En 1980 estaban de moda las boutiques creativas. Como su nombre lo indica eran unas mini agencias publicitarias bastante endebles montadas en poco tiempo y dirigidas por dos o tres creativos publicitarios unidos para diseñar pequeñas campañas de altísimos presupuestos para cualquier tipo o especie de producto.
Por otro lado, el rock argentino era un distrito mínimo donde todos nos conocíamos, aunque jamás dejé de preguntarme cómo era que sucedían las cosas de manera que todos nos cruzábamos en algún lado. No estoy hablando de los recitales, sino de los clubes, o los trabajos. En cualquier lado la vida tenía tendencia a juntarnos. Uno de esos lugares de los que estoy hablando eran estos inventos como las boutiques publicitarias de esos años.
Íbamos a parar ahí decenas de chicos que con un mínimo de experiencia laboral nos encargaríamos de nutrir energéticamente el negocio. Quiero decir, músicos, periodistas, disc jockeys, ilustradores y dibujantes noveles éramos convocados por estos sujetos para aportar desde ideas hasta discos, textos y canciones. Todo sumaba en esas oficinas bien ubicadas geográficamente con más aspecto de salón de juegos para adultos o peluquerías del Soho neoyorkino que de agencia de publicidad.
La logística estaba clara desde el principio, estos creativos armaban una campaña y entraban en competencia ante la empresa auspiciante llenando de bocetos, locuciones y jingles la presentación. En caso de quedarse con la campaña empezaban a tercerizar la producción contratando desde directores de televisión hasta productores de música o cine que se encargarían de los avisos.
En mi caso había llegado a uno de estos reductos desde mi trabajo como musicalizador de radio, por un lado, sumando mi incipiente facilidad para escribir humor que estaba desarrollando en Satiricón, donde Oskar Blotta nos dejaba claro el primer día que Editores Asociados era una agencia de publicidad que editaba revistas.
Coincidimos en una boutique creativa de estas, tres veinteañeros de raros peinados y walkman en la cintura.
La verdad es que ni siquiera recuerdo el nombre de la agencia, que estaba en Palermo cuando aún estaba lejos de ser el centro comercial que es hoy. Era un Palermo de casas bajas y talleres de autos. Si me acuerdo que el director creativo era Carlos Galanternik antes de convertirse en Tom Lupo.
Ignoro cómo llegué ahí pero supongo que por alguna amiga en común o por la recomendación de alguien similar.
Una tarde encuentro en el patio de atrás a Rafael Bini, a quién conocía porque vendía discos importados en Paraíso Records sobre la calle Paraguay, a media cuadra de El Agujerito la disquería en la Galería del Este. Una cuadra exageradamente transitada por todos los disc jockeys y musicalizadores del momento.
Rafael Bini es uno de los más refinados e inteligentes músicos de los que estaban emergiendo en esos años de plena dictadura militar estando al frente del proyecto Comida China, que terminó siendo uno de los secretos mejor guardados de toda la cofradía rocker de los 80´s.
Trabajando en la radio he visto y escuchado infinidad de homenajes sinceros, irónicos y estúpidos a la generación de 1980 musicalmente hablando, en general producidos y conducidos por chicos que en esos años estaban en la primaria. Jamás escuché en ninguno de estos realizados en las radios importantes una canción de Comida China. Es que no trascendió más allá de Palladium el disco, pero a la distancia es una gema valiosa.
Un proyecto de Rafael Bini con sus amigos Miguel Zavaleta, Andrés Calamaro, Jorge Minissale, Claudia Puyó, María Rosa Yorio, y los debutantes Zorrito Quintiero, Willy LePumpernic (un tiempo después Willy Crook) Hilda Lizarazu y Fabiana Cantilo con tapa de Carlos Masoch (unos años después se transformaría en Douglas Vinci) que vio la luz en 1984 vía Pelo Aprile ramal Interdisc. Son esas cosas para pocos que están muy bien así.
Algunas semanas después de mi encuentro con Bini, a mediodía lo veo llegar a la agencia con un muchacho de jopo alla Stray Cats y zapatos bicolores.
-” Bobby, él es Pipo, Pipo, él es Bobby”- asumiendo que se iba a sumar en lo que andaríamos entonces nos hicimos bastante amigos, todos.
Pipo Cipolatti y Rafael Bini eran Los Pipos, un dúo musical que jamás se presentó en vivo excepto un par de shows en el Parque Genovés.
