Ocurrió hace poco más de cinco años. Los inquilinos recorrieron la casa de Martin y Omar y 25 de Mayo, en San Isidro, bajaron al sótano y la encargada de la inmobiliaria habló con incomodidad y a la vez como si hubiese estado ensayando durante días la frase que terminaría por pronunciar:
-No sé si saben, pero éticamente debo informarles que en esta casa se cometieron secuestros...
Antes de que la mujer siguiera con su explicación, el matrimonio que había hecho el contacto por el aviso la interrumpió:
-Ya sabemos que esta es la casa de los Puccio -dijo él.
Ella aclaró:
-Imaginamos que por eso está más barata.
La casa se alquiló por entonces en 60 mil pesos por mes (el valor hoy es muy superior a ese) y los inquilinos firmaron un contrato en el que se pedía que la propiedad -que seguía a nombre de Epifanía Calvo de Puccio, la ex esposa del jefe del clan- no fuera fotografiada por la prensa.
El matrimonio no fue el único que alquiló el caserón del terror, donde Arquímedes Puccio secuestraba a sus víctimas y las mantenía cautivas en la bañadera del baño de servicio o en el sótano, que hasta no hace mucho seguía con una de las cadenas que usaron para atar a Nélida Bollini de Prado, la última víctima del clan liderado por el siniestro Puccio.
Hubo una época en que la casa fue alquilada por un grupo de jóvenes que solía hacer fiestas en el sótano.
El ex futbolista David Beckham no tuvo reparos en comprar la mansión en Miami donde vivió el diseñador Gianni Versace hasta 1997, cuando fue asesinado. Hace tres años la compró en 75 millones de dólares. El día que la venda quizá la casa se revalorice. O todo lo contrario.
En los Estados Unidos, una casa que fue escenario de un asesinato o de un hecho criminal suele ser vendida hasta un 30% o 40% menos. Por ética, en algunos estados se exige que se le notifique al comprador que ahí mataron a una persona.
En la Argentina no todos lo hacen. Algunos alquilan o venden la propiedad sin avisar que ahí se cometió un asesinato.
El ejemplo más claro es lo que sucedió en el edificio de Chacabuco al 500, en San Telmo, donde la inmobiliaria publicó un aviso en el diario en el que presentaba el departamento cuatro ambientes como una “oportunidad única”. La mujer que lo alquiló no supo que ahí habían matado a un hombre. Se enteró tiempo después, cuando encontró una bala incrustada en el piso de parquet y la cinta de “peligro” en el tacho de basura. A eso se le sumó lo que le dijo el encargado del edificio: “En tu casa sigue el fantasma de la víctima”.
En ese lugar, el 27 de marzo de 1998 el ex gerente de Techint, Ramón Da Bouza, fue asesinado por sus dos hijos en el quinto piso.
“Lo que corresponde es informar al interesado del pasado de la propiedad en venta o en alquiler, pero no hay un código escrito. En nuestro caso se han caído operaciones cuando salió a la luz que en esa casa o departamento hubo un suicidio o un hecho violento. Lo que se acostumbra a hacer es bajar considerablemente el costo del alquiler o de la propiedad, pero hay personas que tienen morbo y eligen vivir en el lugar donde hubo, por ejemplo, un asesinato famoso”, dijo a Infobae una agente inmobiliaria que prefirió mantener reserva de identidad.
El 30 de mayo de 1981, el ingeniero Mauricio Schoklender y su esposa Cristina Silva fueron ahorcados y asesinados a golpes en el cuarto piso del departamento de 3 de Febrero 1480, en Belgrano. Por el parricidio y matricidio fueron condenados sus hijos Sergio y Pablo.
“Desde que pasó eso, el departamento debe haber sido alquilado unas 15 veces. Es más, cuando hacían las pericias, unos vecinitos se metieron a jugar y los sacaron a patadas. Pasaron 40 años pero todos acá en el edificio saben lo que pasó ese día”, dice el encargado a Infobae.
La casa del country el Carmel, de Pilar, donde el 27 de octubre de 2002 asesinaron a María Marta García Belsunce fue comprada. El nuevo ocupante es abogado y amigo de Carlos Carrascosa, el viudo y absuelto por el misterioso crimen. Es más, Carrascosa volvió a la casa para ser parte de un documental del caso.
No está claro a cuánto la compró, pero trascendió que a un 35% más bajo que el precio del mercado.
La inmobiliaria de La Plata cercana a la casa de Ricardo Barreda, en la calle 48 entre 11 y 12, donde el 15 de noviembre de 1992, el odontólogo mató a escopetazos a su esposa, a su suegra y a sus dos hijas, en todos estos años recibió propuestas para ser alquilada. Una de ellas fue del extinto cuádruple femicida. Hasta unos intrusos la usurparon al estilo Okupas, pero fueron desalojados. El proyecto es que sea un centro de atención a las víctimas de la violencia de género.
“Es insólito, pero unas diez personas quisieron alquilarla”, contó una fuente judicial. La casa es una especie de museo del horror: cuando se abrieron sus puertas para una inspección judicial, dicen que un funcionario se llevó en su valija un plato y un tenedor para tener de recuerdo.
Cualquiera que pase por la calle Manuela Pedraza al 5800, en Saavedra, verá un PH blanco. A simple vista, eso no dice anda. Pero el 27 de marzo de 2000, en esa casa, Juan Carlos Vázquez fue asesinado de 100 puñaladas. Se lo llamó “el caso de las hermanas satánicas”. Sus dos hijas fueron detenidas. Una de ellas, al parecer, no tuvo nada que ver y sólo fue testigo. Los dueños se ocuparon de limpiar el espantoso cuadro a baldazos de agua con lavandina. Estuvieron cinco días para sacar todas las manchas. Nunca pudieron alquilarla. A la víctima le hicieron el triple seis en el cuerpo, con su propia sangre.
Un ejemplo es la casa de la calle Las Acacias, hoy Soldado de Malvinas, de Villa Adelina, donde vivió por última vez Carlos Eduardo Robledo Puch, asesino de once personas que sigue preso desde 1972, año de los crímenes. La casa fue refaccionada por el nuevo propietario. Al parecer no teme vivir en el lugar al que volvía Robledo después de matar a sangre fría.
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