“Nadie está preso; tenemos que mendigar justicia”: el reclamo de la madre de una de las 22 víctimas de la explosión de Rosario

Débora Gianángelo tenía 20 años cuando murió asfixiada tras la explosión del 6 de agosto de 2013 por una fuga de gas en un edificio de la ciudad santafesina. La familia pidió la condena de los 11 imputados. Hoy y mañana homenajearán a los fallecidos

Débora Gianángelo tenía 20 años cuando murió en la explosión de las torres ubicadas en Salta 2141 de Rosario.

La sonrisa de Débora es el recuerdo constante que tiene Sonia, su madre. También el sonido de su voz, esas llamadas antes de dormir para hablar por horas. Este viernes se cumplen 8 años de la muerte de la joven de 20 años y otras 21 víctimas de la terrible explosión causada por una fuga de gas que sacudió tres torres de departamentos en 2013 y que enlutó a toda la ciudad santafesina.

“El dolor por no tenerla va a acompañarme toda la vida, pero la recuerdo viviendo tan alegre, tan vivaz y dinámica; con esa costumbre de mirar siempre para adelante. Ella siempre decía: hay que correr los escombros para destapar el cielo, y ese es nuestro estandarte”, le asegura a Infobae Sonia, conmovida porque no deja de recibir mensajes de apoyo en la búsqueda de justicia por la inexplicable muerte de Débora, estudiante de Derecho, profesora de inglés, italiano y portugués, una joven que entendía la simpleza de la vida y que soñaba con recibirse de abogada para ayudar a las personas que necesitaban justicia.

Es justamente ese entusiasmo el que la familia siente que les faltó a los abogados que contrataron en estos años: el primero abandonó la causa 20 días antes del juicio y otro les exigió que le paguen en dólares porque la moneda nacional no le servía, contó Sonia sobre el otro lado de la causa que busca que la muerte de las 22 personas tenga a los culpables condenados.

“Ahora nos acompaña una abogada especializada en Derechos Humanos y este tipo de situaciones”, explica Adrián Gianángelo, el hermano mayor de Débora, la última victima encontrada entre los escombros 48 horas después de la explosión. La joven murió producto de la asfixia que le provocó el incendio y la imposibilidad de escapar del departamento.

Aquella mañana del 6 de agosto de 2013

Adrián y Débora son hermanos. Cuando ella nació él tenía 14 años y la pequeña se convirtió en el diamante de la familia, que vivía por ella y la consentía. Los oriundos de Arteaga vivían juntos en el departamento de Salta 2141, en el centro de Rosario. Llegaron a la ciudad para estudiar abogacía: él primero y ella lo siguió.

Allí compartían más que un espacio para estudiar y descansar del trabajo: se divertían, cocinaban y comían juntos, y miraban películas que hacían que Débora temblara de miedo o llorara de la risa, como pasó en la noche del 5 de agosto de 2013 en la que vieron una comedia mientras comían fideos con salsa. “Los más ricos del mundo”, recuerda Adrián.

Esa noche, cuando terminó la película, Débora llamó a Sonia para planear el festejo por sus 60 años. Adrián cumplía 30. “Estuvimos hablando hasta las 1:30, yo tenía sueño y ella quería seguir hablando. Como el 8 de agosto mi hijo y yo cumplimos años, me decía: ‘Mami, festejamos acá con Adri y después voy a casa, te hago la torta y ayudo con todo’... Ella era así, le gustaba festejar, celebrar la vida”, la recuerda su madre. Ese cumpleaños no se festejó.

“El departamento no estaba en condiciones. La hornalla no daba más. El calefón no tenia válvula de seguridad y dos gasistas constataron que la estufa tenía pérdidas”, cuenta Adrián y dice que, como si ello fuera poco, “no había rejillas de ventilación. Nosotros alquilábamos, y cuando vieron el escenario en el que estábamos nos cortaron el gas, llenaron un formulario y nos dieron un mes para reparar todo eso”.

Las torres de Salta 2141 explotaron por una fuga de gas (NA)

Ante esa situación, Débora firmó un consentimiento en Litoral Gas, la empresa que brindaba el servicio en el edificio, para levantar el cepo que les devolviera el servicio en peno invierno. “La obligaron a firmar eso para que otro inspector ingrese y constate que la obra estaba realizada”, sostuvo.