El parque Genovés quedaba en lo que había sido la Ciudad Deportiva de Boca Juniors en la Costanera Sur. Acentúo la locación porque será un lugar fundamental en la historia que me trae acá.
Pipo era un joven algo alocado que andaba siempre con el manual de policía bonaerense abajo del brazo portando exagerado jopo rockabyllesco y gafas gruesas, era algo así como la mezcla exacta al 50% de Javier Martínez de Manal y Brian Setzer de los Stray Cats.
Me cuenta Pipo la otra tarde: “Mi padre era escribiente de la Federal, estaba en la 1ra, por eso yo llevaba siempre en la billetera el carnet del Churruca. Cuando en las redadas la policía me pedía los documentos yo le daba el DNI y la credencial del Churruca donde figuraba como hijo de efectivo, así que siempre me dejaban ir. Una vuelta me olvidé la credencial y me para la policía, iba con el manual así que intenté convencer al poli que estaba estudiando y el cana me dijo “¡Si vos sos policía yo soy Marylin Monroe!”, todos se rieron y me dejaron ir. En esa época de la que hablás yo estaba con Bini en Los Pipos, después él empezó a armar Comida China”.
“Una tarde estaba en El Agujerito departiendo con Dani Nijhenson y Fabian Couto acerca de lo cansado que estábamos de escuchar en la radio canciones de protesta, de rock sinfónico y todo eso de la trova cubana que nos dormía. Yo pintaba remeras y como Couto andaba con los Abuelos le doy una remera que le llegó a Dani Melingo. Melingo estaba en los Abuelos pero también tenía en mente Los Twist, nos juntábamos en una pizzería de San Telmo que se llamaba o le decían La Mancha de Grasa. Andábamos siempre por San Telmo. En el bondi desde Parque Patricios, donde vivía hasta San Telmo dibujaba, con el colectivo en movimiento, y cuando paraba escribía canciones. Así escribí mientras estaba en Los Pipos “Pensé que se trataba de cieguitos”. Se la muestro a Dani una noche que estaba tocando con el Ring Club en el Auditorio Kraft y le encantó para sumarla al repertorio de Los Twist, que era bastante rockabilly. Twist por el estilo musical pero también porque significa retorcido...”-
Ya con Rafael Bini metido de lleno en su Comida China desarman Los Pipos, Melingo se hace un tiempo de los Abuelos y juntos empiezan a armar Los Twist. Aquí llegan al Parque Genovés.
Pipo dice: “Los Twist debutan en el parque Genovés. El cartel del debut decía ‘Hoy en el Parque Genovés Los Dioses de la Alegría. Los Twist y Sumo’. Ahí en un escenario de chapa debutamos los dos grupos, el escenario era parte de un juego que ya no estaba más, me acuerdo que al lado del escenario había un pescado gigante de lata por el que íbamos a los camarines, entrábamos por la boca y a la altura de las aletas salías al escenario. Melingo los conocía y tocó el saxo en “Corpiños en la madrugada” el cassette debut de Sumo”.
“Ese día del debut tocamos por primera vez ‘Pensé que se trataba de cieguitos’. Éramos Melingo, yo, Fabiana Cantilo que estaba grabando algo con Daniel, el marido de Diana Nylon de bajista, el Gonzo Palacios con el saxo y alguno en la batería. Bateristas al comienzo hubo unos cuantos”.
“Unos meses después tocamos en boliches como el Einstein o uno que se llamaba Chevalet en la calle Beruti. Ya con Cano en el bajo y Polo Corbella de los Abuelos en batería. En el Zero Bar tocamos también que estaba en el botánico. Una noche nos ve Charly que nos invita a tocar con él en la Rural, estábamos Charly, nosotros, mas Andrés Calamaro, Gringui Herrera y Nebur que no tocaba nada pero lo presentábamos como Philip Navidad”.
“Charly después nos lleva a grabar en Panda, donde en dos días hicimos el disco ‘La dicha en Movimiento’ entero. Hasta Spinetta pasó una de esas noches por el estudio y nos prestó una guitarra. Nunca dejó de llamarme la atención que “Pensé que se trataba de cieguitos” funcionara tan bien entre la gente, es una canción sin estribillo, y mirá vos..”
Es cierto, “Pensé que se trataba de cieguitos” no tiene estribo, ni fue canción de difusión, ni siquiera tiene versiones extravagantes de otros artistas, pero está considerada a esta altura como un alegato vibrante del accionar policial que lleva a la risa sólo porque la cantan Los Twist.
Y eso la convierte en una auténtica obra de arte.
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