribar a la tiranía e imponer el Justicialismo integral y absoluto por la forma más rápida y definitiva.”
Como bien comentaba el resistente Pancho Gaitan: “aunque las directivas no fuesen conocidas por todos, ya la resistencia había comenzado de ese modo por iniciativa popular”.
Leer a Perón dentro del contexto histórico
Hay quienes toman una frase de Perón, y sin analizar a quién está dirigida, en qué contexto político, e incluso la tensión psicológica del momento, la dan por absoluta. Perón, en sus 30 años de liderazgo político, tuvo que dar respuestas en muy diversas circunstancias, y algunas veces, su temperamento lo llevó a descargar cierta pirotecnia verbal que luego no traducía en hechos. Y esto lo reconocen sus enemigos.
En estas directivas escritas desde el exilio en Colón, con las noticias que llegaban de encarcelamientos, torturas y asesinatos de peronistas a manos de la dictadura, Perón dice arrepentirse de no haber actuado con violencia.
Sin embargo dos meses después, en marzo del 56, cuando le responde por carta a Aramburu las acusaciones de cobarde por no presentar batalla durante el golpe de septiembre, Perón dice: “He leído (…) que Ud. se ha permitido decir que soy un cobarde porque ordené la suspensión de una lucha en la que tenía todas las probabilidades de vencer. Usted no podrá comprender jamás cuánto carácter y cuánto valor hay que tener para producir gestos semejantes. Para usted, hacer matar a los demás, en defensa de la propia persona y de las propias ambiciones, es una acción distinguida de valor. Para mí, el valor no consiste —ni consistirá nunca— en hacer matar a los otros. Esa idea sólo puede pertenecer a los egoístas y a los ignorantes como usted.” (…) y finaliza la carta diciéndole: Si tiene dudas sobre mi valor personal, (…) el País tiene muchas fronteras; lo esperaré en cualquiera de ellas para que me demuestre que usted es más valiente que yo. Lleve sus armas…”
Incluso el historiador no peronista Félix Luna, escribe sobre aquel 31 de agosto de la famosa frase en la Plaza del “cinco por uno” al finalizar el acto: “El presidente fue despidiendo a los que lo habían acompañado, muchos de ellos bastante desconcertados. Pero él mismo debía estar sumido en un mar de contradicciones, pues, según un testigo presencial”, cuando iba saliendo el jefe de policía Perón lo apartó un poco y, ansiosamente, le dijo: ‘Por favor, Gamboa, saque a la calle a toda la policía... ¡No sea que vaya a pasar alguna cosa!’”
Aunque la prédica antiperonista consideraba a Perón un émulo de Hitler y Mussolini, la verdad es que durante su gobierno no se conoció ninguna represión sangrienta. Durante el gobierno de don Hipólito Irigoyen se produjeron: la Semana Trágica con 700 muertos, 4.000 heridos y miles de detenidos en todo el país; la Patagonia Trágica con 1.500 peones fusilados; y la represión de La Forestal con 600 obreros muertos. Sin embargo Irigoyen y el radicalismo han quedado en la historia como los paladines de la democracia. Y Perón y el peronismo reivindican a Irigoyen como parte de su línea histórica nacional.
Durante el gobierno peronista de 1945 a 1955 hubo dos muertos por motivos políticos. El dirigente sindical tucumano Carlos Aguirre y el médico comunista rosarino Juan Ingalinella. Ambos casos por apremios y responsabilidad de las policías provinciales. Por supuesto que una sola muerte por motivos políticos es censurable, pero al lado de los tres mil que sumó el gobierno de Irigoyen y los asesinatos y fusilamientos de la libertadora, sin duda al período 45-55 no se lo puede tildar de represivo.
Florencio Arnaudo, un comando civil que combatió a Perón y conspiró para asesinarlo, en su libro “La noche que quemaron las iglesias” dice : “Perón por táctica o sensibilidad procuraba evitar siempre el derramamiento de sangre. Creo que el único insulto inadecuado que podía dirigírsele era el de sanguinario.”
