Historias de espías, amantes y traiciones en la reconquista de Buenos Aires durante la primera invasión inglesa

El 12 de agosto de 1806, el general británico William Carr Beresford se rendía ante Santiago de Liniers. Qué sucedió antes y después, las disputas políticas de la época y por qué el acta de rendición podría no ser la original

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12 de agosto de 1806, la capitulación de Beresford ante Liniers
12 de agosto de 1806, la capitulación de Beresford ante Liniers

Por estos días se ha dado un inquietante debate acerca de si las islas Malvinas, son nuestras, son de los kelpers o son de los ingleses. La Constitución es clara al respecto, ratifica la soberanía Argentina sobre las islas. Ahora, ¿se puede acceder al Congreso negando el artículo 1 de la Constitución? ¿Por qué entonces se accede negando nuestra soberanía? Frente a estas controversias viene a cuento evocar la jornada de la Reconquista de Buenos Aires, en agosto de 1806, pues también en esos tiempos hubo, como ahora, dudas respecto de que hacer y como orientarnos con el invasor.

El 27 de junio de 1806 los británicos se apoderaron de la ciudad de Buenos Aires. Mariano Moreno en sus memorias decía: ¨La rapidez con que las armas británicas tomaron una ciudad tan considerable, supone negligencia en el gobierno e indiferencia en sus habitantes.¨ Cierto o no, lo de los habitantes, la realidad es que 1640 soldados abatieron a una ciudad de cuarenta mil. (Moreno dice 60 mil)

Había en aquella aldea un grupo de hombres que creían llegado el momento de romper lazos con España. Como la tarea no era sencilla especulaban alcanzarlo con apoyo británico. Todo estaba dado para lograrlo, en virtud de la situación europea, esto es, el dominio francés sobre todo el continente y la alianza de España con Francia.

El 27 de junio de 1806, las tropas inglesas se dirigen a Buenos Aires desde Ensenada, donde desembarcaron. Casi sin luchar tomaron la ciudad
El 27 de junio de 1806, las tropas inglesas se dirigen a Buenos Aires desde Ensenada, donde desembarcaron. Casi sin luchar tomaron la ciudad

Inglaterra, bloqueada en Europa, miró hacia Iberoamérica, para golpear a España en sus territorios de ultramar, y, según el partido que gobernase, los Tories o los Whigs, impulsar la independencia o el coloniaje. De modo que este grupo de hombres con altas ambiciones de poder se reunían habitualmente en la fonda de Los Tres Reyes o en el Café de Marcos, en largas tenidas, esperando ansiosos la llegada británica, que los depositaría en el poder, claro, si venían por la Independencia y ellos estaban en el lugar justo. El grupo estaba constituido por espías británicos, que pasaban como comerciantes: James Burke, Tomás O´Gorman, Guillermo White, y porteños como Juan J. Castelli, Saturnino Rodríguez Peña, Aniceto Padilla, Juan Martín de Pueyrredón y Santiago de Liniers, entre otros.

A poco de instalarse en el Fuerte, Carr Beresford no dio señales claras de su objetivo: independencia o vasallaje. Es que sus principales oficiales especialmente el jefe de la Escuadra, Home Pophan, simpatizante de los Whigs, promovían la conquista. Y no quería saber nada con el asunto de la independencia. Liniers frente a este impase, espera. Tiene contacto con los ingleses a través de O´Gorman quien por otro lado gestionó con Beresford el ingreso de don Santiago a la ciudad, a visitar a sus parientes, donde él vivía, los Sarratea.

No obstante su alta graduación, Beresford aceptó la propuesta del espía y Liniers participó de la velada del 1 de julio en esa casa, celebrada para confraternizar con la alta oficialidad Británica y al mismo tiempo agradecer la entrega a sus dueños de las 180 embarcaciones incautadas por el inglés. Fueron devueltas porque el Cabildo rogó al Virrey entregar los caudales del Virreinato como los de la Compañía de Filipinas que administraba el mismo Sarratea y de esa manera que la invasión la pagara el Estado.

Santiago de Liniers tuvo simpatía por la llegada de los ingleses porque pensaba que los liberarían de España para darles independencia. Cuando vio que se quedarían con todo, los combatió
Santiago de Liniers tuvo simpatía por la llegada de los ingleses porque pensaba que los liberarían de España para darles independencia. Cuando vio que se quedarían con todo, los combatió

Mientras un sector de la élite porteña celebraba con Beresford, otro sector que no aceptaba la independencia de manos de Inglaterra, en tanto esta Nación era enemiga de España, iniciaba secretamente movimientos revolucionarios contra los invasores; el jefe de este sector era don Miguel de Álzaga y su abogado Mariano Moreno.

Álzaga, comerciante de vasto giro, junto a otros hombres, planificó volar por los aires, mediante la colocación de minas subterráneas, el Fuerte y La Ranchería (Manzana de las Luces) donde se alojaba la tropa británica, pero la intentona fue descubierta. Con su dinero convocó y armó quinientos hombres de la campaña, adiestrándolos Juan Martín de Pueyrredón en la chacra de Perdriel, pero esas tropas bisoñas fueron dispersadas por Beresford, el primero de agosto, al enterarse de estos movimientos, merced a la red de espías y alcahuetes con que contaban los ingleses.

Al darse cuenta Liniers que los ingleses venían a quedarse con todo, se corrió del lugar donde inicialmente se había parado. No era prudente permanecer más tiempo en ese espacio pues el malestar y la resistencia estaba instalada de manera generalizada en el pueblo. El historiador Roberts en su notable libro ¨Las invasiones inglesas¨ escribe: ¨Castelli y Pueyrredón pidieron a Beresford y Popham que aclararan la situación para saber si debían ayudarlos o hacer lo único que les quedaría, es decir, unirse a los españoles para combatirlos.¨ Este cambio de frente no convenció a Alzaga, que desde siempre, por razones personales y políticas, desconfió de Liniers.

Don Santiago marchó a Montevideo y el jefe político de la ciudad, Ruiz Huidobro, le entregó 500 hombres con los que Liniers, ahora decidido en su empeño liberador, cruzó el río y el 12 de agosto tomó por asalto el Fuerte.

William Carr Beresford comandó las tropas invasoras y por casi dos meses fue gobernador de Buenos Aires.
William Carr Beresford comandó las tropas invasoras y por casi dos meses fue gobernador de Buenos Aires.

Y aquí comienza una historia de enredos y bajezas que se han repetido hasta nuestros días.

Vamos por orden. Primero: el ataque generalizado al Fuerte por parte del pueblo impidió una negociación extra muros entre Beresford y Liniers. ¡Bien por el pueblo!

Segundo: Ante la grave situación, Beresford decide levantar bandera blanca de parlamento y Liniers ordena el cese del fuego. Su mandamiento no fue acatado. Continúa el asalto al Fuerte. Ante el cariz que tomaron los acontecimientos, Beresford ordena izar la bandera Española. ¡Ahora sí!

El asunto de la banderola blanca o la bandera española dio mucho que hablar en aquellos días. No era lo mismo y levantó nuevas sospechas sobre Liniers. La muchedumbre buscaba una rendición incondicional y para que esto fuera así la bandera debía ser la española. Frente a la puerta del Fuerte Beresford arrojó su espada al piso, no había dudas, la rendición era incondicional. Luego se vería que Liniers pretendió cambiarle el sentido.

Tercero: Se instala una puja entre el Cabildo donde reinaba Alzaga, y Liniers que a partir del 14 de agosto asume la conducción militar del Virreinato y al poco andar España lo confirmó como Virrey.

A los días y en casa de su amante Ana Vandeuil, ex esposa de O´Gorman, Liniers le otorga a Beresford una capitulación trucha que no implicaba incondicionalidad. ¿Qué había pasado? Al parecer Ana, abiertamente amiga de los británicos, lo persuadió de favorecer a Beresford.

La lucha entre las tropas británicas y las fuerzas de Buenos Aires
La lucha entre las tropas británicas y las fuerzas de Buenos Aires

Al presentarla en el Cabildo el escándalo fue mayúsculo sin embargo no pasó a mayores. Vicente Fidel López afirma: ¨Por muchas pruebas que el Cabildo y la Audiencia tuviesen contra Liniers ¿qué podían hacer contra él en aquellas circunstancias? Destituirlo como se había destituido a Sobremonte, era imposible. El pueblo alzado y la tropa tenían adoración por Liniers y el incidente de la capitulación era demasiado oscuro, allá entre los telones oficiales.¨

Pero la élite lo tenía claro. Revisando en el Archivo General de la Nación hallé una carta de Ruiz Huidobro donde vapulea a Liniers: ¨cuando le conferí el mando de las tropas que conquistaron esa capital ocupada por los británicos, no lo autoricé para formar la Capitulación que usted me hace la honra de acompañarme y de la que hasta ahora no tenía conocimiento.¨

Hay un documento con el título: El publicista de Buenos Aires al general Beresford (autor desconocido) descalifica la conducta del británico al pretender sorprender al General con una capitulación capciosa. Evidentemente el autor ignoraba que la capitulación capciosa se hizo bajo la mirada de don Santiago. Hay muchos más documentos que harían muy extensa la presente nota. Finalmente decir que la relación entre Liniers y Alzaga había alcanzado un nivel de no retorno.

La Perichona, amante de Santiago de Liniers y pro británica, medió a favor de Beresford
La Perichona, amante de Santiago de Liniers y pro británica, medió a favor de Beresford

El vínculo de Liniers con la Perichona, que así la llamaban en el pueblo, indignaba a Alzaga, fundamentalmente por su condición pro británica, de manera que envía una carta a la Corona: ¨Esa mujer, con quien el Virrey mantiene una amistad que es el escándalo del pueblo, no sale sin escolta, tiene guardia en su casa, emplea las tropas del servicio en las labores de su hacienda de campo. Las caballadas y atalajes del tren volante costeados a expensas del erario real. Su casa ha sido almacén y depósito de innumerables negociaciones fraudulentas; las que abrió huellas al extranjero para posesionarse de la ciudad e imponernos el dominio británico en las comarcas rioplatenses; la que ha servido de hospedaje y refugio a los verdaderos espías.¨

La vida te da sorpresas, Liniers que soñaba el más alto cargo político con apoyo británico lo alcanzó luchando contra ellos. Los meandros indescifrables de la política o el poder por sobre los principios.

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