Le sacaron la custodia de su hijo, la familia que lo adoptó lo rechazó y años después se reencontraron: “Apenas me vio me dijo mamá”

Un fallo histórico de un juez de familia de Lomas de Zamora ordenó que un niño adoptado pudiera regresar -luego de ser rechazado por un pareja que tenía la adopción plena- al cuidado de su madre biológica. Le habían quitado a su hijo cuando tenía un año, se buscaron mutuamente y finalmente pueden volver a vivir juntos

Al niño tendremos que llamarlo G. Tiene apenas 13 años y a lo largo de su vida sufrió violencia, abandono, conflictos con su identidad, más abandono y más violencia. Un día incluso llegó a convencerse de que su vida -judicializada desde que tenía un año- era tan solo un expediente. “Me preguntó: ¿cuándo se va a cerrar mi caso? Y a mí me partió el alma, porque parecía convencido de que su vida era un caso”, dice Esteban García Martínez, el juez de familia que acaba de dar una sentencia a su causa.

Cuando era un bebé, G fue separado de su madre y llevado a un hogar de menores. Hasta sus cinco años, su madre -Nélida- lo fue a visitar al hogar con la esperanza de recuperar su tutela, pero no estaba en condiciones. Era víctima de violencia de género y cada vez que intentaba alejarse del violento, la derrotaban el miedo y las amenazas. Finalmente, G fue dado en adopción y a Nélida se le prohibió seguir viéndolo.

La familia que adoptó a G lo conoció a los cinco años, comenzaron teniendo encuentros y salidas de pocos días. Finalmente, y luego de un proceso de años, el 13 de julio de 2018 se dictó sentencia constitutiva de estado familiar y se les otorgó la adopción plena. El niño se fue a vivir con ellos. Parecía que al fin tendría la familia que merecía. Sin embargo, su historia no terminó ahí.

Un año después el matrimonio se presentó en el juzgado diciendo que querían deshacer la adopción. Deshacer la adopción es, dicho bruscamente, devolverlo, como si fuera un objeto del que puede juzgarse si funciona bien o mal.

Silvia Gulisano, abogada del niño y representante legal de G desde el 2019.

“La voz ‘devolución’, es un eufemismo que intenta maquillar su verdadero propósito, donde el niño, niña o adolescente es cosificado, instalando una tendencia a creer que el niño es el culpable, él no sabe comportarse, o no es merecedor de una familia (...) Debe ponerse en acento que, detrás de la pretendida devolución de un ser humano, hay una cruda realidad, sufrimiento y frustración del niño al ser rechazado por segunda vez y la imposibilidad de proyectar un futuro en familia”, dice el fallo al respecto de esta intención del matrimonio.

El juez inmediatamente hizo lo que indica la ley: le otorgó a G un abogado del niño, una figura relativamente nueva y clave en esta historia y en la de muchos otros chicos. Por sorteo, a G le tocó la doctora Silvia Gulisano.

“En el año 2019 lo conozco a este niño, que ya venía con una historia de vulneración muy dura. Me contó su realidad de ese momento, y uno siempre lo primero que quiere es tratar de fortalecer ese vínculo que debiera existir en una familia. Y no se pudo”, explica la abogada a Infobae. Su intención fue que la familia que lo había adoptado pudiera funcionar como tal. Sin embargo, ni los adoptantes ni G querían eso. Contra lo esperado, el chico quería volver a un hogar de niños, algo muy poco habitual.

Entonces, sucedió lo más extraño y mágico de esta historia: mientras G no se conformaba y peleaba por su felicidad, su madre biológica se había recuperado, se había alejado de su ex pareja, y lo buscaba.

“Yo escuchaba al niño, y le preguntaba qué pasaría si aparecía la mamá, y no dudó: ‘me quiero ir con ella’. Y no te puedo mentir, a uno se le llena la cabeza de preguntas. Pero, alguien una vez dijo que todos merecemos una segunda oportunidad”, relata Gulisano.

El reencuentro más esperado

“La primera vez que me separé de mi hijo él tenía 5 años. Fue un 15 de diciembre. Me presenté en el hogar, yo siempre iba a verlo, y llegué y me dijeron que no lo podía ver más, que el nene ya no estaba en el hogar, que lo habían adoptado. Y de ahí nunca más hasta que empecé a buscarlo por Facebook, a buscar fotos... Encontré el nombre de la familia que lo tenía, busqué dirección por Google, seguía sus fotos, su vida, todo a la distancia”.

