Comencemos recordando la histórica frase, de uno de los gestores de la mal llamada Revolución Libertadora, el Contraalmirante Arturo Rial; quien ante dirigentes del gremio municipal expreso: “Sepan ustedes que esta gloriosa revolución se hizo para que, en este bendito país, el hijo del barrendero muera barrendero.”
El Ministro de Industria de Aramburu, Alvaro Alsogaray explicó: “El justicialismo quedará en lo económico como un ejemplo más de los fracasos que son habituales en este tipo de regímenes colectivistas…Nos proponemos implantar la plena vigencia del sistema de la libre empresa privada”
Y el Ministro de Trabajo Raúl Migone, preanunciaba lo que sería una ofensiva contra las conquistas que los trabajadores obtuvieron durante el gobierno peronista: “Tenemos que revisar los convenios para ver en qué medida la productividad puede penetrar en ellos, en esa maleza de pseudos o reales conquistas sociales, para tratar que el país adquiera una nueva dinámica; las conquistas sociales en el régimen depuesto no fueron tales”.
Quedaba claro, que el proyecto de la “libertadora” era regresar al país agro pastoril, y eliminar los derechos laborales, y beneficios sociales obtenidos por los trabajadores, durante los diez años de gobierno peronista.
Los nuevos sindicatos antiperonistas
Ni bien producido el golpe, muchos sindicatos fueron ocupados a punta de pistola por comandos civiles integrados por radicales, socialistas, conservadores, nacionalistas católicos y demócratas cristianos. Muchos activistas y delegados sindicales peronistas fueron detenidos o despedidos.
El sindicalismo antiperonista que apoyaba la dictadura creo la Comisión Pro Recuperación de los Sindicatos Libres (CPRSL), liderada entre otros por socialistas como Francisco Pérez Leirós (municipales), Armando March y Salvador Marcovecchio (comercio), independientes como Riego Ribas o sindicalistas revolucionarios como Sebastián Marotta (gráficos), y el polémico dirigente sindical estadounidense y miembro de la CIA Serafino Romualdi, enviado por Estados Unidos para reorganizar el movimiento obrero argentino. De este sector surgirá dos años después la agrupación llamada 32 Gremios Democráticos.
El investigador Philip Agee, en su libro de 1975 “Diario de la CIA” cuenta que Serafino Romualdi se convirtió, en el principal agente para operaciones sindicales en América Latina durante más una década, aun cuando se desempeñaba como director de la ORIT. Romualdi estuvo en Guatemala durante y después del golpe de estado contra Jacobo Árbenz; y en Argentina fue uno de los organizadores de la Comisión Pro Recuperación de los Sindicatos Libres (CPRSL).
El 16 marzo de 1957, Serafino Romualdi declaraba a La Nación: “Esta política de constante y determinada oposición al régimen peronista totalitario de la Argentina y a sus sostenedores sindicales nos valió el reconocido aprecio de las agrupaciones obreras democráticas, a quienes seguimos considerando como legítimos portavoces de las masas obreras argentinas”. “Un verdadero movimiento obrero no puede sacrificar jamás la libertad y la democracia con objetivo de obtener algunas ventajas materiales.”
La Resistencia Obrera y Peronista
Daniel James en su libro Resistencia e Integración reproduce el testimonio de un trabajador: “Para nosotros la vuelta de Perón, era la vuelta de la decencia y la dignidad para los que trabajábamos, sacarnos la pata del patrón de encima, era la vuelta de la felicidad, era el final de tanta tristeza y tanta amargura que había en los millones de hombres del pueblo, era el fin de la persecución...”
Dice James: “En términos de estadísticas de huelgas, los años 1956 y 1957 no tuvieron hasta entonces punto de comparación en la historia argentina. En 1956, tan sólo en la Capital Federal, se perdieron más de 5 millones de días de trabajo, y más de 3 millones en 1957. Estas cifras reflejaron no una simple batalla por los salarios: además simbolizaron la lucha que se libraba a diario en los lugares de trabajo para defender condiciones laborales y de organización, conquistadas durante la era de Perón”
Defender las conquistas laborales y lograr la vuelta de Perón eran parte de la misma lucha. Y fue sin duda el capítulo más significativo de la Resistencia Peronista. Las conspiraciones, los sabotajes y los caños cumplieron su papel. Pero lo que realmente cuestionaba la dictadura, era la lucha diaria de los trabajadores organizados.
