Como todas las mañanas, Miguel Morales se encontraba trabajando como camarero en El Trébol, el tradicional bar ubicado en la esquina de Avenida Santa Fe y Uriburu, en Recoleta. Tiene 25 años, vive en el microcentro porteño -muy cerca del Obelisco- y cuenta que su sueño es recibirse de profesor de matemáticas, una carrera que tuvo que dejar en suspenso por la crisis económica.
Uno de los clientes del bar es un policía, que cada tanto va a desayunar pero se sienta en cualquiera de las mesas. Esta vez, se sentó en una que era atendida por Miguel, quien cuenta que -cuando el hombre se retiró- vio la bolsa sobre la mesa.
Mientras retiraba la vajilla, observó una bolsa del supermercado Carrefour que contenía 800 mil pesos, así que lo primero que hizo fue llamar al encargado y entregarla en la caja, esperando que el policía volviera al bar.
“Es un cliente que viene siempre. Lo conozco porque lo atiendo seguido, pero no hablamos mucho. Vino a desayunar entre las 10 y las 11 pero, cuando se levantó para irse, se olvidó una bolsa pequeña arriba de la mesa. Cuando la agarré, me di cuenta que se trataba de dinero en efectivo, así que lo llevé a la caja para que lo guardaran y en ningún momento se abrió. Hicimos lo mismo que con cualquier cliente que se olvida algo, tener el mínimo contacto y guardarlo en la caja”, le dijo Miguel Morales a Infobae.
“El dinero estaba en una bolsa de Carrefour. La gente que lleva esa cantidad de dinero siempre trata de guardarlo en algo que no llame tanto la atención. Era una bolsa común y corriente, se la llevé al cajero y le avisé en qué número de mesa había quedado olvidada. Al señor lo conocemos porque viene seguido, así que simplemente esperamos que volviera a buscar el dinero”, explicó.
A la hora, el policía estaba de vuelta en el bar y, gracias a Miguel, se reencontró con su plata que estaa guardada en la caja del bar.
“Cuando el señor se acercó lo noté nervioso, como cuando alguien se olvida algún objeto de valor o el celular. En este caso, era una suma muy importante de dinero. Me preguntó si habíamos encontrado algo y, cuando le dije que sí, respiró profundo. Después, me dijo que le estaba explotando la cabeza, porque no se acordaba dónde lo había dejado. No llegué a hablar mucho con él, pero me agradeció y me dijo que estas cosas no se olvidan”, contó.
“En ningún momento se me cruzó por la cabeza quedarme con el dinero. Además, es un cliente y sabía que iba a volver. Nunca hay que quedarse con lo ajeno. Uno se la pasa trabajando y ahorrando, y en tiempos difíciles como los de ahora, un olvido le puede pasar a cualquiera y en cualquier lugar”, destacó.
Miguel dice que recién en las últimas semanas empezó a notar un mayor movimiento de gente en la calle, luego de unos meses muy duros para el rubro gastronómico.
“Ahora, hay mucha gente, pero en marzo -como la vacunación no estaba muy avanzada- las personas seguían muy asustadas y salían poco. Hoy, todo está volviendo a la normalidad. El año pasado me dio miedo contagiarme, pero después ya no, porque siempre cumplí con todos los protocolos. A pesar de que trabajo con público, nunca me contagié. Acá somos muy cuidadosos y estrictos, así que le pedimos lo mismo a los clientes”, aseguró.
A los 25 años, “Migue” -como le dicen sus compañeros- asegura que desearía poder volver a la facultad para seguir sus estudios y recibirse para trabajar en lo que más le gusta: las matemáticas.
“Quiero estudiar y terminar mi carrera de profesorado. Ese es mi sueño y, en un futuro, me gustaría poder trabajar como matemático”, finalizó
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