Manuel Topelberg (21) vivía en La Plata y, desde su niñez -influenciado por su abuela y su tía abuela que llegaron a la Argentina desde Polonia- abrazó una pasión: cocinar. Por eso, se recibió de técnico en gastronomía y, en febrero de 2020, decidió que era hora de ir tras sus sueños.
“Me fui solo y con 19 años a vivir la aventura de Europa. Tenía claro que no quería estar en la Argentina: sabía que mi futuro estaba acá. Me inspiré en mi tía abuela que era cocinera y vino de Polonia. Llegó en barco a la Argentina porque se escapó de la guerra y yo me escapé de Argentina a Europa. Hice el camino inverso”, le dijo Manuel a Infobae.
Pero nada sería simple. Por sus excelentes calificaciones en sus estudios, obtuvo una pasantía de 5 meses para trabajar en un restaurante del País Vasco. En febrero de 2020, llegó a San Sebastián, pero a los pocos días se desató la pandemia de COVID-19, así que sólo pudo trabajar durante un mes y medio.
“Me llamó mi jefa para decirme no fuera más porque iban a cerrar todo. Me quedé solo. No sabía qué hacer: pensé en volver, pero al final me propuse quedarme como fuera. Me puse a vender hamburguesas en el edificio donde vivía. Así, empecé a juntar plata para sobrevivir y me fui a la casa de mi hermano en Barcelona, donde seguí vendiendo hamburguesas”, contó.
“Quería quedarme en Europa, así que conseguí trabajo en Barcelona como bachero porque siempre se arranca de abajo, pero después, vas escalando. Al mes encontré otro empleo en una parrilla catalana como ayudante de cocina y me encargaba del despacho de platos, de su decoración y de emplatar. Innovar y decorar los platos me sale muy bien”, aseguró.
Pero en octubre de 2020, una nueva ola de COVID provocó que Barcelona volviera a cerrarse, con toque de queda incluido. Manuel gastó lo que había ahorrado para quedarse en Eruopa, mientras esperaba que la situación volviera a la normalidad. Pero mientras todo se recomponía, su madre le propuso volver a la Argentina. Así que en enero de 2021 retornó a La Plata sin imaginar que un inesperado encuentro lo volvería a llevar a España.
En La Plata, se encontró con Gastón Riveira, dueño de la parrilla La Cabrera con dos locales en Palermo, varias sucursales en el mundo y rankeado en el Top 50 Best Latin´s American Restaurantes. El multipremiado cocinero y empresario estaba abriendo otro local en la capital de la provincia de Buenos Aires. Manuel lo conocía de verlo en la escuela de gastronomía donde estudió, así que en un momento tuvo la oportunidad de hablarle y Riveiro le dijo que estaba por abrir otro restaurante, esta vez en Málaga, desembarcando así por primera vez en Europa.
“Cuando volví a Barcelona, le escribí y me dijo que el local estaba en marcha. Yo estaba haciendo una pasantía en Hermanos Torres -un exclusivo y moderno restaurante de esa ciudad española- así que esperé unos días, le volví a escribir y, a fin de junio pasado, terminé siendo el primer empleado de La Cabrera en Málaga”, explicó.
“Va todo espectacular y estoy muy feliz. Gano entre 1.300 y 1.400 euros. Tengo dos días y medio de franco. Mi jefe vio que estaba para ocupar un puesto más alto que el de cocinero, así que hoy estoy como segundo del jefe de cocina. La gente se va a Europa con la valija llena de sueños y busca calidad de vida. Ahora, vivo solo en mi departamento cerca del centro y tengo la playa a 15 minutos. Tengo toda la comodidad, una gran calidad de vida, puedo ir a comer afuera y hacer lo que quiero, trabajando 40 horas por semana y con días libres”, reveló.
“Málaga es el primer lugar de Europa en el que abrió La Cabrera, pero ya está en Filipinas, Perú, Bolivia, Paraguay, Colombia y, en enero de 2022, se lanza en Miami. Es la primera vez que Gastón viaja para formar al equipo de cocina, así que ahora está acá. Antes, el personal de cada país se iba a capacitar al local de Buenos Aires y, luego, volvía con todos los conocimientos necesarios”, dijo.
Por su experiencia, Manuel confiesa que se indigna cuando lee los comentarios en las redes sociales de aquellos critican a quienes emigran porque el primer trabajo que consiguen -tal como le pasó a él- suele ser el de bachero, pero asegura que ese fue el puntapié inicial que lo llevó adónde está hoy.
“Hay una mala impresión de Europa. Creen que todos nos vamos como bacheros o paseadores de perros, y no es verdad. Yo sólo trabajé lavando platos durante 20 días y no aguanté más. Por eso, me rompí el alma para conseguir otro trabajo y soporté lo peor de la pandemia, pero todo el esfuerzo tuvo su recompensa. Es verdad, al principio lavás platos o trabajás como mozo, pero acá con ese sueldo te alcanza para vivir muy bien y podés ahorrar”, sostuvo.
“Mis amigos de Argentina no llegan a fin de mes y tienen que pedirle ayuda a los padres. Yo puedo vivir solo, ahorrar, viajar por Europa, salir a comer afuera… Además, podés caminar tranquilo a la noche. No existe la inseguridad de Argentina. Hace 32 años que mi papá tiene su local en La Plata y también quiere emigrar a España. Los jóvenes nos vamos de Argentina porque nos preguntamos para qué nos vamos a quedar. Muchos no quieren estar lejos de su familia pero con lo que ganás acá y ahorrando un par de meses, le podés pagar el pasaje a tus padres”, agregó.
Para aquellos que estén pensando en seguir sus pasos, Manuel aconseja que es fundamental tener los papeles para poder trabajar, ya que hoy hay muchas propuestas laborales, pero pocas personas dispuestas a postularse.
“En primer lugar, es importante venir con un título. Me parece fundamental. También, hay que tener papeles porque sino es imposible. El que tiene la posibilidad de viajar y no se siente a gusto en la Argentina, que venga a probar a Europa. Si puede juntar 2 mil euros, puede estar tres meses y buscar un trabajo. Si no le gusta, se vuelve: pero acá el que quiere trabajar, puede. Es la realidad. Tengo un amigo que quiere abrir tres restaurantes en Málaga y no encuentra gente para trabajar. Hay muchas ofertas laborales. Incluso, nosotros necesitamos a tres personas para la cocina y aún no las conseguimos. La gente está dispuesta a enseñarte si no tenés experiencia”, destacó.
Con apenas 21 años, tiene muchos sueños pendientes y cuenta que, en un futuro cercano, le gustaría trabajar en un restaurante con estrellas Michelin para mejorar aún más su currículum profesional. Luego, ansía abrir las puertas de su propio local.
“La calidad de vida es superlativa. Tienen que animarse. El que tenga la posibilidad de venir que no lo dude porque, lo peor que le puede pasar, es tener que volver a la Argentina, pero por lo menos se quedará con la tranquilidad de haberlo intentado. Si puedo quedarme en Europa, salvo que suceda una catástrofe y no consiga trabajo, ni loco vuelvo a la Argentina”, finalizó
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