40 días de huelga metalúrgica
En 1955 la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) tenía 130.000 afiliados. Era tal vez gremio más importante. Víctor Ramos en su excelente libro “Hombres de Acero” dice: “la resistencia comenzó en diciembre del 55 con un conflicto en la fabrica CATITA con Jose Rucci a la cabeza, por el despido de varios delegados”
En junio de 1956 la Federación de Industrias Metalúrgicas, con el apoyo del interventor militar de la UOM, coronel Bartolomé Gallo, propuso modificar el convenio colectivo de trabajo. Entre otras cosas, buscaban quitarle poder a las Comisiones Internas, que justo en ese momento se estaban eligiendo, consolidando una nueva camada de dirigentes jóvenes combativos.
El 13 de noviembre de 1956, el congreso de delegados metalúrgicos convocó a un paro inicial de 24 horas que luego se fue extendiendo. Los dirigentes mas importantes eran Abdala Baluch y Augusto Timoteo Vandor que fue despedido y detenido. El paro fue de inmediato declarado ilegal. No solo se despedía a los huelguistas sino tambipen se los encarcelaba. A fines de noviembre eran más de cuatrocientos los obreros presos y seguían las detenciones.
El gobierno militar distribuyó volantes a lo largo de la huelga, donde se exhortaba a los comerciantes de Avellaneda y Lanús a no abrirles crédito a los huelguistas. Tanques y tropas patrullaron las calles, y la mayor parte de las plantas fueron ocupadas por el ejército.
El 26 de diciembre, ante la presión represiva, el Plenario Nacional Metalúrgico votó levantar la huelga en todo el país, aunque el conflicto siguió donde había presos y despidos, como Catita, Siam, Tamet y Carma. Aunque fue derrotada, la huelga es recordada como símbolo de la resistencia.
El gobierno denuncia un complot
Acosado por todos los flancos, el gobierno a través de la Secretaría de Prensa de la Presidencia, denunció el 19 de diciembre de 1956, un supuesto complot dirigido desde Venezuela por Perón, y transmitido a la Argentina por Eduardo Colom desde Uruguay.
Como demostración de la existencia de la conspiración se señalaban el paro de los metalúrgicos, la huelga del Frigorífico La Negra, colocación de durmientes en las vías del ferrocarril, ocho bombas que habían estallado en el Gran Buenos Aires, el incendio en Siam Di Tella y el paro en el Frigorífico Municipal. Obviamente no existía ningún complot especial contra el gobierno, lo que existía era un incremento de la resistencia contra las políticas que emanaban del poder.
21 de diciembre, la Secretaría de Prensa la Nación, informó que a raíz de los actos de sabotaje que se han cometido en distintos lugares, el gobierno nacional ha dispuesto que se repriman dichos actos con la máxima energía, incluso haciendo uso de las armas.
El 20 de diciembre la Cámara de Apelaciones confirmo la prisión preventiva a raíz de la rebelión del 9 junio de Héctor Lagomarsino, César Marcos, Miguel H. Ramírez Igarzábal, Antonio C. Gatto, Carlos Rizzieri, Mario Giménez, Héctor Martínez, Abel Escobar, y Julio Lagozzo.
El 23 de diciembre la policía federal detuvo a los presuntos subversivos: Andrés Framini, Rafael Coronel, Armando Cabo, y Amado Olmos. Se anunció que : “Estarían implicados en el complot la filocomunista Norma Brunilda Kennedy y Jorge Grasi Susini.”
Y en Jujuy les fue dictada prision preventiva a: Eduardo Larran, Jose Carrizo, Robustiano Aleman, Julio Neyrin, Ramón Valenzuela, Cándido Medina, Miguel Moya Ramón Mercado, Maximiliano Ordóñez y Juan Carlos Miranda Julio Suárez.
Las fake news
Para reforzar la denuncia del complot (sin pruebas) del gobierno, los diarios publican un cable de la agencia periodística United Press (UP) fechado el día 20 de diciembre, en Caracas . Da cuenta de un documento “revelado por una fuente muy fidedigna” donde se detallan los pasos del supuesto complot.
Dice que, “el dictador de la Argentina ordenó a sus secuaces que el día 15 del corriente iniciarán una campaña de sabotajes que debía paralizar a todo el país y efectuarán una destrucción total abarcando desde los simples cables telefónicos hasta los gasoductos y las centrales eléctricas”. Y, que “paralelamente con la campaña de sabotaje se realizaría un movimiento militar”.
Lo mas llamativo del plan era que “el dictador ordenaba matar a toda la población de Barrio Norte -un sector de Buenos Aires en que vive gente adinerada y tradicionalmente antiperonista – pero cuidando no destruir los edificios del barrio.”
Es increíble la imaginación del redactor de UP, porque se estaría anticipando a la bomba neutrónica que mata, sin destruir los edificios. Y los muchachos de la resistencia, ya estarían dando el salto tecnológico, del caño de pólvora negra a la bomba neutrónica.
