Los mil nombres y formas del Diablo, y por qué Dios le permite a veces hacer el mal

La lucha entre el bien y el mal se narra desde que el ser humano existe sobre la Tierra. Pero la personificación de la maldad en una figura horripilante tiene origen en la Edad Media. Las distintas creencias también tienen a su Satanás, pero en cada caso, obra de distinta manera. Qué dice la Iglesia moderna sobre este siniestro personaje

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El diablo, en su representación clásica.
El diablo, en su representación clásica.

Cuando Dios crea al mundo en el relato del Génesis, cada acto de la creación culmina con una frase: “…Y vio Dios que esto era bueno”. La excepción es cuando separa las aguas de la tierra firme, como leemos en Génesis 1:6-7: “Dijo Dios: ‘Haya una bóveda en medio de las aguas, para que separe unas aguas de las otras.’ Hizo Dios entonces como una bóveda y separó unas aguas de las otras: las que estaban por encima del firmamento, de las que estaban por debajo de él. Y así sucedió.”

Separar, dividir, no es bueno. Las palabras diablo y demonio son un legado de la influencia griega sobre el cristianismo. El demonio (o daimón) significa fuerza, impulso y pasó a ser identificada como fuerza negativa. El diablo (diábolos) es el divisor, el que causa división. Por tanto todo lo que divide no es bueno. Toda división es diabólica.

Todas las religiones poseen un ser negativo enfrentado a la divinidad principal, la cual siempre es positiva. Es como interpretan el bien y el mal en una lucha continua. Por ejemplo en el budismo, se le conoce como Mara; En el zoroastrismo, se le conoce como Angra Mainyu, siendo la representación del mal, y no necesariamente un dios o un ente propiamente tal; En el hinduismo, se le conoce como Iama o Yama, como es el dios de la muerte, el señor de los espíritus de los muertos y guardián del inframundo; En las culturas precolombinas, por ejemplo en la cultura incaica, el Supay; en la cultura azteca destaca Kisín, para el judeo-cristianismo es Lucifer, Satanás, Belial, Samael, Antigua Serpiente, gran dragón, Jaldabaoth, el dios negro, el dios de este siglo, el padre de la mentira, la bestia; con todos esos nombres lo reconocemos en la Biblia y en la Torah.

Para el judaísmo no hay un concepto claro acerca de la personificación de este ser. En hebreo, la palabra bíblica ha-Satán significa ‘el adversario’ o ‘el obstáculo’, o también ‘el perseguidor’. En el judaísmo, Ha-Satán no hace mal, le indica a Yahveh las malas inclinaciones y acciones de la humanidad. En esencia, Ha-Satán no tiene poder mientras que los humanos no hagan cosas malas y Dios no le dé permiso. Bien lo relata el libro de Job. Dios señala la piedad de Job. Ha-Satán le pide autorización para probar la fe de Job, Dios lo autoriza en tanto y cuanto no lo maté en su prueba a Job. Pero Job, aun perdiendo todo, hasta la salud, no se aparta de la fe en Dios.

El diablo de Gustave Dore, en la Divina Comedia
El diablo de Gustave Dore, en la Divina Comedia

Todos conocemos las tentaciones de Jesús en el desierto, pero acá se presenta como “el tentador”, como leemos en la biblia de Jerusalén, en Mateo 4. 1-11: “Y acercándose el tentador, le dijo: ‘Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.’ Mas él respondió: ‘Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.’ Entonces el diablo le lleva consigo a la ciudad santa, le pone sobre el alero del templo y le dice: ‘Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna.’ Jesús le dijo: ‘También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios.’ Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, y le dice: ‘Todo esto te daré si postrándote me adoras.’ Dícele entonces Jesús: ‘apártate, Satanás, porque está escrito: “al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto.’ Entonces el diablo le deja. Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían.” Como acabamos de leer, el tentador es reconocido por Jesús con el nombre de Satanás, y el que relator evangélico le otorga el nombre de Diablo.

Pero ¿cuál es el concepto de Lucifer para la Iglesia católica? Leemos en el catecismo Nº 395: “Sin embargo, el poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños —de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física— en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero “nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman” (Rm 8,28).

Mara, el diablo del budismo
Mara, el diablo del budismo

La imagen de una lucha entre Dios y el Diablo se da gracias a las teorías maniquea; imagen que, por cierto; caló hondo en el sentir popular. El maniqueísmo fue una religión fundada por el persa Manes en la segunda mitad del siglo III. Aparentaba ser la verdadera síntesis de todos los sistemas religiosos conocidos hasta entonces, y en realidad consistía en dualismo zoroástrico, y superficiales adiciones de elementos cristianos. Poseía la teoría de los dos principios eternos, el bien y el mal los cuales luchaban constantemente.

Pero para el monoteísmo Abrahámico, es decir el judaísmo, el cristianismo y el islán, no puede haber confrontación alguna porque el Diablo (Lucifer, el portador de la luz) fue un ángel que se rebeló ante Dios y fue desterrado a los avernos, por tanto inferior a él, en toda condición y para el judaísmo, como leímos más arriba, le pide permiso a Dios para realizar su tarea.

