El pastor evangélico Osvaldo Carnival le responde a El Reino: “Lo que cuenta la serie no tiene nada que ver con la realidad”

El pastor de la iglesia Catedral de la Fe y Vicepresidente de ACIERA, analiza la nueva serie de Netflix co-escrita por Claudia Piñeiro y Marcelo Piñeyro. Ante la polémica por la carta crítica de la Alianza de Cristina de Iglesias Evangélicas, asegura que “la iglesia va a seguir creciendo”. Alerta: esta nota contiene spoilers

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Oraciones en el prime time. Montaner que dice “amén, hermano”. Sus hijos que hablan de la luz. Una super producción de Netflix con un pastor como protagonista. Y las imágenes continúan, ya no después de la medianoche por algún canal de aire sino en todos lados. El mundo evangélico sigue creciendo y genera todo tipo de reacciones.

La última semana el candelero se posó absolutamente sobre El Reino, la ya mencionada ficción de Netflix. Sus guionistas son Claudia Piñeiro y Marcelo Piñeyro, y los protagonistas van desde Diego Peretti en el papel del pastor, Mercedes Morán su esposa y pastora también, el Chino Darín, Vera Spinetta, Peter Lanzani, y más. El universo del que habla la ficción: las iglesias evangélicas y su relación con el poder político.

Para muchos, el estreno fue pura celebración porque puso a la producción argentina en marcha. A algunos incluso les gustó mucho la serie. Pero para un sector no menor de la sociedad (el 15%, según estiman distintos informes), la serie fue un doloroso e injusto retrato de su mundo.

En un comunicado, la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas se expresó descontenta con el guión. En uno de sus pasajes más contundentes, dice: “Crear un producto cultural, como es una ficción de cine o una serie, desde la base del odio, para generar rechazo social a un colectivo religioso, es un acto que no realza la belleza de una profesión que se debería caracterizar por la transparencia y pureza intelectual y creativa, y no por usar la actuación para denostar y fogonear el rechazo social a quienes piensan distinto a quien produce esa obra.” Por otro lado, responsabiliza del guión exclusivamente a Claudia Piñeiro, omitiendo que co-escribió la obra junto a Marcelo Piñeyro, de quien no dicen nada.

Claudia Piñeiro, escritora y guionista de El Reino. Junto a ella, la imagen de promoción de la serie.
Claudia Piñeiro, escritora y guionista de El Reino. Junto a ella, la imagen de promoción de la serie.

Sucede que para la asociación, Piñeiro tiene un encono personal con las iglesias evangélicas que viene desde las campañas por el aborto, que los tuvo en veredas opuestas. En algún momento incluso Claudia abogó también por la separación de la Iglesia (Católica) del Estado, lo cual podría dar a entender que su distancia es con todo tipo de iglesias y no necesariamente la evangélica.

La cuestión escaló, desde el lado de la guionista acusaron un intento de censura (una interpretación que resulta un tanto forzada), y empezó una ola de apoyos.

Osvaldo Carnival, uno de los pastores evangélicos más populares y convocantes de la Argentina, es vicepresidente de ACIERA y de la Unión de las Asambleas de Dios. Considera que el comunicado “quizás haya sido apresurado”, pero sostiene que quisieron reflejar el malestar que sentía la comunidad evangélica. Líder de La Catedral de la Fe, comenzó a predicar de joven en Primera Junta y año a año fue creciendo su congregación. Hoy tiene una iglesia gigante por la que cada fin de semana -antes de la pandemia- pasaban más de 10 mil personas. Hoy el número, gracias a la virtualidad, es aún más grande.

Dice que vio El Reino “por obligación”, porque no puede mantenerse al margen de algo tan relevante para los evangélicos. Sin enojo aparente, se sienta en la oficina del templo e invita a conversar del tema “poniendo el dedo en la llaga”. La primera pregunta es abierta: qué le pareció la serie. Hay un silencio. Dirá que celebra ante todo la producción de una ficción en nuestro país. Dirá algunos halagos. Un poco después: “La serie propone un estereotipo de pastor. Eso es muy claro. Es una ficción, nada tiene que ver con la realidad. Pero tengamos en cuenta que presenta un estereotipo de un pastor que es pedófilo, corrupto, cínico, y está justamente abandonando la pureza de su llamado. Es decir, no tiene virtud alguna”, dice.

Carnival frente a su iglesia, en Flores. Ocupa casi toda una cuadra. Foto: Alejandro Beltrame.
Carnival frente a su iglesia, en Flores. Ocupa casi toda una cuadra. Foto: Alejandro Beltrame.

-Más allá de que sea una ficción, ¿molestó hacia adentro de la iglesia evangélica?