Como prueba de su veracidad el cronista indicaba que: “El plan está redactado en el estilo inconfundible de Perón, en una parte por ejemplo se refiere a los marinos como sus enemigos acérrimos, y dice no tendrán seguridad ni en sus barcos.”
El diario El Litoral de Santa Fe sábado 2 de marzo 1957, publica una nota en tapa que lleva por titulo “Ha sido sugerida la expulsión del dictador prófugo”; transcribo textual:
“New York (UP) . En un editorial el diario The New York Times se ha pronunciado en favor de que Juan Domingo Perón se expulsado del continente americano. El citado editorial que lleva por título “Perón versus Argentina” expresa: “La lección que debe derivarse del último complot abortado en la Argentina, es que cuanto más pronto el ex dictador Juan Perón sea expulsado del hemisferio occidental tanto mejor. Está causando perjuicios en todo el hemisferio, y se debería ir a Suiza a gastar los millones que allí ha apartado. Por lo que se refiere a la Argentina, los esfuerzos de Perón por volver sólo provocan intensa irritación y cierta cantidad de perturbaciones”
“No hay una seria amenaza sobre el gobierno de Aramburu, pero los peronistas en combinación con los comunistas retardan los esfuerzos tendientes a volver a poner en pie al país. Los generales y el almirante complicados en el último complot eran peronistas destituidos después de la caída del dictador. No tienen ningún prestigio en el Ejército y la Marina.”
“Los sindicatos obreros están causando inconvenientes por la misma alianza de comunistas con peronistas, pero el gobierno ha sido firme al tratar esta amenaza. La economía está mejorando, pero con lentitud desalentadora. El régimen de Perón fue desastroso en este sentido y dejó al país en una serie desesperante de problemas. Estos se están resolviendo de manera gradual, principalmente por un lento proceso de liberación de la economía y el establecimiento de acuerdos multilaterales. Bajo Perón, la economía estaba dirigida por el estado, y se lo agotó y desadministró de modo asombroso.”
“La cosecha de trigo ha sido buena pero la de maíz sufrió las consecuencias de la sequía que afectado a gran parte de Sudamérica. En general Argentina está recuperando la debida categoría de país agropecuario, maravillosamente rico.”
“La situación política es anormal ya que la nación debe celebrar aun elecciones. Todo sigue indicando que el presidente Aramburu y sus colaboradores cumplirá su promesa de efectuar elecciones libres y limpias a la brevedad posible.”
“El cuadro, por lo tanto es mezclado pero encierra esperanzas. Sería mejor si Perón dejará de causar perturbaciones. En el futuro de Argentina hay muchas cosas inciertas, pero de una no pueda ver la menor duda: Juan Perón nunca volverá al poder.”
Hoy le llaman periodismo de guerra y como se ve en la nota, tampoco es nuevo el concepto. Copie textual porque creo no tiene desperdicio, pero hay dos afirmaciones llamativas “Perón nunca volverá al poder”, muy parecida al “no vuelven más”.
José Ignacio Rucci, delegado del gremio metalúrgico. escribió en el diario Palabra Argentina, un artículo donde expresó, lo que sin duda, era el juicio general de la clase trabajadora peronista: “La Argentina parece ignorar que vivimos actualmente dentro de una civilización metalúrgica, bien lejos ya, por cierto, de la economía pastoril y semicolonial que conocieron nuestros inmediatos antepasados, y que todavía, anacrónicamente, se empeñan en imponernos unas decenas de familias oligárquicas, que quieren parar, con la defensa de sus mezquinos intereses, las fuerzas históricas del país, el desarrollo técnico argentino y la marcha de la nación hacia una civilización industrial”.
¿Vacas o industria?
Obvio que la respuesta es “vacas e industria”. Pero veamos esta comparación: en 1955 la UOM tenía unos 130 mil afiliados, y en el país había 50 millones de vacas.
Sesenta y seis años después la UOM tiene hoy unos 170 mil afiliados. Y hay 54 millones de vacas.
Con la industria sucede lo que todos sabemos. Las políticas liberales han tendido a su destrucción. Y medido en términos de obreros ocupados el en sector, diríamos que estamos igual o peor que hace 66 años.
El maestro Don Arturo Jauretche, analizaba el fenómeno del stock vacuno inamovible a lo largo de los años, y decía: “en la Argentina pueden suceder dos cosas, o los toros son todos maricones, o nuestra oligarquía ganadera jamás invirtió un peso en aumentar la producción a lo largo de toda su historia.”
Finalmente la idea de “civilización metalúrgica”, retomada en los 70 como “patria metalúrgica”, cuestionada por muchos de nosotros, parece que tan mala no era...
Aldo Duzdevich es autor de Salvados por Francisco y La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón.
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