Es cubano, viajó, descubrió el mundo y decidió irse de su país: “Nos tuvieron con los ojos cerrados muchos años”

En el 2016 viajó a Rusia y conoció cosas que no sabía que existían “como un supermercado o un local de comida rápida”. Volvió a Cuba y decidió irse a vivir a otro país. Vendió todo y vino a vivir a Córdoba con su familia. Por temor pidió que su identidad fuera protegida

José G, cubano viviendo en la Argentina, pidió que su imagen fuera pixelada por temor a ser identificado.

Cuando José G llegó a Moscú, algo dentro suyo se rompió. Junto a su esposa habían decidido veranear en Rusia porque ofrecía libre visado para los cubanos y les pareció una buena opción. Además, querían conocer la nieve. Juntaron ahorros, vendieron muchas cosas que tenían y partieron. “Aprovechamos y combinamos turismo con negocios: como en Cuba había mucha escasez, compramos cosas en Rusia para luego revender”, cuenta.

Pero el viaje lo cambió todo. En efecto, compraron ropa, zapatillas y autopartes para luego vender, pero además de eso descubrieron un mundo que desconocían: “Llegamos a Moscú y empecé a ver cosas que ni remotamente pensé que existieran. Cosas tan sencillas como un supermercado, un Burguer King, cosas de esas que en Cuba no las hay. Y ahí dije: pero no puede ser posible entonces que el capitalismo sea tan malo”, dice.

Era el año 2016. Fidel Castro todavía vivía, aunque ya no estaba al frente del gobierno por su estado de salud. De hecho, su muerte ocurrió dos días antes de que José G y su mujer volvieran al país. “No podíamos creer la noticia de su muerte. Nos impactó mucho. Al margen de eso, regresamos a Cuba y teníamos una euforia terrible, sentíamos que había que irse del país. A los 15 días esa euforia bajó un poco porque pensamos que la diferencia en la forma de vida era porque habíamos ido a un país rico, de primer mundo. Y dijimos: recuperemos plata y vámonos a un país que sepamos que es más pobre, para comparar. Y así fuimos a Guyana Inglesa. Supuestamente esa gente se estaba muriendo de hambre, pero no, no es así. Esa gente vive en el capitalismo, no son del primer mundo pero viven mucho mejor. Y ahí concluí que los que se estaban muriendo de hambre eran los cubanos, y que había que irse”, relata.

Las calles de La Habana, capital de Cuba. EFE/Ernesto Mastrascusa/Archivo

Hoy José tiene 42 años y vive en la ciudad de Córdoba junto a su mujer y sus dos hijos, pero debieron pasar muchas cosas antes de que llegara hasta ahí. Por temor a ser identificados, pide que solo revelemos su nombre de pila y reservemos su imagen: aún estando fuera del país no quiere que nadie dentro de Cuba sepa que contó su historia.

Su posición en Cuba era, según él mismo define, bastante privilegiada porque se dedicaba al turismo, la industria donde más dinero se puede hacer. Además, es técnico en refrigeración y tenía un almacén propio. Vivía en la zona central de la isla, cerca del Cayo Coco, y tenía una casa propia, un trabajo, un taller, un auto.

“Soy de una familia humilde, bien humilde, y aunque nunca me faltó la comida, el salario no daba ni para vestir. Gracias a Dios, o no sé a quién, fui un chico bastante inteligente o aplicado en la escuela y siempre me fue bien. Cuando llegas al secundario allá ya tienes que definirte qué vas a hacer. Yo tenía promedio para ir a la universidad pero tuve que elegir ir a un técnico a estudiar algo que me diera un trabajo rápido porque no daban los números para pasar la universidad. Así fue que me hice técnico en refrigeración”, cuenta.

Con el tiempo, fue progresando. Además de su oficio, empezó a trabajar también con hoteles y logró una mejor posición que muchos de sus compatriotas. “Trabajando en hotelería fue que le agarré más asco al gobierno, viendo las cosas que se hacen allí. Que los jefes no tocan nada pero mandan a terceros a hacerlo todo por ellos. Una mafia. Y si molestas pierdes el trabajo, pierdes todo, y ponen a alguien que les guste. Es el socio-lismo lo que hacen, no el socialismo”, define.

Cientos de cubanos en la Argentina protestando contra el régimen en la embajada cubana en Buenos Aires.

Luego del viaje a Guyana inglesa, decidió que definitivamente debían irse del país. Era el año 2017. Solamente debían elegir el destino. “Empezamos a explorar la situación. Estados Unidos era muy riesgoso. Teníamos una visa de turismo para España pero había que dejar a los chicos, y somos muy familieros… Y bueno, tengo un amigo en Argentina y me dijo que viniera a conocer. Así lo hicimos: vinimos a Córdoba y me encantó el país. Vine de turista y averigüe cómo estaban las cosas. El dólar en ese entonces estaba 17. Me regresé y vendimos todo. Tenía casa propia, tenía taller propio, todo lo vendimos. Y logré tener acá un contrato de trabajo para mí y uno para mi esposa, y de esa forma nos legalizamos”, cuenta.