Fue otro inspector el que les aseguró: “Va a volar todo a la mierda” luego de constatar aunque ese departamento estaba en condiciones, el edificio tenía serios problemas de gas. Por eso, cortaron el servicio a todo el edificio.

Días previos a la explosión, Adrián vio “a un gasista martillando una rosca, sacando un medidor, colocando un repuesto casero y pintando de amarillo un caño que estaba negro. Echaron un líquido, dijeron que no había pérdidas y lo habilitaron. Esa decisión mató a los 22 inocentes e hirió a otras 62 personas”, lamenta.

La explosión se produjo a las 9:38 de la mañana del 6 de agosto de 2013.

Adrián y Débora, en uno de los tantos momentos felices que compartieron.

Este tiempo significó un desfile judicial que para la familia. Incluyó buscar la condena de los 11 imputados, oír decenas de pericias, cientos de testigos, llevar miles de pruebas y soportar apelaciones mientras la Justicia sólo ratificó la condena del gasista que manipuló por última vez la válvula que ocasionó la catástrofe. “A los pocos días de la explosión ese gasista estaba trabajando y firmaba los papeles otro”, cuenta con furia Adrián.

Para Sonia, lo que pasa (o no pasa) con la causa es una burla a la memoria de las víctimas. “En medio del dolor, del infierno que pasamos, tenemos que mendigar por justicia cuando eso lo primero que debemos tener”, lamenta y recuerda con amor que su hija “nunca tenía malos pensamientos para con otra persona. Sabés que eso recién lo vi y me di cuenta de eso al escuchar a quienes la conocían. Mi hija nunca le deseó mal a nadie, nunca pensó mal de otra persona. La cuidábamos mucho de la inseguridad y mirá lo que pasó quedándose solita en la casa”, dice quebrada.

La causa

El 8 de mayo de 2019 comenzó el juicio en la que la familia de Débora es la única querellante en la causa que se investiga el delito de “estrago culposo agravado”. Los demás familiares acordaron una indemnización a cambio de retirar las denuncias penales contra los 11 imputados: Carlos Osvaldo García, Pablo Miño, Gerardo Bolaño, Guillermo Oller, Luis Curaba, Claudio Tonucci, Viviana Beatriz Leegstra, Carlos Repupilli, Mariela Calvillo, Norma Bauer y José Luis Ayala.

El único condenado en esa primera instancia fue Carlos García. El tribunal conformado por los jueces Marcela Canavesio, Rodolfo Zvala y Juan Carlos Leiva tuvo decisión dividida, el juez Leiva votó en disidencia por entender que a García le correspondía una pena menor: tres años de prisión en suspenso y el cumplimiento de determinadas reglas de conducta durante cuatro años. Esto implicó que nadie quedara preso.

Apoyo en el pedido de justicia por las 22 víctimas de Rosario.

En segunda instancia, los jueces de Cámara Penal -Carina Lurati, Carlos Carbone y José Luis Mascali- confirmaron la sentencia dictada en primera instancia, en la que sólo fue condenado el gasista García a quien se sancionó con cuatro años de prisión, pena que fue morigerada poco después con arresto domiciliario por razones de salud. Los diez acusados restantes fueron absueltos.

Ante ello, la familia presentó el recurso de inconstitucionalidad que el martes 4 de agosto de 2020 fue rechazado por el mismo tribunal. Posteriormente, la familia -que pide prestamos, saca créditos y vende lo poco que le queda para costear los gasto de la causa- presentó un Recurso de Queja a la Corte de Santa Fe. Aún no tienen novedades.

“Vamos a agotar todas las instancias jurídicas”, asegura Adrián.

Homenajes

Este viernes, a las 9:38, los bomberos de Rosario y de Arteaga harán sonar las sirenas en momento exacto de la explosión. Más tarde, en la plaza del barrio que vio crecer a Débora, que hizo en su memoria la comuna, se pondrá una ofrenda que será bendecida por el párroco del pueblo.

El sábado a las 19:30 se realizará una misa para recordar a las 22 víctimas.

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