La muerte de los hijos montoneros del gobernador Felipe Sapag y la carta que le escribió el menor antes de ser abatido

Ricardo Omar y Enrique Horacio eran dos de los cuatro hijos del caudillo neuquino y formaron parte de la organización guerrillera y murieron en 1977 con tres meses y medio de diferencia. Cómo encontraron sus cuerpos y el destino final de ambos

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Ricardo Omar y Enrique Horacio Sapag. El menor seguía a su hermano en todo
Ricardo Omar y Enrique Horacio Sapag. El menor seguía a su hermano en todo

Felipe Sapag murió en 2010 a los 93 años después de una vida marcada por la política, las proscripciones y los golpes de Estado. Fue un auténtico caudillo del siglo veinte. Asumió en 1963 por primera vez la gobernación de Neuquén y se retiró el 10 de diciembre de 1999 de su último mandato. En esos 36 años pasó de todo. Felipe Sapag se había iniciado en el Partido Peronista a fines del primer mandato de Juan Domingo Perón. Fundó y lideró el Movimiento Popular Neuquino en los tiempos en los que estaban prohibidos los emblemas, cánticos y palabras que pudieran asociarse con el líder exiliado.

Cuando lo enterraron, el féretro de Don Felipe llevaba colgados dos cuadritos con las fotos de Enrique Horacio y de Ricardo Omar, sus hijos montoneros muertos a tiros por la feroz dictadura cívico militar. En el medio del ataúd había un Cristo crucificado.

Don Felipe Sapag en un discurso de campaña. Fue cinco veces gobernador de Neuquén, la primera en 1963. Se retiró de la política en 1999 (https://www.lmneuquen.com/)
Don Felipe Sapag en un discurso de campaña. Fue cinco veces gobernador de Neuquén, la primera en 1963. Se retiró de la política en 1999 (https://www.lmneuquen.com/)

Hijo de padres libaneses, Don Felipe se casó con Estela Chela Romeo y tuvieron cuatro hijos: Luis Felipe, Silvia, Ricardo y Enrique. Los dos menores, se incorporaron a la Juventud Peronista y de ahí a Montoneros. Ambos sabían que su padre y tres de sus tíos –Elías, Amado y José- habían participado de la Resistencia Peronista en actividades clandestinas, especialmente en ayudar a militantes perseguidos para cruzar a Chile por pasos cordilleranos de Neuquén. Eso fue tras el derrocamiento de Perón en 1955.

Casi una década después, cuando a fines de 1974 Montoneros pasó a la clandestinidad, fue el turno de actividades clandestinas de dos de los hijos del caudillo neuquino.

Sus propios compañeros no podían saber que “Tato” o “Virulana” –seudónimos de Ricardo Omar- y “Missi”, “Ique” o “Arturito” –ídem de Enrique Horacio- eran hijos de Felipe y Chela Sapag. Estos dos muchachos habían respirado el aroma de las luchas populares desde una familia que convivió tanto con el ejercicio del poder como con su despojo.

Ricardo murió el 30 de junio de 1977, "marcado" por un compañero que había sido torturado por la policía bonaerense de Ramón Camps
Ricardo murió el 30 de junio de 1977, "marcado" por un compañero que había sido torturado por la policía bonaerense de Ramón Camps

Ricardo Omar

Hacia mediados de 1977, tanto Montoneros como el PRT-ERP estaban diezmados. Miles de sus militantes o simpatizantes, al igual que miles que no tenían pertenencia política alguna, pasaban por los centros clandestinos de detención y luego eran asesinados.

Sin embargo, Ricardo Omar, con 24 años no solo estaba en actividad sino que tenía como responsabilidad las actividades de su organización en el sur bonaerense, concretamente en Quilmes, Berazategui y Florencio Varela.

Hasta diciembre de 1975, Ricardo Sapag era un militante más, conocida su filiación pero una acción guerrillera fallida en la que participó había precipitado su pase a la clandestinidad. Llevaba un año y medio con identidades fraguadas, cambiando de casas, sabiendo que podía pasarle cualquier cosa.

Pese a su juventud, ya era un militante curtido. Y sufrido: su compañera de vida, Norma “Marcela” Cerrota, cuatro meses antes había sido asesinada por fuerzas militares. El comunicado oficial de la dictadura decía que “había sido abatida”. Ella era responsable de actividades gremiales. Al igual que muchos, se había “proletarizado”; es decir, no solo luchaba por ideales populares sino que había ido a trabajar a una fábrica. “Marcela” murió a los 26 años en Sarandí, partido de Avellaneda, una de las cunas de la resistencia peronista.

Ricardo estuvo muy lejos de abandonar su actividad o exiliarse. Continuó con su militancia y el 30 de junio fue a una cita con un compañero suyo. Pero las fuerzas represivas habían subido a un vehículo a otro militante, destrozado en la tortura, que “marcaba blancos”. Ricardo estaba en una parada de colectivos para encontrar a su compañero. Allí pasó el auto, tenían el dato y Ricardo fue señalado. Lo mataron.

Con 24 años moría el tercer hijo de Don Felipe Sapag. Lejos de Neuquén y cerca de donde había caído su compañera: en el partido de Florencio Varela. Lo enterraron en el cementerio de La Plata como NN.

La carta de su hermano Enrique

Enrique supo de inmediato la caída de su hermano Ricardo. Para él, ese hermano era un faro que lo guiaba. Apenas tres días después de su muerte, el domingo 3 de julio de ese 1977, escribió una carta dirigida a “Papá, Mamá, Silvia, Luis, mi querida familia”.

Era un chico de 19 años, viviendo en la clandestinidad, en el contexto de una cacería humana, y tenía que transmitir lo peor.

“Posiblemente ya sabía que, alguna vez, tendría que escribir esta carta, y que ustedes la recibirían. Bueno, Caito (como le decían en la casa) está muerto, no ha podido sustraerse a un destino que no le correspondía pero que sabía que le podía tocar. No ha podido vivir más, pero nos ha dejado una lección de vida”, decía el menor de los cuatro hijos de Don Felipe y Chela.

En medio de la pérdida de su hermano, de una vida amenazada, Enrique les dice a sus padres y hermanos lo que para él –y para muchos- era el sentido de la vida:

“No va a ver el triunfo del pueblo, pero con su entrega ha forjado a construirlo ¡y cómo! No ha vivido mucho más de 24 años, pero ha vivido tan plenamente, tan intensamente y con tal felicidad, que en su vida se resumen 1.000 años de historia, que en su lucha se resume la explicación final de para qué el hombre está sobre la tierra y en su muerte se resume que cuando estamos a la búsqueda de objetivos totales, superiores, comporta sobre todo, la simplicidad y la entrega, la humildad y el despojo personal, el amor por los demás”.

Las baldosas con los nombres de los dos hermanos, muertos por la dictadura, en la puerta del Colegio Normal Gral. San Martín de Neuquén (Twitter)
Las baldosas con los nombres de los dos hermanos, muertos por la dictadura, en la puerta del Colegio Normal Gral. San Martín de Neuquén (Twitter)

Sus padres van a La Plata

Tan compleja es la historia reciente de la Argentina que Felipe Sapag, el hombre que había sido despojado de la gobernación por la fuerza en marzo de 1976, no dudó en hacer gestiones ante mandos militares para poder encontrar el cuerpo inerme de su hijo Ricardo.

Según contó su hermana Silvia en entrevistas periodísticas, Felipe y Chela –junto a su hermano Luis- viajaron a La Plata y 12 días después de la muerte llegaron al cementerio, allí estuvieron rodeados de militares. Habían logrado identificar la tumba gracias a la colaboración de empleados del cementerio. Les habían advertido que “quizá le hubieran cortado las manos”, como a muchos NN, para evitar la identificación. Sin embargo, cuando abrieron el cajón, Chela dijo:

-Tiene las manos.

Y Don Felipe se las acarició, recuerda su hermana Silvia, senadora nacional del Frente de Todos por Neuquén.

Silvia Sapag
Silvia Sapag

Viaje a Madrid

Dice el periodista neuquino Mario Cipittelli que Don Felipe y Chela tomaron contacto con su hijo menor para que se fuera del país en medio de esa sangría. Sin embargo, Enrique no quería abandonar la lucha. Les habría dicho a sus padres que, además, “no podría hacerlo sin el permiso correspondiente”.

En diálogo con estos cronistas, Silvia Sapag cuenta que ella y sus padres viajaron a Buenos Aires para encontrarse con Enrique. Lo hicieron en dos oportunidades y en ambas tomaron todos los recaudos para evitar que las fuerzas represivas pudieran dar con Enrique a través de seguimientos o maniobras de inteligencia.

-Mi hermano les dijo que no quería abandonar la militancia, que en todo caso solo lo haría en caso de haber “una orden” de la conducción –recuerda Silvia.

A principios de octubre de ese 1977, los padres de Enrique viajaron a Madrid con el propósito de hacer contacto con la conducción de Montoneros en el exilio para que le dieran la orden de irse de la Argentina.

Aunque algunos medios señalan que “la orden” fue dada por el número uno de Montoneros Mario “Pepe” Firmenich, Silvia Sapag afirma que “Papá era muy hermético” y no dio detalles de cómo habían sido esas gestiones. Sin embargo, Don Felipe sí pudo confirmar que la salida de Enrique sería el 17 de octubre, aunque antes de salir debía participar de una actividad de apoyo a una huelga ferroviaria en ese día emblemático para el peronismo.

Silvia Sapag pudo enterarse de lo peor: en esa actividad de apoyo a un conflicto ferroviario lo habían matado. Le tocó en suerte avisarles a sus padres que estaban en Madrid, por teléfono. Días después ella fue a buscarlos a Ezeiza. Una vez en el auto, le sorprendió que sus padres hablaban como si no hubieran caído en la cuenta de la tremenda noticia.

Tardó poco en comprender qué pasaba: Don Felipe llevó a su hija Silvia a un lugar donde no hubiera ojos vigilantes. El padre creyó que la información de la muerte de Enrique era una maniobra para desinformarlos y poder capturar a Enrique. Creía que Enrique estaría a salvo fuera de la Argentina.

A Don Felipe se le cayó el mundo encima cuando llamó por teléfono a una persona que debía recibir a Enrique en Brasil. Le dijo que su hijo no había llegado, con lo cual la versión de la muerte de Enrique debía ser cierta.

Pocos días después, los Sapag volvieron a hacer lo que meses antes les había permitido dar con los restos de Ricardo. Esta vez, en cambio de darles unas palas para desenterrarlo, les entregaron el cuerpo de Enrique, que no habría estado enterrado como NN sino que seguía en una morgue.

Don Felipe, su esposa y sus hijos Ricardo, Enrique y Luis (muerto en 2019) fueron cremados por decisión de su hermana Silvia y las cenizas descansan juntas en el Cementerio de Varvarco, en el norte de Neuquén
Don Felipe, su esposa y sus hijos Ricardo, Enrique y Luis (muerto en 2019) fueron cremados por decisión de su hermana Silvia y las cenizas descansan juntas en el Cementerio de Varvarco, en el norte de Neuquén

Este año, los cinco están enterrados juntos

A fines de noviembre de 1999, pasados 22 años de los asesinatos de Ricardo y Enrique Sapag, Don Felipe transitaba los últimos días como gobernador de Neuquén. El 10 de diciembre era el turno de Jorge Sobisch, adversario suyo en las internas del Movimiento Popular Neuquino.

En La Plata, mientras tanto, se abrían archivos secretos de la Bonaerense durante los tiempos en que la condujeron el coronel Ramón Camps y el comisario general Miguel Etchecolatz. Allí estaba la ficha policial que daba cuenta de la muerte de Ricardo el 30 de junio de 1977. El comunicado oficial había salido seis días después, mencionaba a Ricardo Sapag como “un delincuente subversivo” abatido en un enfrentamiento “con fuerzas legales”.

En marzo de 2010 murió Don Felipe, en abril de 2016 moría Chela. El hijo mayor, Luis Felipe, murió en mayo de 2019.

Poco tiempo después de la muerte del único hermano que quedaba vivo, Silvia Sapag tuvo la idea de que los restos de sus tres hermanos y de sus padres fueran cremados y llevados al cementerio de Varvarco, al norte de la provincia de Neuquén. Habló con sus sobrinos, hijos de Luis Felipe, y estuvieron de acuerdo.

La pandemia demoró la realización, pero en marzo de 2021 se concretó: las cenizas de los cinco Sapag están enterradas juntos.

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