-Si hablamos de la serie El Reino, lo primero que voy a decir es que celebro esta súper producción. Creo que gran parte de los mejores artistas están involucrados, es la primera ficción que se filma con todos los protocolos. Eso es muy bueno. Y en segundo lugar insistir en que es una ficción. Es decir, se lleva a cabo en la mente de una escritora que imagina un escenario que no condice con la realidad. Es como pensar en Breaking Bad, La Casa de Papel… eso nos ayuda a entender lo que es una ficción.

-Pero una ficción basada en su mundo.

-Indudablemente habla de la iglesia evangélica, y habla de la historia de un pastor. Personalmente me hubiera gustado que destacaran alguna virtud y no todas las debilidades que están en todo ser humano. Porque detrás de un pastor, un médico, un periodista, un político, hay un ser humano. Y quizás, la deuda que tiene la serie es no preguntarse si tendrá el pastor, o el pastor de la ficción, alguna virtud. ¿O es un ser siniestro? Entonces, yo me remito a que es una ficción. Porque todos los días veo el trabajo de un pastor, que está donde hay dolor, donde hay hambre, en una olla solidaria, en una cárcel… El 50% de la población carcelaria argentina es evangélica, está acompañada. El mayor índice de recuperación de pibes adictos lo tienen los centros de rehabilitación de orientación cristiana evangélica. Es el 36%, mientras que los centros gubernamentales no superan el 2%. Entonces, en mi imaginario yo diría: ¿no hará esta gente algo bueno? ¿no estaría piola dejarlo saber? Entonces quizás genera un dolor, una irritación... Pero no nos apartemos: hay una ficción.

-¿Qué opina del comunicado de ACIERA?

-Creo que quizás haya sido apresurado y no haya expresado de la mejor manera nuestro sentir, pero en Argentina hay millones de evangélicos y nos han trasmitido su dolor y haberse sentido agraviados y dolidos por cómo la serie muestra a la iglesia evangélica. De ninguna manera es un acto de censura, simplemente fue una observación. Creemos en la democracia, en la tolerancia, en el respeto al prójimo y en el derecho a la libre expresión. En nuestro país todos tenemos el derecho a compartir nuestras ideas y a manifestar la fe.

Una de las escenas del entramado político de la serie El Reino. Joaquín Furriel, Diego Peretti y el Chino Darín en escena. (Netflix)
Una de las escenas del entramado político de la serie El Reino. Joaquín Furriel, Diego Peretti y el Chino Darín en escena. (Netflix)

-¿Cómo ve el vínculo que sugieren entre la política y el mundo evangélico?

-Sucede que el crecimiento de la iglesia evangélica ha hecho que se visibilice mucho más su presencia en todas las situaciones de la vida social argentina. Es decir, en el mundo del espectáculo, en el mundo del deporte, en todas las áreas. Y también pasa en la política: hay miles de jóvenes que quieren incursionar en la política. Eso no significa que el pastor haga política. El pastor debe dedicarse a hacer su sacerdocio, a hacer su tarea. Sí alentar a la juventud, que tiene un llamado, una vocación política, a que se capacite, se prepare, y que luego haga su aporte. El más significativo de esos aportes para mí es el de la integridad y de la honestidad. Después, esa trama oculta entre la política y la iglesia evangélica de la serie es parte de la ficción.

-Pero ese vínculo existe en la vida real también.

-No te puedo negar que todo político, cuando llegan las elecciones, pasan por las iglesias evangélicas tratando de capitalizar esos votos. Sí. Eso cada vez sucede más. Contactos o relaciones buscando el famoso voto evangélico. Lo que ahora llaman “el segmento evangélico”.

-¿Nunca lo tentaron para una fórmula?

-Hasta ahora no. No me han propuesto. Sí han buscado en mí que yo pueda direccionar el voto de mucha gente, y uno trata de ser fiel al propósito que tiene, al llamado. Sé que hay mucha gente que deposita en uno lo más valioso que tiene, que es la confianza. Y uno intenta no fallar. Ahora, no digo que estuviera mal que un pastor se dedique a la política. Personalmente creo que debería en ese caso dejar su vocación de pastor, pedir licencia y dedicarse a la política.

En el templo vacío. Por allí, antes de la pandemia, pasaban más de 10 mil personas por fin de semana.
En el templo vacío. Por allí, antes de la pandemia, pasaban más de 10 mil personas por fin de semana.

-La serie propone el personaje de un pastor. Usted, además de ser un pastor, conoce muchos. ¿Cómo analiza ese personaje?