Nélida perdió la tutela de su hijo cuando el bebé tenía un año, pero lo visitó hasta que cumplió cinco. Luego fue dado en adopción y se lo prohibieron.

Nélida tiene el pelo negro como sus ojos. Usa un abrigo rosa y unas medias largas del mismo color. Jean negro. En general, tiene los brazos cruzados, parece ser por timidez. Está en la sala de abogados del niño en el Colegio de Abogados de Lomas de Zamora, en un edificio pegado a los tribunales en los que se dictó la sentencia que le cambió la vida. Dos sentencias, en rigor: la primera hace ocho años, cuando se decidió que su hijo fuera dado en adopción. La segunda ahora, el 8 de julio del 2021, cuando un nuevo juez -García Martínez- revisó el caso, siguió de cerca a G, evaluó a Nélida, y permitió que vuelva a vivir con ella.

“Transcurridos casi nueve años desde el dictado del estado de abandono y situación de adoptabilidad, a la luz del irrenunciable enfoque de perspectiva de género de cuya consagración soy garante, debo afirmar que se aviene asaz necesario reexaminar la conducta desplegada por Nélida, reconociendo sus singularidades, su subjetividad, y su situación apremiante, de la que resultó víctima también, para estimular por fin sus cualidades como mamá de G, bajo el enfoque que aquí se propicia”, dice un fragmento del dictamen, antes de ordenar que el niño vuelva a estar a su cuidado.

“Cuando recibí el fallo lo primero que le pedí a mi abogada fue que me llamara, porque no entendía qué decía: no sabía si era algo bueno o algo malo”, dice ahora, con los ojos llenos de lágrimas (“pero de alegría”, según aclara).

“No lo puedo creer. Quiero que esto lo vean esas mamás que están luchando por sus hijos. Que sepan que se puede, pero no hay que bajar los brazos. Porque en esta vida por un hijo no se bajan lo brazos, y lo aprendí. A los golpes, como me dijeron una vez, que uno aprende a los golpes, y la vida te da golpes, y muy fuertes, y yo nunca bajé los brazos”, dice.

Todo cambió de repente. Hace cuatro años, cuenta, se acercó a la casa donde estaba viviendo su hijo. Quiso llamar a la puerta, pero prefirió no hacerlo, para no generarle problemas. Desde la cuadra de enfrente, escondida tras un árbol, lo vio asomado a la reja. “Sentí dolor por no poder abrazarlo, y también felicidad porque lo veía bien. Si vos a tu hijo y lo ves sonriente es porque está feliz. Es más, pasaba un nene en bicicleta y él lo saludó y se sonrió, y yo seguí de largo. Y pensé que quizás algún día iba a poder encontrarme con él explicarle las cosas”, dice.

-¿Qué le querías explicar?

-Yo siempre dije: algún día le voy a explicar a mi hijo por las cosas que hemos pasado, porque son cosas muy difíciles y muy duras que él también pasó. Y explicarle que esas cosas pasaron por algo y pedirle perdón. Y es lo que hice: yo le pedí perdón a mi hijo por no haber tenido valor. No era tan chica pero era muy acobardada, tenía mucho miedo, tenía miedo de él, de la persona que estaba al lado mío en ese entonces. Por eso le pedí perdón a mi hijo, por no haber podido luchar por él, por no haber podido criarlo yo. Pero yo sé que él entendió eso.

Nélida frente a los tribunales en los que peleó por recuperar a su hijo.

-¿Sufrías de violencia de género de parte del padre de tu hijo?

-Sí. Él a mí me maltrataba mucho. Me hizo cosas que no se las deseo a nadie. Yo le tenía terror, lo veía a él y temblaba. Imaginate el miedo que yo le tenía. Y cuando empezó todo el proceso del nene, cuando él era bebé, esa persona me acompañaba a todos lados, yo no podía hablar si él no estaba al lado mío. Hasta que un día decidí no estar más con él. Me separé… y la golpiza que me dió. Realmente no se lo deseo a nadie, pero la vida es así.

