Luis Andrés Bermúdez Ortíz tenía 26 años, era puertorriqueño y tenía una vida llena de proyectos por delante. Tenía su marca de ropa, Saucy Boyz Clothing (SBC), para la que diseñaba sus estampados, que en su mayoría tenían reminiscencias de Japón -ya que le apasionaba esa cultura- y dibujos de sushi, su comida favorita desde la niñez. A pesar de que ya había vestido a varios artistas famosos, su sueño era que Jennifer Lopez y J. Balvin lucieran sus prendas, un deseo que ahora su padre hizo propio y se encargará personalmente de cumplirlo en homenaje a su “Luiyo”, tal como lo llamaba cariñosamente.
“Nació con distrofia muscular, así que le costaba mucho hacer un dibujo. Quizás 8, 10 o 12 días... No era fácil y pasaba muchas horas trabajando, porque sentía una gran pasión. Le tenía que poner el pincel entre los dedos para que pintara y me quedaba al lado suyo todo el tiempo, para pasarle los colores. Lo hacía con un amor y una dedicación que eran increíbles. Era un milagro, porque los hacía sin poder mover ni los brazos, ni las manos, pero las arrastraba de una manera especial”, le contó su padre, Luis Miguel Bermúdez Snyder (51), a Infobae.
Padre e hijo vivieron juntos toda la vida y eran el uno para el otro, hasta que Luis Miguel se rompió el hombro y tuvo que ser sometido a una cirugía muy grande -en la que tuvieron que implantarle cuatro tornillos- motivo por el cual Luiyo estaba con su madre, Ana Ortíz (46), en la madrugada del 24 de junio pasado, cuando ocurrió el derrumbe del edificio Champlain Towers ubicado en Surfside, Miami.
La mujer vivía con su marido, Frankie Kleiman. Los tres fallecieron en el octavo piso. En la misma planta pero en otro departamento, también murió la madre de Frankie y su otro hijo, Jay, que había llegado ese mismo día con su sobrina y el novio de ella. Los siete perdieron la vida.
“Hablaba con mi hijo todos los días y nos veíamos a cada rato. Estaba en la casa de la mamá porque yo me operé del hombro, pero estábamos en contacto permanentemente. Nos visitábamos todo el tiempo, salíamos a almorzar, íbamos al shopping... Todavía estoy esperando su llamada. Al mes murió Giulio, su mejor amigo desde los 6 años, que era como otro hijo para mí. Nos fuimos de viaje juntos muchas veces, yo les cocinaba... Todo ha sido muy duro”, dijo su padre.
La noche de la tragedia, Luis Miguel estaba en Culebra, Puerto Rico, cuando un amigo lo llamó a las 5 de la madrugada para avisarle que se había caído un edificio cerca de la zona donde vivía la madre de su hijo.
“A las 3 de la tarde volé a Miami para buscar a Luiyo, hasta que el sábado me dijeron que lo habían encontrado. Tenía muchísima esperanza, le gritaba “¡Luis Andrés, Luis Andrés... Yo sé que tú puedes, estoy respirando por tí!”. Mi hijo pasó tantas cosas... hasta un derrame cerebral, fueron tantos milagros y él estaba tan bien que yo esperaba verlo otra vez, pero no fue así”, lamentó.
“Enterarte que tu hijo está en un edificio que colapsó a la madrugada, mientras estaban durmiendo... Llegar al lugar, ver ese edificio hecho nada y saber que tu hijo está adentro... Es horrible. Lo encontraron con su mamá... No hay nada que me repare a ellos, ni nada que haga que todo vuelva para atrás... Fue un accidente, pero se pudo haber evitado. La espera fue horrible hasta que me dijeron que encontraron su cuerpo. Mientras tanto, veía a las demás familias sufriendo... Otras personas que, hasta último momento, no fueron encontradas y hallaron partecitas de sus cuerpos... Es muy triste y eso no lo repara nada, ni nadie”, expresó.
“Pasaron tres días hasta que me dijeron que Luis Andrés había aparecido, pero tenía la esperanza de que estuviera en un rinconcito. Sobrepasó tantas operaciones, hasta una cirugía en la que le pusieron 44 tornillos en la espina dorsal... ¡Pasó tantas y tantas cosas para morirse de esa manera! Pero uno tiene que aferrarse a Papá Dios y confirmar que ese era su plan de vida. Es la manera misteriosa en la que Él trabaja y que uno no entiende”, agregó.
Luis Miguel tiene un dolor tan grande que casi no le permite hablar y, cada vez que recuerda a su hijo, sus ojos se llenan de lágrimas y su voz se entrecorta, pero no deja de compartir cada uno de los momentos que vivió durante 26 años junto a su único hijo.
“Fui un papá presente permanentemente, durante las 24 horas y durante sus 26 años. Le di la oportunidad de que fuera feliz y libre. Cuando quería algo, lo hacíamos porque no había límites. Corrió en jet ski, montó a caballo... Es un angelito que vino a sembrar su semilla, a dejarle saber a todos esos nenes especiales que se puede... No puedo creer que no voy a verlo más. Sus “buenos días”, sus “buenas noches”, ese último besito antes de dormir... Cada noche, teníamos la misma conversación. Luis Andrés me decía “Hasta mañana, papi. Buenas noches, que duermas bien” y yo le respondía: “Gracias, voy a rezar”. Así que rezábamos juntos, nos dábamos un beso y nos acostábamos a dormir”, expresó.
Luis Miguel lamenta la temprana muerte de su hijo ya que “podría haber vivido 70 años más porque estaba sólido, estaba contento, muy bien”. Dice que, a pesar de su distrofia muscular, Luiyo nunca se quejó. Le enseñó a su padre a ser la persona que es hoy, a tener paciencia, a ver la vida de otra manera, a unirse a Papá Dios, a no tener miedo a nada y, sobre todo, a no quejarse.
