Así como el mundo ya pudo superar varios colapsos financieros, tsunamis, terremotos, inundaciones y ahora está enfrentando una nueva pandemia; ¿qué pasaría ante un apocalipsis causado por un desastre natural de grandes proporciones que afecte a todo el planeta o a parte de él?.
Esta pregunta se hicieron los investigadores de la Universidad Anglia Ruskin, de Gran Bretaña, quienes llegaron a la conclusión de que los lugares mejores preparados para sobrevivir a un cataclismo son aquellos que tiene una gran superficie terreste per cápita, mayor distancia entre sus centros poblacionales, tecnología para el desarrollo de energías renovables y extensos campos fértiles para el cultivo.
El estudio, que fue divulgado por la revista Sustainability, descubrió que Nueva Zelanda cumple con todos estos requisitos y tiene mayor potencial que otros “nodos” analizados como Islandia, Tasmania e Irlanda.
En este último año y medio de pandemia de COVID-19, el país ganó muchísimo elogios por su manejo exitoso de la situación sanitaria. Auckland, la ciudad más grande de Nueva Zelanda, encabezó en junio un índice de habitabilidad global publicado por la Unidad de Inteligencia de The Economist; y en 2020 clasificó como el mejor país en superar la pandemia, según Bloomberg News.
“Todo lo que se dice tiene sentido. Es un país autosustentable, lleva un año y medio con sus fronteras cerradas y no necesita de nada de afuera para seguir funcionando. La gente puede seguir sobreviviendo, así que estoy convencida que esas noticias futuristas pueden ser reales”, señaló a Infobae Romina Brassesco, una neuquina de 35 años que vive en Nueva Zelanda desde 2015 con su pareja, Federico.
A raíz de la implementación de esa restricción, los neozelandeses transcurren la pandemia con total normalidad. “El gobierno sabe lo complicado que está el mundo y por eso el país sigue cerrado. Nueva Zelanda sigue teniendo su burbuja de vida perfecta mientras que de la frontera para afuera está todo estallado”, relató Romina, quien contó que desde hace 15 días no se registra ningún caso de coronavirus.
Sin embargo, la argentina asegura que esta situación también es contraproducente porque nadie se quiere vacunar. “Acá compraron la Pfizer pero la vacunación va lenta porque los vacunatorios están vacíos. La gente no toma consciencia que hasta que no estemos todos inoculados el país va a seguir cerrado por tiempo indeterminado”, se lamentó.
Nadie usa barbijo y no existe el distanciamiento social. Pero aquellos ciudadanos o residentes que llegan del exterior “tienen que hacer una cuarentena obligatoria por 15 días en un hotel que deben pagar ellos y que cuesta USD 3.000”, aclaró Romina.
En esta nación insular de menos de 5 millones de habitantes lo que sobre es trabajo y lo que falta es mano de obra calificada. Por eso, ante el lockdown impuesto por la primer ministra Jacinda Ardern, “el gobierno decidió darle una VISA de trabajo a los turistas que decidieron quedarse a vivir temporalmente para ocupar los puestos laborales vacantes”. Y agregó: “Así es como están intentando mantener el funcionamiento del país en medio de la pandemia”.
Frente a esta oportunidad, muchos viajeros argentinos, que inicialmente habían quedado varados, optaron por hacer la temporada de recolección y empaquetado de frutas. Y a los que tenían VISAS de estudio o las llamadas Working-Holiday les extendieron la estadía por un año más.
“Nueva Zelanda tiene una muy variada producción de frutos pero la más importante es el kiwi, seguida por arándanos, cerezas, manzanas y naranjas. Como cada una de ellas tiene etapas distintas, la gente va rotando y tiene trabajo todo el año”, contó Romina, quien detalló que a estas personas se les paga entre 16 y 18 dólares por hora y pueden ganar hasta 600 dólares por semana.
Romina y Federico viven en la ciudad de Cambridge, situada en el distrito de Waipa de la región de Waikato de la Isla Norte de Nueva Zelanda, y lo que más les llama la atención es el crecimiento del uso de las energías renovables entre sus habitantes. “En este último tiempo empecé a ver muchos autos eléctricos y más estaciones de carga, incluso en el medio de la ruta. Mi novio, que es arquitecto, cada vez construye más casas con paneles solares y me cuenta que en un futuro no muy lejano todo apunta a eso”, aseguró la joven neuquina.
Aunque está recibida de nutricionista, en Nueva Zelanda Romina se gana la vida en café-restaurante que se especializada en la elaboración de ensaladas saludables pero también da clases de fútbol y trabaja en un gimnasio. Federico, en cambio, sí pudo conseguir un empleo de lo suyo e integra el staff de un estudio de arquitectura.
Consultada acerca de la noticia que dio vuelta al mundo, sobre que gente de mucho dinero -sobre todo de Estados Unidos- compraron terrenos en Nueva Zelanda ante un eventual apocalipsis, Romina señaló que “hay sectores específicos de las islas donde se dice que construyeron búnkers para millonarios”.
“Acá se hizo un documental a raíz de todas esas noticias y hubo un youtuber que estuvo buscándolos por los lugares donde supuestamente decían que habían sido construidos pero no encontró nada”, agregó la argentina.
“Los realizadores fueron hasta las casas de esos millonarios sabiendo que en EE.UU estos millonarios también tienen sus búnker allá y mostraron las filmaciones eso. Así que no sería tan descabellado creer que acá también pueda ser posible”, aseveró.
Incluso, recordó que leyó notas en los diarios donde los periodistas fueron a preguntar a la Aduana sobre la llegada de varios containers con los materiales para armar los búnkers pero nadie les quiso decir nada. “Hay mucho hermetismo sobre este tema. Lo que no se sabe es si tienen prohibido hablar o evitan el tema porque no tienen nada confirmado para decir porque no existen. Pero el mito está”, admitió entre el entusiasmo y la incredulidad.
Después de 6 años, Romina y Federico consiguieron la VISA de residencia y les queda tan solo un año más para obtener el pasaporte neozelandés. “Cuesta pero se puede. Depende de las ganas que tengas de progresar y el nivel de inglés que manejás. Trabajo hay de sobra pero las oportunidades hay que buscarlas”, afirmó frente a las expectativas que tienen muchos argentinos de residir en Nueva Zelanda y le consultan a ella por sus redes sociales.
Actualmente, en el Instagram @yundianosfuimos -que además tiene un canal de YouTube y próximamente una página web- reciben entre 15 y 20 consultas diarias sobre cómo arrancar de cero en ese país.
Luego de haber ahorrado el dinero suficiente para darse el gusto de viajar y conocer más de 10 países, como Japón, China, Corea, Australia, Italia, España, Francia, Singapur, Malasia y México, ahora la pareja apuesta por invertir en una casa propia. “Ganamos más o menos lo mismo así que la mitad de uno de los sueldos se va en alquiler y la otra mitad en vivir. El otro sueldo es todo ahorro y calculamos que un año vamos a poder cumplir el objetivo de comprar nuestra casa”, pronosticó Romina.
Aunque admiten que extrañan a su familia y en este tiempo solo pudieron visitar Argentina una sola vez, ella contó que apenas abran las fronteras viajará a su provincia natal. Pero aclaró que “no hay chance de volver a vivir en Argentina y jubilarnos allá. A lo sumo nos mudaríamos a algún país europeo, pero a la Argentina no volvemos más”.
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