Llegaron en el 2018. Los dos trabajan en relación de dependencia y los chicos van a la escuela pública, y dice que la educación argentina no tiene nada que envidiarle a la cubana. “Esto además nos demostró que no solo los países socialistas tienen educación gratuita”, agrega. Compró un auto y comenzó a trabajar. “Argentina fue el país que nos abrió los brazos, que me acogió y le va a dar un futuro a mis hijos, y aquí las estamos luchando, porque en Cuba es imposible. Cuba está hoy 100 veces peor que cuando salimos nosotros”, dice. Desde acá vio, con tristeza pero también con cierta ilusión, el inicio de las protestas en su país.

“Yo no creo que se vaya a derrumbar el comunismo con estas manifestaciones, pero sí creo que se dio un paso muy importante en la historia cubana. Se le perdió el miedo al comunismo, ya ellos no van a poder dormir tranquilos como lo hacían antes. Ellos antes de tomar una decisión la van a tener que pensar y consultar al pueblo. Esto que pasó es un paso inmenso y obviamente los apoyo”, dice.

-¿Siempre pensaste igual respecto al gobierno de tu país?

-Lo que pasa es que en Cuba vivimos mucho tiempo con los ojos cerrados, porque nos mantenían con los ojos cerrados. Yo eso lo vi desde chico, no me gustaba, pero no tenía forma de irme del país. Lamentablemente eso es lo que pasa en Cuba, sino todo el mundo migraría, yo te lo garantizo. En Cuba no solo hay escasez sino que no te dejan hacer nada, no puedes hablar nada. De cada 10 cubanos, 8 son del G2 (el servicio de inteligencia cubano). Te dicen que sí, que sí, te incitan incluso a que hables mal, y al final te están clavando un puñal por la espalda.

Manifestantes protestan contra el gobierno en La Habana. Foto: REUTERS/Alexandre Meneghini.

-¿Por qué pensás que estallaron ahora las protestas?

-Porque sigue aumentando la escasez de productos muy básicos, y eso no se puede negar. ¿Y entonces qué pasa? Que los dirigentes que están en este momento en el país no tienen el conocimiento ni la picardía para gobernar como es debido, y mucho menos para engañar al pueblo, como lo hacía Fidel.

-¿En qué sentido?

-Es que a Fidel hay que reconocerle su inteligencia y su valentía, porque formar un ejército fuera del país, llegar clandestino a Cuba y en dos años tumbar la dictadura que había… Eso hay que reconocerlo. Un hombre que tuvo el valor y la inteligencia para hacerlo. Y después más aún tuvo la inteligencia para cegar a todos los cubanos y dormirlos con cantos de hadas y de sirenas durante todo su mandato. El problema ahora es que él fue inteligente, pero los sucesores no. No son ni la mitad de lo que era Fidel. Y encima de eso, la generación por debajo de mí en edad ya no le debe nada a la revolución. Entonces no tienen por qué pensar igual que esa generación que dormía con el agradecimiento a la revolución por el cambio que había hecho.

-Según tu opinión, ¿los jóvenes piensan diferente a los más grandes en Cuba?

-Claro, las manifestaciones están siendo encabezadas por los chicos de las nuevas generaciones. Hay chicos con 15 o 16 años. A esa generación no le importa si Camilo (Cienfuegos) era un hombre de pueblo y lo mandaron a matar. No les importa si el Che fue allá y combatió y fue justo o fue un asesino. No les importan los tres viejos vestidos de verde que quedan ahí y que estuvieron en la Sierra Maestra. No le deben nada a esa generación. Lo que ven, simple y llanamente, es la escasez tan grande que hay. Y que no se puede hablar.

Protestas contra el gobierno cubano en la embajada cubana en Buenos Aires. REUTERS/Matias Baglietto

-Muchas de las denuncias sostienen que no hay libertad de expresión. ¿Es así realmente?

-Yo siempre pongo el mismo ejemplo: usted se para en una esquina acá y dice que Macri es un ladrón, y no pasa nada. Se para en la siguiente esquina y dice que Cristina es una ladrona, y no pasa nada. En Cuba no te puedes parar en ninguna esquina ni en el portal de tu casa a decir nada porque te cagan a palos. Y no hay nada más parecido a una dictadura que eso. Una dictadura no es aquella que no le pone hospitales o educación a sus hijos, no. El concepto de dictadura es donde tú no tienes derecho a un voto legítimo para elegir a la persona que tú quieres que te dirija. Y eso es lo que pasa en Cuba.

-¿Mientras vivías allá también sentías esto?

-Hay cubanos que se despiertan con el viaje material en el que comparan lo que hay en comunismo y en el capitalismo. Eso me pasó a mí. Y para ser honesto, todo pasó muy rápido. Fue un despertar muy violento de las cosas que había en el capitalismo y que ellos decían que eran malas. Las nuevas generaciones además se metieron en la internet, que es la otra parte del despertar de las protestas, y han visto todo lo que hay del otro lado. Y ven los precios, y comparan las cosas más elementales, y ahí es cuando comienzan los conflictos. Y es muy bueno porque los jóvenes no están solos, los que somos un poquito más grandes los apoyamos.

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