Que al tiempo le gustan las simetrías y las repeticiones. La sentencia es también de otro tablero, pero cómo será la historia -la historia de la historia- que los años pasan y los hechos quedan.
En 1930 el joven Menachem Papier decidió irse de su país. Tenía 19 años y vivía en su Polonia natal, donde -como en todo Europa- la Primera Guerra Mundial había dejado un sabor amargo. No se había ido todavía esa sensación de tragedia colectiva, y crecía además otra tragedia peor que irrumpiría años después. En ese contexto, alguna juventud de Europa miraba hacia afuera. En ese contexto, las Américas configuraban un sueño.
Menachem Papier viajó hasta Francia, donde abordó el barco M.V Alcantaras. Harían una escala en Inglaterra y luego se lanzarían a cruzar el Atlántico rumbo a América del Sur. Bajó primero en Brasil, precisamente en Río de Janeiro, y probó suerte durante un año. No le gustó, tal vez por el calor agobiante para alguien que venía de Varsovia, una ciudad helada, y decidió seguir hasta Montevideo. Estuvo otro año ahí, pero sus cartas estaban marcadas: debía llegar a la Argentina.
Esta es la foto que se tomó antes de dejar su patria: está Menachem Papier a sus 19 años con los compañeros de travesía. Pocos días después de tomar la imagen zarparían con rumbo sur.
La vida pasó. Menachem Papier se dedicó a trabajar y prosperó. Conoció a una mujer, armó una familia. Tuvo hijos, nietos. Tuvo un oficio, tuvo amigos, y un día incluso tuvo un bisnieto: Micael Papier. Él completa el círculo de la simetría y la repetición, pero ahora todo sucede a la inversa.
Quién contó esta historia por primera vez está al medio entre las dos generaciones. Se trata de Jonas Papier, nieto de Menachem y padre de Micael. Es, además -y esencialmente- un hombre que vive la vida en fotos. Al menos, así se define. Es fotógrafo, trabajó haciendo imágenes publicitarias mucho tiempo, pero ahora se alejó del costado utilitario de su oficio y se dedica a las fotos en varias dimensiones al mismo tiempo. Producto de esa dedicación es que descubrió esta historia, que es a su vez la de su hijo.
La escribió primero en su Instagram y provocó un aluvión de reacciones. Puso esta foto que abajo compartimos, que es en realidad una composición de dos fotos. En el costado izquierdo está su abuelo a los 19 años a punto de dejar su tierra -Europa- para probar suerte en el exterior. En el costado derecho está su hijo a los 19 años también a punto de dejar su tierra -Argentina- para probar suerte en el exterior. Los dos a la misma edad con la misma decisión, pero alejados por 90 años.
“Yo estoy relacionado a la fotografía desde el año 1988, hace más de 30 años, y cuando hablo de fotografía hablo de que yo vivo la vida en fotos. No es simplemente un trabajo para mí, no. Yo vivo la vida en fotos. Y tengo que recalcar esto porque es importante el valor que le doy. Por eso siempre estoy recopilando información y desde muy chico tengo mucho contenido”, cuenta Jonas cuando se le pregunta por el origen de este hallazgo.
“Tengo fotos que vienen desde Europa, desde mis abuelos, tengo una foto pintada de mis bisabuelos. Es que mi abuelo cuando vino a la Argentina, en 1930, guardó todo, desde un pase en el barco hasta la foto del grupo de personas que vinieron en ese barco. Tengo incluso los permisos sanitarios, tengo los pasaportes de Polonia. Tengo todo”, se entusiasma. Su devoción por la fotografía es tal que hasta creó una escuela (Motivarte), que se convirtió en una de las más grandes del país.
Además, las fotos de su abuelo y su hijo no son la única simetría de este relato. Él mismo -descubrirá durante esta entrevista- estaba embarcado en una aventura fuera de su país también a los 19 años. Increiblemente, a esa edad estaba en la región exacta en la que está su hijo hoy. Pero para llegar a eso, primero hubo que recorrer la historia de su abuelo.
-¿Sabés qué pensaba tu abuelo Menachem cuando vino acá?
-Varias veces hablé con él y le pregunté. Su idea original era pasar por Argentina e ir subiendo como mochilero, de alguna manera hasta Estados Unidos, para quedarse ahí. Ese era el objetivo, pero la vida... Se casó, formó una familia. Después, más adelante, vino la hermana, cuando terminó la segunda guerra mundial. Ella estaba en los bosques escondida porque habían matado a la familia.