-La serie presenta un estereotipo de un pastor, que es pedófilo, corrupto, cínico, y está justamente abandonando la pureza de su llamado. Es decir, no tiene virtud alguna. Esto es una cosa que genera un cierto dolor. Y por detrás está todo ese manejo de dinero que muestran. ¿Una iglesia evangélica cómo funciona? Se sustenta por el aporte de los feligreses. Aportan con sus ofrendas y sus diezmos. La iglesia evangélica cuenta con una comisión de administración que acompaña al pastor, audita al pastor, y el pastor tiene un sueldo por la tarea que realiza. Y no todos. Es decir, el alto porcentajes de pastores hacen dos tareas: puede tener un taller mecánico, puede ser plomeros, algunos son médicos… Y a la vez realizar la tarea pastoral. Una estadística que quizás ayude: el 80% de las iglesias evangélicas en Argentina no superan las 200 personas. El 15% restante no superan las 1500. Y solo hay un 1% que son más de 1500 personas. Entonces no hay muchas iglesias de esa dimensión de la serie.

-Hay una escena en la que los colaboradores del templo salen a recaudar dinero. ¿Qué le produjo eso? Se habla mucho del manejo de dinero de las iglesias evangélicas.

-Eso básicamente que muestran es lavado de dinero. Buscan plata en un lavadero de autos, en locales comerciales… Eso no hace la iglesia evangélica, que a duras penas puede sustentarse a sí misma. No tiene recursos del Estado, como sí tiene la iglesia católica. Es decir, cada evangélico cuando va a una reunión da su ofrenda y por otro lado con su impuesto sostiene la iglesia católica. Ese sistema que uno ve en la serie no sucede en la realidad, por eso yo hablo de una ficción.

-¿Alguna otra escena que le haya llamado la atención?

-Hay una escena en la que el pastor está predicando en medio de la reunión… Quizás a mi me hubiera gustado que me dieran la oportunidad de estar al lado para ir acompañando para que la interpretación fuera más ajustada. Hay escenas donde Mercedes Morán, en su conformación de personaje de pastora (que realmente es una gran actriz), menciona el término “evangelistas”. Y no son evangelistas, son evangélicos. El evangelista, tanto católico como evangélico, es el que lleva el evangelio. Entonces quizás para darle un poco más de precisión hubiera estado piola poder ayudar, porque está todo demasiado sobreactuado, y mucha gente me decía: “es demasiado inverosímil”. Me lo dijo un pibito que vive en La Matanza, donde hay una iglesia evangélica por cuadra más o menos. Él es influencer, y me decía: “mirá, yo noto que es todo muy bizarro y lejos de la realidad”.

-¿A qué atribuye el crecimiento de la iglesia evangélica en el país y en el mundo?

-La iglesia evangélica nace como un centro de ayuda al que le duele algo, al que sufre, al que llora. De hecho, Dios está un poco más cerca del que sufre, porque cuando uno está bien se siente Dios, Gardel y Maradona, pero cuando la cosa se complica todo levantamos los ojos al cielo y decimos, aunque no creamos: “si en algún lugar estás, te pido que me ayudes”. Hay una gran sensibilidad del cristiano evangélico que lo inclina a la solidaridad.

-¿Tienen datos que reflejen este crecimiento?

-En los últimos años el crecimiento de la iglesia evangélica ha sido exponencial. Yo soy el primero que se sorprende por la cantidad de gente que asiste a las congregaciones. Si hablamos de números, el último dato del CONICET habla de 15,7% de evangélicos en todo el territorio de la República Argentina. Pero hay lugares donde ese promedio se llega a elevar a casi un 30%, por ejemplo en sectores del Gran Buenos Aires. Ahí encontramos entre un 25 y un 30%. Es decir, estadística que nos hace pensar que de diez personas, tres confiesan su fe en Dios, en Cristo, y a la vez la comparten con otros. Entonces lo encontrás en el repositor del supermercado, en el playero de una estación de servicio, el médico de una clínica... Empezás a rozarte, empieza a evidenciarse, y la gente empieza a decir quiénes son estos.

-Hay gente que mira este fenómeno con preocupación, con molestia.

-Hay ciertos sectores que tienen inquietudes, pueden ser prejuicios. Hay un dicho que dice: lo ví de lejos y era un fantasma, se fue acercando y vi que era un ser humano, se acercó más y me di cuenta que era mi amigo. Creo que a veces en la distancia uno desdibuja imágenes, entonces vaya a saber qué es lo que hay en las mentes de las personas. Y nos preocupa cuando se intenta hacer un estereotipo.

Una de las más recordadas marcha contra el aborto, organizada por  grupos evangélicos. Fue en la avenida 9 de Julio en 2018. Foto: Gustavo Gavotti
Una de las más recordadas marcha contra el aborto, organizada por grupos evangélicos. Fue en la avenida 9 de Julio en 2018. Foto: Gustavo Gavotti

-¿Cuáles son los prejuicios más recurrentes sobre los evangélicos?