Durante mucho tiempo, las iglesias cristianas centraron su predicación en los tormentos que esperaban de manos de los de Lucifer, a aquellos que no cumplían las reglas, cánones y obligaciones que la jerarquía imponía a los fieles más que en el mensaje liberador de Jesús. Y por ese motivo y dada tal desviación, el 26 de junio de 1976 la iglesia católica emitió un documento sobre “la fe cristiana y la demonología.” En él leemos: “A lo largo de los siglos la Iglesia ha reprobado las diversas formas de superstición, la preocupación excesiva acerca de Satanás y de los demonios, los diferentes tipos de culto y de apego morboso a estos espíritus; sería por esto injusto afirmar que el cristianismo ha hecho de Satanás el argumento preferido de su predicación, olvidándose del señorío universal de Cristo y transformando la Buena Nueva del Señor resucitado en un mensaje de terror. Ya San Juan Crisóstomo declaraba a los cristianos de Antioquía: ‘No es para mí ningún placer hablaros del diablo, pero la doctrina que este tema me sugiere será para vosotros muy útil’. Efectivamente, sería un error funesto comportarse como si nada tuvieran que enseñarnos las lecciones de la historia y considerar que la Redención ha surtido ya todos sus efectos sin que haga falta empeñarse en la lucha de la que nos hablan el Nuevo Testamento y los maestros de vida espiritual.”

Yama, el diablo del hinduismo
Yama, el diablo del hinduismo

No obstante en nuestro imaginario el Diablo es un ser horroroso y monstruoso. Hasta el siglo XI casi siempre fue retratado con apariencia humana. En Occidente, a partir del año 1000, el diablo comienza a ser representado con apariencia grotesca y monstruosa, entre humano y animal. El escritor y semiólogo italiano Umberto Eco trató esta cuestión en su libro “Historia de la fealdad” nos relata que: “…es solo a partir del siglo XI que comienza a aparecer como un monstruo dotado de cola, orejas animalescas, barba y pies de chivo y cuernos, adquiriendo también alas de murciélago”. La extensa iconografía del diablo da testimonio de la lucha teológica y política, muchas veces violenta, que hace emerger poco a poco la figura de un señor terrible, que subyuga a los hombres y mujeres en la maldad pero esto ocurre a medida que el poder papal aumenta. El debe ser fuerte y luchar contra el mal, pero no solo con las armas espirituales sino también materiales, fuertes, armas, castillos etc… Esta figura del diablo será una mezcla entre los eruditos monjes y la cultura popular medieval. La caída del poder medieval, acrecentará a la figura del diablo y de sus metas, e ira dejando la figura de hombre, para parecerse cada vez más al dios Pan, de la mitología romana; y cuyas imágenes se veían fácilmente pen las ruinas de la antigua Roma y a lo largo de las ruinas del antiguo imperio, y era esa cultura antigua de dioses y mitologías idólatras con la que los cristianos debían luchar. Así que Satanás adquirió accesorios de quienes se estaba combatiendo, en este caso el dios Pan”.

Supay, el diablo andino
Supay, el diablo andino

La Dra. Wilma Steagall de Tommaso doctora en ciencias de la religión por la pontificia universidad católica de são Paulo, con su la tesis “El Pantocrátor de Claudio Pastro: Importancia y actualidad”, nos señala en dicho trabajo que la sociedad durante la edad media fue favorable a la creación de la imagen de Satanás: “La vida humana estaba siempre bajo amenaza, los fardos cotidianos eran pesados, la muerte era una guía constante y los moribundos se preguntaban si les esperaría la vida eterna después de la muerte o las torturas del infierno…, fue así que el tema del Juicio Final se convirtió en el predilecto de los tímpanos, los arcos situados por encima de la entrada de la iglesia mostraban a Dios colocado de forma paralela al diablo”

También será en esta época donde se lo asocia con distintos animales, como el carnero, el cerdo, el cuervo, el sapo, el lobo, la rata, el dragón, la serpiente y hasta con un tiburón blanco. Por ejemplo, todos sabemos que los dragones no existen, pero san Jorge en su iconografía está representado atacando a un dragón, como símbolo del Diablo y también lo verán al mismo arcángel san Miguel peleando con el dragón.

"Satan Smiting Job with Sore Boils" (c.1826), de  William Blake (Tate Britain)
"Satan Smiting Job with Sore Boils" (c.1826), de William Blake (Tate Britain)

Pero acá hay se abre una paradoja sobre la imagen del Diablo; según lo leído, el Diablo nos invita a abandonar el recto camino y seguir su camino se oscuridad. Y se nos representa como un ser bastante abominable. Por tanto, nadie seguiría nunca los consejos de un ser con patas de cabra, cuernos en la cabeza, cola que terminada en punta de flecha, que de sus ojos sale fuego, todo colorado y con un tridente. Creo que si alguien así se nos parece, ganaríamos los 100 metros llanos en 10 segundos de lo rápido que saldríamos de su presencia. Por eso en los evangelios san Pablo nos advierte sobre la presencia del mal como ser de luz que confunde en su carta a los 2da carta a los Corintios 11: 13-15: “Porque los tales son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es de extrañar, pues aun Satanás se disfraza como ángel de luz. Por tanto, no es de sorprender que sus servidores también se disfracen como servidores de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras.”

Como hemos leído, para algunas religiones el Diablo es un ser real, para otras es un ser al que Dios autoriza a realizar actos; pero como fuere y de acuerdo a las creencias de cada uno la presencia y existencia del Diablo fue muy conveniente, para que de ese modo; seres terribles puedan descargar sus conciencias culpables justificando su accionar como inducidos por el Diablo.

El Diablo existe sin lugar a dudas; y podemos palpar sus acciones a través de la historia o en nuestra cotidianeidad. Pero nunca les advirtió Satanás que aquellos que cayeron en su adoración para obtener poder a costa del sufrimiento de otros, riquezas sin consideraciones por planeta y sus habitantes y cosas fatuas, sus hechos y su menoría sería maldecidos de generación en generación. Ese el precio de postrarse y adorar al mal.

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