-¿Tu abuelo por qué se fue de Polonia?
-Mirá, no hay una causa que yo tenga clara. No tuvo una razón concreta, no es que se escapó. Mi abuelo decidió irse a probar suerte a otros lugares. Había terminado la primera guerra mundial, hermanos de él habían estado como soldados del ejército polaco, y él se fue. Otra hermana se fue a Denver, y al resto de la familia la mataron los colaboradores de los nazis porque era una familia judía, excepto a la hermana que después vino acá.
-¿Cómo fue el momento en que tu hijo te dijo: “papá, me quiero ir a vivir afuera”?
-Él ya había tenido una experiencia de un año en el exterior. Y cuando volvió ya tenía pensado irse. Pero irse no siempre quiere decir escaparse de Argentina o irse porque Argentina no tiene oportunidades... Simplemente creo que los jóvenes tienen un concepto distinto de las fronteras. Ellos no hablan de materializar, sino de vivir experiencias. Hablan el mismo lenguaje que pibes de la misma edad en otros países porque a través de Youtube, Netflix y las redes sociales, e internet, se unificó la forma de hablar, de pensar, de vestir, de ser, y el idioma inglés también lo incorporaron muchos. Entonces, yo no estoy de acuerdo cuando alguien dice “se escapan del país”. No, en algunos casos es cierto. Por ahí no encuentran una oportunidad laboral o están en crisis, pero el joven también tiene esa necesidad de irse a otra parte. El planeta Tierra es su país.
-Atribuís el viaje de tu hjijo al cambio de época, a que los jóvenes entienden distinto el mundo y el concepto de las fronteras, sin embargo hace 90 años tu abuelo con la misma edad salió en busca de lo mismo. Digo, tal vez ese cambio de mentalidad es más bien un regreso a esa mentalidad, ¿no?
-Correcto. Es como que el concepto de “Nuevo Mundo” se repite. Y si no me equivoco también hubo una pandemia cerca de esas fechas. Y estuvo la primera guerra mundial, que fue una especie de “pandemia cerebral”. Entonces, yo creo que se está repitiendo eso, ¿no? Ir a buscar horizontes después de una crisis existencial. Y seguramente mi abuelo se habrá preguntado: “bueno, tengo que seguir viendo de qué vivo”. Él se fue, no estoy seguro si entendiendo que se venía otra guerra, o entendiendo que los iban a matar, o entendiendo lo que se venía, pero él se fue. Y ahora es una historia que se repite a la misma edad, noventa años después.
-¿Vos qué estabas haciendo a los 19 años?
-Bueno, yo no le puedo decir nada a mi hijo con respecto a su viaje porque yo a los 19 años estaba de mochilero en Egipto, en Israel, y después por Europa. Hice mi viaje, y no me fui del país porque en ese momento estaba la crisis de Alfonsín y qué sé yo. No, ni me interesaba eso.
-¿Te acordás alguna foto tuya de esa época que podría sumarse a esa historia?
-Si me decís una foto física... me acuerdo de una en Dahab, en el sur del Sinaí egipcio, junto al Mar Rojo. Yo estaba ahí, fuí a esa aldea beduina que era muy chiquita. Era un pueblito. Y en el 2019 volví para llevar los retratos que hice de esos beduinos que conocí en su momento, y me encontré con una mega ciudad. Lo primero que hice fue guardar las fotos porque me di cuenta de que no los iba a encontrar, pero tengo una foto mía sentado en la playa en el Sinaí. Es increíble, a esa edad no solamente estaba haciendo lo mismo que él, sino que además estaba dónde está él ahora.
-¿Él se fue a esa zona?
-Sí, primero viajó a ir a Israel, estuvo por esa zona también, pero no sabe dónde se va a quedar. Y yo además cuando volví a Dahab en su momento fui con él, así que también estuvimos juntos ahí.
-¿Es tu único hijo?
-No. Tengo además tres hijas más. Él es el mayor.
-Cuando tus hijas empiecen a llegar a los 19 años vas a empezar a temblar. A ver para dónde disparan...
-Qué se yo, la verdad que llega un punto en que te das cuenta, sobre todo cuando tu hijo está tan seguro de algo, de que no sos dueño de tus hijos. Ellos tienen sus alas y uno los forma para que esas alas sean grandes y fuertes, y si les das alas es para que vuelen, y si tienen que volar, bueno, bancatela; pero prefiero que vuelen con altura, porque le dimos alas grandes para eso.
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