Vicente Massot, un ferviente antiperonista, dueño del diario La Nueva Provincia, en su libro “Matar o Morir”, da su versión sobre este tema: “Una de las principales características del régimen peronista fue el contraste entre el terrorismo verbal de su jefe y la mansedumbre de sus seguidores.(…) Incluso las quemas del Jockey Club, la Casa Radical y las iglesias no pueden ser atribuidas a una espontaneidad de las masas adictas a Perón. Es que al tiempo que dirigía esos discursos de odio se les recomendaba “ir de casa al trabajo y del trabajo a casa”. Perón quiso meter miedo a la oposición desde el principio mismo de su gestión.(…) Pero nunca pasó del dicho al hecho”.
Voy a agregar que el Perón que volvió en 1972, era ya, muy distinto al del 55. Dieciocho años de exilio le habían permitido borrar agravios y cerrar heridas. Sus viejos adversarios del 55 (Balbin, Frondizi, Solano Lima), en 1972 se reencontraron con él en un mismo espacio político común, que denominaron La Hora del Pueblo. Por eso es un absurdo histórico y una calumnia sin fundamentos pretender que Perón tuvo algo que ver con la gestación de la violencia de derecha, que asoló el país luego de su fallecimiento en 1974.
Las criticas de Jauretche a las directivas de Perón
Las derrotas son momentos de reflexión, de parar y mirar para atrás, ver que errores se cometieron, y cuál puede ser la mejor estrategia para retornar al poder. Algunos salen “hacer leña del árbol caído”; otros equivocados o no tratan con honestidad de reflexionar internamente. Ubico en ese papel a dos importantes intelectuales peronistas de la época. Don Arturo Jauretche y el padre Hernán Benítez, confesor de Evita.
Don Arturo Jauretche, en una carta dirigida al padre Benítez, fechada en Montevideo el 25 de julio de 1956, expone sus diferencias con la estrategia adoptada por Perón.
“Estimado padre Benitez: Ante todo le expondré en breves rasgos algunos puntos de (en referencia a Perón) (...) no creo que debamos acompañar el tono jacobino que dan los adversarios a esta lucha. Es preferible ofrecer la otra mejilla y no sólo por más cristiano sino por mejor político. En una carrera de jacobinos enfrentados, ganarán los que tienen el instrumento del poder en las manos, y no es cuestión de que sigamos hablando de cinco a uno, para ser siempre nosotros los cinco y ellos los uno. Así pasó cuando éramos fuertes y con más razón cuando somos los débiles.”
“Si el terrorismo ha sido abandonado hasta por los anarquistas y prohibido por los comunistas después de una larga experiencia histórica,(...) es un disparate planearlo con una fuerza multitudinaria sin disciplina, sin jerarquías y en plena improvisación.”
“Del punto de vista social, hablar del proletariado contra las otras clases es aglutinar estas en un solo block (…) Me bastaría citar la copiosa literatura comunista y aprista sobre el particular, que ha agotado las posibilidades de la revolución proletaria en los países coloniales, para llegar a la conclusión de que el único sistema de lucha posible es el de la lucha nacional, ampliando el sector del proletariado con sectores de clase media y burguesía interesados en el desarrollo nacional.”
“Por qué caímos. Esa fue la situación de nuestro movimiento hasta que se cayó en el error por una apreciación puramente electoral (...) de despreciar sectores de burguesía y clase media. Nuestro movimiento, era un partido vertical de base obrera, que tomaba fácilmente el treinta por ciento de clase media, y un quince o veinte por ciento de la burguesía industrial y agraria. Por subestimar ese sector, (…) se prescindió de los llamados políticos y se despreció el sector católico o nacionalista. Al abandonar este sector la defensa del Partido; se unificó de hecho la totalidad de la clase media y la burguesía en contra y los resultados están a la vista. Cuando alguien dice que hemos caído porque no fuimos cruentos quiere tapar el cielo con un amero. Hemos caído porque fuimos estúpidos, porque nos volvimos contra nuestras propias banderas y porque no supimos ser revolucionarios; pero ser revolucionario no significa ser asesino sino por el contrario crear vida y no lo fuimos en la medida que no fuimos vitales, es decir realistas…”
Aldo Duzdevich es autor de Salvados por Francisco y La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón
SEGUIR LEYENDO: