Como hemos visto en estas columnas, a la hora de escribir la historia, los documentos y las cartas son un testigo inmodificable y fiel de un momento. Además, constituyen una radiografía invariable de una personalidad. Por eso los historiadores las consideran “una fuente primaria” que ayudan y permiten alumbrar la reconstrucción de otros tiempos. Detrás de cada una de ellas hay una historia que a su vez se integra a otras historias que luego de ensambladas, forman, integran, una época. Aquí se ha contado en varias oportunidades que en la “Quinta 17 de Octubre”, en Puerta de Hierro, el teniente general Juan Domingo Perón tenía su residencia. También se ha contado que en la sobria residencia había un cuarto-sótano al que Perón llamó “el cuarto de los cocodrilos”, porque ahí guardaba los libros que no necesitaba a mano, herramientas, una mesa para trabajar en madera y sus archivos privados. Su correspondencia y grabaciones personales. Pero, además de su archivo, había otros papeles que no pudieron ser secuestrados cuando se allanó la casa madrileña en tiempos del último gobierno de facto militar. Son los papeles de José López Rega, al que muchos llamaban “Daniel” un personaje de la intimidad de Perón que consideraban “un maldito” o un “simple” servidor del ex presidente. Ahora veremos que tan “simple” no era y, como señalan algunos, “maldito” fue en su etapa final.
De entre tantos papeles seleccionamos algunos por razones de espacio. El 19 de julio de 1971, Jorge Daniel Paladino, el delegado de Perón le envió una larga carta en la que analiza la entrevista de Perón con el embajador del gobierno de facto, Rojas Silveira. En uno de los párrafos, Paladino le cuenta al ex presidente: “Termino con otra anécdota: Cuando me despedí de Rojas Silveyra en Madrid me dijo que ahí mismo iba a informar a Lanusse sobre su inmejorable impresión que había recibido de Perón. Cuando volví (a Buenos Aires) me enteré el mismo día, casi a la misma hora de esa despedida, efectivamente Lanusse atendió un llamado desde Madrid. Estaba en Olivos con la CGE y esto me lo contó Gelbard. En determinado momento le avisan a Lanusse que hay una llamada que debe atender. Lanusse se dirige al teléfono más próximo y como la comunicación no andaba bien, levantó la voz. Los de la CGE escucharon y dicen que Lanusse se iba entusiasmando a medida que escuchaba. Cuando volvió al grupo de la CGE estaba eufórico. Como un secreto a voces no es un secreto –les dijo a los de la CGE-, debo confesarles que acabo de hablar con Madrid. Y sugirió que las cosas iban bien. No dijo con el embajador sino con Madrid, amagando como los jugadores tramposos con una carta que no tiene. Pero claro está que le gustaría jugar esa carta, mi General.” Con fecha 6 de agosto de 1971, el ex presidente le envió una carta a Paladino cuyo portador fue Giancarlo Elía Valori, un hombre de negocios, con fácil acceso al Vaticano, ligado con la masonería, en la que le confirma que solo recibió su carta del 19 de julio, pero que con la lectura de diarios, cartas informativas de los más variados orígenes y personas, he podido seguir la situación al día”.
“En este sentido estamos abrumados por la correspondencia. Isabelita, en vez de vacaciones, ha tenido a su cargo las contestaciones porque yo solo contesto lo más importante porque, de lo contrario, no puedo.” “El amigo Valori le referirá sus conversaciones conmigo. Hoy pasa por Barajas en viaje a Buenos Aires, lo esperaré en el Aeropuerto para hablar y de paso le entregaré esta carta (…) López Rega todavía está en Río y nos ha comunicado que el domingo 8 viajará para Madrid. He seguido en La Opinión todas las versiones que se han inventado con motivo del viaje de López y me las explico. Los diarios, como no tienen la información real, publican lo que se imaginan y de allí las versiones más disparatadas. Pero siempre algo de real hay en estas noticias: de desentrañarlo me ocupo yo. (…) Aquí me tienen loco las visitas. No hay día que no hablen diez o doce viajeros, muchos de los cuales dicen que solo vienen a conversar conmigo, lo que me demuestra que la cosa está allí muy movida. El Doctor Valori le podrá informar de cuánto hemos charlado porque unos días antes de viajar a Buenos Aires me visitó. No deje de ocuparse de su seguridad porque me parece que la dictadura lo tiene marcado y con lo que está pasando allí, me temo que lo puedan molestar.”
Mientras Perón y Paladino se mandan cartas en las que hablan de Giancarlo Elía Valori, el 23 de julio de 1971, José López Rega en viaje por Buenos Aires y Brasil, tal como dicen los diarios argentinos, recibe la orden de su Jefe de que hable con “los muchachos que le metan con todo” y “pegar donde duele y cuando duele” y sin contemplaciones. Además Perón le habla de la situación que se presenta alrededor del cadáver de Eva Perón que según él sería una “carta de negociación”. En septiembre, el gobierno de Lanusse hará entrega en Madrid de los restos de la esposa del ex presidente.
Mientras el periodismo no lograba entender qué hacía López Rega en la Argentina, a fines de julio se mantenía el siguiente diálogo:
“El general la tiene clara: usted es el hombre”, le dijo José López Rega a Héctor J. Cámpora.
--¿Qué yo?, respondió Cámpora.
-- Que usted debería reemplazar a quien ya sabe, afirmó López Rega.
El diálogo se realizó en la puerta del departamento de Cámpora en la calle Pacheco de Melo (más tarde se mudaría a la calle Libertad), a fines de julio de 1971, durante los días en que López Rega vino a Buenos Aires en un viaje de inspección ordenado por Perón, según relató Miguel Bonasso, en “El Presidente que no fue”. Al momento de despedirse, dice el autor, “Cámpora le dio una carta para el General en la que cuestionaba en términos muy severos para lo que solía ser su lenguaje, las anomalías y distorsiones promovidas por la conducción paladinista en el proceso de afiliación al Partido Justicialista”. El 10 de agosto de 1971, Cámpora va a recibir una larga carta de Perón, con un cuadro de situación y una confirmación del anticipo que le había transmitido López Rega.
El mismo vaticinio de la próxima caída de Paladino lo va a decir semanas más tarde el mayor Pablo Vicente, en Montevideo, durante una reunión, y pone como fecha el 8 de octubre. En otras palabras, López Rega cumple un papel importante en la designación de Cámpora. Paladino, en confesiones íntimas, va a señalar a Isabel Perón también en la misma jugada política. El 9 de noviembre de 1971 en una carta de aceptación de la renuncia, Perón le dice a su ex delegado: “Nuestro Movimiento es amplio en el espacio como en el tiempo y no sólo se lo puede servir en los cargos de la conducción general.”
El 1° de febrero de 1972, Perón vuelve a escribirle a López Rega –que estaba en Buenos Aires con Isabel-- y le cuenta que ha mantenido largas conversaciones con Cámpora y “él le podrá informar de viva voz sobre todas las cosas que hemos tratado en los días que estuvo conmigo (…) creo que las cosas van bien y que la conducción de Cámpora ya ha marcado las diferencias positivas con respecto a la de su antecesor. Tengo la impresión de que andará muy bien: tiene tacto y tino, no se apura y hace las cosas bien. De acuerdo a lo que pedí está desplumando la gallina sin que grite y eso es lo que más conviene en la conducción política.” Un poco más de un año más tarde diría otra cosa.
Cámpora volvió de Madrid el jueves 10 de febrero con nuevas directivas e instrucciones. En medio de la multitud que lo esperaba en Ezeiza, reiteró que una de sus prioridades para el corriente año era el retorno de Perón a la Argentina. Como una prueba de lo que afirmaba, semanas después, durante su gestión, el justicialismo cerraría la operación de compra de la casa de Gaspar Campos 1065, Olivos, donde residiría el ex presidente cuando regresara. Lo hicieron con fondos privados, del sindicalismo y de José Ber Gelbard.
En “el cuarto de los cocodrilos”, entre las carpetas de López Rega, había una carta al dueño de la casa en Puerta de Hierro que no le correspondía. Era una quejosa misiva de Bernardo Neustadt, uno de los periodistas más destacados de la época, que no lograba acceder al ex presidente. ¿Será porque en la carta del 1° de febrero a José López Rega, Perón trata al periodista de “macaneador” luego de leer sus artículos en el diario madrileño “El Pueblo”?
Neustadt dijo: “Señor General, no hay resentimiento sino tristeza, cuando algunos de sus apóstoles tratan de evitar nuestro diálogo, usando usinas.” A continuación le traza un panorama de la Argentina: “Por fracaso de la conducción –tres generales presidentes en 6 años y todos con criterio distinto revelan que será muy difícil saber quién o qué mentalidad representa el Ejército en 1972. Lanusse detenta el poder. Pero ¿lo tiene? Creo que el poder está rizado. Que nadie tiene la manija y que una gran labor es reconstituir el Poder. Hay tanto clima anti-militar, por su ineficacia, como había en 1945 y 1966 un sentimiento anti-político.” Luego opina: “Si el presidente Lanusse fuera lo suficientemente generoso, y sus apóstoles tuvieran grandeza para aconsejarle bien, tendría que permitir o designar que otro elenco militar serio dialogue con Usted.”
Tras la victoria electoral del 11 de marzo de 1973, el peronismo volvió al poder y el Ministro “maldito” de Bienestar Social, elegido por Perón, comenzó a transitar el camino de las mieles y los halagos. Recibió salutaciones de todo el arco político y económico argentino. De entre las segundas líneas de la política, guardó una carta del desarrollista Horacio Rodríguez Larreta (padre).
La carta trasluce su agradecimiento al “secretario” por sus atenciones durante el encuentro con Perón en la “Quinta 17 de octubre” de Madrid.
El 2 de junio de 1973, el presidente Héctor J. Cámpora le escribe una corta estela a “Daniel” –como trataban a López Rega— que en esas horas iba a partir a Madrid para acompañar a Perón en su examen con el doctor Puigvert en Barcelona y preparar la llegada de Cámpora y su delegación, que viajaba a buscar al ex presidente en su retorno definitivo a la Argentina. Ya en esa época, en la intimidad de la residencia en Puerta Hierro, se hablaba del desplazamiento de Héctor Cámpora de la Casa Rosada. Faltaba menos de un mes para el inicio del “golpe blando” y la culminación de “la primavera camporista”.
La esquela del presidente Cámpora termina con un ruego: “No deje de tenerme informado sobre el viaje del Señor General. Un abrazo y mi amistad”.
La carta del “comandante” Fidel Castro Ruz fue ordenada prolijamente en el archivo de “Daniel” y guarda relación con la visita de una numerosa delegación argentina, presidida por el ministro José Ber Gelbard, a La Habana, en la que se entregó una línea de crédito para la compra de automóviles, camiones, y otros productos que Cuba nunca pagó.
Entre los tantos papeles que “Daniel” guardó de su paso por la Casa de Gobierno hay una carta del doctor Gustavo Caraballo, Secretario Técnico y embajador de Isabel Perón en la UNESCO entre 1974 y 1976. Durante su valiosa gestión mantuvo numerosos desencuentros con López Rega. Desde los contenidos de algunos decretos hasta problemas de Seguridad Nacional. En septiembre de 1974, al momento de renunciar a su cargo para partir a París, le dejó un inestimable texto que parece olvidar los momentos vividos, que “Daniel” archivó.
La despedida termina con un “agradezco al amigo y no al funcionario, que haya intervenido con un ofrecimiento para que mi salida no sea cuestionada por la insidia. Gracias por ello.” Luego, tras el paso de los años, diría otras cosas muy diferentes.
A Caraballo lo sucedió Julio González, un abogado nacionalista, católico y honrado. López Rega, cuando abandono el poder en julio de 1975, en su exilio, guardo su carta de despedida. Tras el golpe del 24 de marzo de 1976, González estuvo siete años en cautiverio. González fue uno de los que acompañaban a Isabel Perón en el momento de ser detenida en el Aeroparque Metropolitano. Trata al ex Ministro de Bienestar Social de “muy querido amigo”.
Cuando “Daniel” huyó de la Argentina, al comienzo, se instaló en Madrid. En esa ciudad recibía muchos mensajes de todo tipo. De entre todos vale conocer uno de Haydeé del 9 de agosto de 1975, es decir a menos de un mes de haber partido. En la misma, Haydeé le cuenta de manera edulcorada que “acompaño a la señora Isabel a la Casa de Gobierno todos los días, el país la quiere y la respetan con estimación y cariño. Se puede quedar tranquilo, los diarios ya no lo nombran, en un programa de televisión Bernardo Neustau (sic) dijo déjense de hablar del que se fue y pongan un Ministro que trabaje más (…) los hombres de las tres fuerzas armadas muestran deseos de ayudarla. Daniel, si necesita algo y quiere escribir es Ernesto Mosquera” y le pone una dirección de la localidad de Martínez, Buenos Aires. Como aparece en los primeros párrafos, Haydeé ocupó en Olivos el cuarto que habitaba López Rega.
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