-¿Sentís que en ese momento tuviste la ayuda que necesitabas?

-No. Quizás viéndolo ahora pienso que sí, que quisieron ayudarme. Porque es la realidad, yo sé que quisieron ayudarme. Pero yo era una persona que le tenía miedo a alguien y no me dejaba ayudar. Pero bueno, creo que el Estado o una persona que estaba detrás de un escritorio y tenía que ayudar tendría que haber hecho un poquito más de esfuerzo para que pudiera salir adelante. Pero bueno…

-Y avanzamos en el tiempo, tu vida cambió, y te presentaste en el expediente para recuperar a tu hijo. ¿Cómo fue el día te dijeron que existía la posibilidad de que tu hijo volviera con vos?

-Mirá, me llamó una psicóloga del zonal y me dijo que podría haber una posibilidad de que el nene esté conmigo, pero que tendría que pasar un proceso de evaluaciones, psicólogos, varias cositas. Y me dijo: ‘¿vos estás preparada?’. Sí, estoy preparada, le dije. Hoy puedo decir que estoy preparada.

-¿Cuándo fue, en este reencuentro, la primera vez que te volvió a decir mamá?

-El primer día. Desde el primer día que nos encontramos me dice mamá. Y yo… mirá cómo es la vida: yo pensaba que él no me iba a decir mamá, porque pasaron muchos años, y sin embargo creo que dios me compensó y el primer día que lo vi vino corriendo al lado mío a abrazarme y me dijo: “mamá, te extrañé”, y yo no sabía cómo reaccionar, y lo primero que hice fue llorar, y decirle que lo amaba, y hoy se lo digo todos los días.

La abogada Silvia Gulisano frente a los tribunales de Lomas de Zamora.

El futuro

Sobre el final del fallo, el juez le habla específicamente a G. “Quiero que sepas que, entre las hermosos acontecimientos que se viven en esta profesión, seguramente está la de haberte conocido. Muy fuera del alcance del entendimiento que tenemos, y como en esas historias de hadas, embrujos y andantes caballeros, o en las otras no menos admirables aventuras homéricas en las que, por prodigalidad del hablador, del autor que las narra o simple manía de los dioses y demás potencias accesorias, todo podía ocurrir, mientras buscabas a tu mamá, ella te buscaba a vos, y lo demás, ya no importaba. Entonces, es mentira que haya que soñar con los ojos cerrados, sino que, hay que soñar con los ojos bien abiertos, como lo hiciste vos. El derecho solo está para salvar y ayudar a las personas. Estamos para ayudarte y celebramos tu presente. No concibo una mejor inversión de los recursos del Estado, sino puestos a tu disposición, para tu bienestar y tu progreso. La judicialización de tu vida, solo puede interpretarse en tu auxilio, y en eso, ponemos todo nuestro empeño”, dice.

Para la abogada del niño, se trata de un fallo histórico no solo por la perspectiva de género con que analiza la situación de la madre, sino y fundamentalmente por la perspectiva de niñez.

“Lo más importante es que esta sentencia refleja lo que el niño quería: su voz fue escuchada. No sé qué hubiera pasado si desde el inicio hubiera tenido abogado del niño, pero sí estoy segura que desde que tiene abogado del niño, su voz fue la que se escuchó más alto”, concluye.

Todavía falta la sentencia definitiva en la que se dicte la tutela en favor de Nélida y se le revoque a los adoptantes. De todas formas, se espera una fuerte sanción de parte del juez para con ellos, por la irresponsabilidad que supone su accionar. La historia de G, llamémosle G, todavía tiene mucho por delante. Con el tiempo, su madre pretende construirle un cuarto propio -para lo cual necesitan ayuda con los materiales y apoyo del municipio de Esteban Echeverría-. Ya lo anotaron en un colegio y necesita una computadora. Lo demás, irá llegando.

Cuando separaron a Nélida de sus hijos, G no era el único. Tenía dos chicos más, uno mayor y uno menor. Ella sabe que no podrá recuperarlos porque fueron adoptados hace tiempo, tienen su familia y viven en España. Pero G sueña con conocerlos. No sabe si será posible, pero si hay algo claro es que la familia para él no es algo a lo que se pueda renunciar.

Fotos y video: Gastón Taylor.

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