-Se suele decir: “el evangélico es de derecha”. Directamente. Lo he escuchado muchas veces. Sin entender la realidad, que por ejemplo en la provincia de Buenos Aires la gran mayoría de cristianos evangélicos son peronistas. Y por el otro lado, si hablamos en la capacidad de desarrollo, hay una cultura del progreso, del trabajo: que el que robaba no robe y que ahora trabaje… Es decir, económicamente pareciera de centro derecha. Ahora, cuando se trata en lo social, el evangélico es más de centro izquierda. Está más inclinado a la mirada del otro, a la igualdad, al reconocimiento para la otra persona. Algunos no se animan a acercarse y se quedan ahí con ciertas miradas. Y bueno, a veces preocupa la discriminación, la señalidad, y que todo eso se convierta en lo que se denomina un odio religioso.

-Cierto sector del progresismo no le perdona a la iglesia evangélica haber estado en contra del aborto. ¿Puede que eso haya sembrado una distancia muy grande entre un sector del progresismo y ustedes?

-Bueno, hay cierto progresismo que quizás genera barreras frente a posiciones como fue el aborto. Pero algo muy claro es que nosotros estamos a favor de la vida y a favor de la ciencia. Pero sobre todas las cosas, de la vida. A veces se hace un estigma de esto diciendo: “están en contra de”. Y en realidad no estamos en contra de nada. Y esto se comprueba cuando uno se acerca a ver el trabajo de la iglesia evangélica. Porque una cosa es la dialéctica, pero yo me dedico más a lo pragmático, al trabajo de campo. Hoy en día la iglesia evangélica tiene más de 220 centros en todo el país dedicados a acompañar a la mujer con un embarazo no deseado o vulnerable. Son centros para acompañarla, respetar la decisión, y si optan por seguir adelante, estar ahí. La iglesia evangélica está al lado de la gente, por el lado de la paz, no por la discusión. Quizás a veces ayudaría acercarse a ver cuál es el trabajo, más que a ver cuál es el pensamiento.

-Hoy uno de los programas más vistos del país es La Voz Argentina, que tiene como protagonistas a Ricardo Montaner y sus hijos. Y hay mucha gente en Twitter a la que le molesta que en el programa se mencione a Dios, se hable de Jesús, se diga “amén”... ¿Cómo analizás esa incomodidad?

-Yo parto de una premisa: todos miramos la vida desde un lugar. Hay gente que la mira desde un lugar sin Dios, en su ateísmo. Y es totalmente respetable. Pero no nos olvidemos que en Argentina más del 90% de los argentinos dice creer en Dios. Es decir, el porcentaje de gente atea es mínimo. En el caso de Montaner, él mira la vida desde un lugar. Todos tenemos nuestra manera de hacer la vocación desde un lugar. Él la hace desde ese lugar de Dios. Y yo no soy cantante, pero me doy cuenta de que es un excelente profesional. Es decir, no llegó ahí por leer la biblia. Llegó ahí porque a la gente le gusta lo que él canta, lo que él hace y el calibre de profesional que él es, como lo es Juan Luis Guerra, que no niega su fe, ni el Puma Rodríguez. Es decir, ninguno de ellos niega su fe pero llegaron ahí por el éxito de su trabajo en la vocación que los convoca.

El pastor Osvaldo Carnival en un momento de intimidad con su fe. Foto: Alejandro Beltrame
El pastor Osvaldo Carnival en un momento de intimidad con su fe. Foto: Alejandro Beltrame

-¿Es posible separar la fe de la profesión?

-Es que desde ahí viven su vida. Ahora, no me aparto de la inquietud planteada. Creo que esto genera urticaria, genera molestia, sí. Hay gente a la que le molesta hablar de Dios. Creo que algunos quisieran invisibilizar a Dios de la sociedad. Es decir, algunos quieren crear, quieren establecer -y parece que son inclusivos, amplios- un pensamiento único. Y nosotros tenemos que ser abiertos. Tenemos que respetar la manera como piensa el otro, como ve la vida el otro. Y en ese crisol enriquecernos. Pero creo que hay mucha gente a la que le molesta, y no quisiera que Montanera hablara de otras cosas… Ahora, ¿qué tiene de malo? ¿qué mal hace? ¿qué atentado produce Montaner? Esa sería mi pregunta, ¿no?

-¿Cree, a su vez, que la serie El Reino hace algún mal? Digo, ¿lastima a la iglesia evangélica?

-Yo creo que más allá de lo que El Reino dice sobre la iglesia evangélica, la iglesia evangélica va a seguir creciendo. El lado positivo es que la serie nos da la oportunidad de hablar del tema, de ponerlo sobre la mesa y mostrar la realidad de las iglesias evangélicas. Y es imposible detener un crecimiento que no está fogoneado sino que sucede de manera natural, en el boca en boca, en el compartir algo que a uno le ha hecho tanto bien que invita a otro. Todos los fines de semana vienen personas que se acercan de la mano de la necesidad en búsqueda de Dios. Esto es imposible de detener.

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