“Siempre fue agradecido... era un ángel. Causaba alegría y, con su sonrisa, conquistó al mundo. También, con su mensaje de “querer es poder” y de que no hay límites. Todo el tiempo quería ayudar al prójimo. Hacía los dibujos que le costaban tanto trabajo, pero los hacía un amor y una dedicación para llevar ese mensaje que, una mente positiva puede lograr cosas positivas”, dijo su padre.
“Quería hacerle saber a los papás que les den la oportunidad a esos hijos impedidos, o con condiciones especiales, que muchas veces se marginan y se los deja de lado. Todas las personas tienen el derecho de vivir y de encontrar esos dones especiales que cada uno tiene. Luis Andrés los encontró y, a través de sus dibujos, quería llevar ese mensaje de esperanza a todo el mundo. Luiyo decía: “Si yo puedo, entonces, muchos de ustedes también pueden”. Es solo tratar de explorar cuáles son esos dones que Papá Dios les dio a cada uno”, sostuvo.
Ahora, su padre quiere hacer realidad el deseo de su hijo y cumplir con su legado: seguir con su sueño y que ese mensaje llegue a todo el mundo, “porque hay muchos niños especiales que son marginados y se pueden encontrar tantas sorpresas”, destacó.
Respecto a los problemas que presentaba el edificio Champlain Towers, dice que sabía que el garage siempre era un problema con Luis Andrés “porque, como era impedido y había agua, pues siempre se mojaba en charcos”.
“Después que pasan los accidentes, se escuchan tantas quejas y tantas culpas... pero lo cierto es que escuché miles de quejas porque no querían arreglar el edificio. Todo eso uno lo escucha, pero ¿qué es verdad y qué pasó realmente?... No lo se, pero obviamente fue negligencia de alguien porque eso no se cae porque sí”, aseguró.
Por momentos, la angustia de Luis Miguel se transforma en enojo, ya que no puede explicarse cómo pudo haber sucedido semejante tragedia en un edificio de Miami y se indigna cuando lamenta que no se hubieran realizado los controles pertinentes que hubieran evitado la pérdida de tantas vidas.
“¿Cómo carajos se cae un edificio? Si hay que certificarlo todos los años y hay ingenieros que van a chequearlos, sobre todo, en el caso de los que están pegados al mar. Hay que esperar a que pase una tragedia para que tomen acción. Ahora, me entero que están evacuando otro edificio, porque tienen miedo que se caiga. Hay varios que ya me han dicho que son de riesgo. Tenía que pasar esto para que sienten cabeza y se pongan a hacer lo que tendrían que haber hecho hace rato... Da dolor, nada me va a devolver a mi hijo”, destacó.
Los restos del edificio Champlain Towers fueron demolidos y hoy el terreno se encuentra en venta, pero algunos familiares de las víctimas del derrumbe se oponen a que se vuelva a levantar otra torre en su lugar.
“Entiendo que se debe hacer un memorial, un wall memorial o una estatua para ellos. Definitivamente, porque murieron inocentemente: fue una tragedia y deben ser recordados para siempre con algo bien lindo, bien grande, que llame la atención porque cada uno se lo merece. Si es ahí o no, no lo sé... Yo creo que debe ser ahí, porque fue donde pasó pero, si lo pueden hacer en un espacio y dejan terreno para construir otro edificio, no lo veo mal tampoco. Lo digo pensando también de dónde van a sacar el dinero para pagar las demandas si no venden el terreno pero, en ese plan, no me quiero meter. Yo estoy sanando mi corazón y buscando tiempo para mí, para poder seguir adelante”, aclaró.
Hoy, Luis Andrés debe seguir adelante con su vida sin su hijo, pero con la firme convicción de cumplir con su legado: llevar su marca de ropa al mundo entero, pero además, vestir a Jennifer Lopez y J. Balvin con sus camisas con estampas de sushi. Para eso, ya se está encargando de contactar a ambos artistas y contarles la historia de Luiyo.
A través de las redes sociales de su marca, SBC, Luis Andrés escribió cuál era el mensaje que quería plasmar con sus dibujos y, cada una de sus palabras, hoy se convierten en ley para su padre.
“Soy Luiyo, aquí le presento mi creatividad con los dibujos que hago con amor, esfuerzo y dedicación a pesar de mi poca movilización de mis manos y dedos, debido a mi condición de distrofia muscular y por mi actitud he logrado mi sueño. El propósito de estos diseños es compartir mi arte con el mundo y dejarles saber que, a pesar de cualquier impedimiento que puedan tener, pueden lograr lo que se propongan en su mente y corazón. No hay límites. La perspectiva con que miras las cosas, la vida y al mundo pueden ser la clave del éxito de tus logros”, escribió el joven de 26 años en su cuenta de Instagram.
“A la hora de la verdad, uno siempre se pregunta por qué, pero mi hijo me enseñó tanto desde chiquito, fue mi mentor y mi maestro... Me enseñó que no hay que tener miedo, que estamos aquí de prestado y que, cuando Papá Dios dice que es la hora, así es. Nada me lo va a devolver, simplemente creo que tiene su plan divino y que nos vamos a reencontrar. Tengo que estar bien para cumplir con su legado, no puedo caer en depresión, ni echarme para atrás. Me toca estar bien... pero no es fácil: es lo peor que le puede pasar a un ser humano. Es un dolor indescriptible, inexplicable... No crees que existe hasta que te pasa.... Es un dolor para siempre y uno tiene que aprender a vivir de esta manera”, finalizó.
SEGUIR LEYENDO: